XV
Al día siguiente, y poniéndose sus pantalones de niño grande, Jimin tomó su teléfono nada más despertar y revisó el caos que había quedado tras sus pasos. Pero, para su sorpresa, no había nada. Ni un poco de ruido. Ninguna exigencia sobre su paradero o demandas sobre sus responsabilidades. Nada más que silencio carente de presiones. Y en vez de sentirse mal, fue divino.
Sus amigas, por otro lado, habían dejado una larga lista de mensajes pidiendo por su presencia.
Ellas, con su mundo cayéndose a pedazos de igual manera, eran desde el jardín de infantes, las únicas que se preocupaban por él con sinceridad. Les envió un mensaje tranquilizador y bajó las escaleras. Era pasado el mediodía, no recordaba la última vez que había dormido tanto, tan bien, pero gracias a Jungkook por dejarlo descansar. Después de la actividad de la noche anterior, y el sueño reparador su cuerpo se sentía excelentemente cuidado.
—Estás despierto —La madre de Jungkook lo recibió en la cocina. —Ya es casi la hora del almuerzo, así puedes ayudarme a ponerme la mesa. Tienes mejor rostro que ayer, por cierto —mencionó la mujer entregándole un par de ensaladeras.
Jimin las tomó, con su rostro sonrojándose con recuerdos.
Para cuando Kook llegó con su padre, la mesa de la cocina los estaba esperando surtida en alimentos para llenar sus estómagos, pues tras una mañana productiva poniéndose al día del tiempo perdido, él estaba famélico. Y esa hambre solo creció al ver a Jimin vestido con la muda de ropa que le había dejado. Le quedaba inmensa y se notaba de lejos que no era algo que él escogería, pero hinchó el pecho de Jungkook, aún más cuando se acercó a darle un discreto beso en los labios y notar que el chico olía por completo a él.
—Quiero ir a ver a las chicas —dijo Jimin a la mitad de la comida. —Necesitan una actualización de mi estado.
El chico frente a él tragó antes de hablar.
—Está bien, tengo que ir a ver a Tae de todas maneras, puedo llevarte de camino y reunirnos después. Así no me tienes alrededor por unas horas. —Aunque sus ojos eran risueños, su tono no. Él quería darle un poco de espacio a Jimin, no presionarlo en sus límites.
—Me parece justo. —aceptó. Luego se enfocó en los señores Jeon con la postura más solemne que pudo reunir. —Aprecio mucho su hospitalidad. Y tan pronto consiga un trabajo, prometo pagarles por todo lo que están haciendo por mí.
Kook lo estaba mirando con una sonrisa dulce en el rostro, el sentimiento de que no se había equivocado con Jimin creciendo cada vez más.
—Quizás nosotros podamos ayudar con eso —afirmó mirando a su padre quien tenía una mirada pensativa en su rostro.
Este se inclinó hacia adelante mirando a Jimin inquisitivamente.
—Tenemos una pequeña tienda deportiva —explicó. —y en ella siempre se necesitan vendedores o así, si te interesa la vacante...
Él dejó las palabras perderse, pero Jimin las captó al hilo.
—Sería estupendo —dijo emocionado, intentando ver a todos los rostros sonrientes de la familia Jeon a la misma vez. —Si puedo hablar con el gerente, creo que puedo convencerlo de que soy un buen trabajador. Lo juro, no tengo experiencia, pero sí el entusiasmo.
Jungkook le cubrió la mano con la suya aun mirándolo embelesado.
El padre de este se hizo atrás en su silla. Él había contado con esa respuesta. El chico de cabello color chicle estaba resultando ser tal cual el presentimiento que había tenido al verlo, mucho más que una cara bonita y una vestimenta extravagante. Y por si ese fuese poco, Kook lo había mareado con palabras halagadoras hacia Jimin.
Y él, como padre, no había criado a un chico impresionable.
—Puedo conseguir que hables con el gerente —dijo complacido. —espero que por ahora te sea suficiente estar ante el dueño. —Vio la sorpresa caer en Jimin como un rayo. Hasta que una duda lo asaltó. —Si eres mayor de edad, ¿verdad?
Con los rasgos engañosos del chico no se podía saber a ciencia cierta.
Jimin asintió tras una risa.
—Sí, se lo aseguro. —Cabeceó afirmando.
—Bien, entonces no veo por qué no seas perfecto para quedarte con el puesto. —retomó su comida, viendo satisfecho la mirada que compartían los chicos frente a él. Estaba haciendo lo correcto, ahora sí. Se lo debía a su hijo. —Pero tienes que usar pantalones en todo momento.
Jimin no iba a rechistar.
—De acuerdo, —dijo de inmediato. Aunque no estaba de más presionar ciertos botones —¿pero puedo llevar tacones?
El padre de Jungkook se lo pensó.
—Sí, supongo que sí. —Se encogió de hombros. —Mientras no te dobles un pie y quedes tendido a media de la tienda.
Jimin alzó el puño en victoria.
—Descuide, me manejo perfecto. —señaló. Otorgándole un guiño a Kook: —Contra más alto, mejor.
El señor Jeon estaba sonriendo debajo de su bigote.
—Estás contratado. —Él alzó su vaso de gaseosa como si brindara.
Chillando, Jimin fue hasta él para abrazarlo. La emoción lo pudo, hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Avergonzado, se echó atrás. El hombre mayor perplejo cual estatua.
—Lo siento —Se disculpó ante quien sería ahora también su jefe. —A veces no me doy cuenta cuando soy demasiado.
Saliendo de su sorpresa, el padre de Kook le quitó hierro al asunto, riendo de manera escueta.
