PARTE V
Aparte de sexy, Ángel estaba forrado. Leo medio había supuesto eso al saber sobre sus padres siendo los dueños de la discoteque, pero no había aventurado tanto como la casa de granito blanco que tenía frente a sus ojos. Como nota mental, iba a tener que hablar seriamente con Ben y Marco en algún momento.
Benjamín y las chicas se bajaron del carro tan pronto este se detuvo. Ellos se sorteaban entre los tres con besos y toqueteos, Leo no estaba seguro sobre cómo sentirse con eso. Ben era un buen tipo y estaba bajo un pase libre de su novia, de todas maneras, Leo era un tipo que juagaba a la monogamia así que...
Ángel llamó su atención poniendo su mano gentilmente en su brazo.
—¿Está bien si entramos? —preguntó en aquella voz suave que había usado antes para preguntarle si quería besarlo.
—¿Por qué me lo preguntas? Hemos llegado hasta aquí.
—Lo sé y sé también que recién nos conocemos, fue un gran gesto el arrancar con nosotros como lo hicimos.
—No le des importancia... aunque es importante, nosotros nos besamos, no beso a cualquiera.
El rostro de Ángel se dividió en una gran sonrisa, batiendo sus pestañas en su dirección.
—¿Ni aunque sea tan guapo como yo?
—Ni aunque sea tan hermoso como tú. Soy de piel, tiene que haber algo más.
Hermoso, ya era la segunda vez que se lo decía. Ángel estaba acostumbrado a ser apreciado. Él se parecía a su madre, tenía rasgos llamativos, el porte de su padre, una boca inteligente, un genio rápido, un desentendimiento de los asuntos para no hacerlos sentir graves. Él le agradaba a la gente, lo sabía. A primera vista y cuando le conocían. O más bien, cuando creían conocerlo. Él era muy bueno fingiendo, pocas personas le calaban hondo; quizás solo Daniela y Pam lo habían logrado. Mientras Leo le miraba, sintió que él podría ser otro que viera dentro de él, pero si lo hacía, sería demoledor.
Tan pronto dejaron el carro, sus manos se buscaron, casi como si llevaran tiempo haciendo lo mismo y no como si se hubiesen conocido hacía menos de dos horas. Se separaron lo justo para abrir la puerta e ingresar al lugar. La casa por dentro era aún más impresionante que por fuera, si es que eso era posible. Ellos pasaron a la sala pintada de un blanco cremoso.
—Chicas, conocen el lugar —Ángel dijo dando libertad a sus amigas. Ellas se dirigieron a los gabinetes de licor abasteciéndose para dar inicio a la noche. La música se encendió desde el equipo en un rincón y el trío volvió a formarse, las chicas rodeando a Ben, bailando.
Ángel se despojó de la chaqueta lanzándola a ningún lugar en especial, Leo lo imitó dejando la suya doblada en un brazo del sofá, luego se le unió en el salón. Se dejaron caer en un Berger de doble tamaño que los dejó apretados cara a cara y se bebieron un vodka en silencio, a ratos riéndose de los movimientos de los amigos de ambos.
Sin darse cuenta, se lo bebieron todo. No había roces entre ellos, solo miradas. Intensas miradas. Calientes. Llenas de promesas. Como si cada uno pudiera ver las intenciones del otro en sus pupilas dilatadas. Cuando quedaba solo el concho de la botella, Ángel se lo ofreció, Leo se negó. Con una expresión extraña en los ojos, el más joven se bebió el resto de un trago. Luego bajó la botella y la tiró al piso.
Leo escuchó el ruido amortiguado de la botella caer sobre la alfombra, pero no le prestó atención. Ángel lucía una sonrisa sexy de medio lado, muy parecida a la que le dio cuando cruzó la cortina hacía unas horas atrás. Destinada a ser coqueta y sugerente, a la vez que lamía su labio inferior una y otra vez. Este estaba hinchado y de un fuerte rojo, Leo quería morderlo.
—Bueno, ya es hora de que le demos inicio a esta noche, ¿no te parece?
Ángel lo jaló cerca y lo besó en la boca. Leo gruñó contra sus labios, abriéndose paso desprovisto de su usual pudor. El alcohol ayudaba en volver su cuerpo blando, ayudaba en apagar su cabeza y la molesta voz de la conciencia.
Ángel tenía el sabor del licor espeso en la lengua. Y mientras la metía y la sacaba de la boca de Leo, notó que se le habían pasado más que un poco las copas. Su propia resistencia a la bebida era terrible, lo que era bueno, pues de otro modo estaría alarmado.
Estaba en una casa en medio de la nada con alguien a quien no conocía, solo porque lo atraía. No era propio de él, para nada. Tenía que ser lo más audaz que tendría alguna vez para contar.
