El principio del fin de la primavera
Ya se notaba un ligero cambio en el ambiente...la primavera estaba por acabarse. Alice se ubicaba a mi lado, abrazándome tras encontrarme llorando la noche anterior, en el fondo sentí un poco de vergüenza por eso.
Traté de no despertarla nuevamente, saliendo cuidadosamente de la cama para cambiarme. Tomé la carta que era para mamá y la puse en mi bolsillo, quería darme tiempo para ponerme a pensar las cosas una vez más.
Cada día que pasaba significa un día menos con Alice...las semanas con ella ya son algo que forma parte de mí. En verdad mi amor por ella ha crecido desde que nos encontramos en aquel lugar tan remoto de la sierra, teniendo alegrías y discusiones durante nuestros primeros días juntos; luego pasó lo de Eugeo, a quien odié de una manera tal que nunca creí ser capaz de odiar a alguien por tratar de llevarse a Alice de mi lado.
No soy el típico idiota que dice "extrañaría los días con ella" yo extrañaría todo de ella, así sean sus momentos de enojo en contra mía...la extrañaría a ella y nada más.
Me senté en el pórtico de la cabaña roja para poner mis pies en la fría arena que estaba a la sombra de la misma, poniéndome a pensar. Cuando me reconcilié con Eugeo y cuando nuevamente logré reconciliarme con ella, ya no ha pasado nada más, nada que pueda ser sorprende.
Pero no necesito que los días con ella sean sorprendentes para poder amarla para toda la vida.
En cuanto a Asuna...no sé por qué, pero por más que trató de arrancarla de mi corazón, no puedo, no logro hacerlo...pero ya no me molesta. Se puede decir que mientras Alice y yo estemos juntos, estaré tranquilo.
Pero me quita la tranquilidad el saber que tengo que decirle que me iré en unos días del pueblo y que ella no puede venir conmigo, ¡¿Qué hacer, qué hacer?! Supongo que...pensar, no tengo más de otra.
Podría acomodar mis cosas el día anterior con el pretexto de que tengo que ordenar, irme muy temprano con el boleto de tren en la mano...y escapar de ella sin decirle adiós. Mal de mi que no tengo el corazón para hacerle eso a Alice, ella no lo resistiría y yo tampoco, bajaría del tren así fuera a toda velocidad para ir de regreso a la cabaña roja de Guayacán para abrazarla una vez más.
Aunque nunca me había preguntado algo...¿Por qué ella vino a mí? ¿Por mis pecados? ¿Por mis obras buenas? ¿Qué buenas obras he hecho yo en todo caso? Y pecados...esos no me faltan para nada.
¿Qué es esto si no más que una prueba de un cruel destino traicionero? Teniendo a tantos como yo, me escogen a mí: un poeta fracasado, un hippie marxista y una persona que no tiene ni la más remota idea de que carajos hacer con este futuro que tiene por delante.
Si ella vino a mí a causa de mis pecados, que es lo más probable, ¿Qué tengo que hacer? ¿Aumentarlos? ¿Sera ella mi penitencia por todo lo malo que he hecho en la vida? O Alice será un ángel que vino a este mundo únicamente para mostrarme el camino correcto por los pecados que he cometido.
-¿Lloras otra vez? –Alice enredo sus brazos en mi cuello, dándome un beso en la mejilla.
-No. Estoy pensando en algún nuevo poema para escribir. –Le mentí.
-No es bueno pensar con el estómago vacío, ¿desayunamos algo para luego ir a dejar la carta para tu mamá?
-Había olvidado por completo que tenía que hacer eso. –Mi voz se notaba con desanimo, claramente estaría deseando la muerte con estas situaciones que tengo por delante.
Alice mi miró, preocupada, lamentablemente se había dado cuenta de mi desanimo. Simplemente me tomó de la mejilla para verme los ojos, tratando yo de resistirme.
-¿Qué tienes, Kirito?...
-Tú ya sabes que es...
-No es verdad...¿Por qué me mientes incluso cuando prometiste que no lo harías nuevamente? –Podía verlo en sus ojos...Kirito me mentía, por alguna razón. -¿Prefieres no decirme que pasa?
