11. Iris blanco: sinceridad
Akane Tendo no era una chica muy perspicaz al momento de descubrir ciertos hechos que la rodeaban. Claro está, P-chan era uno de ellos; sin embargo, existían contadas ocasiones en las que ocurría lo contrario.
Y esa era una de ellas.
La actitud de Ranma era extraña. Cuando comenzó el misterio sobre la chica misteriosa, Akane no pudo evitar tener un presentimiento extraño. Su prometido no era de esas personas que ayudaban sin pedir algo a cambio o sin un propósito que lo beneficiara. Algo ocurría, pero, aun así, decidió creer en la buena voluntad de Ranma. Hacía un tiempo que este último se llevaba mejor con Ryoga, y quizás eran tiempos de cambio. Tal vez Ranma solo intentaba hacer una buena acción por su amigo.
Cuando llegó el festival primaveral, Akane buscó por todas partes a Ranma y tuvo la oportunidad de hablar con Aiko. Ya la había visto en varias ocasiones, ya que esta asistía a la escuela Furinkan, pero nunca habían hablado.
—Ryoga me ha hablado en varias ocasiones sobre Ranma. ¿Son amigos, verdad? Seguro ahora deben estar buscándonos —dijo Aiko. Pero, lejos de lo que pensó, Akane jamás creyó encontrar a ambos chicos tomados de las manos, con un sonrojo en sus mejillas. Ryoga llevaba una flor en la mano y todo era... extraño.
Esa era la palabra que definía la situación: "extraño". ¡Ranma jamás le tomaría la mano a Ryoga si no se tratara de un combate! Ni siquiera cuando existía el riesgo de que Hibiki se perdiera, lo sujetaba de la mano, siempre era de la muñeca o del ropaje.
Quizás estaba exagerando, solo era su imaginación, pero... la pelirroja del baile era tan similar a la forma femenina de Ranma.
Al terminar el baile, la pelirroja corrió hacia quién sabe dónde y Aiko salió del salón. Akane vio cómo la escena se derrumbaba ante sus ojos. Ryoga siguió a la castaña, desesperado, y ella... siguió a aquella chica pelirroja.
Grande fue su sorpresa al espiar cómo esa chica se ponía el mismo atuendo que llevaba Ranma, algo húmedo a su parecer, y exigía, algo desesperada, un poco de agua caliente. Shock... estaba en shock.
Una vez más, Ranma protagonizaba una escena que ella no podía entender. ¿Por qué su prometido bailaba con Ryoga?
¿Por qué, por un momento, creyó que...? Imposible, su cabeza le estaba jugando una mala pasada. ¿¡Ranma y Ryoga!? Ni que los cerdos volaran como para creer en semejante cosa. Rápidamente, huyó de allí.
Genma no paraba de hablar sobre lo irresponsable que era Ranma, mientras Soun lo apoyaba. Kasumi estaba algo preocupada y Nabiki hacía apuestas en otra parte.
—¿A dónde fuiste? —preguntó Kasumi, viendo a la chica algo contrariada.
—Al baño —mintió Akane.
Tras buscar a Nabiki, decidieron ir por Ranma.
Akane vio cómo Ryoga miraba a Ranma... esa forma de verlo, como si ya no tuviera ni una pizca de enojo hacia él. No pasó por alto que en su mano llevaba una rosa y una nota.
¿Cuándo? ¿En qué momento la chica misteriosa le entregó aquella rosa? ¿Acaso era Aiko? ¿Por qué Aiko no estaba allí? ¿Por qué no podía dejar de mirarlos con el corazón estrujado?
¿Por qué comenzó a imaginar que tal vez Ranma era el causante detrás de todo el misterio de la Chica Misteriosa?
Fingió. Fingió tanto no darse cuenta, pero simplemente necesitaba confirmarlo y verlo ante sus ojos. Si Ranma era el causante, ella actuaría. Lo obligaría a decirle la verdad: tomaría su lugar como la chica misteriosa. ¿La razón? El ego del artista marcial. Su estúpido orgullo lo obligaría a actuar.
Solo esperaba no estar en lo correcto.
El que Ranma perdiera la memoria gracias a Shampoo no había estado en sus planes. El que Ryoga sospechara sobre la chica misteriosa tampoco, y, sin lugar a dudas, la escena en el techo del dojo de Hibiki, con un ramo de flores hacia un sonrojado Ranma que lo miraba con brillo en sus ojos, mucho menos.
El mundo de Akane parecía ponerse de cabeza. ¿Cómo podía darle un sentido diferente al que imaginaba? ¿Cómo podía justificar el hecho de que Ranma lo hubiera recordado? Era claro, tan claro, hasta para ella, que no hacían falta palabras para explicarlo.
