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PARTE IV

Leo tomó el lugar del piloto atrapando las llaves que le lanzaba su amigo al vuelo, la sangre corría rápido dentro de sus venas, sentía su cuerpo acelerado, había algo entusiasta en el acto de escapar. La adrenalina, sumada a la sensación de la mano de Ángel en la suya sin duda. El chico le siguió acomodándose de copiloto, dejando a Benjamín y a las chicas apretujarse en la parte trasera. Por el retrovisor podían ver el caos que se desarrollaba en la disco con la gente corriendo en todas direcciones salvando sus traseros de los policías y las patrullas vistosas llevándose a un par de tipos esposados. ¡Dios, cómo se habían metido en eso!

—Voy a matar a mi hermano en cuanto lo vea —Ángel dijo alejando la mirada.

—¿Tú vas a matarlo? Si me meto en un lío más, mis padres van a cancelar mi matrícula —Se quejó Pam en una risa histérica detrás de él.

—Ni siquiera llevábamos media hora ahí... —Leo negó incorporándose al tráfico. Ángel le dio las indicaciones para llegar a su casa, no quedaba muy lejos de ahí. Conocía la zona, era un apartado de casas adineradas. —No entiendo qué fue lo que pasó...

—Para mí fue una provechosa media hora —Benjamín se acomodó entre las chicas, sus brazos cubrieron los respaldos de los asientos de ambas, de modo que ellas se encajaron cerca de su pecho gustosamente. Leo tuvo la sospecha de que su amigo no había perdido el tiempo bailando cuando le dejó solo. —¿Tu hermano estaba ahí, Ángel?

—Su hermano tiene que estar ahí, —Esta vez fue Daniela quien habló. —él se encarga de que todo funcione, sus padres son los dueños del local.

La mirada de Leo se disparó hacia Ángel.

—¿Qué?

Ángel se movió incómodo.

—Gracias Dani, —Fulminó a la chica por el retrovisor. —sí, mi padre es el dueño del antro, tenemos un par más, gran cosa.

—Se te pasó por alto comentar eso —dijo Leo. No había recriminación en su tono, solo le causaba curiosidad.

Benjamín se asomó entre ellos.

—Dudo que hablaran de algo siquiera, no crean que no los vi comerse la boca. ¿Leo besa bien, Ángel?

El chico se arrodilló en el asiento de modo que pudiera mirar hacia atrás. Había entusiasmo desbordante en él, como si hubiese estado esperando que alguien le preguntara exactamente eso.

—Él lo hace, es muuuy suave. Me gusta. —Leonardo sintió los colores trepar por su cuello. —Luce como cachorrito en busca de cariño, es tan adorable.

Las chicas dieron alaridos contentos.

—¿Entonces está aprobado? ¿Ustedes van a hacerlo esta noche?

—Ben...

—No lo sé, creo que no soy de compartir ese tipo de detalles —Ángel fingió modestia llevándose una mano al pecho, les guiñó a sus amigas. –A quién engaño, obvio que quiero un pedazo de él esta noche.

—Ben...

—Tienes que tener cuidado con él, chico, te lo advierto —Benjamín habló. —Mi amigo se ve todo rudo y eso, pero es un pan de azúcar. No ha tenido novio como en dos años...

—Solo un año —se quejó Leo.

Fue descartado con un gesto de la mano.

—Tu último novio era un palurdo, no cuenta. Como te decía Ángel, Leo es un osito cariñosito, todo abrazos y mimos...

—¡Ben!

Con un bandazo del auto Leo consiguió que Benjamín le mirara por el retrovisor, él le dio una clara advertencia con sus ojos. Las chicas se rieron discretamente y Ángel se sentó derecho volviendo a poner su cinturón en su lugar. Con un Leo molesto no se debía jugar, anotado.

Para Leonardo no se trataba de un asunto grande, era más bien el deseo de no quedar expuesto. Ángel le gustaba y no quería dar la imagen de un tipo atolondrado que pena y muere por el romance, por mucho que lo fuera. Él quería que el despampanante chico rubio a su lado lo viese como un igual, como alguien que podía escapar de antros y policías, alguien arriesgado. Alguien que le pudiese gustar.

