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Nunca me abandones

-A-Alice...hay una cosa que quiero decirte...es acerca de lo que me dijiste anoche. –Mis palabras eran inseguras y entrecortadas, pero ya no puedo guardármelo más tiempo.

-Kirito...¿Qué sucede? –Ella se levantó rápidamente de la cama para ir directamente hacía mi al notarme intranquilo y con ganas de llorar.

-Es acerca de lo que me pediste...te-tengo que decírtelo, es muy importante, de verdad...

-Dime que sucede, ¿es por qué has estado llorando todo este tiempo?

-Sí... -Me solté a llorar por todos los sentimientos que tenía acumulados más que por la tristeza. –Alice...ya no puedo quedarme más tiempo en el pueblo, tengo que irme.

Vi en los ojos de Alice como su corazón se rompía al escuchar esa noticia, de igual modo la inconfundible confusión se esbozó en su rostro, preguntándome sin decírmelo: "¿Por qué?".

-No puedo llevarte conmigo, Alice, tienes que quedarte aquí...pero no, no soy capaz de dejarte aquí sola, ¡no puedo! –Me abracé a Alice, ella también me abrazó y comenzamos a llorar juntos, ninguno de los dos quería despedirse.

-Kirito...¿Por qué te tienes que ir? –Me preguntó, llorando.

-Mi tiempo aquí se acabó, nunca te lo dije pero mi tiempo aquí era temporal, no permanente...tarde o temprano me tendría que ir de regreso a la ciudad.

-¡¿Y por qué no puedo ir contigo?! –Ella se encontraba muy desesperada por cada respuesta que yo daba.

-Tu hogar es aquí, en la sierra. Además quiero confesarte algo...he sostenido cartas con Asuna a tus espaldas a pesar de prometerte que no lo haría.

Ella se separó del abrazó, llevándose las manos a la boca...ahora en su semblante se notaba la tristeza absoluta de mi traición.

-No...¿Por qué me mentiste cuando prometiste que no lo harías?

-Porque soy un cobarde...

-¿Entonces prefieres a Asuna que a mí? ¡¿Es por eso lo por qué te vas a ir?!

-¡Alice no digas eso! Yo no te cambiaría por nada en el mundo...pero mi madre, ella no te permitiría quedarte en la casa, no es como que pueda llegar con una chica y decir "ahora es parte de la familia".

-¡¿Por qué no?! Kirito...yo te amo...te amo y quiero casarme contigo para que podamos ser familia.

Apreté mis puños y mis dientes, cerré fuertemente mis ojos y me derrumbé sobre mí mismo, llorando más fuerte por esas palabras tan hermosas pero tan dolorosas a la vez.

Por más que yo lo deseé...no puedo casarme con Alice, ella aun no entiende lo que significa "casarse" o "familia".

-No es así de fácil...casarse es algo para toda la vida, es algo que no se puede deshacer, es algo...es algo que solo pueden hacer las personas que están listas, nosotros no estamos listos.

-No...ya sé que es lo que pasa. –Abrí mis ojos para ver qué era lo que pasaba, Alice me tomó de la playera, mirándome con rabia. –Sabías que esto iba a pasar, lo sabías perfectamente...¿y aun así no me dejaste ser feliz con Eugeo cuando pude serlo? Siempre estuve enamorada de ti, Kirito. No obstante, Eugeo si pudo convertirse en alguien muy importante para mí, ¡Pero tus deseos egoístas de felicidad te dijeron que yo debía estar amarrada a ti! ¡¿Qué importa ésa que apareció de la nada si al final la voy a abandonar?! ¡Me pudiste haber dejado ser feliz pero no lo hiciste, ¿Por qué?!

-Alice...yo siempre quise que fueras feliz, por eso no dejé que él te quitara de mi lado...por que únicamente me tenías a mí...

