No me olvides
La noche había sido fría, yo y Alice dormíamos abrazados, la llovizna no paró en toda nuestra estancia en la sierra, por suerte que no pasó a mayores.
Ahora era yo quien la despertaba, poniendo mi dedo en su mejilla, golpeándola suavemente. Ella hizo un gesto y se echó la sabana encima. Nos habíamos dormido a las dos de la mañana, contando historias de nuestra vida o algunas historias de terror.
Cabe aclarar que Tieze estaba bastante asustada, por lo que Eugeo la abrazó más de una vez mientras reía. Para mi mala fortuna, Alice no se asustaba con nada, ella es muy valiente...menos cuando se trata de ese sueño, el de las mariposas amarillas. Ahora cada que ve una siente que algo malo va a pasar, pero nada sucede.
Me parece irónico, Alice puede ver una mariposa negra y tratarla como cualquier otra, incluso dejando que se pose en sus hombros...pero una mariposa amarilla, ni hablar.
Las personas "normales" por decirlo de alguna manera, evitarían a toda costa la mariposa negra, santiguándose o incluso rezando alguna oración para alegar las malas pasadas, y si ven a una mariposa amarilla, incluso podrían hablarle con palabras lindas.
Escucho algunos pasos afuera de la casa de campaña, seguramente es Eugeo o Tieze quienes salieron a tomar un poco del aire fresco de la mañana. Estoy deseando ya poder regresar la cabaña roja, no tanto por el cansancio, ¡hace frío en este lugar!
Esta es de las extrañas situaciones en las que digo "extraño el calor" y cuando esté de regreso en el calor del pueblo diré "extraño el frío" pero mientras no esté congelándome o asándome, las cosas me irían bien.
Para saber quién era, salí de la casa de campaña, encontrándome justamente con Tieze, quien me sonrió.
-Buenos días. -Me dijo.
-Buenos días. -Repetí. -Vaya que hace frío, ¿no crees?
Quería sacar aquel tema de conversación para saber si estoy exagerando o en verdad hace frío aquí en la sierra.
-La verdad sí, es lo único malo de que haya estado lloviznando toda la noche. -Me contestó, a lo que yo le sonreí.
En aquel momento empecé a escuchar Viviendo de noche, de Vini Vidi Vici, Eugeo salía con su Walkman en mano mientras bailaba graciosamente, tomando la mano de Tieze para que bailara con él, pero ella se resistía.
-¿Es que no te acuerdas que te dije que la mejor manera de despertar es bailando? -Le dijo, entre risas.
-Pero está Kirito, que vergüenza.
-A él no le importa. -Eugeo soltó la mano de Tieze y tomó la mía. -¿Qué tal si bailamos un rato, amigo?
Como era música que a mí me gusta, naturalmente ambos empezamos a bailar, mientras Tieze se nos quedaba viendo un poco extrañada sin poder contener una risita.
-¿Oye pero quien es el hombre y quien la mujer? -Preguntó Eugeo.
-Pues claramente yo soy el hombre, ya que no lloró como una mujer. -Al acabar de decirlo, él me piso el pie.
-No seas desgraciado. -Rió, continuando con nuestro curioso baile que más que nada parecía una fracasa danza de apareamiento entre dos pájaros.
Alice, al escuchar nuestras risas, salió a ver qué pasaba. Se le notaban las ojeras por desvelarse la noche anterior, pero ni con esas estaba cansada, ya que todo sueño se le quitó cuando nos vio bailar tan tontamente.
Y justamente como lo había dicho mi mejor amigo: nada mejor que despertar bailando.
Nos preparamos para desayunar, se nos acababan las provisiones, por lo que tuvimos que racionar lo necesario. Eran las ocho de la mañana y doce minutos, si nos dábamos prisa llegaríamos a desayunar a eso de las nueve y media en casa de Eugeo, o incluso en la cabaña roja si es que ellos querían venir con nosotros todavía.
-Oye Kirito, ¿tú conoces una frase del Che? Tu barba, la situación en la sierra, el racionar la comida, eso suena muy revolucionario y muy comunista. -Bromeó Tieze, a lo que Eugeo le hizo una mala cara.
-Hum..."Podrán cortar las flores, pero jamás terminarán con la primavera". Esa frase me gusta mucho, en particular.
Se podría atribuir a que si yo, Alice, Tieze y Eugeo cortamos todas las flores de la sierra, eso no representaría que se acabe la primavera, porque seguiría estando de pie. No solo eso, la siguiente primavera las flores crecerían más largas y frondosas que cuando fueron cortadas...
-Maldita sea. -Mascullé mientras tenía un bocado en la boca.
