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PARTE X

—Juro que, si te quejas una vez más, voy a romper cierta parte preciada de tu anatomía —dijo Daniela con voz cansada.

Las manos de Ángel viajaron a cubrir su entrepierna, mirándose ofendido.

—No te atreverías, son mis joyas, las defenderé con mi vida.

La chica puso los ojos en blanco.

—No tengo tiempo para esto, estoy aburrida y no tengo nada que hacer, entretenme.

Ángel se tendió de vuelta sobre la cama, mirando el techo. Quizás estaba siendo algo dramático, bueno, estaba siendo dramático, pero tenía un buen motivo. Él estaba languideciendo por amor. ¿Qué clase de amiga era Daniela que no lo notaba? Él estaba en pijama, uno soso de dos partes, sin nada que lo caracterizaba, lo glamoroso no estaba de su lado en estos días. Los enamoramientos, aun los de flechazo, realmente apestaban.

—He visto la luz, he visto el error de mi frivolidad al salir con los chicos... este es mi castigo, voy a morir en pijama, encerrado en mi cuarto que huele a pizza rancia...

—Deberías limpiar este lugar —Daniela estuvo de acuerdo pateando con su deportiva una caja de pizza a medio comer, a juzga por su aspecto, debía de tener varios días. El olor le causaba arcadas y el aspecto verdoso con pelos no era mucho mejor. La alejó de su camino. —Eres una reina del drama, ve por una ducha y llama a tu nana para que ordene esto.

El chico no se inmuto, no hizo nada por moverse cuando la chica cayó sentada a su lado y luego se recostó para mirarlo de cerca.

—¿Cuándo fue la última vez que te bañaste? ¡Apestas!

—A quién le importa, tengo que sufrir como lo dicta la ley —Ángel resopló. La vida era tan injusta, él no había sido lo suficientemente mal chico como para estar pagando así el tener un enamoramiento. —Mi padre me ha castigado por ser arrestado, ha prohibido a mi nana entrar aquí y no tengo ánimos para vestir nada más cómodo que lo que ya llevo. La moda está sobrevalorada, la higiene está sobrevalorada, la vida...

—Lo entiendo, todo está sobrevalorado. —La chica terminó por él. —Te concedo que jamás te he visto en este estado, pero dudo que consigas algo lamentándote del modo que lo haces.

—¿Dónde está Pam? —Ángel preguntó para cambiar de tema. No iban a seguir dando vueltas en lo mismo, no sacarían nada. —No la he visto desde hace dos días y no me contesta los WhatsApp.

—Ni la menciones. Se encuentra sumida en una supuesta depresión, pero a mí no me engaña. Está asustada, porque no le ha bajado, ¡imagínate y nos sale embarazada por accidente!

Ángel se enderezó.

—¿Embarazada por accidente? Nunca he entendido cuando las mujeres dicen eso, ¿acaso no ven los penes venir? Te toma un par de minutos hacer la guagüita, uno lo puede pensar.

—Ay Ángel, que latero...

—Lo digo en serio, ahí tienes otro motivo por el que me gustan los hombres. No tengo que preocuparme de embarazos por "accidente" —dijo haciendo énfasis con sus dedos para notar el sarcasmo.

—Ya, pero tú tienes que preocuparte por las enfermedades. Con lo facilote que eres, te pescas un sida fulminante que te lleva en una semana. ¿No te acuerdas de mi primo Arturo? Todos pensaban que era resfriado mal cuidado y duró dos meses hospitalizado antes de irse para el patio de los callados.

Ángel se cubrió el rostro con la almohada para dejar de oír la cháchara sin sentido de su amiga. ¿Cuáles eran las probabilidades de morir ahogado si apretaba lo suficientemente fuerte?

Su celular vibró cerca de su cabeza. Lo dejó ser. No quería hablar con nadie, y al parecer nadie interesante quería hablarle tampoco, seguro que era algún mensaje de su padre para regañarlo nuevamente o de su madre, diciéndole por millonésima vez que saliera a tomar el sol, que con lo pálido de su piel se estaba pareciendo a un vampiro de la peli de Crepúsculo que nada de cool tenían.

—Hey, este es el número de Benjamín —dijo Daniela. Ángel se enderezó ante el nombre, para darse cuenta de que su amiga había alcanzado su teléfono y se desplazaba entre los mensajes. –"¿De verdad te gusta mi amigo?"

—¿Qué?

—Eso dice, aquí —Ella se acomodó sobre su estómago, de modo que ambos pudiesen mirar hacia la pantalla del aparato, que se iluminó con otro mensaje entrante. —"Voy a ser sincero. A él sí le gustaste y yo soy su protector. Si es cosa de pasar el rato, ni te molestes en contestar"

—¡Oh por Dios!

Ángel se cubrió nuevamente el rostro, su corazón bailando la macarena dentro de su pecho. ¡Él sí le había gustado a Leonardo!

