Único
Había pasado mucho tiempo batallando por lo que en serio merecía, la infidelidad de Edgard nunca pudo perdonar, su hija ya estaba bastante grande como para quedarse con su esposo por el bien de la niña, ella misma la apoyo en la decisión.
Moira, la escucho llorar por las noches, fue su apoyo y cuando la veinteañera le dió la idea de un divorcio, no lo pensó más y comenzó con los trámites para ello.
Y ese 20 de Marzo a las 6 de la tarde al fin firmaba los documentos legales que la dejarían libre de ese imbecil infiel que tenía como marido.
— ¡Chin! —gritó Janette levantando el mini vaso de tequila y las demás le siguieron.
— ¡Chin! —gritaron las seis restantes y llevaron a sus bocas el elixir de alcohol que les daba una sensación de libertad
— ¿Te dijo algo el maldito? —pregunto Denisse con absoluta preocupación.
Y es que el tipejo se había encargado de menospreciar a la mujer valiente y hermosa, cada fin de semana el septeto se juntaba en la casa de Micaela, ella fue la primera en divorciarse y compro un departamento que usaban como "El club de las Divorciadas", aunque de las siete solo Liz quedaba amarrada al "santo sacramento del matrimonio".
— Lo de siempre... A mí edad no encontraría a nadie —hizo una mueca en su rostro restándole importancia a las palabras que si le pesaban en sus hombros.
— Hijo de ... —grito con euforismo Loly, se detuvo solo porque la ex suegra de Liz era un pan de Dios— ¡Puto mal nacido! —prosiguió en ese hermoso tono cubano.
— pues hay que demostrarle que no es así —decidida, Ana se levantó del piso— Vamos, arriba —insto con esa vocecita suave que a todas les causaba ternura.
— ¡Ya! —se levantó de un salto— Anita tiene razón¡Arriba todas, que esta noche iremos de fiesta! —ordeno Giselle
— ¿A nuestras edades? —cuestiono dudosamente Liz, con desánimo por aún rondar las palabras frías del hombre con el que convivio por más de veinte años.
— Nunca es tarde para salir a putear — Mica tomo sus manos ayudando a levantarle— estamos mamadas, que los idiotas que tuvimos como maridos no nos convenzan de lo contrario.
Entre las siete se miraron la una a la otra, eran todo lo que tenían en ese país desconocido, forjando amistad apenas cruzaron miradas, pues, sabían lo difícil que fue la adaptación y aceptación de los Coreanos con ellas ahí.
El caos se formó entretención, gritaban, reían, disfrutaban y bromeaban, cambiaron sus ropas, Liz se dió el tiempo de maquillar a cada una, puesto que está era su profesión y ama lo que hace, más si las clientas son sus amigas.
Tomaron el último vaso de tequila, dieron un grito desde lo profundo de sus pechos y salieron empoderadas a festejar la libertad de Lizbeth, de paso, demostrarle a todos su ex's que aquellas palabras se las llevaría el viento cuando los hombres del lugar que fueran volvieran a verlas.
Ese era su plan, el plan de la noche.
Siete chicos se miraban las caras, sorprendidos de las palabras que uno de ellos decía, ver las lágrimas en su amigo los llenaba de ira, siempre le dijeron y aconsejaron que aquella muchacha no era para él, lo que no entendió hasta verlo con sus propios ojos.
Ver a HyuSan con un hombre mayor le rompió el corazon, no solo eso, sino que solo faltaba un mes para el matrimonio de ellos.
— ¿La encaraste? —preguntó con molestia el mayor.
— ¿Que le diría?
— Hyun, ella no te merece, la chica que te valore debe estar por ahí, en algún rincón —dijo el menor sosteniendo su mano en la espalda mientras frotaba en contención.
— Deberíamos salir —hablo el más silencioso de todos
— ¿Crees que está en condiciones, Yoongi? —sono preocupado Nam
— Aunque no esté en condiciones, quizás le haga bien beber.
— Pero Tae...
— Tiene razón —murmuro limpiando sus lagrimas— quiero salir, beber y hacer lo que nunca haría.
— ¿Follarte a una desconocida? —espeto risueño escondiendo sus ojos entre sus párpados.
— ¿Por qué no? —respiro profundo— quizás está noche al fin vea a quien se merezca mi pija —rieron con un toque de decepción.
— Bien, entonces vamos, el bar de los Kim está disponible para ustedes.