Ángel se echó para atrás, manteniéndole la mirada. Se quitó la polera por encima de la cabeza y se desabrochó el botón de sus jeans. Leo echó una mirada a su alrededor para notar que estaban solos, ni siquiera notó a Ben y las chicas desaparecer.
—No tengas cuidado —Ángel dijo estirándose, él se veía como un gatito despertando de su siesta. Medio atontado, tierno y sonrosado. —Esta casa tiene un montón de cuartos y las chicas los conocen muy bien. Tu amigo no corre ningún riesgo.
—Puede que ellas sí, Ben es conocido por ser demasiado entusiasta y nada de tierno, las chicas merecen algo de delicadez —Escalofríos bajaron por la columna de Leo. Llevó sus manos a su camiseta, inseguro de que hacer.
—No son las únicas... —Ángel apreció su cuerpo con una mirada intensa como esperando que Leo hiciera algún otro movimiento. —De todos modos, estoy seguro de que ellas sabrán mantenerlo a raya... quién sabe, puede que hasta aprenda algo nuevo esta noche.
En el escaso espacio que le proporcionaba el Berger, Ángel apoyó su rodilla en el asiento, cerniéndose por encima de Leo; quien siguió sus movimientos, viendo la piel de su pecho tersa, desprovista de vellos, brillante bajo la tenue luz de la estancia.
—Quizás deberías sentarte... —dijo tras aclararse la garganta. —Podríamos hablar o...
—¿Hablar? —Ángel negó.
Le miró como si tuviese el regalo prometido frente a sus ojos, sus manos picando por comenzar a desenvolverlo. Se aferró a las mejillas de Leo, encerrando su rostro entre sus manos y le besó con ganas. Le comió la boca gimiendo agudamente.
—Ángel... —Leo se las arregló para decir. —No es que no aprecie tu entusiasmo, o el placer de tu beso... pero yo no sé nada de ti.
El chico bizqueó luciendo extrañado. ¿Él había escuchado bien? ¿No se trataba de una broma de mal gusto?
—¿Necesitas saber de mí? Creo que no entiendes cómo funcionan los ligues de una noche.
Un nudo se formó en las tripas de Leo, volviéndolo todo tiritón cual flan recién preparado.
—Sé cómo funcionan. He estado ahí, hecho eso. —Su voz sonó rasposa. —Es solo que no pensé que sería así contigo. ¿Tu solo quieres algo de un rato? —Su rostro se arrugó, decidido a ser directo. —¿Quieres una mamada o una follada pasajera?
Ángel se retiró como si hubiese sido golpeado. Lo que le faltaba, un hablador. Él estaba a favor de la charla de alcoba, unas pocas palabras sin sentido, brutas y halagadoras le ponían a mil. Solo que Leo no se veía como si quisiese decirle que su pene era el banano más grande que había tenido en su vida.
—Es... más complicado que eso. —dijo en contra de lo que estaba pensado. Cruzó los brazos por su torso desnudo, metiendo las manos bajo las axilas. —No hago esto de las relaciones. No sé cómo ser un novio, ni tener uno. Es mucho más fácil cuando mantienes las cosas físicas, sin emociones o sentimientos de por medio. Es mucho trabajo.
Leo siempre se había considerado buen observador. Alguien en quien poder confiar respecto a su juicio. Y había algo en Ángel, algo en aquel precioso chico que no terminaba por calzar. Observó su lenguaje corporal, sus ojos evitando sostenerle la mirada, su aspecto atrevido semidesnudo, la fragilidad en sus hombros caídos.
—Estás mintiendo, hay algo que no me dices —Leo se aventuró. Vio los ojos del otro chico abrirse, solo un poco, pero estaba ahí. —Incluso si solo deseas un enredo de una vez, tienes que ser sincero conmigo.
Ángel miró a todos lados, como en busca de algo que lo salvara... no había nada. Derrotado, abrió su boca... y entonces el timbré sonó. ¡Gracias Dios por los pequeños favores, iba a ir a la iglesia sin falta... algún día!
—Es tardísimo —Ángel dijo caminando hacia la puerta. Pegó un ojo a la mirilla y su cuerpo se congeló.
—¿Qué? ¿Qué es? —Leo estaba justo detrás de él. Escuchó pasos a su espalda, las voces de las chicas con risas al tropezar bajando las escaleras.
—No quiero alarmarlos chicos...
—¿Pero? Presiento que esa frase tiene un pero inminente —Benjamín se puso al lado de su amigo, Leo le miró, el pecho desnudo con chupetones en él. Elevó ambas cejas en su dirección, Ben le sonrió pagado de sí mismo.
—Pues hay una objeción —Ángel se volteó y miró a todos los presentes justo cuando la puerta era aporreada. —Síp, la policía está aquí... y él no luce amigable.
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