-¡Y eso es lo que más odio, tú eras todo lo que me hacía feliz ya que no tenía nada más en mi vida, pero prefieres irte, podems arreglar todos los problemas que surjan, no me debes ver como una carga, Kirito yo no soy una carga! ...yo soy real, verdadera y sincera...y tengo que decirte, ¡que te odio por ser un mentiroso!

Alice me dio un fuerte golpe en la mejilla, seguido por otro en el ojo que me dejó tumbado en el suelo. Ella masculló un gritó, tomándose una de las manos, parece ser que el golpe le había dolido más a ella que a mí.

-¡Te odio, te odio Kirito! –Nuevamente las lágrimas salieron de los ojos de Alice. –Eres tan egoísta...tan deshonesto, tan desgraciado, ¿Por qué me haces esto?...

-Porque soy un cobarde.

-¡Deja de poner eso como excusa!

-No es excusa, Alice...es mi triste realidad. –Traté de tomarla de la mano a pesar de que yo me encontraba en el suelo, pero no pude, se alejó de mi varios pasos.

-¡¡¡Déjame tranquila!!! Si no quieres verme más, no te preocupes...yo siendo tan estúpida cumpliré tu deseo de ser feliz. –Vi como Alice pasó por encima de mí, abriendo la puerta de la cabaña roja para irse corriendo a solo Dios sabe dónde...

Está vez la perdí para siempre...ya me lo dijo, "te odio"...una vez dichas esas palabras ya no hay nada que puedo hacer para que cambie de opinión.

Y una vez más...mi corazón fue destrozado por aquel hombre, tanto que he confiado ciegamente en él y siempre es lo mismo: me hace pensar que somos felices cuando en realidad no es así.

Me sentía tan enojada, humillada y utilizada. Me usó para hacer el amor, él nunca lo hizo con amor a pesar de que me lo juraba.

Seguramente si se atreve a buscarme, lo hará en la sierra...pero prefiero tener a alguien con quien llorar y no quedarme sola una vez más, no después de que él me va a abandonar...cuando le pedí tan claramente que no lo hiciera.

Toqué algunas veces en la casa azul, limpiándome las lágrimas y en espera de que sea rápido...no quiero que Kirito venga a molestarme, no después de todo lo que ha hecho.

Quien abrió la puerta fue El Pistolero, quien se sorprendió bastante al verme llorar en el umbral de su puerta.

-¿Pu-puedo pasar?

-Claro...buenos días, por cierto. –Me respondió, con los ojos abiertos de la sorpresa que le causaba verme en ese estado.

-Buenos días...¿está Kahona-Sama? Quiero hablar con ella, por favor. –Pedí, entre lágrimas.

Pero no fue necesario llamarla, ella apareció de su cuarto, sostenida en su característico bastón y mirándome con mucha preocupación por el estado en el que me encontraba.

-¿Qué pasó entre tú y Kazuto? –Me preguntó, ella sabía perfectamente el porqué de mis llantos.

-Él me mintió todo este tiempo.

-Ay, hombres. Será mejor que salgas a ver si todo está en orden en el pueblo, ¿entiendes? –Preguntó Kahona-Sama al Pistolero, quien sin decir más, salió por la puerta.

Ella me condujo hasta la sala, sentándome en el sillón y dándome una taza de té caliente al tiempo que me tomaba del hombro. Cuando probé el té, supe de inmediato de que era.

-Té de hoja de olivo...para los males del corazón.

-Así es, mi niña.

Le conté todo lo que había pasado, ella se encontraba notoriamente sorprendida por la historia que le contaba, la cual no se terminaba de creer...pero no por lo sorpresiva que fuera, sino por otra cosa.

-Desde que supe cuál era tu origen tan mágico, tuve la impresión de que las cosas iban a terminar mal. Efectivamente, Kazuto no puede llevarte a su casa por más que lo desee, y eso...

-¡¿Pero por qué no?! –Pregunté con mucha desesperación en mi alma.