— ¿Tu padre cubrirá los gastos, Jin?
— Yo lo haré, para eso tengo dinero también.
— Entonces, Jinnie Hyun invita esta noche —celebro Jungkook al saber que tendría libre bebestibles.
Los siente se dividieron en los carros de Yoongi y Hoseok, entre risas, cánticos y expectativas por la noche que tendrán.
Los carros se estacionaban en la puerta del bar Ambrosía, había una larga fila de personas que esperaban el ingreso, el antro era muy cotizado por su ambiente fiestero, sofisticado y libertinaje.
El grupo de mujeres estaba al frente, entumidas de frío por aquella ropa escotada que eligieron para esa noche, y los chicos caminaron por una pequeña alfombra roja camino a la entrada.
Jungkook se quedó atónito al ver a una de ellas, con las que coqueteo solo con miradas, sonrientes miradas que serían capaz de desnudarse ahí mismo sin importar los espectadores.
Antes de perderse en la entrada, Kook le indicó al guardia que ya conocían desde hace tiempo, el grupo se mujeres en el frente, esté con solo hacer un gesto llamo a ellas quienes emocionadas entraron detrás de los muchachos.
— Gracias —murmuro ella.
— Si me das tu número estaremos a mano.
— Si tienes donde anotar te lo daré —Kook dió una sonrisa ladina.
Del bolsillo interior de su saco, tomo un trajetero y estiró a ella, con la llena de sus dedos agarro de una punta, y muy atrevida lo guardo en el pliegue de sus pechos.
— Lindo —dijo él.
— Lindo sería que la quitarás de ahí.
— Jungkook —dijo Hoseok interrumpiendo el coqueteo —estaremos arriba —susurro cerca de su oído.
Pero al girarse hacia la muchacha, se quedó viendo a una de ellas.
La vista la recorrió por todo su esplendor, no había visto mujer más bella que la que tenía en la vista ahora.
Sus amigas, notando al interesado muchacho sonrieron, Mica, discimuladamente empujó a Liz con su brazo, casi lo suficiente como para que está perdiera el equilibrio y cayera directo a los brazos del joven.
— Lo siento —dijo avergonzada y al componerse le dió un vistazo de molestia hacia quien la empujó.
— No... No te preocupes, yo te sostendría toda mi vida —Liz se quedó pegada en los ojos oscuros del joven y sonrió tiernamente.
— ¿Les gustaría ir al Vip con nosotros? —preginto uno de ellos, pero los amantes de momento no se quitaron las miradas del otro.
— Por favor, di que si —incito Hoseok sonriente.
Liz miraba cada faccion bien delineada de aquel, un sentimiento la invadió en su estómago, comenzó a asentir lentamente, hipnotizada y coqueta.
— Si —termino diciendo para al fin poder ver alivio en su contrario.
Hoseok le indicó el camino sin importar lo que sucedía alrededor de ambos.
—Los perdimos —dijeron a la vez Yoongi y Anita quienes se miraron al escucharse. Fue cuando cada uno se conecto con cada una.
Cómo si lo hubiesen planificado, como si mentalmente acordaran adueñarse de una de ellas, como si supieran que ellas estaban hechas para ellos.
Lizbeth y Hoseok no se apartaron en toda la noche, hablaron de todo, de sus pasados y sus presentes, de sus amigos y sus amigas, ella de su hija y el de su negocio que al principio le pareció insignificante, pero con las palabras de ella sintió que era el mejor negocio.
La mujer le dejo muy en claro que ayudaba a muchos en cualquier situación, pues las flores se daban simplemente por qué sí.
Sí, Hoseok tenía una bella floristería a la que nombro "Entre Narcisos y Sakura", una hermosa coincidencia, ya que eran las flores favoritas de Lizbeth, lo tomaron como una señal más del destino.
Bebieron mucho, disfrutaron del otro, y la atracción creció tan rápido que les invadia los cuerpos.
— ¿Te gustaría ir a otro lugar? —se acercó a su oído para la petición
— Me gustaría, siempre y cuando sea contigo —contesto ella de la misma manera.
Con un gesto simple, se levantaron bajo la mirada de los demás, caminaron a la pista sin detenerse, hasta llegar a la salida.
— Que envidia —dijo Giselle en un suspiro.