-No hables con la boca llena. -Me regañó Alice. -¿Y por qué lo dices?
-Debí traer lápiz y papel...pero los olvidé en la cabaña. Simplemente me llevé una mano a la mandíbula, lamentándome en mi situación. -Sigh, ni modo. Espero poder retener la información en mi cabeza.
-Sin duda lo harás, no deberías preocuparte por ello.
Ya teníamos todo recogido, todo en orden, y dispuestos a encaminarnos de regreso al pueblo. Una mariposa amarilla pasó frente a nosotros, Alice se puso detrás de mí, ella temía nuevamente.
Extendí mi mano para que pudiera aterrizar en el dorso de la misma. La pequeña lo hizo, la llevé hasta el rostro de Alice, quien la miraba con precaución.
-Ella no te podría lastimar, es muy débil y muy frágil. -Le dije, dejándola en los cabellos rubios de Alice, la pequeña mariposa estaba encantada sin duda alguna.
Alice se tranquilizó con lo que le dije, extendiendo su mano para que la mariposa se pusiera en su mano, pero la pequeña alzó vuelo, alejándose instantáneamente. Desde el viaje a la ciudad costera ya no he vuelto a tener esa banda amarilla en el brazo, me la volveré a poner cuando regresemos a la cabaña roja.
Era fresco, húmedo y frío el ambiente de la sierra durante la bajada que llevábamos, era bastante más sencillo que de subida.
El aire golpeaba medianamente fuerte, haciendo mecer los arbolitos que nos rodeaban como de igual forma lo hacía con los grandes colosos de madera que nos impedían ver parte del gran Gigante Amarillo aunque nos alumbraría todo el camino, no como en la subida.
La bóveda celeste ahora si era en verdad celeste, nada de grises. El sol ya había salido, me daban ganas de cantar Here comes de sun al lado de Eugeo, ambos sabemos la letra y eso es todo lo que necesitamos.
Al fin de regreso en el pueblo, las actividades de todos los días se lograba. Algunos caminaban a sus trabajos en la ganadería, o en la mina, que era famosa desde mucho tiempo atrás, incluso antes de la Guerra civil.
Nos sentíamos ligeramente cansados de tanto caminar. Kirito me dijo que me invitaba a desayunar a la cabaña, a lo que accedí con gusto, pero antes tenía que dejar las cosas.
Le dije a Tieze que se adelantara con ellos dos y que yo los alcanzaba en menos de lo que cantaba un gallo. Estaba cansado, sí, pero podía correr lo suficientemente rápido para poder alcanzarlos.
-Solo date prisa, amor. -Me dijo Tieze, que me dio un pequeño beso en los labios.
-Los veo allá.
Me percaté al instante que Humbert nos estaba viendo. Ni siquiera me molesté en saludarlo, yo seguí mi camino. Estoy casi convencido en que vendrá a joderme al ver que voy solo, pero ya estoy más que preparado.
Y así fue, saliendo de dejar las cosas en la carpintería, Humbert me esperaba en la entrada.
-¿Y a que te saben? Si no puedo probarlos al menos quiero saber su sabor.
-No sé de qué me hablas, patán. -Le contesté con indiferencia.
-Los labios de Tieze. Todavía que me la quitas ¿y ahora lo presumes de esa forma tan descarada?
-No seas idiota, ¿Cómo te voy a quitar algo que no es tuyo? Ella no es tuya, tampoco es mía, las mujeres no tienen dueño, Humbert. Ese es tu error, piensas mal.
-¡De todas formas lo presumes, te encanta! ¡¿no es así, maldito?!
-Vete haciendo a la idea de que así será para toda la vida. -Me acerqué a Humbert ya que no iba a discutir más con él, puse mi mano en su hombro. -Por qué te guste o no, Tieze y yo nos vamos a casar. Seguramente podrás conseguir novia rápidamente con todo el dinero que tienes, ¿Qué has de temer?
Seguramente no tendría más que decir, por lo que me fui al instante.
-¡¿En verdad lo dices tan fácilmente?!
-Humbert...yo también pasé por desilusiones amorosas, de hecho lo hice antes de ser novio de Tieze. Piensas que es el fin del mundo, pero ni al caso, tienes a tu familia, a tus amigos, eso vale más que cualquier otra cosa, es lo último que te quedará cuando no tengas nada más.
La verdad es que nunca pensé decirlo, pero que lastima me da Humbert, puedo entender su situación por lo que me pasó con Alice. Pensar que puede comprar el amor de una mujer, no hay peor locura que pensar eso.
De todas formas espero que entienda lo que trató de decirle. Al revisar la hora en mi reloj me di cuenta que se me hacía tarde, comencé a correr lo más rápido que pude.