—¿Me lo dirás, Akane? ¿O te quedarás en silencio? —insistió Kasumi, quien la miraba expectante. Su voz no sonaba molesta; por el contrario, parecía la voz de quien ya lo sabía desde hacía bastante.
—No sé de qué hablas —respondió Akane, su terquedad haciéndose presente una vez más.
—Akane, solo quiero entender por qué lo haces. ¿Acaso gustas de Ryoga?
Akane la miró algo sorprendida por la pregunta. ¿Cómo había llegado Kasumi a esa conclusión?
—¡No! Es decir... yo no... no fue por eso, Kasumi.
—¿Entonces?
—Tenía una sospecha, pero... ya todo quedó aclarado. No te preocupes, no volverá a pasar —dijo, levantándose de la mesa, dispuesta a enfrentar la situación.
Kasumi la miró confundida y suspiró. No podía hacer nada. Tanto Ranma como Akane tenían una terquedad inquebrantable.
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—Dime que es una mentira.
—Pero no lo es.
—Es imposible.
—¿Por qué lo sería?
—Es la prometida de Ranma.
—Estoy igual de sorprendida que tú, pero aún así es la verdad.
—¿Estás segura de que fue ella la que compró esa flor?
—Sí, y las últimas que mencionaste también. Sin embargo... no recuerdo haber visto a Akane comprar una peonía roja, un girasol y... ¡Oh, pero Ranma sí!
—¿¡Qué!?
—Yo le regalé una peonía roja, pero lo demás no. La peonía era para Akane.
"¿Una peonía para Akane? Quizás se la dio en secreto. Él es un tanto vergonzoso en cuanto a su compromiso con ella", pensó Ryoga.
—Me asustaste, Aiko —confesó Ryoga.
—¿Qué tiene de malo?
—¡¿Qué tiene de malo?! ¡Es Ranma! Es imposible que él sea... él... ¡agh, es imposible!
—Si tú lo dices... yo solo te diré que deberías hablar con Akane o el pobre de Ranma sufrirá.
Ranma... no podía enterarse de ello. No podía saber que Akane estaba haciendo algo así, pero ¿a qué se debía? ¿Acaso la chica se había sentido celosa de Aiko y había decidido actuar ante la mínima oportunidad? Pero ella lo había ayudado en sus citas y lo había aconsejado...
¿Acaso el destino quería que volviera a tener una oportunidad con Akane?
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Ranma estaba en la sala de entrenamiento acostado. Miraba el techo como si fuera lo más interesante del mundo y sentía como si su cabeza estuviera renovada, pero el nombre de Ryoga estaba más presente de lo que quisiera.
—Maldito cerdo cursi... —susurró y sintió el ruido de la puerta.
—¿Ocupado? —preguntó Akane mientras ingresaba al lugar y se ponía en posición de pelea.
Ranma sonrió y correspondió a su invitación: necesitaba despejarse.
—Estás distraído —comentó Akane, viendo cómo los movimientos del contrario se volvían imprecisos.
—Eso es mentira —negó él.
—Verdad —repitió Akane.
—Mentira —volvió a negar Ranma.
—¡Verdad! —Un golpe le rozó la mejilla.
—¿Qué te ocurre? Tú estás...
—¿Me dirás la verdad, Ranma? ¿Tan siquiera una vez serás honesto conmigo? —La peliazul estaba cabizbaja. Su voz se quebraba con cada minuto que pasaba.
—¿Eh? —Ranma alzó la mirada e iba a acercarse hasta ella cuando se quedó helado.
—Ya descubrí tu secretito.
—¿A qué te refieres?
—Tú eres quien le ha dado notas y flores a Ryoga todo este tiempo. Ya déjate de hacer el tonto —Akane tomó compostura y alzó la mirada, firme y seria. Quería respuestas, y las tendría a como dé lugar.
—Ja, ja, ja. ¿Te has vuelto loca? ¿Yo? Yo jamás haría algo como eso, yo... —mentía, no dejaba de mentir.
Mentía sobre su fortaleza cada día, fingiendo ser más fuerte de lo que era cuando, a veces, y solo a veces, quería quebrarse y permitirse estar mal.
Mentía cuando fingía no recordar a su madre.
Mentía cuando se decía a sí mismo que quizás debía ser el prometido de Akane, que eso era lo mejor.
Se mentía ahora, cuando decidía ignorar las razones por las que había iniciado todo esto.
Se mentía al intentar pensar que no le gustaba enviarle flores a Ryoga y provocar sonrisas fugaces en el chico.