— No deberías tener envidia —se acercó a su oído y susurro— Puedo cumplir todos tus deseos
La chica miro esos labios carnosos, era el hombre más hermoso del mundo entero, al menos para los ojos de ella, basto con un asentimiento para que ambos siguieran a la primera pareja y salir del lugar.
En el carro de Hoseok, los nervios invadieron el cuerpo de Liz, desde hace mucho tiempo no tenía sexo, no sabía cómo fue que cada indirecta le saliera con naturalidad, ella misma se sorprendía, era lógico que no perdería la oportunidad con aquel que ahora tenía a su lado.
El atrevimiento del muchacho afloro en ese momento, pendiente del camino, deslizo su mano por el interior del muslo de su acompañante, la temperatura se elevó en ese instante, las yemas de sus dedos acariciaron delicadamente el entrepierna ya húmeda y gracias a la ropa pequeña introdujo un dedo.
Liz gimió deseosa de más, abrió sus piernas apretando el sillón a sus costados, apretó su cabeza al respaldo y cerró sus ojos sintiendo el mismo cielo a su al rededor.
Hábilmente Hobi jugo en su interior, acariciando el punto dulce, llegando así a su clímax y contracciones, esas que hace mucho su cuerpo no experimentaba.
Al abrir sus ojos, el hombre a su lado lamía los dedos con desespero, el bulto prominente en su pantalón gritaba ser liberado, por lo que se inclino a él, abrió el pantalón y lo llevo hasta su boca ambienta de dar placer así como lo había recibido.
Él gemia desde su garganta, en momentos se dejaba llevar por las sensaciones y cerraba con fuerza sus ojos, conteniendo las ganas de soltar su escencia, hasta que recordaba que manejaba su carro.
—Estacionate —ordeno en un segundo Liz y volvió a engullir el miembro enorme de Hoseok en su boca.
Rápidamente, busco un callejón, se estacionó en un lugar oscuro, apagó el motor y sostuvo los cabellos de la mujer, levantando su cadera ayudándole con movimientos precisos, los sonidos obsenos lo calentaron aún más, tanto, que ya no pudo contenerse, le dió de beber todo el líquido que ella succionó hasta la última gota.
— Maldición —grulo él con los ojos cerrados y cansado, Lizbeth se levantó mirando su rostro sudoroso.
Jung abrió sus ojos y se lanzo al primer beso de la noche, astutos, calientes, desesperados.
— Quiero sentirte
— Vamos —respondio y volvieron al camino un poco más rápido a que la vez anterior.
Posiblemente está vez no se contendrían y buscarían un lugar desolado para tener sexo en el mismo auto.
La ropa exparcida en el pasillo dejaban un hermoso camino por dónde los amantes pasaron. Se detenían cada tanto para lamer el cuerpo del otro, en este preciso momento, Hoseok giro el cuerpo de Liz acorralando su pecho desnudo con la fría muralla, abrió con sus manos su trasero e invadió su interior con aquella perfecta erección que latía en casi su abdomen.
El grito gurutal por la penetración placentera lleno de eco la casa, luego vinieron los choques de cuerpos, susurros sucios y un toque de dominancia sobre la mujer.
— Como me gusta sentirte mojada por mi polla.
— Hoseok —gimio ella con las piernas temblorosas por aquellas brutales intromisiones.
— Más fuerte, gime mi nombre, gritalo, que te quede claro quien te posee en este momento.
— Hoseok —dijo en un tono más alto apretando su interior.
— Por dios, mujer... —las estocadas se volvieron más lentas, llevo su dedo largo al punto lleno de nervios y masageo— tiembla, tiembla para mí.
— Ah~ Hoseok —volvio a decir con espasmos en su cuerpo, y el líquido, comenzó a caer por sus piernas.
— Delicioso —dijo al saliendo de su interior la giro nuevamente, besos sus labios con desespero y se arrodilló frente a ella.
Una de sus piernas la levanto, acomodándola sobre su hombro, sus labios fueron a su intimidad y succionó la escencia de su coño mojado, lamiendo por cada pliegue, besando su clítoris inflamado, sintiendo como los dedos se enredaban en su cabello pegando su rostro cada vez más a la intimidad.
Y nuevamente, bebió aquel caliente sabor que cayó sobre su boca.
— Ya no mas —rogo ella apunto de caer por el temblor.
— No cariño, —se levanto a su altura y acaricio su rostro— ya descubrí lo deliciosa que eres, la noche es joven, y estoy recién comenzando.