-¡Si, corre, cobarde; eso es lo único que sabes hacer cuando no tienes nada más que decir!
Podría voltearme y darle una paliza al desgraciado para demostrar que sé muchas cosas más de las que él piensa, ¿pero que gano con ello? Solo perdería tiempo y nada más, que basura.
Para mi suerte, y justo como lo esperaba, los alcancé pronto, estando todavía a unos minutos de la cabaña roja. Al escucharme correr, se voltearon, deteniéndose para esperarme.
-Pensé que tardías menos, pero que bueno que llegas. -Dijo Tieze.
-Tuve un pequeño contra tiempo. -Me apoyé sobre mis rodillas y jalé un poco de aire.
-Deberías dejar de fumar, Eugeo. -Opinó Kirito, a lo que mis ojos se abrieron.
-¡¿Dijiste algo?! ¡no te escuché nada! -Espero que Tieze no haya escuchado nada.
-Te dije que tenía razón. -Tieze me jaló del cabello. -Te dije que no era la única que lo opinaba, ¡deberías dejar de fumar de una buena vez!
-Yo no escuché tal cosa, ya estas inventando cosas. -Mentí, tratando de conseguir que Tieze me dejara del cabello.
-Cuando nos casemos vas a tener esa pipa como recuerdo de tu soltería, ¿quedo claro?
-Más o menos, más o menos.
-Tch, eres más necio que un niño.
Estaba ya a acostumbrado a que Tieze me regañara frente a los muchachos...pero siempre era igual de humillante, teniendo que soportar que Kirito y Alice se rieran de mí, carajo.
-Y eso es lo que decía Platón acerca de la anamnesis, nosotros ya hemos nacido pero no recordamos nada de nuestra vida pasada por que nuestra alma fue encerrada en un nuevo cuerpo, pero no nuestros recuerdos del mundo de lo sensible, de las ideas, por lo que nuestro objetivo es volver a recordar lo olvidado. -Explicó Kirito mientras recogíamos la cocina de la cabaña roja.
-¿Recordar nuestra vida pasada? ¿Pero qué tal si nacemos en otro país, en una época completamente diferente? -Cuestionó Tieze, aunque creo que la duda la teníamos todos.
-El objetivo no es recordar nuestra vida pasada, no. El objetivo es recordar los conocimientos que hemos olvidado, como lo serían las matemáticas, la historia, la filosofía; cosas de griegos, en pocas palabras.
-Buen punto, esos griegos siempre me han complicado la vida en la escuela. -Dije, porque nunca los entendí del todo que carajos querían decir.
-Es normal. De hecho, Alice está pasando por un proceso de anamnesis, ella conoce cosas que no sabe conocer, es algo curioso.
-Sí, ¿Cómo es que se tocar algunos instrumentos que ni siquiera conozco el nombre?
-Como ser roca y no saber que se puede rodar... -Susurré, una vez escuché algo así.
-Vaya ánfora hemos tenido, pero creo que lo mejor es detener antes de que empiece a oler a quemado aquí adentro. -Rió Kirito con su típica sonrisa mostrando los dientes y cerrando los ojos. -Nos vamos a calcinar el cerebro de tanto pensar.
-¿Qué es la paideía? -Pregunté.
-¿La paideía? Tengo entendido que, si mis clases de filosofía no me engañan, es cuando recordamos lo que se nos transfiere del mundo de lo sensible al mundo de las ideas; quiero decir, es la educación que nos dan, va de mano con la anamnesis.
-Ya...creo que entiendo un poco.
-Vamos hombre, si es que no es muy difícil.
Al final, Kirito y yo nos quedamos de ver en un bar en la noche, claro que a espaldas de las chicas, no queríamos que se enteraran ya que hablaríamos de cosas más "personales".
Yo estaba acostada en la cama, vaya que me cansó un poco la caminata de regreso al pueblo. Kirito se sentaba en la mesa, escribiendo, siempre me han dado risas los gestos que hace al trabajar en algún nuevo poema; puedo notar su desesperación, frustración y alegría al terminar.
Ni siquiera tengo que preguntarle cómo va, sus expresiones me lo dicen todo, creo que por ello dicen que una imagen vale más que mil palabras.
-¿Es lo que dijiste que se te ocurrió en la sierra? -Pregunté.
-Así es, lo bueno es que pude conservar algunas ideas y se me ocurrieron nuevas mientras veníamos para acá.
-¿Cuántos llevas escritos?
-Cerca de doce, tengo planeado que sean veinte, como lo hizo Pablo Neruda.