-Sí...prefiero eso...te lo diré luego, cuando me deje de causar tanta tristeza.
-Ay Kirito. –Me puse frente a él y lo abracé muy fuerte, él nuevamente comenzó a llorar en mi hombro y también me abrazo tan fuerte que incluso me lastimaba un poco.
Ya no es el mismo desde aquel día, algo en verdad se fue para siempre al momento de que "eso" sucedió. A mí tampoco me gusta recordarlo ya que es recordar al viejo Kirito, el que siempre estaba alegre y sonriente en todo momento.
Entramos a la cabaña para que no lo vieran llorar, lo puse en mi regazo y dejé que pudiera llorar a gusto. Me preocupa mucho verlo así...pero no puedo hacer nada para que cambie, no puedo conseguir que olvide su tristeza.
-Vi entrar señora muy blanca, muy más que la nieve fría, por dónde has entrado amor, cómo has entrado a mi vida"..."un día no puede ser, una hora tienes de vida. Muy deprisa se cansaba, más deprisa se vestía ya se va para la calle en donde su amor vivía.
-Reconozco esa canción...El enamorado y la muerte, de Víctor Jara.
-Te falta algo más.
-Hum...no, según yo eso es todo.
Tomé un libro que tenía al lado y le golpeé suavemente la cabeza a Kirito como castigo a su mala memoria.
-Es del primer libro de poemas que me compraste...pero te saltaste varías partes, ¿Por qué?
-No sabía si estaba enamorado de ti. Ese poema describía nuestra situación, pero no creí que llegara a ser romántica. Alice soy un cobarde.
-No lo eres, no lo digas.
-¡No Alice, si lo soy! –Kirito se levantó de mis piernas y se hizo unos pasos para atrás, seguía llorando. -¡Mírame Alice!...soy un cobarde, no tenía valor para decirte que te amaba, no tenía valor para confiar en ti, ¡no tengo valor para decirme lo que pasa!...¿ahora entiendes por qué digo que soy un cobarde?
Fue entonces que me levanté y me puse frente a él, tenía una expresión dura. No estaba enojada, pero no me gustaba escuchar eso. Cerré los ojos, mi respiración se agitó bastante y le di una cachetada fuerte a Kirito, incluso él mismo se sorprendió, sus ojos me lo decían todo.
-No eres cobarde, ¡nunca supiste como expresar tus sentimientos, tu corazón es muy cerrado con todos, incluso contigo mismo!
La marca de mi mano se quedaba impresa en la mejilla de Kirito, me parece que las nuevas lágrimas de sus ojos no son por la tristeza, es por el dolor que le causó mi cachetada.
-Pero el no querer abrir mi corazón es por cobardía. Alice tengo miedo de lo que pueda pasar si es que te digo lo que siento, así sea decirte una vez más que te amo...tengo miedo de hacerlo.
-¿Y por qué tienes miedo?
-Por lo que pueda pasar después.
Corrí para abrazarlo, apretando fuerte una vez más para consolarlo.
-Perdóname por el golpe...pero quería probar suerte para ver si así se te reacomodaban las ideas.
-Ya no importa. –La verdad era que el golpe no me había dolido tanto, pero el recibir la cachetada de ella...fue lo que hizo que mi corazón casi se rompiera.
Pasado un rato tras aquella "discusión" y del desayuno, fuimos a Paquetería y correos para dejar la carta que iba destinada a mi madre. Aprovecharía para ver si una carta de Asuna se encontraba en el buzón, era cuestión de revisar si se encontraba pegada la estampilla de color anaranjado que indicaba que se tenía correspondencia.
Iba tomado de la mano con Alice sintiendo el aire de la tarde en nuestros cuerpos. Yo vestido de negro como lo haría Roger Waters, con la única diferencia de mi maldita banda de color amarillo en el brazo derecho.
Alice tenía puesto uno de los tantos vestidos que Kahona-Sama le había regalado. No era lo último en modas...pero era lo mejor que le quedaba a ella, inclusive mejor que a la abuela. No obstante, me sigue teniendo con pendiente el hecho de que ella y mi abuelo estuvieran por casarse.