-Cálmate...cálma... -Kahona-Sama me dio una pequeña bofetada con su mano llena de arrugas y manchas por la edad. –Si tú hubieras sido un hombre sucedería lo mismo...claro que no se sería tan difícil ya que no estarían enamorados.

-¿Por qué no puedo ir con él?...por favor, dígamelo.

-No es fácil de explicar, cariño. Yo no sé cómo es que Kazuto ha podido hacer que ambos coman con el dinero que él pueda llegar a tener, a mí no me cuesta nada invitarlos de vez en cuando a desayunar o a cenar, ¿pero y si no pudiera? Realmente estoy ignorando la situación económica de la familia de Kazuto...pero tu llegada puede significar muchos problemas aunque tú no trates de causarlos, ¿en dónde dormirías, que comerías, con que te vestirás? Estarías desnuda la mayoría del tiempo de no ser por los vestidos que te he regalado, pero no cualquiera lo haría.

-¿Por qué no hay más gente como usted, Kahona-Sama?

-Hay más gente como yo, pero es un poco difícil dar con ellos, tienes que tener su confianza.

-Kahona-Sama...

-Así es, tú tienes toda mi confianza ya que no guardas nada malo en tu corazón, no serías capaz ni de dañar a una mosca. –Kahona-Sama rió. –Quédate conmigo, serás como la hija que se marchó una vez. Te aseguro que Kirito volverá un día de estos y ahí estaremos para recibirlo, y siempre que se vaya...esperaremos su regreso.

-Creo que...me alteré demasiado y malinterpreté lo que quería decirme...estaba tan enojada con él, le dije cosas horribles, Kahona-Sama.

-Puedes remediar lo que has hecho, ¡ahora anda, ve y se feliz con ese torpe!

-¡Está bien, Kahona-Sama! –Fui corriendo con una pequeña sonrisa en mis labios para ir a la cabaña roja. -¡Kirito! –Gritaba una y otra vez.

Cuando abrí la puerta de la cabaña roja...Kirito no estaba, lo que me alteró de inmediato. No estaban sus cosas, su libreta, su mochila...nada.

...

Al ver que todo terminó mal, la verdad es que ya no le hallaba ningún sentido a quedarme en Guayacán, por lo que tomé mis cosas y me marché, justamente como le hubiera gustado a Alice.

No pensé que se lo fuera a tomar tan mal...pero lo dicho, dicho está, no hay nada que pueda hacer para cambiar eso.

Con rumbo a la estación del tren, pasé por la tumba de Eugeo para despedirme de él, quizá no lo vuelva a ver otra vez en la vida...una vez más.

Y ya en la estación del tren...compré un boleto con rumbo a donde fuera, tenía algo de dinero de sobra y me podía recorrer una parte pequeña del país si es lo que quería, pero no...con que sea el mismo tren en el que llegué a este lugar me parece bien.

En dos meses pasaron cosas que me cambiaron para toda la vida. Sabía que éste viaje me iba a cambiar, pero no pensé que lo fuera a hacer tanto.

-Oye chico, tu tren saldrá mañana, ¿tienes en donde hospedarte? –Me preguntó el guardia cuando compré mi boleto.

-No...¿puedo pasar la noche aquí en la estación?

-Supongo que sí. ¿Quieres una sugerencia? Puedes visitar el templo del pueblo, la verdad es muy lindo, cerca de ahí hay una calle ajedrezada, es mi favorita de todo el pueblo.

-Gracias por la sugerencia. –Al recordar las veces que Alice y yo pasábamos por aquella calle, jugando para luego abrazarnos al final de la misma, me tuve que encerrar en el baño para llorar, haciéndolo de la forma más silenciosa que se pudiera.

A pesar de todo lo que ella me dijo, aun la amo, puede que me odie y le doy algo de razón por ello...pero me rompe corazón terminar así.