-Ah, Neruda. No es mi poeta favorito pero tiene lo suyo.
Al hablar de ese tema, me levanté de la cama con todo el esfuerzo del mundo detrás de mí, tomé uno de los libros de poemas de Pablo Neruda y comencé a releer algunos que me parecían muy lindos.
Mis favoritos son Ausencia y Ángela Adónica porque se nota que fueron hechos con y por amor, siendo algo tan lindo.
Espero que algún día Kirito tenga el talento de Neruda y que me describa en tantos y tantos poemas que se le vengan a la mente, me sentiría muy alagada.
No obstante, últimamente esta escribiendo mucho acerca de la amistad, de todos modos lo puedo comprender. Es normal que tenga esa "fiebre de amistad" tras reencontrarse y reconciliarse con su mejor amigo de la infancia ¿Quién no lo haría?
Lamentablemente, yo no tengo amigos con quienes reencontrarme, pero eso no es algo que me entristezca, me alegra. Reencontrar quiere decir "volver a encontrar" yo no quiero eso, yo quiero estar siempre con las personas que estimo y que aprecio, sabiendo que me quieren y que yo los quiero.
No quiero que ninguno de los tres me abandone alguna vez...
El bar siempre ha sido buen lugar para desahogarse en las penas del día a día. Desde que me enteré que Tieze se iba a casar, frecuento éste sitio más de lo que quisiera aceptar, pero no tengo de otra, eso me hace olvidar dos cosas:
Que Tieze se va a casar con un pobre carpintero y leñador.
Que ese maldito pobre carpintero y leñador es la persona que me robó lo que quería.
-¿Gusta algo más, señor Humbert? -Me preguntó el mesero.
-Tráeme un vaso más. -Le dije, dándole el que tenía en la mano tras beber lo que quedaba.
Lo único peor que podría sucederme es tener que "ahogar mis penas" con alcohol barato, ni que fuera digno de mí.
Notaba como varios a mí alrededor susurraban cosas...cosas que tienen que ver conmigo. Ya todo el pueblo sabe que fui rechazado por una chica que se va a casar con un leñador, seguramente ese maldito Eugeo fue quien soltó a decirlo burlándose de mí en el proceso.
La verdad es que estoy sobrado de darle una paliza a ese desgraciado, me debe varias: impedirme conversar con Tieze, hacerla sufrir a ella para luego robármela, burlarse a mis espaldas de que se va a casar con ella...Tieze no es mujer para él, ¡pero no lo puede ver!
Imaginarla en el vestido de novia que usará en aquel día me hace hervir la sangre, me hace querer matar a Eugeo... "matar a Eugeo"...ese plan puede ser lo mejor para apartarlo de mi maldito camino de una vez por todas.
El bar estaba medio vacío, era día entre semana. Naturalmente habíamos dicho que iríamos a hacer algunas "cositas" entre amigos, algo relacionado con la carpintería.
Yo le dije a Tieze que Kirito quería que le reparara una mesa que estaba rota en la cabaña roja, y que por ello iría a su casa, no importaba que fueran las ocho de la noche.
Según "no iba a tardar" en darle mi contemplación de que era lo que podía hacer. Él me dijo que le inventó a Alice que iba a ir a mi casa por a ayudar con algunas cosas de la carpintería...que de igual forma no iba a tardar tanto.
Nos encontramos en la plaza del pueblo, frente a la iglesia. Llegábamos al mismo tiempo, estrechando la mano como buenos camaradas que éramos.
-Ocho en punto, que buenos somos con el tiempo. -Bromeó él.
-Es hora de darnos prisa, mientras menos tardemos, mejor.
-¿Y qué vamos a hacer con el olor que nos dejen las cervezas?
-Hum...¿Qué tal si bebemos algo que enmascaré el olor? Yo que sé, algún licor de hiervas que te destapé la nariz de solo olerlo.
Kirito se puso la mano en la barbilla, pensando. -Se nota que ya tienes experiencia en esto, ¿Qué hiciste mientras no nos veíamos? -Me preguntó, rodeando mi cuello con su brazo.
-¡Oye, no hagas eso! -Le pedí, se me hacía algo incómodo. -Me lo enseñaron en el colegio militar.
Al entrar, algo en la atmosfera me incomodaba, se notaba que algo raro sucedía. Creo que algo no anda bien por aquí, pero quien sabe.
Nos sentamos en uno de los rincones del lugar. Aquí el ambiente era más tranquilo y menos pesado, quien sabe que era aquella sensación tan extraña que sentí al entrar.
-Oye, ¿no sientes que la atmosfera está un poco "extraña"? -Me cuestionó Kirito, al menos ya sé que no me volví loco.