Se mentía tanto... y él realmente deseaba creer que esa mentira podía ser verdad, pero no lo era.
Ahora estaba allí, fingiendo como un idiota que no era la chica misteriosa frente a su prometida. Esperando que ella simplemente le creyera y no preguntara más, cuando sabía que no era así. Lo sabía con solo verla: Akane tenía preguntas que necesitaban respuestas, y él no sabía si podía dárselas.
—¡¡Ya deja de mentir, Ranma!! Tú eras la pelirroja del baile. Tú eras quien le daba flores y notas. Tú eras... tú... —No tenía palabras para expresar el desconcierto que le generaba esa situación.
Ranma se quedó en silencio.
—¿No dirás nada? ¿¡Piensas quedarte callado!? Bien, pero que sepas que si es una broma, Ranma, has llegado muy lejos porque el pobre de Ryoga no es un juguete... —Fue interrumpida.
—No es una broma, y créeme que tampoco entiendo las razones por las que he hecho esto —se sinceró—. Yo... simplemente lo vi, triste y como nunca antes lo había visto en mi vida... Pensé que era porque nunca recibió nada para San Valentín, y yo... yo...
—¿Tú qué, Ranma? ¿No entiendes que está mal jugar con los sentimientos de las personas? ¡Ryoga realmente quiere encontrar a quien le envía las flores! ¿Es que acaso nunca mides las consecuencias de tus actos? —dijo Akane, molesta.
Ella no podía negar que había desarrollado sentimientos hacia Ranma, producto del paso del tiempo y las múltiples vivencias que tuvo a su lado. Sin embargo, él podía ser muy desconsiderado, y eso ocasionaba problemas.
—Yo...
—¿Por qué le enviaste flores y notas a Ryoga? ¿Siquiera tienes un motivo?
—Akane, yo...
—Escucha, si no se lo dices tú... se lo diré yo —habló, con determinación—. Así que piénsalo bien, te doy hoy y mañana.
—¡Akane, espera! —gritó, pero la chica ya se había marchado, golpeando la puerta.
Estaba en aprietos, y lo sabía muy bien, pero... ¿Se lo diría? ¿Le diría a Ryoga que él era la chica misteriosa? Realmente jamás creyó que alguien tan despistada como Akane lo descubriría.
Mierda, esta vez Ranma Saotome estaba entre la espada y la pared.
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—Kasumi.
—¿Qué ocurre, Ryoga?
—No sé qué hacer.
El plan inicial de Ryoga era marcharse de Nerima por un buen tiempo, pero, gracias a la nueva noticia, eso tendría que esperar. Aiko fue muy amable al ayudarlo a regresar al dojo, ya que él casi comienza a correr hacia el lado contrario. Y ahora estaba allí, junto a Kasumi, necesitado de su ayuda.
—¿A qué te refieres? —preguntó.
—Akane es la chica misteriosa.
Kasumi no sabia que decir.
—¿Cómo...?
—¡Sí! Lo descubrí gracias a Aiko. ¡Ella me ha dicho quién es la chica que compró la última flor y fue ella! ¡Fue Akane! —decía asombrado mientras gesticulaba con las manos de forma exaltada.
—¿Estás seguro? —dijo mirandolo atentamente. El chico realmente creía que Akane era la chica misteriosa.
—¡No lo sé! Ese es el problema. Tengo un presentimiento extraño sobre todo esto. Las notas... son distintas, las letras también, los últimos mensajes son... distintos —confesó—. Pero ¿por qué Akane me daría flores y notas? ¿Acaso se ha dado cuenta de que Ranma es un idiota como prometido y se ha enamorado de mí? Pero eso sería tan...
"Bla bla bla bla." Ryoga no paraba ni para respirar de hablar, y Kasumi simplemente lo escuchaba.
—¿Y qué harás al respecto?
—Yo... pensé que tú lo sabrías.
un breve silencio los invadió hasta que Kasumi habló:
—Medita sobre tus sentimientos y habla con Akane y con Ranma, sobre todo con él —aconsejó.
Debía hablar con Ranma.
Hablar... con Ranma...
Hablar...
¡¡Agh!! Qué vergüenza le daba solo pensarlo. ¡Le había dado un ramo de flores! ¡Se había acercado a centímetros suyos! ¡Creyó que lo besaría! ¡Él no quería hablar con...
—Tierra llamando a Ryoga.
—¡¡Aaah!! —gritó, cayéndose hacia atrás y viendo cómo el contrario alzaba una ceja y se reía.
—Estás más tonto que de lo normal.
—¡Cállate!