—Tómalo con calma, hijo. —dijo y si notó que sus palabras tocaban algo en Kook y Jimin, no lo demostró. —Ahora coman para que muevan esos traseros, tienen que estar de vuelta antes de que anochezca, reglas de la casa. Y no aceptaré un no por respuesta.
Jimin pensó que se revelaría ante eso, que su mente combatiría la idea, él no estaba acostumbrado a que lo cuidaran o simplemente ordenaran. Pero el agradecimiento por estas maravillosas personas que le estaban tendiendo la mano sin siquiera saber su segundo nombre, hizo todo de lo más fácil.
Se encontró asintiendo y lo hacía en serio.
Comió cada bocado encantado, la comida casera no le era familiar. Ni la sensación de hogar a su alrededor. Su casa siempre había sido un lugar estéril. Ayudó a Jungkook a lavar los platos, robándole besos cuando los padres de este nos los veían y dándose roces inocentes pero cargados de deseo.
—Mi padre tiene el mismo presentimiento que yo —dijo Kook cuando se subieron al auto y salieron por las calles. Jimin se sentó a su lado, viéndolo de reojo. —Él cree que eres un buen chico, alguien bueno para mí.
Jimin así lo esperaba, extendiéndose por el reducido espacio, le dio un beso sentido en la mejilla picosa.
Jungkook sonrió todo cálido, provocando mariposas en el estómago de Jimin.
—Y yo también trabajo con papá algunos días, así que te tendré alrededor cuanto desee. —aportó.
Jimin fingió ofenderse.
—De modo que todo fue un plan de tu parte —dijo con voz de suspiro. —Eres un acaparador de lo peor.
—Hay personas que me llamarían un romántico acomedido —Se defendió sin dejar la sonrisa ir. —Haré todo lo que tenga a mi mano por ti.
Jimin no se aguantó más, tomando el rostro de Kook y besándolo con pasión con la boca abierta. Calor viajó de inmediato por sus extremidades, el sabor del otro chico maravilloso abriéndose camino, todo masculino y dulce en cada uno de los barridos de su lengua...
El auto se fue de lado, ganándose un bocinazo del carro que venía detrás.
—Jesús, —Kook recuperó el control respirando agitado. —eres peligroso con lo más mínimo.
Jimin no iba a sentirse mal por eso. Menos cuando Jungkook estacionó el carro a un costado de la calle para poder besarlo con todas las ganas que se había aguantado delante de sus padres. Lo atrajo por el corto cabello rosado y lo mantuvo en su lugar para poder saquear su boca.
Tiempo después, con las piernas débiles y el rostro rojo cual tomate maduro, Jimin fue dejado en destino, agradeciendo la ropa holgada que le permitió acomodar su erección. Sus piernas débiles lo encaminaron hasta la heladería en que esperaría a sus amigas.
Él tenía una sonrisa tonta en el rostro cuando ellas llegaron, sus rostros cambiando a confusión pura al ver su ropa que obviamente no había sido de su elección.
—¡Oh, Jimin! —Da Eun estaba llorando cuando él terminó de contarles lo que había sucedido apenas el día anterior. —Siempre pensé que tus padres eran unas personas horribles, pero esto se llevó la vara.
Él suspiró.
—Ellos rompieron lo que nos unía. —dijo no sin un poco de lástima. —No pueden quejarse de que me aleje.
Ha Eun estaba negando.
—Aún así, es triste. —secundó. Ella se puso de pie, abrazándolo por segunda vez desde que había llegado.
Jimin lo agradeció, apretándola contra sí.
—Qué bueno que soy un chico fuerte. —Las tranquilizó. Cuando Ha Eun volvió a su asiento, tomó las manos de cada una de sus amigas. —Estoy en el lugar indicado para comenzar de nuevo.
Ellas se miraron preocupadas.
—Hablas de Kook. —sentenció Da Eun. Porque ella ya se lo suponía.
Una risa incrédula burbujeó de Ha Eun.
—Lo conoces por un lapsus de qué, ¿menos de dos semanas? Es una locura que estés en su casa.
Jimin ya se había imaginado esta conversación en su mente, por lo que sonrió tranquilo. Él era realmente fuerte; más fuerte de lo que se había incluso pensado, porque no estaba perdiendo la cabeza por nada, todo por el contrario, se encontraba más centrado que nunca.
—¿Y crees que no lo sé? —cuestionó. Él resopló. —Sigo preguntando qué hice para merecer un chico como él en mi camino, medio esperando a que me pida algún tipo de pago por todo lo que hace por mí. O sus padres también, ellos son unos santos, Kook es el perfecto fruto de ambos.
Las chicas seguían sin verse seguras. Y viendo detrás de las arruguitas en sus frentes fruncidas, Jimin podía ver el porqué.
—Me gusta Kook porque no tengo que impresionarlo. —comenzó. Entre ellos pocas veces hablaban de temas serios, pero cuando sucedía, siempre era con la verdad. —No tengo que aparentar en nada, solo ser yo. Le basta conmigo, ¿pueden creerlo? Me escucha y me entiende. Se ríe conmigo y no de mí.
Ambas muchachas guardaron silencio, sin deseos de romper ninguna ilusión en su amigo.
—Creo que es el indicado. —Jimin confesó afectado.
De modo que ambas lo miraron con aprensión.
—Wow, eso es apresurado. —Da Eun tenía los ojos como platos.
Lo que hizo a Jimin reír, fresco y feliz con la sinceridad que brotaba desde su corazón.
—Puede ser. Pero si me hace feliz por los próximos sesenta o setenta años, a quién le importa cómo empezó. —Él se estiró complacido de dejarlas boquiabiertas. —Estoy enamorado; de la clase de amor que vale la pena arriesgarse.
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