-Ligeramente...¿será que están fermentando cerveza? -Supuse.
-Quizá...
Kirito no llegaba, ya había pasado la hora y no estaba en la cabaña. Recuerdo lo que dijo "no tardo". Si se quedó a cenar y no me invitó me enojaré muchísimo con él.
Lo que sí es que me alarme muchísimo cuando por mi mente pasó la idea de que las mariposas amarillas se lo habían llevado. Comencé a respirar rápidamente, mi corazón me dolía tanto que tuve que ponerme la mano en el pecho, sentía como si alguien me lo estuviera apretando.
Creo que lo mejor será ir a buscarlo a la casa de Eugeo para ver qué sucede, estoy muy preocupada.
Ya era el tercer tarro de cerveza que bebíamos. Le contaba a Kirito lo que aprendí en el colegio para zafarme de los castigos por beber.
Fumar podíamos, beber era prohibidísimo. Las cosas eran simples, diluir con agua un poco de licor de hierbas, el más fuerte que se tuviera y hacer gargajos con eso.
Otro consejo era no correr ni estar en lugares calientes para no sudar y que el olor no se comenzara a esparcir, además de no estar en lugares cerrados con alguno de los oficiales.
Para la resaca simplemente era tomar electrolitos y al momento de correr, dejarse caer en algún momento después de la mitad de la carrera, alegando un golpe de calor o una bajada de presión sanguínea, eso funcionaba.
Vaya que Kirito se quedó bien asombrado, no conocía ninguno de esos trucos. Claro él y yo no éramos mucho de beber, únicamente de fumar, en especial yo.
-Lo bueno es que jamás necesité de esos consejos. Se puede decir que soy relativamente "sano", no fumo, no bebo demasiado, sólo me falta hacer ejercicio, aunque eso cambió desde que llegué aquí a la sierra. -Me explicó él.
-Sí, el único defecto que tengo es que me gusta fumar con algo de regularidad. Tch, eso hace que Tieze se moleste mucho.
-Ja, eres un mandilón.
Kirito y yo nos reímos bastante fuerte, seguramente nuestras risas se escucharon por todo el bar, algo que no fue del todo bueno.
Se escuchaban pasos pesados, además de varias personas discutiendo. Las sonrisas se callaron inmediatamente al escuchar aquello, ¿Qué estaba sucediendo?
Nuevamente la sensación extraña me rodeaba, como si fuera algo malo. Kirito me volteó a ver, su rostro me decía que sentía lo mismo que yo.
En eso, Humbert apareció frente a nosotros, siendo vigilado por varias personas, como que tratando de evitar que hiciera algo estúpido, que siempre tenía esa maldita costumbre.
-Tu... -Dijo, apuntando directamente hacía a mí.
-¿Qué es lo que quieres, Humbert?
-Ajustar cuentas contigo, me debes algunas cosas que me pienso cobrar ahora mismo.
-¡Ya tuvimos esta maldita discusión, no te debo nada, yo nunca he hecho nada para joderte, así que mejor lárgate de una vez! -Me levanté, golpeando la mesa para tratar de asustarlo.
Ya le había partido la cara una vez, puedo hacerlo ahora ya que se nota apenas puede sostenerse de borracho.
-¿De verdad? ¿No te das cuentas de todo lo malo que me has hecho, desgraciado infeliz?
-Yo no te hecho nada para que puedas odiarme, Humbert, simplemente hacía cumplir las reglas del cuartel, simplemente protegía a mi mejor amiga.
-¿Tanto así, ¡que la hacías llorar por tus estupideces?!
-Eso ya es agua pasada, por algo ella y yo nos vamos a casar, fue ella quien me lo propuso, pero luego le di una respuesta certeza.
-Pues no voy a permitir que ella esté con alguien como tú. -Humbert tomó una botella, rompiéndola contra la misma mesa de donde la había tomado. -Primero te veo muerto.
Kirito se levantó y se hizo unos pasos para atrás, me puse delante de él, poniendo mi brazo para cubrirlo. No quiero que nadie salga lastimado, ni siquiera Humbert.
Ahora mismo los sentimientos de lástima que le tenía, crecen mucho más al verlo así, pensando que tiene la razón cuando está completamente equivocado.
Al ver que corría contra mí, tiré la mesa, pateándola contra él. Humbert estaba muy borracho, no pudo aguantar el golpe y cayó de lleno.
Aprovechando que no se podía poner de pie, pateé la botella rota de su mano, lanzándola lo más lejos posible.
Entre varias personas, ya fueran encargados del bar o simplemente los que se encontraban ahí, lo levantaron y se lo llevaron de inmediato.