En un zigzagueo siguió al hombre que le indicaba el camino hacia su cuarto, en dónde pasarían la mejor noche de toda su vida.
Lizbeth, ni de su esposo recibió tanta atención y placer.
Hoseok, ni a su novia la había disfrutado tanto.
La recostó en la cama, con la cabeza colgando por la orilla golpeó con su miembro su mentón un par de veces, que hermosa es esa mujer, y que manera de ponerle la pija dura como la tenía en ese momento.
— Abre —ordeno sin ninguna pizca de vergüenza, ella acato la orden, y metió su pene por sus labios.
El interior estaba tan caliente que podría estar ahí por siempre, el cuello de la muerte se enanchaba cada vez que Hobi la metía completa, sentir su miembro a través de la piel era gratificante y exótico, lo recibía como toda una profesional, estaba hecha para él y solo bastaron unas horas con ella para convencerse de ello.
Llegaba su orgasmo, masajeando los pezones frente a él, metiendo y sacando su pito con brutalidad de esa cavidad perfecta, el rostro de Liz estaba completamente enrojecido, pero ella sería capaz de aguantar un poco más solo para darle placer a ese hombre.
Las uñas se enterraron en su cadera, apretando tanto su ingle en su rostro que sus bolas encajaban perfecto en la curva de su nariz, para Hobi fue la gloria misma y dejo de contenerse explotando en la caliente boca de aquella mujer.
Y así, la noche transcurrió entre sexo y placeres.
7 de la mañana y Hoseok se levantó con un cuerpo adolorido, alcanzó a dormir solo un par de horas, se dió una ducha de agua fría para despabilar el cuerpo, vistió, preparo café, y bajo al primer piso donde estaba su floristería, invadida de aromas y colores llamativos.
— Buenos días mis bellas —saludo animoso pasando por un pasillo encantador de pétalos— Anoche fue increíble —se dejó caer a una sillita, sonrió recordando los detalles.
Sino fuera por la campañilla de la puerta abrirse no se daba ni cuenta que tenía su primer cliente de la mañana.
12 de la tarde y decidió cerrar unos instantes para ir a su departamento, la bella princesa aún no despertaba y se dedicó a verla por unos segundos más.
Emocionado, prefiero ir a la cocina y preparar algo reponedor de comer.
El teléfono de Lizbeth comenzó a sonar, fatigada y media adormilada comenzó con la búsqueda a ciegas, tirando al piso unas cuantas cosas, al sentir el golpe abrió sus ojos, tomo la cartera con documentos abierta y echo un vistazo en ella.
— Mierda... —dijo asombrada— Mierda, mierda, mierda —dejo los documentos en la mesita de noche y busco su ropa.
Las palabrotas llegaron a los oídos de Hobi quien preocupado fue a ver que sucedía, al verla un tanto asustada la preocupación lo invadió.
— ¿Que sucede? —Liz evito su mirada y siguió vistiendo su cuerpo— ¿Estás bien?
— Debo irme —dijo acercándose a la puerta, con su cuerpo delgado pero excitante Hoseok impidió su paso.
— ¿Estás bien? —solo ahí cruzaron miradas.
— ¿Que edad tienes?
— ¿Mi edad?... ¿Eso es un problema para ti?
— Contesta...
— Tengo 28 —respondio con tranquilidad.
El cuerpo de la mujer se tambaleó, aquel niño tenía casi la misma edad de su hija, todo a su al rededor giro tan brusco, pero las manos de ese "niño" la sostuvieron maravillosamente como toda la noche.
— Debo irme.
— Lizbeth... —nombro con desilución.
— Lo siento, niño... Olvida lo que pasó.
— ¡Alto! —agarro su muñeca con fuerza— yo no soy un niño, ¿Acaso, no te quedó claro anoche?
— Hoseok...
— No me interesa la edad, eres menor, esperaré a que cumplas la edad suficiente para cogerte denuevo, eres mayor, aún mejor, te follaré, seré tu colágeno, seré lo que tú quieras.
— No seas iluso —jalo del agarre para soltarse— solo fue una follada y ya... Con razón tu novia te engaño, crees que todo es una paleta de colores, también hay blanco y negro, Hoseok —grito con molestia— olvida lo de anoche.
Las palabras derribaron el mundo recién formado por el muchacho, está vez no la detuvo y dejo ir sin ningún reproche.
