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¿Debería, acaso, dejar la ventana abierta?
¿Debería, acaso, esperarte pacientemente con la puerta abierta?
Quizá, debas dejar la ventana cerrada, el frio puede hacerte daño.
Quizá, debas esperarme, mejor, en la sala, junto a ese hermoso libro.
La mañana apenas y asomaba sus rayos entre las montañas y aquellos ojos rojos recién se ponían pendientes de cualquier movimiento, extrañaba a su amado sueco, extrañaba su calor, su piel, sus labios, su inocencia perversa que le decía con una sola mirada cuanto y como lo quería, extrañaba esa aniñada mirada lujuriosa que le daba cada vez que la noche se hacía su cómplice, añoraba enredar sus dedos en esos finos cabellos celestes, deseaba volver, deseaba volver a estrujarlo entre sus brazos, deseaba poder volver a embriagarse de aquel olor a rosas que tenía impregnado en su cuello.
Veía como el viento movía las hojas secas de un lado hacia el otro, suspiró, solo un día más y podría regresar a casa, esperaba que su amado sueco estuviese bien, intentó un par de veces hablarle desde un teléfono público, lastimosamente, en aquel lugar había muy mala recepción, se resignó, le rogaba a todos los dioses que conocía que nada malo le pasara a su flor de invierno, la puerta de la habitación donde se hospedaba se vio tocada y luego una voz masculina del otro lado pidió permiso para pasar, siendo este concedido por el albino un par de segundos despues.
— ¿Qué sucede, Shura? — pregunto Ángelo.
—Nada de qué preocuparse, los negocios van bien, no temas, pronto estarás de regreso en Estonia y podrás verlo de nuevo — esbozó una sonrisa — por cierto, ¿Cuándo tendré el honor de conocerlo?
—Que bien — respondió — y no, para ti, nunca, te dejaré con la duda de como es.
—ya me lo has dicho, siempre lo dices, Ángelo, Afrodita es la flor de invierno más hermosa que nunca has visto o algo así — se encogió de hombros y recibió una mirada retadora por parte del albino.
—Tu mente de cabra no le hace justicia a mi futuro esposo — Le miró indignado por el comentario hacia su persona y por la decisión, ¿tan de repente?, ese amigo suyo, sin duda alguna estaba loco, peor que se le va a hacer. — ¿qué?
—Nada — Shura alzó las manos en seña de paz — me sorprende que quieras un compromiso como ese, que yo sepa tu...— Antes de que pudiese mencionar su pasado nada agradable, le tapó la boca.
—Ni lo menciones, no quiero acordarme de eso — lo soltó y despues de algunos minutos más de conversación decidieron ir por el ultimo tramite de aquellos negocios, despues de todo, la importación de bebida española siempre daba buenos frutos.
Las calles de la ciudad y el frio que el viento arrastraba no se comparaban con el de Estonia, el de aquella ciudad era, por mucho, menos helado y menos denso, o quizá solo eran cosas suyas, cosas que no quería admitir porque extrañaba a Afrodita mucho más de lo que imagino, mucho más de lo que su corazón le trataba de decir, nunca lo admitiría, pero lo sabía y cada vez que veía el pálido color de los pétalos de las flores recordaba el tono pastel de aquellas mejillas cuando se sonrojan, estaba desesperado por volver, por correr a sus brazos y después hacer juntos un desastre en la habitación: tirando su ropa en cualquier lugar, deborandose el uno al otro, destendiendo la cama sin prender la luz, escuchando como sus gargantas de a poco iban perdiendo fuerza para finalmente tocar con la punta de los dedos el paraíso. La tentación de salir de ahí era mucha, era incontrolable, inaceptable y por de más, perversa y traicionera.
— Ángelo — lo llamó, pero tal parecía que se había perdido en sus fantasías. —¡ÁNGELO! - alzó la voz y lo sacudió un poco.
—¡Hey! ¿Acaso me quieres matar de un susto?, ¿Qué sucede? — respondió de brazos cruzados, indignado por el trato de su amigo.
— te estaba hablando pelo parece abue no me has escuchado, re decía que hemos llegado al lugar.
— excelente — dio una sonrisa pícara y ambos ingresaron a aquella oficina.
Un montón de papeles y un par de horas después el negocio estaba hecho, el trato estaba cerrado y pronto todos esos esfuerzos darían cosecha, pronto le llevaría más regalos a su amado, pronto estaría con el, pronto volvería a tener entre sus brazos a aquella persona dueña de su corazón, quiso saltar de alegría pero aún no, aún no era tiempo de eso tenía que esperar por lo menos un par de horas más.
Las horas pasaron lentamente y el frío de aquella ciudad se colaba por todos los orificios de aquella casa en la que Ángelo estaba: se colaba por las ventanas, por debajo de la puerta, incluso por el techo, no sabía qué hacer quizás sólo eran paranoia soy así nadie tanto frío como creía sino más bien que el frío que sentía era el de su corazón, el de su corazón extrañando a su amada rosa de invierno, extrañando su calor, extrañando sus besos, sus labios, sus abrazos, todo.
En cuanto supo que podía volver, salió corriendo de aquella habitación sin importarle que hiciera frío o que la nevada estuviese cada vez volviéndose más fuerte, corrió como si su vida dependiera de ello a la estación del tren, compró inmediatamente el boleto de vuelta y ascendió, miraba por la ventana como el paisaje iba cambiando y como su corazón se aceleraba a cada minuto ansioso por ver de nuevo las torres gruesas del Viru Gete adornadas por estas bellas flores de un rosa pálido, con esas flores que sólo florecen en el invierno y cada vez que su corazón se sentía amado.
El camino que lo conocía su casa ahora blanco por la nieve parecía cada vez más grande quizá y era solo porque el sentimiento de extrañeza lo dominaba en ese momento, vio entonces la puerta de su casa, era de noche y hacía frío, era de noche y supuso que el dueño de la casa y de su corazón ya se había dormido entre las blancas sábanas de una cama sin su compañía, la perilla de aquella puerta giro.
🦀🌹
Una disculpa por traer la actualización tarde, los proyectos de la Uni tienen la culpa.
Dan R
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