-¡Suélteme, déjenme matar a ese malnacido! -Farfullaba al tiempo en que era sacado del bar.
-¿Llamamos al sheriff? -Le preguntaron a Kirito.
-No, ya tendrá suficiente con la vergüenza y la resacada de mañana. -Ayudé a levantar la mesa y a poner todo en su lugar. -Perdón por lo de la mesa, si está muy golpeada pueden llevarla conmigo para que la arregle, ¿Cuánto será junto con los vasos?
-Despreocúpate por los vasos, prefiero que se rompan a que alguien resulte herido. Hiciste bien en no golpearlo, Eugeo.
-Gracias, señor. Simplemente ya no le encuentro sentido a pelear con ese idiota.
Kirito y yo salimos del bar para poder irnos tranquilamente de regreso a nuestras casas, sorprendentemente la plaza del pueblo se encontraba bastante vacía, seguramente porque mañana será jueves.
Kirito no estaba en casa de Eugeo, Tieze fue quien me recibió. Curiosamente Eugeo no estaba tampoco, por lo que ella me dijo que seguramente habían salido a escondidas de nosotras dos.
-Pero ya vera ahora que lo tenga enfrente. Tiene suerte que todavía no estamos casados o le pediría el divorcio. -Me dijo.
-Si está con él me tranquiliza un poco más...pero aun así.
-Te diría que los fuéramos a buscar pero mejor no, ¿quieres que te acompañe a la cabaña? De todos modos tengo que salir.
-Está bien.
Notaba que Alice un poco preocupada. Yo estoy molesta con Eugeo, ¿en verdad miente para poder salir? Si me hubiera dicho que quería platicar con Kirito en algún bar yo lo hubiera dejado ir sin problemas, vaya hombre.
Ambas íbamos del brazo, caminando lentamente. Cuando llegó la hora de separarnos, lo hicimos. Eran las ocho cuarenta, no era muy tardé todavía, simplemente me despedí de Alice y ella se fue caminando a la cabaña roja.
Iba pasando por uno de los varios jardines que tiene el pueblo, note que varías personas preguntaban "¿A dónde fue, a dónde fue?" una y otra vez. Sólo Dios sabe que habrá pasado.
Varios de esas personas usaban linternas para alumbrar el camino, ¿habrá algún ladrón en el pueblo? Eso es casi imposible, todos conoces a todos.
Si alguien robara en Guayacán, nadie se quedaría sin enterarse, pero no he escuchado que nadie grite "Ladrón".
Estaba bastante obscuro por donde pasaba, el alumbrado público se volvía a fundir en el Jardín de los Samurái.
Escuché unos pasos detrás de mí, alguien me tomaba con fuerza, tapándome la boca. Mi corazón se estremeció, ¿Qué estaba pasando?
Comencé a luchar desesperadamente, esa persona que no sabía quién era me arrastraba por el jardín, ¡en verdad, ¿Qué está pasando?!
Esa persona me tiró al suelo, luego pude sentir un golpe bastante fuerte en mi rostro, pero aun con esas pude ver quien era esa persona: Humbert.
Se puso sobre mí, tapándome la boca el muy desgraciado, comencé a gritar lo más fuerte que podía, pero ahogaba mis gritos.
-Tal vez no pueda tomarte por las buenas, ¿pero por las malas?
El sucio comenzó a besarme el cuello, tratando de desabotonar mi blusa, yo lo tomé del cuello, tratando de quitármelo de encima.
Suerte para mí que en el Quinto Regimiento me enseñaron a cómo defenderme, no le puedo ganar, pero puedo pedir ayudar.
Le rasguñaba la cara para que aflojara la mano con la que me tapaba la boca, ya mi playera estaba desabotonada, pero no iba a parar de luchar. Le metí los dedos en los ojos, con lo que aparté su mano.
-¡¡¡Ayúdenme!!! -Grité a todo lo que mis pulmones me permitieron.
-¡Maldita zorra, cállate! -Volvió a taparme la boca, pero lo hizo mal, hundí más fuerte mis dedos en sus ojos y le mordí la mano, dándole un rodillazo en las costillas.
-¡¡¡Por favor, ayúdenme, por favor, ayúdenme!!!
Las linternas comenzaron a alumbrarnos, grité mucho más fuerte.
-¡Ahí está, vayamos por él!
-¡Eres una puta! -Se levantó de inmediato, yo me arrastré lejos de él, pero Humbert estaba tan enojado que me dio una patada el canalla, echándose a correr.
-¡No lo pierdan, no se les olvidé que esta borracho!
-¡Atrápenlo!
