Final
N/A: El alfabeto que se usa en esta historia es el alfabeto en inglés, es decir, sin la "ñ".
Blom estaba en shock, ¿fue Tanner? ¿Fue Tanner todo este tiempo? ¿Él estuvo jugando con él todo este tiempo?
Otra semana había pasado, Tanner sólo compartía con Blom dos clases y durante toda la semana él había faltado a las dos. De verdad que no lo entendía.
Romina había estado observando a Blom desde la semana pasada, sabía que ya se había enterado de lo de Tanner y estaba echando rayos.
Se acercó a Blom y dejó sobre su mesa una copia del periódico de la escuela.
Blom la miró mal, y lo tomó.
Sólo era un artículo de la nueva sección del club de jardinería, "flores para atraer mariquitas, por una escuela más colorida".
Pasó de hoja y sorprendentemente pudo reconocer la mayoría de las flores.
"Margaritas, Angélicas, Cosmos, Alisos, Milenramas, Azulejos, Tormentilas, Capuchinas, Geranios".
—¿Ya lo entendiste, mariquita? -le preguntó Romina sentada en frente de él con una sonrisa.
Blom salió enfurecido del aula, todo fue una maldita broma.
Gracias al destino, era viernes, así que Blom tomó todas sus cosas y se fue a casa.
El fin de semana pasó con Blom, en la esquina de su habitación y con unos audífonos blancos con volumen muy alto.
El lunes Blom llegó a la escuela y se dirigió directamente a su salón, llegó y se puso los audífonos.
Las clases pasaron, nadie se atrevió a hablarle a Blom, ni siquiera Romina.
Al sonar la campana, Tanner se acercó a él, y antes de que él pudiera quejarse, Tanner se lo llevó.
Recorrieron la escuela hasta llegar al jardín del club de jardinería, entraron al invernadero y Tanner sentó a Blom en una de las sillas de plástico que estaban adentro.
—¿Qué demonios estás haciendo?
—Sólo cállate y escúchame.
Blom rodó los ojos, e hizo un ademán para que Tanner prosiguiera.
—Fue un reto, el mariscal me retó, pero... Yo lo tomé como una excusa, una excusa para poder tener el valor de acercarme a ti -Tanner suspiró, y Blom se mantuvo en silencio-, el reto sólo consistía en darte una rosa enfrente de todos, pero no pude, y empecé a dejarte flores en tu escritorio y tu casillero, pero, te juro que no elegí esas flores con mala intención, sólo las tomaba de aquí, tomaba de aquí las que me parecían lindas para ti.
Blom se sonrojó, pero su enojo regresó en pocos segundos.
—Ay, como si de verdad me fuera a creer eso.
—Blom, me gustas.
Blom quería responder, pero su voz se había acobardado.
—¿Cuál es la letra número veinte? -preguntó Tanner.
—¿Qué?
—Sólo responde.
—Uh... "T".
—¿Y la número cinco?
—"E".
—¿Y cuál es la primera letra del abecedario?
—La "A".
—¿Cuál es la trece?
—"M".
—¿Cuál es la letra número quince?
—La "O".
—¿Cuál es la letra número dos?
—¿Acaso crees que no me sé el abecedario? -preguntó Blom enojado.
—Cállate y responde.
—La "B".
—¿Y la número doce?
—"L".
—Y ya dijiste que la quince es "O", y también dijiste que la trece es "M".
—Ajá, ¿y eso qué?
Tanner se quedó callado, y Blom no entendía nada.
Veinte, cinco, uno, trece, quince, dos, doce, quince y trece.
¿Por qué esos números le sonaban tanto?
Son números normales, pero ¿por qué le traía un tan amargo y dulce sentimiento?
Letras, separadas por un espacio. Letras que forman palabras y que derraman sentimientos.
—Te amo, Blom -dijo Blom, sorprendido- lo entendí.
Tanner sonrió, se acercó a Blom y le extendió la mano.
Blom la aceptó.
—Si esta es una broma, es la más larga, cursi y extraña del mundo -dijo Blom.
Blom no estaba seguro de lo que iba a pasar de ahora en adelante, no sabía lo que sentía por Tanner ni como se sentía después de saber todo eso.
Pero lo que sabía era que se sentía diferente, como si se hubiera creado un gran remolino en su estómago y estaba seguro de que eso era algo bueno.
—Me gustas, Blom, de verdad me gustas.
Fin.
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