Se mantuvieron en silencio por un tramo exacto de dos calles completas, entonces desde el asiento trasero le llegaron los ruidos inconfundibles de besos húmedos. Por el retrovisor pescó a Benjamín con su lengua metida en la garganta de Daniela mientras que Pam le abría la camisa y pasaba sus manos por su pecho. Bueno, eso era... Movió el espejo de modo que no viera nada de eso. Lástima que los ruidos de chupones y gemidos no pudiesen ser silenciados.

—¡Dios todo poderoso, lo que me tengo que aguantar!

Ángel se escandalizó un tanto, echándose atrás y golpeando la pierna de una de las chicas, ninguna de ellas le prestó la menor atención. Otro par de calles más pasó mientras Leo manejaba con su vista pegada al frente aferrándose al volante. El camino era todo recto, sin distracciones. Ángel se llevó las manos a los oídos comenzando a tararear. Ellos necesitaban poner algo de música... Hubo el ruido de una cremallera al ser bajada y Leo se alarmó.

—Gente, ¿qué no pueden controlarse? —Echó un vistazo atrás, lo que lo hizo peor —¡Benjamín, sube tus pantalones ahora!

—¿Qué? —exclamó sin culpa —Jesús, Leo, ¡no me cortes la diversión!

—¡Compórtate, estamos en el carro!

—¡Mi carro!

—¡Me da igual! ¡Ángel no verá tu polla!

Benjamín resopló.

—Chicos... —Ángel habló con voz tímida interponiéndose ante la pelea. —si de algo sirve, no estoy interesado en ver la polla de Ben, estoy mucho más interesado en ver la de Leo...

El auto dio otro bandazo hacia la acera.

Ben comenzó a reír.

—Tú te lo pierdes cariño, —Se dirigió al chico rubio. —en los vestuarios me llaman "la anaconda", ¿necesito decir más?

Leo fingió ahogarse.

—¡No mientas! Te dicen "cuello corto Ben", ¿necesito decir más?

—¡Oye, se supone que eres mi amigo! Si estamos con esas, a Leo lo llaman "cañón ruso" —Ambas chicas hicieron ruiditos de aprobación, dejando a Benjamín saber su error. Él se desinfló hacia atrás, enfurruñado como niño chiquito.

—Por mucho que me alarme el hecho de que ustedes, chicos deportistas estén tan familiarizados con los penes de sus compañeros, el apodo de Leo puede ser interesante... que bueno que estemos por llegar a casa para comprobarlo.

Eso noche era una locura. Las conversaciones no eran apropiadas. Leo no había esperado nada para aquella velada, pero seguro como el infierno que no se había imaginado que algo como eso terminaría por desarrollarse.

—Yo quería una mamada. —Se oyó a Benjamín quejarse.

Leo se armó de paciencia.

—Supéralo...

—Las mamadas son geniales. —interrumpió Ángel. —Siempre mejoran todo.

—¿Cierto que sí?

El tener algo de apoyo pareció animar a Ben, él se inclinó para chocar los cinco con Ángel. En verdad, Leo se cuestionó buscarse un nuevo mejor amigo. Quizás solo un amigo... hasta que reparó en lo que el muchacho joven había dicho. Le miró de soslayo. Él definitivamente le haría una mamada o lo que quisiera, estaba embelesado con el chico, cada que lo miraba un poco más. Y no solo por lo que veía en su rostro, sino que en el interior de sus ojos; hay personas que son simplemente bellas.

—Eres demasiado lindo como para que te busquen solo para una mamada —dijo sin darse cuenta.

—Oh por Dios, ¿alguien escuchó eso? —Ángel vocalizó cerrando sus ojos. Él gimió de satisfacción. —¿Puedes ser más dulce? Cierra la boca, voy a enamorarme. Está noche tenía el presentimiento de que iba a conocer al amor de mi vida.

Leo no estaba seguro de cómo tomarse eso... aunque le recorrieron los nervios nuevamente. 

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