Uno de los muchachos que lo perseguían se detuvo para ayudarme, levantándome con cuidado.
-¿Estas bien, señorita?
-N-no miré. -No lo soporté, me puse a llorar a la vez que me abrochaba la playera, el chico se tapó los ojos de inmediato. -Ya está.
-Déjeme ayudarla, la llevaré al hospital. -El muchacho me cargó, no sabía quién era él pero lo abracé fuerte, estaba muy asustada, estaba llorando. -Tranquila, ya está bien, tranquila por favor, ¡alguien llamé a una ambulancia, alguien que tenga un auto, lo que sea, incluso una maldita mula!
Varias señoras salieron de sus casas a ver qué pasaba, acercándose rápidamente al joven y a mí.
-Es la hija de los Shtolienen, la muchacha que se iba a casar.
-Por El Santísimo.
-¡Rápido, está lastimada, tengo que llevarla al hospital!
Un señor salió de inmediato de su casa, seguramente no sabía que pasaba, pero al verme en los brazos del chico, abrió la puerta trasera de su auto.
-¡Date prisa muchacho, trata de sentarla aquí! -Dijo, por lo que mi ayudante corrió hacía el auto.
Me senté como lo solicitaron, abrazándome a mí misma, llorando todavía. -Gra-gracias. -Le dije a mi salvador.
-¡En marcha! -El auto arrancó lo más rápido que pudo, tomando rumbo al hospital...
Eugeo y yo estábamos en la plaza, había algunos policías corriendo hacia el sur de la ciudad, ¿habrán robado algo? Quien sabe que estaba pasando.
Al tratar de cruzar una de las calles, un auto que iba a toda velocidad sonaba el claxon desde bastante camino atrás, pero aun así casi nos atropella.
-¡Más cuidado! -Le grité.
-Rayos, ¿Qué está pasando aquí? hace diez minutos todo era tan tranquilo. -Observó Eugeo, pero vaya que tenía mucha razón.
-Seguramente saldrá en el periódico de mañana. Algo no me huele bien, policías moviéndose a todos lados, gritos por aquí y por allá, un maldito auto a todo lo que da, algo pasó.
-Sigh, sólo Dios ha de saber que pasó exactamente.
Un chico iba corriendo a toda velocidad, haciéndonos señas a nosotros dos.
-¡Eugeo, Eugeo, Eugeo, pasó algo, algo muy grave que tiene que ver con tu prometida! -Gritó el chico mientras se nos acercaba.
Pude ver como Eugeo abría los ojos, poniéndose blanco como un papel, corriendo de igual forma tan rápido para alcanzar al chico.
-¡¿A Tieze, que le pasó, le sucedió algo?!
-¡Humbert la intentó violar, no te preocupes, no le logró hacer nada el muy canalla pero si le dio una patada por que los gritos de Tieze lo delataron!
Eugeo se llevó las manos a la cabeza, derribándose sobre sí mismo.
-¿Humbert la intento vi-violar? -Se puso a respirar tan rápido, se notaba al borde del llanto.
-Gracias a Dios no le logró hacer nada, pero esta si ya no se la perdona nadie, ahora si va derecho a la cárcel el muy maldito.
-No, ¡yo lo mató, juro por Dios mismo que lo mato!
Eugeo se fue corriendo, el chico y yo tratamos de ir tras él, pero corría muy rápido, no lo logramos alcanzar.
-¡Seguramente va a ir a la casa de Humbert, es el único lugar que se le puede venir a la mente! -Me dijo el muchacho.
-¡Maldita sea, Eugeo no está pensando con la cabeza fría!
Corrimos y corrimos para dar a la casa de Humbert, pero quien sabe que pasaba.
Nos encontrábamos corriendo por la calle de Samuel Mártir, donde vimos como Eugeo golpeaba a Humbert en la cara, derribándolo contra un auto.
-¡Maldito, te mataré, a mi puedes hacerme lo que quieras pero a Tieze no le pones ni un dedo encima!
Al tenerlo derribado, Eugeo le daba una paliza a Humbert, quien estaba en el suelo, sangrando por la nariz, boca y oídos.
-¡Basta, déjalo, Eugeo, déjalo! -Entre el chico y yo, logramos apartar a Eugeo de Humbert, quien tosía sangre.
-¡Maldito, te voy a matar, dijiste que era yo quien debía morir pero ese vas a ser tú!
Humbert, levantándose del suelo para limpiarse la sangre con su mano, sacó un revólver, apuntándolo contra nosotros, disparándole a Eugeo en el abdomen.
-¡¡¡Eugeo!!! -Grité lo más fuerte que pude.
Humbert tiró el arma y se fue corriendo, tambaleante.
