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Capítulo 3. Una piedra y un gato.


Capítulo 3. Una piedra y un gato.

El cielo ya se había tornado de un oscuro azul, la luz era escasa. Luna nueva. Uriel y yo estábamos en un gran campo, sin árboles ni flores, tan solo una tenue y mojada hierba. No hablábamos, dejamos que el silencio nos invada por completo en aquella noche, la primera que recordaba en tanto tiempo, ¿cómo habrá sido la de ayer? Me pregunté contemplando el estrellado techo.

-Las estrellas se mueven. ­

-¿Cómo?

-En línea recta, y luego desaparecen, caen y se precipitan al vacío infinitamente.

-Es verdad. Pero tal vez en lo que tú llamas infinito, ellas ya estén muertas.

Y el silencio otra vez. Él tenía razón, seguramente aquel espectáculo hubiera ocurrido hacía tanto que aquellas estrellas atletas ya ni siquiera existían. ¿Serían acaso conscientes de eso? Que pregunta más tonta, seguramente, si tuvieran razón, lo estarían.

-Me gusta contemplar cadáveres luminosos.

-Qué cosas más raras dices a veces. – río con su cálida sonrisa, produciéndome un agradable cosquilleo.

Para cuando nos quisimos dar cuenta, ya eran más de las cuatro de la mañana, aunque lo sentimos como unas escasas horas, tal vez nos esperen en algún sito, llegamos a pensar. Pero yo no me acordaba, y a él no parecía importarle, o tal vez no quería abandonarme o, quizá, no quería estar solo, yo tampoco quería estarlo. Apoyó su cabeza en mi hombro y suspiró, estaría cansado. Caminamos mucho, nos perdimos, ni siquiera sabíamos donde estábamos, pero daba igual. Sentí como se durmió y acaricié sus suaves cabellos. Dulces sueños, susurré mientas mantenía mi vista fija en la infinita fila de cuerpos.

Antes de siquiera darme cuenta, estaba flotando en un vacío negro. Sola. No había estrellas que se muevan ni un Uriel durmiente sobre mí. No había nada, tan solo yo y la oscuridad que me tragaba, me engullía, me envolvía. Yo no sentía nada.

Cuando desperté, él ya no estaba junto a mí. ¿Dónde se habrá metido? Pensé. Grité su nombre, pero no hubo respuesta alguna. ¿Había sido todo un sueño? ¿Una ilusión? Tal vez nunca conocí a aquel muchacho. Me puse de pie, el frío rocío de las plantas hizo presencia entre mis dedos. He de reconocer, que era una sensación un tanto desagradable al principio, pero la acabé disfrutando. Con los zapatos en la mano, tratando de recordar cuando me los quité, emprendí un camino sin un rumbo fijo. El destino a veces es caprichoso y no hay dicho más acertado que "todos los caminos llevan a Roma" pues, aun yendo en dirección contraria, acabé estrellándome con aquel edificio de feos colores naranjas, de ladrillo ya desgastado y mohoso. Con las piernas temblorosas decidí entrar de la misma forma que antes había huido, o eso creía, al menos. Busqué en mi mochila nuevamente el horario para ver dónde debía ir, al atravesar el campus reconocí el árbol donde Urien y yo nos habíamos sentado ayer. Sin hojas. Tal vez nuca las tuvo, tal vez, siempre estuvo muerto y nosotros le tratábamos de dar vida.

Cuando encontré la clase de física, ya hacía por lo menos diez minutos que había comenzado. No quería tener que dar explicaciones ni que un grupo de desconocidos me miren juzgándome, aquí todos parecen tomarse las clases muy enserio. Caminé hasta el baño más cercano y ahí me encerré hasta que tocara el timbre que anunciara la siguiente clase. En ese tiempo, solo había una cosa que ocupaba mi mente: ¿era Urien real? La idea de haberme escapado, de haber hablado e interactuado, de haber pasado un día entero junto a alguien que en realidad no estaba ahí me aterraba. Lloré un par de minutos hasta estar más tranquila, después lavé mi cara con el agua turbia de los grifos y respiré. ¿Por qué trato de buscar una respuesta cuando nada tiene sentido? Ni siquiera sé quien soy, ni mi nombre real, solo el que él – eso si no resulta ser un producto de mi imaginación – me puso. Decidí tratar de no darle más importancia a su desaparición y, cuando el timbre sonó, caminé dispuesta a encontrar la verdad sobre lo que me estaba pasando, por suerte, sabía donde se encontraba el aula de matemáticas.

Cuando llegué, la puerta estaba abierta y el aula vacía, solo había una persona dentro, una persona que ya conocía. Dudé por un momento, ¿me lo estaba imaginando otra vez? Uriel me miró confundido y, sin comprender muy bien porqué lo hice, comencé a gritarle.

- ¿Dónde te habías metido? ¿Te pareció bonito dejarme sola en medio de la nada? ¿Sabes lo preocupada que estaba y...?