Hoseok sentía que nunca encontraría a alguien que lo entendiera, nadie que lo estimara, nadie que valorara su persona o lo que era capaz de hacer.
Lizbeth se arrepentía de sus palabras, no conoció antes tan bello tanto interior como exteriormente, pero... Lo de ellos era imposible, no con tanta diferencia de edades.
— Mamá —grito su hija que visitaba su nuevo departamento de soltera.
— Hola cariño —respondio ella asomándose por la cocina— ¿Me trajiste flores?
— De hecho estaban en recepción para ti —mostro la tarjeta— ves, tienen tu nombre.
— Oh... Ya veo —dijo Liz viendo aquel hermoso ramillete.
Desde hace unas semanas, desde que llegó a vivir ahí comenzó a recibir a diario las flores, le hacía feliz recibirlas y más aún, sabiendo que provenían de una hermosa floristería con un dueño muy atractivo.
Los encuentros no volvieron a darse, no volvió a hablar con él, pero pensaba en aquel jovencito como si fuese una quinceañera, como una quinceañera enamorada e ilusionada.
Las flores siempre eran las mismas, Narcisos blancos, con una tarjeta con flores de Sakura en sus esquinas y en medio escrito con tinta negra Sra Colvin, en lugar del punto en la "I" un corazón que la hacía gritar en su interior.
Al reverso de la tarjeta, un número telefónico, siempre el mismo número, con una frase anotada "Tu niño".
Aunque este día, al girar la tarjeta, el número de teléfono ya no estaba, y la frase fue cambiada por un "Adiós".
La mujer tomo espectante la tarjeta, y sus ojos se nublaron al instante.
— ¿Sabes? ... Cuando llegue había un muchacho en la recepción, le preguntaba al señor Cho si había entregado las otras flores, se veía desilucionado.
— ¿A si?
— Mm!
— ¿Pudiste verlo?
— Era muy hermoso, delgado, alto, un rostro alargado y su nariz puntiaguda, es muy lindo, mamá.
— Si que lo es —respondio ella soltando las lágrimas.
— Entonces... ¿Cuál es el problema?
— No lo entenderías
— Explícamelo
— Cariño, ese chico es mucho menor, tiene casi tu edad.
— ¿Y que? ... Papá anda con una chica mucho menor a mi, ¿y crees que se esconde?, Mami, si ese jovencito te hace feliz deberías intentarlo, ve, corre a buscarlo, abre tu mente, dispone tu corazón, y demuéstrale a papá que eres tan hermosa como para que un chico de mi edad se enamore de tí.
Las palabras fueron suficientes como para hacer despertar a Liz, bajo rápidamente las escaleras, tomo un taxi y fue hasta aquel lugar lleno de magia, colores y aromas.
Al llegar, estaba cerrado, Liz miro hasta el segundo piso, subió rápidamente las escaleras que estaban a un costado y tocó un par de veces la puerta.
Nerviosa, dió la espalda a la puerta, cuando justamente se abrió, giro de nuevo al frente.
— Liz
— Hoseok perdón —sono desesperada— nunca quise decir eso, en serio yo... Tu me gustas, y la única ilusa aquí soy yo, porque... —Hobi la tomo de su cintura atrayendo a él su cuerpo y besando sus labios, el que ella muy complacida correspondió.
— Tu también me gustas, mujer.
— No te vuelvas a despedir.
— Ya me había dado por vencido.
— Soy una adulta, pero sacas mi lado más infantil.
— Entonces, déjame profanar ese lado tuyo —cerro la puerta y con besos reconciliadores fueron hasta el cuarto.
Meses después, en una cita entre Hoseok y Lizbeth, se encontraron con sus respectivas parejas.
Dió la casualidad que el amante de Namra, la ex novia de Hobi era el ex esposo de Lizbeth.
Sin importarles quieres observan con molestia se sentaron a comer, divertidos y felices, los sentimientos fueron creciendo a medida que el tiempo pasaba y se hacían compañía, convenciendose de que estaban hechos el uno para el otro, no importaba la edad, solo eran números.
Hobi conoció a Sofi, la hija de Lizbeth, se agradaron al instante, la chica agradecía de corazón que llegara a la vida de su madre para iluminar sus días, y respeto la relación entre ellos sin juzgar nada.
Y así, convivieron felices hasta estos momentos.
Fin
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