—Pero es verdad.
—No.
—Sí.
—¿¡Quieres pelear!? —Propuso Ryoga.
—¡Te derrotaré!
—Oye, Kasumi, deja que hoy haga la comida —escucharon ambos y temblaron.
Akane cocinaría, eso era lo mismo que morir.
—¡Kasumi, no la dejes cocinar! —alzó la voz Ranma, y Akane lo miró molesta.
—¡¿Ah, sí?! ¿Y por qué Kasumi no debería dejarme cocinar?
—¡Ranma, no seas desagradecido! —dijo Ryoga— ¡Como si tú pudieras hacerlo mejor!
—¡Yo puedo hacerlo mejor, idiota! Y si hay alguien que cocina peor que Akane, de seguro ese eres tú —provocó.
—¡Te reto a un duelo de cocina! —dijeron ambos.
Akane suspiró, esos dos no tenían remedio. Dirigió su mirada a ambos chicos y algo inusual la hizo detenerse en seco. No, ellos no estaban peleando como solían hacerlo, con sus habituales discusiones acaloradas. No había gritos, ni amenazas, ni el aire cargado de tensión... Al contrario, ambos sonreían. ¿Acaso... ellos estaban disfrutando de esto?
Un escalofrío recorrió su espalda al notar la complicidad entre ellos, como si la rivalidad que tanto los había definido estuviera desapareciendo, sustituida por algo más... algo extraño, pero también algo más. ¿Podía ser? ¿Era posible que esas sonrisas no fueran solo una fachada, sino el comienzo de algo más, tal vez... algo más profundo?
—¡Bien! Está decidido, ustedes dos cocinarán la cena. Solo asegúrense de no quemar nada, por favor —pidió Kasumi.
Akane miró fijamente a Ranma, y este sintió un escalofrío. Sabía muy claramente el mensaje que le había enviado telepáticamente, y era algo como:
"Si no le dices, te rebanaré en cubitos y se lo diré yo."
Ranma miró a Ryoga a su lado. Parecía feliz de tener un desafío nuevamente.
Su sonrisa... de seguro se borraría en el instante en que le dijera la verdad. Y lo peor, es que tal vez lo perdería para siempre. Ryoga no lo perdonaría, de eso estaba seguro. Pensaría que todo había sido una broma cruel, una jugada de mal gusto, un entretenimiento barato para él. Pero al pensar en todo lo que había sucedido, algo seguía rondando en su cabeza. ¿Por qué había seguido con eso? ¿Qué lo había impulsado a seguir alimentando esa mentira? ¿Por qué se había empeñado en jugar con los sentimientos de Ryoga, cuando lo que sentía por él había sido mucho más que solo un simple juego?
¿Mucho mas que... un simple juego?
—¿Te quedarás sin hacer nada? Bien, por lo visto te has paralizado del miedo y esto será pan comido —dijo tomando una cuchilla y un vegetal ya previamente lavado.
—¡En tus sueños!
Ambos cruzaron miradas y, por un momento, se sintió más íntimo de lo que cualquiera de los dos imaginaría. Desviaron la mirada, sonrojados, y sin decir una palabra, comenzaron su batalla culinaria. Ninguno de los dos pensaba en perder, no solo por la comida, sino porque no podían dejar que el otro ganara, punto final.
Quizás, y solo quizás, ese momento era lo único que los mantenía en pie, una especie de tregua temporal antes de que todo explotara. Una pausa antes de la inevitable confrontación.
Ranma no podía evitar sentirse incómodo. No estaba seguro de si era el desafío culinario lo que lo tenía tan tenso, o si el hecho de perder a Ryoga generaba alboroto en su interior.
Ranma tenía miedo de lo que podía pasar.
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—Te gané.
—Eso jamás.
—Kasumi dijo que el tuyo estaba algo picante.
—El picante es lo mejor.
—Si está en su justa medida, no como lo que sea que quisiste hacer. —Ryoga ganaría a toda costa.
Ranma sonrió, jamás aceptaría la derrota.
—Al tuyo le faltaba sal y, en mi opinión, también sabor —mentía, el platillo de Ryoga había sido exquisito.
—Veo que tienes un gran paladar, pero no lo suficiente como para percatarte de que a las verduras les hubiera quedado mejor un poco de salsa de soja.
—¡¡El tuyo estaba inundado en salsa de soja!! Nabiki y Soun están de mi lado.
—¡Y Genma, Akane y Kasumi de mi lado! —continuó Ryoga.
—¡Kasumi dijo que ambos estábamos bien! —. Ranma no daba el brazo a torcer.