Supongo que solo me queda irme sin más...a sabiendas de que tuve una de las mejores experiencias en mi vida, pero muchas veces el final es muy amargo.

Escuché como un hombre entró hablando por celular, se notaba ligeramente alterado.

-Ya lo sé, ya lo sé...no te preocupes por ello, lo hablaremos apenas ponga un pie ahí. Sé que fue un malentendido, pero lo arreglaremos en cosa de nada, ¿de acuerdo? Me parece bien...yo también te quiero. –El hombre colgó la llamada. –Sigh, rayos. Todo por no decirlo de una manera clara.

"Todo por no decirlo de una manera clara"...eureka.

Al diablo todo, agarré mis cosas y emprendí el regreso al pueblo. El guardia, al verme casi corriendo para la salida, simplemente me sonrió.

-No olvides visitar lo que te mencioné.

-No podría hacerlo.

Justamente, muy en mi desesperación, tomé el autobús que me llevaba de la estación de tren al pueblo, una vez más todo estaba apretado, con ese calor tan desgraciado de siempre.

No dejé de percatarme que durante todo el camino un hombre me miraba, se notaba que me leía entre líneas, descifrando si me conocía.

Pero fue...que lo reconocí al instante.

-Disculpe, ¿lo conozco? –Le pregunté.

-Tengo la leve sospecha de que nos hemos visto antes. –Me respondió el hombre sin dejar de verme.

-Claro que nos hemos visto antes, hace dos meses estábamos en esta misma situación, su mono se subió en mí y al decirle algo en quien sabe qué idioma se fue a sus brazos.

-¡Ahhh, tú debes ser el Che! ¿Qué le pasó a tu barba, a tu melena? Ahora no tienes ni la menor pinta de guerrillero.

-Preferí rasurarme antes de que me pagaran un tiro, parece ser que a la gente no le agradan mucho los comunistas que digamos.

-Bueno, eso sí...pero si es que eres un niño todavía, con esas fachas de guerrillero parecías un hombre hecho y derecho, vaya que cambiaste demasiado por aspectos tan pequeños.

-En realidad...cambié por aspectos pequeños, tan grandes como la bóveda celeste y algunas experiencias de toda clase.

-Esa es la actitud, Che comandante. –El autobús se detuvo. –Buena suerte en lo que quieras hacer, se nota estás inquieto.

-Gracias por su ayuda, me dio gusto verlo de nuevo. –Le dije mientras bajaba del autobús.

Cuando arrancó, el hombre se despidió con la misma frase de hacía dos meses:

-¡Hasta luego, Che Guevara!

Emprendí una carrera hacía la cabaña roja, aquel lugar que me ha hecho pasar tantas cosas. Al entrar en ella, simplemente tiré mis cosas en donde cayeran, me puse mis botas para tener mejor caminata en la sierra.

-En donde quiera que estés, Alice...tengo que encontrarte. –Limpié unas pequeñas lágrimas que querían salir de mis ojos por la tristeza de tener que dejar a Alice.

No puedo llevármela conmigo, pero no quiero irme sin decirle una vez más que la amo con todo mi corazón y que estaré esperando con desesperación el momento próximo en el que nos reencontremos nuevamente.

Cuando la distancia era prudente para empezar a gritar su nombre, lo hice...sólo espero que pueda perdonarme.

-¡¡¡Alice!!! –Ante el enorme grito que pegué, los pájaros se asustaron y se fueron volando de los árboles en los cuales reposaban. -¡¡¡Por favor, déjame hablar una vez más contigo...te amo!!!

Corrí y corrí por toda la sierra, gritando a todo pulmón lo que tenía que decirle.

Eran las doce de la tarde, tenía más de doce horas para buscarla antes de emprender mí retirada a la estación de tren y marcharme de regreso a la ciudad.

Me sorprendí bastante al no encontrar a Kirito en la cabaña roja...¿se habrá entristecido o molestado tanto para irse sin más?