El vestido era de color azul pastel y finalizaba con un largo borde de encaje color blanco. Tenía algunos dobleces para que fuera más decorativo, y sus botones de dorados en el medio del mismo. Se sujetaba con un listón del mismo tono de azul pastel que el vestido. Puede que no fuera exageradamente detallado, pero a ella se le veía bien.
Yo elogiaba ampliamente a Alice por verse tan bien con ese vestido, algo que a ella le apenaba ligeramente, de igual forma estoy seguro que está encantada con que yo lo haga.
Nos encontramos a Rui en el camino, ella iba al mercado del pueblo para comprar algunas cosas que serían usadas en el restaurante. En eso se me ocurrió la idea de que, tras dejar la carta, podríamos ir al mercado para ver alguna de sus "excentricidades".
Las calles del pueblo son bastante monótonas, pero eso las caracteriza. En el muro bajo son de color rojo y lo restante blanco, separadas por una línea carmesí obscuro, siendo el mismo tono del muro bajo.
La teja naranja siempre ha sido lo mejor en estos lugares, incluso en la ciudad costera siempre fue así. Solo me pregunto por qué escoger ese patrón.
De todos modos hay varios edificios que se saltan esa regla. Y, puede que no sea un edificio, pero el callejón ajedrezado es lo más divertido de este pueblo, teniendo Alice y yo ese juego tan infantil para reencontrarnos en el mismo cuadro.
Se puede decir...que esas son las pequeñas victorias del día para ambos cuando sonreímos y nos divertimos por igual.
Justamente estábamos por entrar a la estación de correo cuando Alice me jaló de la mano bastante fuerte.
-¿Pasamos primero a la librería? Ya terminé el libro que tenía y quiero ver que otro más puedo leer. –Me pidió mientras jalaba mi brazo.
-Hum...tu ve a la biblioteca y yo entrego la carta, ¿vale? Te veo en la librería por que seguro te tardas bastante.
-Está bien. –Alice me soltó de repente, por la fuerza que ponía casi me fui de cara, haciendo que ella se carcajeara de mi desgracia.
-¡Oye! No hagas eso, casi me caigo.
-Ese era el chiste. –Alice dio una última sonrisa y se fue a la librería.
Entrando a la oficina de correos, fui a revisar si tenía cartas en el buzón con la dirección de la cabaña roja, efectivamente había una que era de Asuna. Sonreí sin abrir la boca y cerré los ojos, puse la carta en mi bolsillo y fu hacía el mostrador para entregar la que era para mi madre, pagando lo que era debido.
Salí casi al instante para ir a la librería. Revisé entre los corredores y los estantes blancos llenos de libros, el olor a papel y a viejo era bastante notorio en todo el lugar.
Fue que me detuve cuando vi frente a mí a Alice, ella se había sentado en el suelo para ver con mayor detalle los libros que estaban en la parte de abajo.
Se notaba sumamente concentrada en su labor que ni siquiera se dio cuenta que me encontraba frente a ella, por lo que rodeé al lado contrario, quedando a sus espaldas.
La señorita de la caja fumaba un cigarro y simplemente me vio con una sonrisa al percatarse de que caminaba lento hacía Alice, con las manos en posición de tomar su cadera. Simplemente le hizo un gesto de que guardara silencio y ella regresó a su lectura habitual.
-¡No te espantes! –Grité tomando de la cadera a Alice, ella soltó un grito y...me dio una bofetada.
Saliendo de la biblioteca, ella tenía en sus manos El diario de Ana Frank y yo tenía en el rostro su mano marcada...se notaba muy enojada.
-Sólo fue una broma. –Le dije.
-No fue gracioso...no le encuentro lo gracioso. –Me respondió.
-¿Y si le encuentras lo gracioso a casi tirarme al suelo?
-Por qué no me afecta a mí, claro.
Mis ojos se abrieron por la ligera desesperación que sentí al escuchar esa respuesta tan infantil...de todos modos creo que si me excedí un poco, al igual que ella al abofetearme.
Kirito me tomó de la mano para tratar de contentarme, pero ni con esas lo va a lograr, la verdad es que muchas veces es un pesado, pero tengo que soportarlo para que no se suelte a llorar diciendo "ni siquiera tú me quieres" si se le llega a ocurrir decirme eso se llevará la bofetada más fuerte que pueda darle, incluso varias más.