—¡¡Me niego a aceptar que fue un empate!!
Ambos se miraron en silencio, las miradas cargadas de una mezcla de desafío y algo más. La tensión era palpable, como siempre entre ellos, pero esta vez, algo había cambiado. Sin palabras, ambos comenzaron a reír. Estaban en el techo del dojo, acostados uno al lado del otro mientras observaban la noche estrellada, aunque sus pensamientos no estaban precisamente en el cielo.
—¿Sabes? Nunca pensé que diría esto... —dijo Ryoga, girando su cabeza para mirarlo de reojo—. Pero... te odio un poco menos.
Ranma no respondió de inmediato, su mirada fija en las estrellas, pero sus labios se curvaron en una sonrisa casi imperceptible.
—¿De verdad? Vaya, Ryoga, eso es un gran avance. Lo tuyo es un insulto disfrazado de cumplido, ¿verdad? —respondió Ranma, en un tono que no era completamente sarcástico, pero tampoco amable.
Ryoga se giró hacia él, levantándose un poco y apoyando el codo en el suelo, con la mirada feroz pero algo más suave.
—Tú sigues siendo un dolor en el trasero, Saotome. Pero... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—, pero de alguna forma, no puedo dejar de pelear contigo. Y tal vez... tal vez eso es lo que más me gusta de todo esto.
Ranma se inclinó ligeramente, mirando con más intensidad a Ryoga, sus ojos brillando con una mezcla de irritación y algo que no se atrevía a reconocer.
—No te hagas el suave, Hibiki. No te voy a dejar ganar en nada. Pero... —pausó, sintiendo una extraña incomodidad al admitir algo tan personal—, no puedo negar que me divierte más de lo que debería.
—Por un momento pensé que no volveríamos a discutir como antes —confesó Ryoga.
—Lo dices como si te preocupara.
—Tal vez eres más importante para mí de lo que imaginé... —dijo en voz alta y luego reaccionó.
¡¿Lo había pensado o lo había dicho?!
Rápidamente, se sentó y Ranma lo imitó. Ambos estaban con las mejillas sonrojadas y a Ryoga solo le bastó con ver el rostro sorprendido de Ranma para confirmar que lo había dicho en voz alta. En simples palabras, quería estar en México o en algún lugar muy lejano de allí.
—¡Es decir! ¿Con quién podría pelear? Ja ja ja, eres el único con el que se puede tener una batalla decente. ¡Pero no te creas tanto fenómeno! —. Corrigió algo alterado y moviendo las manos frenéticamente mientras el contrario le miraba sereno. —¿Por qué me miras...?
—Tú también eres importante para mí —pronunció sin más. En alguna parte de su interior aguardaba esa simple confesión y el hecho de decirlo, por más vergonzoso que fuera, se sentía... bien.
Ranma no tenía dudas: Ryoga en ese momento competía con un mismísimo tomate.
—O-o-oye, ac-actúas algo e-extraño —tartamudeaba mientras jugaba con sus dedos. Hacía ya un tiempo que había dejado ese comportamiento de lado, incluso creyó haberlo olvidado desde que él estaba enamorado de Akane.
Enamorado de Akane...
¿Por qué actuaba como si estuviera...?
—Debo hablar contigo —dijeron al unísono.
—Habla tú primero —ofreció Ranma, nervioso.
Debía decírselo. Debía confesarse la verdad, aunque eso significara arriesgar todo lo que tenía con Ryoga. Pero... mierda, ¿por qué no podía hacerlo? ¿Por qué se sentía tan asfixiado solo de pensarlo? La idea de perderlo, de que todo se viniera abajo, le daba un nudo en el estómago. ¿Por qué le molestaba tanto que Ryoga estuviera en su vida de esa forma tan intensa, tan... cercana? ¡Y aún así, no podía dejar de pensar en él! Cada momento a su lado, cada pelea, cada pequeña victoria, todo parecía volverse más confuso.
—Es que yo... yo... quiero decir... eh... —. No sabía cómo comenzar. —A-Akane... la chica misteriosa... lo que qui-quiero decir es que...
—...
—Akane... lo que quiero decir es que...
—¡Habla ya, Ryoga! —alzó la voz algo desesperado al ver cómo el chico no lograba formular una frase coherente.
—¡Akane es la chica misteriosa!
—¿Qué?
Asombrado era poco. A decir verdad, lo que sentía era una mezcla de sentimientos algo confusos y complicados de descifrar.