Lo que me preocupa no es que se haya marchado...es si va a volver algún día, si podrá hacerlo después de lo que pasó. Me recosté en el suelo y me puse a llorar en silencio, ya no me quedaba nada por lo que quedarme aquí en el pueblo.

Kahona-Sama me ofreció quedarme en su casa, estoy feliz con ello ya que me doy cuenta que Kirito no era lo único que tenía en la vida, hay más personas allá afuera.

Sonreí ligeramente y me levanté, secando mis lágrimas para ir a la sierra a pensar un rato, a visitar los lugares en donde Kirito yo pasábamos el tiempo juntos.

Pero no sé...me siento extraña, la ansiedad y el miedo se apoderan de mi poco a poco. No es por el asunto de Kirito...es algo muy aparte, algo que no guarda ni la más remota relación con él.

Caí sobre mi misma, me sentía débil y con pocas fuerzas...además de calor, mucho calor.

Era tanta mi desesperación que me quité el vestido, quedando completamente desnuda nuevamente, justo como en el inicio de la primavera, cuando nací.

Un baño en el río no me vendría nada mal para este calor tan intenso que siento, pero es extraño...en el pueblo no sentía tanto calor, no hace mucho sol, ¿Qué me estará pasando?

La ansiedad cada vez más tomaba mi corazón, empezaba a sentirme muy mal, verdaderamente mal...creo que ya sé por dónde van las cosas...y no me gusta, ¡no me gusta nada esa idea!

Por más que la buscaba no la encontraba, no daba con ella, gritaba y gritaba su nombre en toda la sierra pero el silencio era completamente ensordecedor.

El aliento se me escapó de repente cuando vi un vestido de mujer...era inconfundible, era el que Alice usaba esta mañana antes de la discusión que tuvimos.

-¡¡¡Alice!!! –Grité con toda la fuerza de mi cuerpo, asustando nuevamente a todo lo que me rodeaba.

Corriendo con la única esperanza de seguir el rastro que me llevaría hasta ella, pasé por una parte del río. Me daba la impresión de que los árboles me miraban con rencor y cierto desprecio por lo que hice, esta situación me terminará volviendo loco como no tengo idea, ¡tengo que encontrar a Alice para decirle lo que siento y lo que pienso!

Y tras correr un poco más...pude divisar a Alice frente a mí.

-¡Alice!

-¿Kirito? ¡Kirito!

-¡Alice, espera por favor, tengo tanto que quiero decirte!

-Yo también, Kirito. –Ella comenzó a llorar mientras me sonreía. Estaba completamente desnuda, únicamente portaba el collar de la flor de olivo y se encontraba parada en una roca en medio del pequeño río.

Me dio igual todo, mojándome los pies, fui corriendo hacia ella para estar frente a frente.

-Alice... ¡te amo! Durante el tiempo que estuve aquí me costó trabajo decirlo, al diablo todo, ¡por favor ven conmigo, haremos todo lo que digas, podremos resolver los problemas que tengamos en frente siempre y cuando estemos juntos! Por favor...nunca me abandones.

-Kirito...tengo que irme...

-¿Qué? –Mi corazón se estremeció fuertemente al escuchar esas palabras, casi como si lo hubieran roto al igual que un vidrio. -¿Pe-pero que estás diciendo? ¿Cómo que tienes que irte?

-Lo mío no era más que un tiempo prestado...ya redescubrí lo que olvidé de mi vida pasada, cumplí el objetivo que tenía.

-¿Y-y que aprendiste?

-Que no necesito de nadie para ser feliz...puedo ser feliz por mí misma, esa felicidad no depende de nadie...pero no quiero ser feliz si no tengo nadie con quien compartir mi día a día...y mucho menos si no estoy contigo. –Los ojos azules de Alice comenzaron a llorar. –Por eso mismo me voy, Kirito.