-¿Vamos al mercado? –Me preguntó.
-Ya te había dicho que sí
cuando me lo preguntaste hace rato. –Le contesté de forma altanera y orgullosa.
-¿Me perdonarías si te compró un vaso con trozos de piña?
Apreté más fuerte su mano con lo que él soltó un quejido...cerré los ojos, pensándomelo un poco.
-Eres un usurero...pero está bien.
-¡Sí!
Dejé de apretar tan fuerte su mano y le di un beso en la mejilla. A veces puedo molestarme con él, pero prefiero que seamos felices a cada momento, así me cueste mucho trabajo no enojarme por sus tonterías. No obstante, ambos nos soportamos mutuamente con nuestras bromas pesadas.
El mercado estaba lleno de gente, varias lonas de color amarillo nos cubrían del sol de las once, siendo bastante fuerte en aquel momento. Se notaba que una nube venía hacía el pueblo, pero si llovía sería ya entrada la tarde o la noche.
Mojarnos un rato en la lluvia no estaría mal, es algo divertido.
Los vendedores gritaban los precios al aire, diciendo lo que vendían. Unas pequeñas montañas de verduras y frutas se situaban en mesas de madera y manteles de plástico.
Kirito y yo nos detuvimos en uno de los varios puestos que vendían fruta, pero uno de ellos ya tenía fruta cortada y preparada...vaya que se notaba deliciosa. No tenía hambre pero mi estómago rugió en mis adentros, siendo únicamente escuchado por mí, pero eso bastaba para avergonzarme un poco.
-¿Cuál es el que quieres? –Me preguntó Kirito mientras observaba los vasos.
-Hum...¿el mediano? –No estaba segura de cual pedir...quizá solo sea para el antojo y ya.
-Si quiere puedo darle una prueba, decida con confianza, señorita. –El vendedor tomó un cuchillo y lo enterró en una de los trozos de piña y me ofreció.
Yo lo tomé con algo de duda, pero al comerlo, estaba más que decidida. Era la mejor piña que había probado en toda mi corta pero a la vez larga vida.
-¡Él paga! –Tomé un vaso grande y con la cuchara de plástico comencé a comer inmediatamente, saboreando cada trozo como si fuera el último.
Kirito y el vendedor comenzaron a reír con bastante gracia, por suerte para ambos, el dinero alcanzaba para pagar aquel "lujo". Creo que por algo dicen que las piñas antes eran algo muy exótico y caro de comer, gracias a Dios eso ya cambio.
A decir verdad, no conozco a Dios ni estoy segura quien sea, pero no dejo de escucharlo en todos lados. "Gracias a Dios" "A rezar a Dios" "Dale gracias a Dios"...tanto que lo escucho pero no lo veo.
Realmente quiero verlo, estar con Él, conocer a Dios...pero no lo puedo ver, ¿será que no vive en el pueblo?
-Oye Kirito, ¿Dónde está Dios?
-¿Eh? Vaya pregunta me haces, Alice. Dios, por lo que tengo entendido, está en el cielo.
-¿En el cielo? ¿En la bóveda celeste?
-No es algo literal, se puede decir que es una metáfora. ¿Recuerdas el mundo de las ideas? Para los que creemos en Dios, el mundo de las ideas es el cielo, algo que no podemos ver, no podemos tocar, ni siquiera sabemos dónde está, pero tenemos una noción de que existe.
-En el cielo...¿puedo conocerlo?
-Nunca nadie lo ha visto, cariño. Sin embargo, ahí está, en algún lugar de por aquí...
Vi a Kirito y su rostro me lo decía todo: se le acababa de ocurrir una idea para un poema, por lo que simplemente le sonreí y para inspirarlo, le di un beso en los labios con sabor a piña.
Caminábamos con bastante impaciencia pero no con prisa, estando él al borde de la desesperación por no tener lápiz y papel en el cual escribir.
Yo comía con mucho gusto la piña que estaba deliciosa: dulce, jugosa y en su punto. Cada que me terminaba un pedazo, formaba una sonrisa en mi boca de manera involuntaria.
