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»»- Cánticos de amor -««

A medida que la estación fría y helada termina, tal vez la primavera también llegue a mí.

(Flower); Chen

🌼

Jongdae observaba con maravilla a Minseok, con el corazón revoloteando en su pecho, sintiendo cómo los dedos de él acariciaron su cabello, para luego colocar, con sumo cuidado, una corona de flores blancas hecha por las auloníades.

—Cada vez que te veo, al mirar tus ojos, mi corazón no deja de agitarse. Tú eres mi destino, eres la única persona a quien quiero proteger hasta el fin del mundo... —le cantó el semidiós a Minseok, quien sonrió tímidamente, estando escondidos en su nuevo hogar, no muy lejos del claro en donde se reunían las ninfas a danzar por las noches.

Su convivencia era sublime, sin problemas, ni peligros.

Minseok sabía que el alma de Jongdae no estaría tranquila estando en el bosque para siempre. El viento le había susurrado sobre él incluso antes de conocerlo, enterándose que las penurias humanas habían sido curadas gracias a los dones de su amado.

—Jongdae mío —le llamó tranquilamente y el hombre se acercó.

—¿Sucede algo, adorado Minseok? —preguntó el semidiós, curioso.

El guardián lo amaba tanto, que estaba dispuesto a explorar el mundo con él.

—Deseo explorar el mundo contigo —reveló Minseok, en un tono seguro, aunque no pudo evitar que la frase temblara al final—. Hemos estado mucho tiempo aquí, lo cual ha sido maravilloso. Pero comprendo que tu alma desea conocer más personas y ayudarles...

Jongdae lo miró, claramente sorprendido.

Pensó cuidadosamente su respuesta. El hogar de las auloníades era el bosque, nacían con él y perecían con él. Alejarse de su grupo era riesgoso y admiró la valentía de su esposo, quien lo miraba con esos orbes felinos color jade.

—Aprecio de todo corazón tus bellas palabras —dijo él, tomando las manos de Minseok—. Si quieres conocer el mundo, está bien. Pero sé que alejarte permanentemente de tu hogar te lastimaría...

—Estaré bien, soy fuerte.

—Mi bello Minseok, tan valiente —sonrió Jongdae, acariciando sus mejillas—. Viajaremos, no te preocupes. Y también regresaremos, al menos en la primavera. El bosque es precioso en esa temporada y sé que no querrías perderte el nacimiento de nuevas integrantes de tu familia.

—Nuestra familia —murmuró Minseok.

—Nuestra familia —repitió él, besándolo con dulzura.

La pareja partió al amanecer, rumbo a Atenas.

Al llegar, los humanos que alguna vez fueron niños, recordaron al talentoso Jongdae y se alegraron cuando lo vio con su querido compañero, tocando aquella música que tanto extrañaron.

Minseok era un poco más receloso con los mortales, puesto que sus antepasados siempre le advirtieron que sus corazones se tornaban oscuros cuando deseaban algo que no podían poseer. Pero conviviendo más con ellos, notó que no todos eran malos.

—Debo presentarte a alguien —dijo Jongdae, tomándolo de la mano, luciendo muy animado—. Y tranquilo, no es un monstruo de mil cabezas —bromeó.

Siguieron un camino de piedras, llegando a una casita modesta, en cuya entrada yacía una mujer, ya más cansada por la edad, pero sin perder la manía por regar su huerto.

—¡Abuela! —exclamó el chico con una gran sonrisa—. ¡Abuela, he vuelto!

Jongdae oyó cómo Minseok soltó un suspiro de alivio y rio con fuerza, abrazando a la mujer mayor con cuidado. La había extrañado demasiado.

—Sabes, Chen, podré estar más vieja, pero no sorda —le riñó ella, en tono cariñoso.

—Ay, lo siento —el hombre miró a su esposo, invitándolo a acercarse—. Abuela, quiero presentarte a alguien muy especial. Sé buena con él.

Minseok lo miró confundido, repitiendo la palabra «Chen» con duda y él negó con la cabeza, expectante de qué diría su abuela sobre su amado guardián. La anciana observó al más joven, curiosa.

—¿Cuál es tu nombre, querido?

—Mi nombre es Minseok, soy guardián de los bosques —se presentó el muchacho con torpeza—. Un gusto conocerla... ¿abuela?

