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9

¿Cumplirás tu promesa?

¿Cómo puedes preguntarme eso?

¿Eso es un sí?

Definitivamente

Miraba de lejos como su hermano preparaba la cena y como aquel olor llenaba sus fosas nasales sin inmutarse ante nada, le veía como se ve la primera nevada del invierno, como se ve la primera lluvia de verano o el primer brote de primavera, lo veía como se ve la primera hija que ha caído al inicio del otoño, lo veía sin perder de vista cada uno de los detalles de aquel que era una réplica exacta de él, a menudo se preguntaba como rayos eran tan iguales pero a la vez diferentes.

Hace un tiempo ese detalle era motivo de incontables peleas que acababan demasiado mal, aun lo recordaba, como discutían por cualquier tontería y sus tontas peleas terminaban por hartar a su padre cuyo incontrolable temperamento y luego, cuando todo salió a la luz, aquello a lo que llamaban familia se volvió su peor pesadilla, eso los llevó a irse: lejos, solo ellos dos, recordaba que la primera semana solos todo era igual, las peleas, las discusiones pero despues cayeron en cuenta que se tenían el uno al otro y nada más.

— ¡SAGA! — salto del susto ante la mirada de su hermano que se aguantaba la risa.

— ¡¿Acaso quieres matarme?! — se hizo el indignado cruzándose de brazos.

—Créeme que si pudiera lo haría — soltó, despues de eso, una risa, una muy contagiosa

—Muy gracioso — rodo los ojos.

No hubo más palabras, la pequeña mesa en aquel departamento estaba llena de un exquisito manjar, un par de piezas de pollo sofreídas con especias y acompañadas de una deliciosa ensalada que tenia de todo un poco y la cerveza espumosa en aquellos vasos, era esplendido, aunque sencillo, se veía y sabia delicioso, despues de todo, las manos expertas de su hermano menor habían hecho magia con aquello, un bocado y despues otro y otro más hasta que el plato quedo vacío.

—A este paso, engordaré — la voz de Saga sacó de sus pensamientos al menor.

— Genial, así serás todo mío — una sonrisa ladeada, ya sabía a qué venia eso pero no estaba en el mejor momento para aguantar los juegos de Kanon.

— Hoy no, Kan — se puso la mano en la frente, tenían un problema y seguramente el menor lo entendía perfectamente, despues de todo, el primero en encapricharse con Afrodita había sido él.

Soltó un suspiro pesado, tenía razón, no podían desviarse del tema y objetivo principal, ese bello y delicado sueco tenía que ser suyo, si o si, no podían permitir que alguien con pinta de narcotraficante les quitara a la obra magna de la naturaleza, Kanon se había prendado de él apenas lo vio y Saga tardo un par de días más pero por algo eran gemelos, se quedaron hipnotizados por ese cabello, esa piel, ese lunar debajo de su ojo izquierdo, esa voz, era tal cual la diosa de la belleza, el amor y el deseo, Afrodita, hasta su nombre era idéntico, sus deseos por poseerlo se hicieron cada vez más fuertes e incontrolables, pero debían parar, porque era su única opción o quizá no, quizá era parar o buscar a alguien más, quizá, ninguno de ellos lo sabía, solo necesitaban algo de ayuda. 

Los días pasan y la nieve y el frio aumentan, están tan cerca de la mitad del invierno que no lo notan, pero han estado ahí desde que la primera nevada comenzó a caer, vieron desde lejos como aquellas flores que crecen sin remedio en las gruesas torres del Viru Gete, eran acariciadas por un furioso viento que parecía no molestarles y que solo les hacía florecer más, ahora solo querían encontrar una solución a su problema, una que no les costara, que fuese fácil y efectiva pero por más que pensaran, nada venía a su mente, nada más que el deseo de poder apoderarse de algo que nunca fue suyo y que, por más que se esforzaran, no lo sería.

Algo de afuera les decía, de manera silenciosa que su presencia en Estonia no traería más que desgracias, infortunio y llanto, quizá porque aquel par de gemelos eran, en pocas palabras, un par de ingratos sin sentimientos o quizá, estaban muy, muy en el fondo de ese par de corazones que sufre pero que a la vez disfruta de la vida como si el apocalipsis estuviese a la vuelta de la esquina, nadie los contradice, nadie los enfrenta, nadie porque... solo se tienen el uno al otro, porque su reflejo de carne es su única compañía de día y de noche, en primavera o en invierno, en las buenas y en las malas desde el vientre de su madre.

—Piensa, hermano, piensa — la voz de Kanon parecía no tener volumen.

Estaba angustiado, preocupado, ansioso por hallar una solución, las semanas habían pasado y ellos no tenían más que planes tontos que no funcionarían ni aunque los dioses intervinieran, el pie de Saga se movía impaciente y golpeaba repetidas veces el suelo mientras los dedos de Kanon le hacían coro en la mesa, nunca les había pasado pero desde aquel día en el que visitaron aquella casa, Ángelo no se separaba de Afrodita en ningún momento, salían juntos de casa y entraban con las manos entrelazadas, cuando alguien tocaba a la puerta era el albino quien abría y cuando alguien llamaba al teléfono, Ángelo respondía.

—Ese imbécil lo ama tanto que estaría dispuesto a hacer cualquier estupidez por él — Kanon estaba a un paso de rendirse.

—Eso es, Kanon — Saga pareció un resorte, la mirada de incredulidad del menor se lo dijo todo — lo que necesitamos es una distracción.

—Y ¿Cómo piensas lograr eso?, ese albino parece tener ocho brazos o algo así — se encogió de hombros.

—Ya lo veras, confía en mi — le apreso las mejillas y le sonrió.

Le devolvió la sonrisa, no podía hacer algo ante esa acción, sabía que, si en alguien podía confiar, desde su deseo más inocente hasta su pecadora alma, era en su hermano, aquella noche durmió con tranquilidad, ocupando el brazo de Saga como almohada, cosa que no molesto al mayor, simplemente ya se había acostumbrado, siempre lo había tenido a su lado y así sería, despues de todo, se lo había prometido y él nunca rompe sus promesas... nunca.


♊♊
Un poquito de la relación de estos dos locos.

Ahora si llegue a tiempo, espero que les haya gustado, tenemos sorpresa para el siguiente. 

Dan R 

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