—Dame eso, déjame responderle. —Se revolvió entre el desastre de almohadas y mantas, intentando alcanzar a Daniela, que se puso de pie de un salto fuera de su alcance. —¿Qué haces niña? Dame mi teléfono.

—No —Ella se echó atrás con una sonrisa maliciosa. —Mira nada más cómo te has puesto. Si hasta los ojos se te han iluminado.

—Daniela, no seas una loca, dámelo. Es importante —Se puso de pie de manera torpe, después de días de inanición su cuerpo no estaba en el mejor estado para cooperar en una loca carrera por su casa, pero Daniela le meneó el celular ante los ojos y luego ella estaba atravesando la puerta como una desquiciada, riendo mientras se alejaba. —¡Dani, voy a arrancarte los pelos, ven aquí!

Ella se rio más fuerte bajando las escaleras.

—Dios, dame paciencia, que si me das fuerzas juro que te la mando —farfulló para si corriendo detrás de ella. Sus pies descalzos resbalaron en los peldaños de fría madera y tuvo que afirmarse de la baranda. —¡Daniela, si me caigo de culo y me rompo la espalda, vas a ser mi enfermera por el tiempo que dure mi rehabilitación! —Escuchó risas provenientes de la cocina, así que se dirigió hacia allá. —No sabes lo malvado que puedo llegar a ser, ni te imaginas... vas a tener que darme baños con toallitas húmedas de bebé.

—¡Qué asco! No quiero quedar ciega —Ella le espantó al entrar en la cocina iluminada. Ángel tuvo que entrecerrar los ojos ante el brillo del sol colándose por las ventanas. Su pieza había sido un santuario de la tristeza con las cortinas echadas. Esto era un ataque.

—¿Asco? ¿Se te olvida que te he visto desnuda? Tu culo es una masa gelatinosa que...

—Una palabra más y borro el número de Ben. —Ella le cortó la inspiración colocando su dedo sobre la pantalla.

Ángel se congeló en su sitio. Había una isla de granito que los separaba, cada uno en el extremo opuesto. Él levantó sus manos.

—Vamos, estamos bromeando, no tiene que ponerte así de intensa. Relaja tu rostro, vas a conseguir arrugas antes de tiempo. —Daniela movió su dedo por la pantalla táctil, Ángel tragó sintiendo sudor frío correr por su sien. Ella no se atrevería. Vio como abría nuevamente el mensaje. Dando la opción de contestar o borrar. Ella lo miró como si hubiese ganado, lo que solo consiguió picarlo —No quieres más líneas marcando tu cuerpo, ¿o sí? ¿Quieres darles a esas estrías en tus caderas un juego de señal Wifi en tu frente?

Su amiga aulló lanzándole lo primero que tuvo a mano. Una ensaladera voló por lo aires, Ángel tuvo el tiempo de reacción exacto para agacharse y que solo lechuga lloviese sobre su cabeza.

—¡Chupa pollas!

—Ay querida, tienes que hacerlo mejor que eso. No me ofendes. Al menos, yo no lo hago gratis. ¡Ahora, dame mi teléfono!

Ambos se desafiaron con la mirada. Sus respiraciones aceleradas, midiendo al otro. De todas sus amigas, Daniela era la más divertida, Ángel tenía que admitirlo. Las peleas con ella siempre tenían un toque de sin sentido, se podían decir de todo a la cara, traer a la luz sus trapos sucios, y hasta pincharse allí donde sabían que al otro le dolía.

No había tapujos entre ellos.

Ángel amagó por un costado, acercándose. Daniela sacó su mano de debajo del gran mesón llevando una sartén consigo.

—¡Aléjate! —Lo amenazó. —Tengo una sartén y no voy a dudar en usarla.

Ángel se rio.

—Suelta eso, ridícula. ¿Quién te crees que eres? ¿Rapunzel? Deja eso ya. Tu cabello es muy corto y tu rostro no tiene ni una pizca de inocencia en él. —Daniela se lo lanzó, obligándolo a agacharse para esquivarlo nuevamente. Se puso de pie jadeando. —Es más, dudo que alguna vez hayas oído la palabra siquiera. Cuando naciste tu madre se quedó espantada de la cara de barriobajera que traías.

Derrotada, la chica le tiró el teléfono por la cabeza, él tuvo que atraparlo en el aire a pulgadas de que este tocara el suelo. Como el chico grande y maduro que era, le sacó la lengua a su mejor amiga cuando pasó marchando por su lado. Ella enterró el tacón de su zapato en el pie de Ángel, quien se retorció de dolor.

—Hija de...También te amo, Dani. —Se las arregló para decir entre dientes apretados.

Ella lo empujó hasta verlo caer al piso, entonces se sentó a su lado quitándole el teléfono de nuevo.

—Vamos a responder esto, siéntate. O mi tacón irá contra tu rostro la siguiente vez.

Durante su pelea, un último mensaje había llegado parpadeando en espera. Cuando lo abrieron, vieron una dirección y una hora en él, junto con las palabras "si te atreves".   

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