-No... ¡Alice, por favor no te vayas! –Me acerqué a ella con desesperación, tomándola cuidadosamente de las mejillas, a lo que me abrazó tan fuerte como no lo había hecho nunca.

-¡Yo tampoco quiero irme, Kirito, quiero estar contigo, ir a donde sea que tu vayas!...pero no puedo.

-¡Claro que se puede, ya no me importa nada mientras estemos juntos! Por favor Alice, vámonos juntos a la ciudad.

-Lo siento...pero no puedo. –Alice me besó en los labios como aquellas veces en las que hacíamos el amor, las lágrimas escapaban de los ojos de ambos sin alguna tregua, hasta que ella se separó del mismo. –Adiós...Kirito.

-¡Por favor Alice, no te vayas, no quiero que te vayas! –Tomé su mano derecha con mis dos manos, llorándole, implorándole con desesperación en mi corazón que no se fuera...

Ella estaba llorando de igual forma, sonrió y me tomó por detrás de la cabeza, juntando nuestras frentes.

-Por favor Kirito...nunca se te olvide que te amo con todo mi corazón. –Alice se soltó de mis manos para limpiarse las últimas lágrimas, haciéndose algunos pasos para atrás, despidiéndose con la misma mano que yo le sujetaba. –Gracias por todo, jamás te olvidaré, no me vayas a olvidar tu tampoco.

-¡Alice, no te vayas, llévame contigo en donde quiera que estés!

-Te llevaré en mi corazón ¿sabes por qué?...Por qué yo te amaré hasta siempre...Kirito. –Una sonrisa apareció en su rostro...siendo lo último que vería de ella.

Detrás de mi aparecieron un montón de mariposas amarillas que envolvieron a Alice, impidiéndome verla por tantas que era.

Cuando las mariposas amarillas dejaron de pasar, yéndose volando a lo alto de la sierra...Alice ya no estaba, únicamente pude ver como su collar de flor de olivo caía al suelo.

-Alice... -Un trance me envolvió, estaba tan destrozado, tan derrotado al verla partir.

Me arrodillé frente al collar de flor de olivo, tomándolo en mis manos para ver hacia el cielo, observando un remolino de mariposas amarillas que se desvanecían en el horizonte, dejándome solo, únicamente con el collar en mis manos.

Al regresar al pueblo se notaba mi infelicidad, Kahona-Sama me preguntó por Alice.

-Ya no volverá...su tiempo era prestado, abuela...y se lo cobraron.

-Que lastima...ya tenía yo tantas ilusiones de que una nueva hija estaría en mi casa...la verdad es que cuando tú te vayas el pueblo ya no será el mismo.

-Ya no es el mismo desde que Alice se fue...

Regresé a la ciudad con mi familia, abrazando a mi madre, a mi hermana después de meses de no verlas...pero me notaban cambiado, naturalmente cualquier persona ya no será la misma una vez que regresa de un viaje.

-Qué lindo collar tienes, ¿Dónde lo compraste? –Me preguntó mi madre, tomando el collar de la flor de olivo que ahora colgaba sobre mi cuello.

-Un amigo me lo compró...pero hay más razones por la cual es lo más valioso que tengo en la vida.

Asuna me notaba muy cambiado, para ella ya no era la misma persona. Aun le tenía cariño, pero me tendré que enamorar una vez más de ella después de que mi corazón le perteneció a Alice y sólo a Alice, a nadie más, ni siquiera a mí.

Todas las fotos que tenía junto con ella las guardaba de forma tan celosa que nunca nadie las vio, eso era algo que me reservaba para mí.

Años después de mi regreso a la ciudad, me enteré que Tieze se había comprometido una vez más, teniendo un hijo al que llamó Eugeo en honor a su difunto prometido y mi mejor amigo. A su marido no le importó ya que comprendía perfectamente, él estuvo presente en la conmemoración que le hicieron al fallecer.