—Cómo lo oyes... no sabía si decírtelo, pero hoy fui a la florería y hablé con Aiko. Ella dijo que me ayudaría a encontrar a la chica, y resulta que la última flor que recibí fue comprada por ella. Como no es una flor común, supo decirme que fue ella... yo... lo siento, Ranma, debes sentirte mal y no sé por qué ella me enviaría flores y... —. Fue interrumpido.
—Ella no...
¿Por qué? ¿Por qué haría algo como eso? ¿Acaso Ryoga le mentía? No... realmente parecía preocupado.
"...¿No entiendes que está mal jugar con los sentimientos de las personas? ¡Ryoga realmente quiere encontrar a quien le envía las flores! ¿Es que acaso nunca mides las consecuencias de tus actos?" ¿Con qué criterio se había atrevido a decirle aquello? Akane... ese era uno de los motivos por los que dudaba de su compromiso en reiteradas ocasiones, y ahora más que nunca: la falsa moral que a veces la chica tenía. Decirle y hacerle sentir culpable por sus actos, al mismo tiempo que ella hacía lo mismo.
—Lo siento, en serio no quería decírtelo. Ella es tu prometida y no sabía cómo podías reaccionar.
—Ryoga, ella...
¿Qué, él jugaba con los sentimientos de Ryoga? ¿Qué, si no le decía la verdad, sería ella quien lo haría? ¿Cómo siquiera se atrevió a juzgarlo? ¡Akane era igual que él! No, de hecho, él quiso parar con todo, él realmente lo intentó en el baile de máscaras ¡Esa era su despedida! ¡Esa era la maldita despedida! Él sabía las consecuencias de jugar con los sentimientos del Hibiki, y ella fue quien continuó con esa mentira.
—Ranma, yo no quiero que pienses que intentaré algo con ella. Yo hablaré sobre esto y le preguntaré todo, pero...
—Ella no es la chica misteriosa, Ryoga —. Su tono era duro y áspero, como si algo dentro de él estuviera a punto de estallar: la verdad le pedía salir de una maldita vez.
Ranma estaba molesto. Una vez más, nuevamente, alguien le reclamaba algo con completa falsedad. Era una historia repetida de la cual parecía no poder escapar y, ahora, le había tocado a Akane.
Akane... ¿Por qué lo había hecho? Ella no tenía razones para mandarle flores y notas a Ryoga. Ella no estaba enamorada de él, en muchas ocasiones lo había dejado en claro, pero había algo más...
—¿Eh? Entiendo que es difícil de aceptar, pero...
—Ella no es la chica misteriosa, Ryoga —dijo tajante.
Había algo más que lo atormentaba por dentro. Cuando Aiko fue la supuesta chica misteriosa, sintió una inquietud que lo llevó a resignarse a aceptar que era lo mejor. Sin embargo, cuando la chica misteriosa falsa apareció, volvió a sentirse incómodo, como si el destino estuviera jugando con él. Y ahora, con Ryoga pensando que Akane era la chica misteriosa, sentía una ansiedad que lo consumía por dentro. Quería gritarle que él era la persona detrás de todo. Que era él quien le dibujaba una sonrisa con cada nota y quien le daba flores con significados especiales para cada ocasión. Que era él quien lo observaba mirando al florero con una sonrisa tonta y quien pensaba que se merecía más flores de las que le había dado.
Ranma recordó el día que le dio aquel rabillo de flores en el parque en San Valentín. Lo había visto llorando y triste, y simplemente tuvo que hacerlo. Las dudas desaparecieron, y su recompensa fueron los ojos iluminados de Ryoga, repletos de esperanza porque alguien se había fijado en él.
Ranma Saotome era la persona que se había fijado en Ryoga Hibiki. Él era quien lo había observado de cerca para notar que brillaba como un girasol, que era fuerte como la peonía y resiliente como la flor de loto. Él era quien le había dado esa campanilla en el festival y esa rosa en el baile, no Akane, no Aiko, nadie más que él mismo.
—Oye, Ranma, ¿por qué dices que...?
—Mañana lo sabrás.
—¿Qué?
Ranma se esfumó en un instante y Ryoga se quedó estático.
—¿Mañana?
Ryoga se acostó en el techo y miró a las estrellas. Ranma actuaba tan extraño... no reaccionó como pensó que lo haría. Tal vez estaba algo costeando por la revelación y eso era todo.
Suspiró, recordando cómo el contrario se había sonrojado al decirle que le importaba.
—Soy un idiota —. Se dijo a sí mismo. —¿Por qué estoy actuando asi?
"—Al parecer soy importante para ti, P-chan."
"—Ten, supongo que te gustan más que a mí. Sé que no soy la chica misteriosa, pero... es una flor muy bonita."