-No quise abandonarte. – Interrumpió firme. – No sé que pasó, simplemente me desperté aquí, nuevamente. Pensé que, si te me quedaba, volverías a encontrarme y si salía a buscarte, seguramente nunca volveríamos a vernos. – Bajó la cabeza. – Perdón por haberte preocupado.

-Eres idiota. – Y corrí a abrazarlo. – No me dejes sola otra vez, por favor. – Estoy perdida sin ti, quise decirle, pero no lo hice.

Tomamos asiento, tratando de comprender lo que había sucedido, lo estaba tocando, otras personas que pasaban lo saludaban, él era real, claro que lo era, no podía ser de otra manera. Pero entonces, ¿qué había sucedido?

-¿Eres sonámbulo?

-No.

-Pues ya no tengo más opciones.

Sonrió leve mirándome. La clase ya había empezado, pero ahora era completamente diferente a hace tan solo una hora. Los alumnos serios y responsables se convirtieron en unos que parecía no querer estar ahí. De un momento a otro, una piedra redonda chocó contra mis pies, era de un tono marrón suave y tenía algunos garabatos en ella, levanté la vista y un chico miraba la piedra junto a mi pie, la golpeé hacia él y la pequeña se fue rodando. Uriel y yo nos observamos unos segundos, después dirigimos nuestra atención hacia la piedra que iba rodando por toda la clase, de un compañero a otro, hasta llegar al profesor, que también participó devolviéndola hacia una chica pelirroja que la volvió a enviar con el primer chico. Escuché a mi amigo tratando de aguantar la risa en el profundo silencio que se había formado. Para cuando quisimos darnos cuenta, estábamos nuevamente bajo el árbol muerto y negro, tratando de encontrar respuestas. Él llevaba la piedra ahora, ¿la había robado? ¿Se la habían dado? Nunca pregunté.

Estábamos en silencio, tratando, obviamente, de encontrar respuestas y soluciones, aunque, sinceramente, aunque solo había pasado un día y medio, estaba cansada y no quería seguir pensando. Algo suave moverse en mi brazo me hizo sobresaltar, era un gran gato negro, bastante gordo, con un collar azul. Soltó un par de maullidos agudos mientras me observaba y pedía caricias y yo no era quién para resistirme a ello. El animal no tardó en ronronear ni Uriel en unirse a mí. La simple presencia de ese ser vivo me reconfortó y me dio la tranquilidad que necesitaba en ese momento. Mi corazón se aceleró cuando el pequeño lamió mi mano con cariño y se subió a mis piernas, necesitado de amor, como todos en el fondo. Besé su pequeña cabecita y le rasqué tras las orejas y por la zona del collar, parecía gustarle, se veía feliz, pidiendo cada vez más. Luego durmió por unos minutos y finalmente, igual de rápido que apareció, se fue corriendo en dirección a ninguna parte.

-Corre, pequeño. – Agité la mano mientras desaparecía en la lejanía.

-Vuelve a casa. – Su voz era casi un susurro.

Las horas siguieron pasando y nosotros no nos movimos de debajo del árbol, por alguna extraña razón, creímos que aquel gato volvería, pero nunca lo hizo. El viento soplaba las hojas creando una dulce melodía y los pájaros nos sobrevolaban mientras seguíamos barajando la posibilidad de más gente perdida, sin recuerdos, más como nosotros.

-Aquí estabas, Aleita. Te he buscado por todas partes. – María se tiró junto a mi con una amarga sonrisa. – Anoche no volviste a casa, y mamá estaba muy preocupada. - ¿Tanto ha tardado en venir a buscarme?

-Perdón. – Fue lo único que alcancé a decir. Ella soltó un suspiro de frustración. "Hoy volvemos juntas", dijo antes de esfumarse.

-¿Ella ha...?

-No quiero dejarte solo. – Lo interrumpí.

-Estaré bien.

Y ninguno dijo nada más. Así que, María era mi hermana, ¿y las otras personas que mencionó la última vez que hablamos? Por el momento me conformaba con conocer una cosa de lo que se suponía que había sido mi vida hasta ese momento.

Cuando el último timbre del día sonó, dando por finalizada la jornada escolar, ella me esperaba en la puerta de salida del edificio, Uriel detrás de mí. Me giré hacia él y su mirada me dio la tranquilidad que necesitaba en ese momento. Sonriendo me abrazó y siguió con su misma expresión cuando corrí hacia María y lo volví a despedir con la mano. Hasta mañana, grité. Hasta mañana, supuse que contestaría en un susurro, pues no lo había escuchado a pesar de ver sus labios moverse. 

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N/A

Aquí llego vuestro autor favorito con un nuevo capítulo después de tanto tiempo. Tengo una razón, bueno, varias en realidad pero la más importante fue que estaba con los exámenes finales y aún no termino, me quedan los de acceso a la universidad en junio, deseadme suerte. 

Me ayudaría mucho si compartís el libro y todas esas cosas.

Btw, ¿ya han visto la nueva portada? La verdad es que me encantó como quedó. ¿Qué opinan? 

Gracias por leer y por todo el apoyo, lxs tqm.

-Ryu.  

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