La anciana asintió, satisfecha.

—Me alegro mucho de que este escandaloso se haya casado con alguien como tú —le sonrió la abuela, ignorando la expresión fingidamente herida de Jongdae—. Yo ya me temía que terminara casado con su lira de tanto que la usa. ¿Duerme con eso? Dime que no, por favor.

—¡Abuela, yo no hago eso!

Minseok se echó a reír como nunca, recordando claramente que su esposo sí había hecho eso al inicio.

—¡Muchacho mentiroso!

—¡Abuelaaaaa, no! ¡Con el cucharón, no!

Las carcajadas llenaron el hogar de la humana y la pareja no dudó en ayudarle con su huerto. Minseok tocó delicadamente las verduras que crecían y, usando un poco de magia, retiró la mala hierba que se escondía; mientras que Jongdae cantaba alegremente, agradeciendo a los árboles de dejar caer sus frutos.

—¿Por qué le llama «Chen» a Jongdae? —preguntó Minseok, con curiosidad, ayudándola a cortar las manzanas que había recogido su esposo.

—Significa «la estrella de la mañana». Él se volvió muy importante en nuestro pueblo, dándonos esperanza luego de una guerra y nos ayudó a volver a ponernos de pie. Pero a mis ojos, era solo un niño... —contó la anciana—. Bueno, aún lo es —sonrió con afecto—. Sentí que debía darle un lugar aquí, no como Jongdae, el semidiós, sino como... alguien más de la familia. Ya sabes que él dejó el Olimpo muy joven.

—Sí...

—Allá arriba es muy normal que los hijos de dioses lleguen a estas tierras para poder ayudar siendo adolescentes, casi niños en sí. Por supuesto, nunca estarán en riesgo como el resto de nosotros, pero aun así...

Minseok, asintió, pensativo.

—Usted deseaba que Jongdae tuviera una familia a quien recurrir mientras estuviera en tierras humanas —concluyó, conmovido—. Muchas gracias por haberle abierto las puertas de su hogar a mi amado, abuela. No logro imaginarme un destino sin él.

—Ya tengo un nombre ideal para ti, guardián —dijo la anciana entonces—. Mientras vivas con nosotros, serás recibido a esta pequeña familia como «Xiumin».

—¿Xiumin?

—Significa «Gran jade como una roca». Tus ojos son verdes, como el jade. Tu propia naturaleza atrae la paz y la serenidad, además de estar conectado a los bosques.

Minseok repitió el nombre, familiarizándose.

—Es muy bonito —sonrió el muchacho—. Muchas gracias, abuela.

—Gracias a ti por amar a mi niño.

La pareja se quedó unos días con la anciana, hasta que prácticamente esta los instó a irse porque «mis huesos son tan duros como el granito, estaré bien». Jongdae se despidió de ella, dejándole un collar mágico, haciéndole prometer que si algo malo sucedía, se lo pusiera y lo llamara para así acudir hacia ella. Minseok, por otro lado, colocó una capa protectora contra la hierba mala y las plagas, hablando con los árboles y plantas que rodeaban la casa de la anciana, instándoles a ser buenos en la cosecha.

Los casados viajaron por diversas tierras, ayudando y conquistando corazones con su belleza y su talento musical. Finalizaron guerras absurdas, conociendo el lado más oscuro de los humanos, pero sin ser dañados por ellos.

Se acercaba la primavera y Jongdae, fiel a su promesa, regresó a Tracia con Minseok, listos para presenciar la llegada de nuevas integrantes a la gran familia que tenían.

Apenas llegaron al claro escondido, fueron recibidos con abrazos cálidos y miradas expectantes de las ninfas, listas para oír nuevas aventuras de afuera.

—Más tarde —les dijo Minseok, dejándose llevar por sus hermanas para acercarse al gran árbol que les daba la vida.

La medianoche llegó y la luz de la luna caía sobre el lugar. Los grillos y animales en general guardaban silencio, esperando el gran momento.

El hueco en el tronco del roble se fue cerrando con lentitud y, cuando apenas hubo rastro de alguna grieta, la luna brilló con intensidad. Minseok casi cerró los ojos por el resplandor, pero sin perder el detalle que la madre naturaleza regalaba en cada primavera.