"—Ryoga, eres un chico dulce y amable. Quizás el más dulce que conozco. No tienes miedo a expresar tus sentimientos a flor de piel como si no te importaran las consecuencias. Siempre admiré cómo lo intentaste una y otra vez con Akane, aunque yo te pusiera mil frenos en el camino. Tú te levantabas, una y otra vez, porque no temías luchar por algo que para ti valía la pena. Es por ello que... si sabes lo que quieres, ¿qué te detiene? El Ryoga que ahora veo es desconocido para mí."
Ryoga se sacudió la cabeza, intentando despejar sus pensamientos, y se reincorporó rápidamente, sentándose en el techo, con las manos temblorosas.
Su corazón golpeaba con tal fuerza que parecía que iba a estallar y dejarlo sin aliento.
"—Ryoga, no mientas. Tú no me amas y lo sé muy bien. Me atrevo a decir que alguien más ya habita ese lugar en tu corazón." Las palabras de Aiko volvían a su mente con la misma claridad que un eco persistente, cada vez más fuerte.
—Ja, ja, ja... genial, ya me he vuelto loco —se dijo a sí mismo, riendo sin humor. —¿Por qué estoy pensando en algo tan estúpido como... Ra-Ra-Ranma y yo... yo y Ra... yo... —enmudeció de golpe, incapaz de continuar.
Llevó sus manos a sus mejillas, y al tocarlas, se dio cuenta de que su piel ardía. Podía jurar que estaba más rojo que un tomate. La preocupación lo envolvió en una capa densa que no lo dejaba respirar.
—Ja... qué chiste tan... malo —murmuró, mirando el techo, intentando alejar ese pensamiento que no paraba de dar vueltas en su cabeza.
Preocupación. Preocupación absoluta. La más grande que un ser humano pudiera tener en todo el mundo mundial. No podía ser real. Simplemente no podía serlo.
No. Era imposible. Sencillamente inconcebible. Una fantasía inventada por su mente cansada, por su corazón confundido. Un chiste malo de los que uno se cuenta en la madrugada, cuando está agotado y perdido en sus pensamientos.
Hombres ¡Ellos dos eran hombres! No había espacio en su cabeza para pensar en algo asi.
Debería irse a dormir, urgentemente, o no tardaría en volverse completamente loco.
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—Buen día, Ryoga —dijo Kasumi, más alegre de lo usual.
En la mesa estaban todos desayunando y solo faltaba él. Se había despertado más tarde de lo que acostumbraba porque no se había podido dormir tan rápido como hubiera querido.
Ryoga miró a Akane y Ranma; el ambiente parecía algo tenso entre ambos chicos y Genma no paraba de bromear sobre que los conflictos formaban parte de toda pareja.
El Hibiki estaba dispuesto a sentarse cuando Kasumi habló:
—Ryoga, espera.
Los presentes dirigieron la mirada a la chica, algo curiosos, a excepción de Ranma, quien tomaba su té con absoluta tranquilidad.
Ryoga vio cómo la castaña aparecía en la escena con una bella flor y una nota amarilla, y se la entregaba con una enorme sonrisa.
Akane se quedó boquiabierta, petrificada. Ella no había ido a la florería en busca de ninguna flor, por ende...
El pelinegro sintió cómo la chica clavaba su mirada en él, y él dio una pequeña sonrisa insolente que irritó a la joven. ¿Acaso no había entendido que debía dejar de jugar con los sentimientos de Ryoga?
—El iris blanco significa la esperanza, los nuevos comienzos y...
—La sinceridad —completó Ranma.
Akane quería levantar la mesa y arrojársela por la cabeza.
—¿Y qué dice la nota esta vez? —preguntó Nabiki.
Ryoga miró la nota y leyó. En su rostro se dibujó confusión y rápidamente la guardó.
—¿Y bien? —preguntaron al unísono Soun y Genma, quienes ya estaban enterados de todo el chisme y sentían que presenciaban una novela dramática de la vida del amigo de Ranma.
—Yo... no es nada —dijo, sentándose a desayunar al lado de Ranma.
Akane y Ranma intercambiaron miradas, pero esta vez Ranma iría al grano con la peliazul.
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—¡Eres un idiota!
—¡Habla por ti!
—¿Qué dijiste? —gruñó, mientras corrían hacia la escuela y discutían.
No habían tardado ni tres minutos en comenzar a pelear en cuanto dieron un paso fuera del dojo.
—¡Se lo diré! —dijo la peliazul.
—Oye, Akane, veo que andas de justiciera, pero dime... ¿cuándo pensabas contarme que eras la falsa chica misteriosa, eh?