Lo único que me mantiene tranquilo de saber que sucedió con Alice...es que todo nace y todo retorna. No importa que ella ya no esté aquí, Alice generó otra cosa al acabarse su tiempo en la tierra...y eso fue el collar, donde una de las cuatro flores del olivo se pintó de negro con una línea en amarillo, supongo que ese soy yo y la banda de aquel color que siempre portaba en el brazo derecho, la última de las cuatro se tornó de rojo, seguramente es por Tieze.

Cada que veo mariposas amarillas me dan ganas de llorar, no porque fueron ellas las que se la llevaron...si no porque sé que una de ellas es Alice, viéndome desde la lejanía, vigilando que le cumpla aquella promesa que no pienso romper por nada del mundo: jamás olvidarla ni olvidar que me ama.

Recién me levantaba, ese mismo día iniciaba la primavera después de casi un año de haberse acabado. Abrí mi ventana para que entrara un poco de aire...y como por arte de magia, una mariposa amarilla entró en mi cuarto, volando por todos lados, aterrizando en el collar de la flor de olivo.

-No te queda con ese cuerpo, Alice...eres muy pequeña. –Alcé mi mano para que la mariposa amarilla se subiera en ella, poniéndola en mi hombro, caminando tranquilamente sobre él.

Puse la silla frente a la ventana, sentándome en ella y poniendo mis brazos en el marco, observando toda la ciudad.

-Sí...así es la ciudad, es más lindo el pueblo, ¿no crees, Alice?

La mariposa amarilla hizo un movimiento con sus antenas, tomé eso como que ella estaba asentando con la cabeza.

La pequeña criatura saltó de mi hombro para volar frente a mí, yo simplemente sonreí.

-No se me olvidará nunca la promesa que te hice, esta vez no la romperé como suelo hacerlo, tú tranquila.

Y tan misteriosamente como llegó, de igual forma se fue la mariposa amarilla por la ventana de mi cuarto, volando a la sierra que estaba a lo lejos, muy a lo lejos...y es que ahí es donde pertenece ella, ese es su hogar.

-¡Kazuto, a desayunar! –Me gritó mi madre desde las escaleras.

-¡Ya voy, ma!

Mis poemas fueron publicados en un periódico local teniendo bastante éxito por lo que representaban. No dejaban de llegarme cartas preguntándome ¿Quién era esa chica que describía en mis poemas? ¿Acaso era real? Yo les decía que sí, que era tan real como ellos o yo. Ella era una mujer real, verdadera y sincera.

Quizá en unas semanas más una editorial publique mis poemas en una colección de dos tomos pequeños, también les gustó las elegías dedicadas a Eugeo.

Y es que respecto a Alice y Eugeo, nadie muere sin ser recordado, y con nosotros tres y Tieze en esas hojas del collar de la flor de olivo...la muerte no tiene la última palabra.

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Ok...realmente me siento con muchos sentimientos encontrados al finalizar este libro, tuve el valor de darle el final que quería y no planeo darle finales alternativos, soy muy débil en acabar los finales de manera triste y tengo que hacerme fuerte para mejorar en ese aspecto. en cualquiera de los casos, nos encantó mucho esta historia, no es lo mejor que yo haya escrito pero sin duda es algo que me atrevo a decir elogiaría Gabriel García Márquez, quien con los tres volúmenes juntos...podría tal vez igualar El amor en los tiempos del cólera, pero no sería justo.

Muchas gracias por acompañarme hasta el final, tengan el consuelo en que Kirito, Alice, Eugeo y Tieze siempre estarán juntos al sus almas ser depositadas en aquel collar que de seguro muchos tomaron por insignificante cuando apareció en el primer capítulo del segundo volumen.

Ahora me despido, nos vemos en alguna otra historia, muchas gracias por leer los tres volúmenes, y muchas gracias a OmegaSw quien fue la persona quien me pidió escribir un KiritoxAlice, a él le debemos esta historia. 

Siempre tuyo:

-Arturo Reyes.

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