-¡Eugeo!
-¡Maldita sea, voy por ayuda! -El chico se fue gritando "Ayuda, tenemos un herido, por favor, ayuda".
-¡Eugeo!
Me hinqué en el suelo, tomando a Eugeo entre mis brazos mientras su camisa azul se manchaba de rojo, haciéndose más grande poco a poco.
Podía sentir como su respiración se agitaba, me tomó de la mano, apretándola fuertemente.
-Kirito...me duele, me duele mucho.
-¡Aguanta amigo, ya viene la ayuda, te pondrás bien!
-¿Me pondré bien? E-eso es lo que quiero...no me voy a morir, ¿verdad?
-¡Dices otra vez que te vas a morir y soy yo quien te matará pero a golpes, vamos a salir de esta, como lo hacíamos de niños, ¿te acuerdas?!
-Sí...sí me acuerdo, siempre nos metíamos en problemas y salíamos de ellos si trabajábamos en equipo.
-¡Y eso haremos, tenemos que trabajar en equipo, necesito que pongas tus manos en la herida, aprieta fuerte, no importa que tanto te duela pero tienes que hacer presión!
-S-sé cómo tratar una herida...y eso funciona bien...
-¡No te vas a morir, ¿me oyes? No te vas a morir!
-No quiero morir, me da miedo, todavía no me caso con Tieze.
-¡Vas a vivir para tu boda, no te preocupes, imagina que estas con tu traje de soldado y ella con su vestido, yo ya lo vi, es hermoso, muy hermoso, Alice le tenía mucha envidia!
Nunca antes había visto el vestido de Tieze, pero prefería que Eugeo se diera una idea de cómo era, así fuera mentira pero eso lo tranquilizaría seguramente.
-¡Piensa en ella, piensa en Tieze, hazlo, hazlo!
-Tieze...n-no te lo había dicho, pero yo la amo mucho más de lo que llegué a amar a Quinella o a Alice juntas, y eso es mucho decir.
-¡Yo lo sé, no hace falta que lo digas!
-Kirito tengo frío...tengo mucho frío...
-¡Ya viene la ayuda, no te desesperes!
-Alice...mis hermanos...Kirito...Tieze...papá...ma-mamá, ¡mamá!
-¡¡¡Eugeo, no me dejes, no me dejes, por favor!!! -Me solté a llorar.
-¡Mamá, mamá, no quiero morir, no quiero morir, mamá!
-¡No te vas a morir! Eugeo, ¡¡¡No te vas a morir!!!
-Tieze...Tieze... -Eugeo comenzó a sonreír, me tomó de la mejilla, estaba comenzando a cerrar los ojos. -Tieze...sólo Dios sabe cuánto te amo...te prometí que siempre estarías en mi mente, y nunca fue mentira.
-¡No me dejes Eugeo, quédate a mi lado una vez más!
La mano de Eugeo que me sujetaba la mejilla cayó estrepitosamente, Eugeo cerró los ojos pero nunca dejó de sonreír. Creo que se encontraba feliz de pensar que Tieze estaba ahí junto con él, viéndola a ella en vez de a mí en sus últimos segundos de vida.
Al final, Eugeo le cumplió la promesa de que ella estaría en su mente cuando él muriera.
Estaba ahí, en mis brazos con esa sonrisa tan autentica, muriendo feliz de que ella estuviera en su corazón y en su mente a pesar de estar en algún otro lugar.
-¡¡¡Eugeo!!! Por favor, por favor no me dejes Eugeo. Vive, tú tienes mucho que vivir, tendrás muchos hijos con Tieze, serán muy felices, harán tantas cosas juntos, piensa en ella, ¡piensa en ella! Por favor amigo, no me dejes...ya no otra vez...
Y, a pesar de mis deseos llenos de desesperación, ahí estaba Eugeo: muerto en mis brazos y con mis lágrimas en su rostro.
Lo único que me duele de su partida es que nunca pude decirle lo buen amigo que era y lo mucho que lo apreciaba...
Ya únicamente me queda esperar que su amor por Tieze lo guíe a donde vaya a terminar, sólo Dios sabe en dónde va a tener su descanso eterno, aunque nunca antes había creído en esas cosas... lamentablemente lo hice hasta ahora.
-Buenas noches...Eugeo.
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😢😢😢😢😢😢
Y así, Eugeo chupó faros :'c
Lloré mientras escribía está parte, esas palabras que dice Kirito son las mías, es lo que yo le dije lo personaje mientras escribía su muerte 😢😢😢
Stay cool, Eugeo. Vivirás eternamente en nuestros corazones 😢
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes
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