Cuando se redujo la luminosidad plateada, el roble pareció estirarse, a la vez que el hueco en su tronco aparecía de nuevo. En eso, pequeñas ninfas con flores en sus cabellos de seda se asomaron, curiosas y con cierto temor.

Minseok se acercó a ellas, con una sonrisa afectuosa y las tres niñas repitieron el gesto, saliendo del tronco con ayuda de sus hermanas adultas. Notaron la presencia de Jongdae, quien mantuvo su distancia para no asustarlas.

—Él es Jongdae, el amor de mi vida —les susurró, con las mejillas rojas—. Es el único que no posee sangre de ninfas, pero pueden confiar en él. ¿De acuerdo?

Las niñas asintieron y la celebración de bienvenida se alzó como una vela de barco. Jongdae, Minseok y las ninfas cantaron en honor de las más pequeñas, a la vez que la primavera se mostraba en su esplendor, floreciendo capullos de diversos colores y tamaños, haciendo trinar a los pajarillos que se instalaban en la copa de los árboles.

Pero la felicidad rezumante en aquel punto del bosque, pronto tuvo un nuevo visitante.

Y una mañana en que Minseok caminaba por el verde prado junto a un grupo de animales, mientras Jongdae paseaba con sus hermanas ninfas por la orilla del río, notó a los ciervos inquietos, casi huyendo. Preocupado, los mandó a una zona segura y fue entonces, que se topó con una presencia poco confiable.

—Bello guardián del bosque —le habló aquel hombre, portando un arco y una flecha—. ¿Me dirías en qué dirección huyó el ciervo al que le doy caza?

—Este territorio está protegido, cazador —replicó Minseok, fríamente—. Regrese por donde vino y no vuelva jamás. No dudaré en expulsarlo y maldecirlo si no me escucha.

—¿Me estás amenazando? —preguntó el hombre, mirándole ofendido—. Auloníade insolente, ofendes a un ser superior que tú. Soy Aristeo, dios de los cazadores, hijo de Apolo y la gran cazadora Cirene.

Minseok se puso tenso, recordando a Jongdae hablándole sobre tener medios hermanos (Los dioses griegos amaban apasionadamente, teniendo descendencia de distintos consortes). Y conocer a uno de ellos, justamente a uno que atentaba con la vida de su bosque, hizo que su postura se mostrara más fría y defensiva.

—Váyase de aquí —repitió entre dientes.

—Pido un beso tuyo para olvidar esta ofensa —respondió Aristeo, con expresión arrogante—. Es tu deber servir los deseos de un dios.

Pero Minseok, renuente, se negó. El cazador se fue acercando hacia él y el guardián, sabiendo que solo no podría vencerlo (el poder ofensivo de su familia residía en su unión), retrocedió y con cierto temor, se echó a correr.

La codicia y la arrogancia del hermanastro de Jongdae se hicieron notorias, la oscuridad en su corazón le sorprendió. Los humanos no tan buenos que había conocido no se comparaban a la maldad de Aristeo.

Los bosques parecían abrirle camino para ayudarlo a escapar, cuando de repente, el cuerpo se le paralizó, tropezando sobre la hierba y con un dolor naciendo de su tobillo.

Bajó la mirada, asustado.

Tenía dos puntos sangrantes que ardían y vio cómo una serpiente se alejaba zigzagueante. 

Había sido mordido en su huida, aquel ser había depositado la semilla de la muerte en su cuerpo.

Minseok sintió su cuerpo ser protegido por las plantas, sintiendo cómo su respiración se tornaba cada vez más pesada.

—Da el aviso —susurró él a los árboles, cerrando finalmente los ojos.

Lo último que su mente recordó fue a Jongdae sonriéndole, tocando la lira, y Minseok confió en que pronto se volverían a ver, porque sabía que el amor que se tenían, traspasaría las barreras de la muerte.

Así fue como Minseok, el guardián de los bosques y el único varón nacido del Árbol de las Hespérides, pereció.

🌼

La pérdida de una alma gemela ha comenzado... 

Solo piensen cuando Apolo se entere que uno de sus hijos persiguió al esposo de su otro hijo. La que se va a armar...

Y ni hablar de Jongdae, ya leerán cómo asume la partida de su amado :(

Espero que les haya gustado este capítulo. ¡Nos vemos en la siguiente actualización!

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