Akane se detuvo de golpe, sujetó aún más fuerte su maletín y se lo arrojó. Ranma, que ya se esperaba esa reacción, lo esquivó con facilidad.
—¡¿Cómo lo sa...!?
—Ryoga me lo dijo.
—... —. La chica se quedó sin palabras.
—Por lo visto somos iguales —. Ranma agregó, con voz mordaz.
—¡No somos iguales! —respondió, alzando la voz.
—¿Ah no? ¡Dime qué es lo que te hace diferente! A mi criterio hiciste lo mismo que yo.
—¡Yo solo quería descubrir si tú eras quien le enviaba flores a Ryoga! Y al final funcionó —confesó, aunque su tono de voz intentaba disimular la culpa. —Sé que hice mal, pero tú fuiste quien empezó.
—Tú no eres mejor que yo. Para que sepas, yo me despedí de Ryoga en el baile, pero como tú no lo sabías, continuaste con toda esta farsa. Además, si tenías sospechas, ¿por qué no me lo preguntaste? —dijo Ranma, con una mirada que trataba de ser directa.
Akane se quedó en silencio por un momento, mirando fijamente a Ranma.
—¿Acaso me lo dirías, Ranma?
Un largo silencio cayó entre ellos, mientras Ranma se quedó pensativo, sin saber qué decir. Tenía un punto.
—Escucha... todo esto está mal y debe parar —dijo finalmente, su tono algo más serio.
—Ya lo sé y por eso hoy se lo diré —respondió Ranma, con una determinación que Akane notó de inmediato.
—Más te vale o... —comenzó la menor de los Tendo, alzando una ceja, pero no continuó.
—¿O qué? ¿Se lo dirás? —. Ranma soltó un suspiro de frustración. —Akane, ¿por qué te pones tan a la defensiva con este tema? Tú no eres así. Actúas como si estuvieras...
—Ranma, dime la verdad... ¿Te gusta Ryoga? —su voz sonó más dura de lo que pretendía.
Ranma se sonrojó de inmediato y casi tropezó con sus propios pasos.
—¡¿Pe-pe-pero qué cosas dices?! E-e-estás loca, yo... yo ja-jamás sentiría algo po-por Ryoga! —estaba alterado y sus palabras salían atropelladas.
Akane observó la confusión y el nerviosismo en sus ojos y no pudo evitar una sonrisa sarcástica.
—Ja ja, claro, eso sería una... locura —dijo, tratando de fingir que todo eso era un chiste.
Debería serlo, ¿verdad? ¿Ranma y Ryoga juntos? ¿Su prometido y su mejor amigo? Eso simplemente era imposible... ¿O no?
A Akane le dolió más de lo que imaginaba. Esa respuesta, tan evasiva, ya era todo lo que necesitaba para entender lo que pasaba.
Las punzadas en su pecho no tardaron en llegar, el aire comenzó a faltarle, y sus ojos amenazaban con soltar lágrimas.
Mierda... era tan obvio.
Miró a Ranma, sonrojado y sin poder articular una frase completa, tartamudeando, como nunca lo hacía por sus prometidas. ¿Qué significaba todo eso?
—Qué estúpida... —musitó entre dientes—Ya vámonos, se nos hará tarde y nos castigarán —habló Akane, tomando su maletín y comenzando a correr en dirección a la escuela, dejando atrás a Ranma, quien seguía desconcertado.
—Akane... —pronunció él, viéndola alejarse mientras las pequeñas lágrimas parecían brillar en el aire con el correr de la chica.
Ranma quería negar lo que acababa de suceder. Quería decir que no sentía absolutamente nada por Ryoga, pero... mentiría.
Decir que no le pasaba absolutamente nada cuando miraba al chico de la pañoleta, sería una mentira.
"Perdóname, Akane", dijo para sí mismo sin entender muy bien el por qué, y comenzó a correr detrás de ella.
Genial, la "sinceridad" de la flor había sido más de la que había esperado.
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¡Hola! ¿Cómo están? ¿Qué se cuentan? ¡Feliz año nuevo a todos! Les deseo un lindo 2025 gente bonita. Gracias por leer, por cada comentario y voto, los quiero muchisisimo <3
¿Qué piensan de Akane? Entiendanla, imaginen qué su crush que les tiraba onda de la nada le tira onda a tu mejor amigo (???) Red flag Ranma 🚩 ah JKSSJJAJA igual un poquito si.
Ryoga no puedo evitar el amorshhh seeeee y Ranma tampoco seeeeh viva el amor seeeeeh
Nos vemos en el próximo capítulo! :D
Los quiere
—Lio ♡
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