De todos modos no quería disfrutar de aquello en soledad.
-Ten, Kirito. –Le ofrecí algo de la piña. –Pruébala, esta deliciosa.
-Gracias Alice. –Se notaba algo frustrado, seguramente algo azúcar le vendría bien para pensar un poco.
Probando el pedazo de piña con sus labios, Kirito puso una cara de sorpresa e incluso los ojos se le abrieron, así que tomó varios pedazos más.
-¡Oye, no te lo vayas a acabar! –Farfullé, con algunas risas.
-Dios mío, esto está delicioso, ya veo por qué te gustó tanto cuando estábamos en el mercado.
Vaya que la frescura y el sabor de la piña era lo adecuado para aquel ligero calor que asolaba en el pueblo, lo mejor era buscar sombra lo más rápido que se pudiera.
"Los comunistas" que era como Kirito les llamaba, recorrían. las calles tocando en las casas y dejando en la puerta un libro, como vi que una señora ni siquiera se molestó en recogerlo...yo lo hice por ella.
Cinco tesis filosóficas de Mao Zedong, vaya nombre tan curioso. Seguramente le encantará a Kirito ya que él es muy "filosófico" de vez en cuando.
-Mira, seguramente te vendrá bien para leer. –Le dije, al tiempo en que le daba el pequeño libro con portada roja.
-Guárdalo...no es bueno que la gente sepa que lees eso.
-¿Pero qué tiene de malo leer?
-No es tanto así leer. El problema es que la gente es muy intolerante con lo que no consideran "normal". Ese libro no es algo que la gente "normal" no leería.
-Pero se ve tan interesante...no entiendo por qué desprecian algo tan bello como un libro.
-Punto de vista.
Me encontraba escribiendo un nuevo poema, ya llevaba veinte con ese escrito. Se llamaba "En algún lugar de por aquí". Hablaba justamente de Dios y de su existencia, en donde podía estar, en donde podía ser encontrado, etc.
Alice comía el resto de la piña y leía el libro de Mao, sentada en la cama; me sorprende que se leyera tan pronto El libro rojo, a mí me hubiera costado un poco más de tiempo.
Le pregunté a Alice que había entendido de El libro rojo y si le había gustado...pero mi sorpresa fue bastante amplia al darme cuenta...que ella entendía esas cosas mejor que yo.
-Mao es alguien muy sabio, sin duda alguna, pero no concuerdo en todo lo que dice. Entiendo que todos somos iguales, aun así no entiendo algunas cosas, son palabras muy extrañas.
-Son nombres...o apellidos, ¡bueno quien sabe! Son cosas locas que esas personas tienen en la cabeza. –Le dije.
-Hum...de igual modo me gustó mucho, es muy entretenido y sirve para pensar bastante. –Fue muy curioso para mí ver a Alice sonriendo tras decir eso...creo que al final ya se en donde se encuentra Dios: en la sonrisa de las personas que amamos.
-Y con eso finaliza el poema. Creo que progresé mucho mientras me encontraba en este sitio del mundo, vaya que ahora puedo escribir poemas bastante más rápido.
-Cuando llegaste escribías uno cada dos días o tres, y ahora lo haces en cuarenta minutos. Aprendes rápido. –Alice se levantó de la cama y agitó mis cabellos con una ternura muy maternal.
De todos modos no me gustó que lo hiciera, fue como si yo fuera un perro que acaba de aprender un truco bobo.
-Vamos, no me trates como a un animal, puedo aprender más cosas. –Le recriminé justamente lo que pensaba.
-Eso es lo que dices, pero yo creo que puedes hacer muchas cosas más. –Ella me besó en los labios "de patito".
Comenzamos a besarnos un poco más, un poco más...hasta que me levanté de la silla y la tomé de la cintura.
Algo me dice que lo que hago no está bien...pero no puede haber otra ocasión.
Me separé de Kirito para verlo a los ojos, se notaba ligeramente inexpresivo, como si estuviera triste.
-¿Qué te pasa? –Le pregunté.
-Alice...¿podemos hacer el amor? –Me sonrojé al escuchar esa pregunta, llevando las manos al rostro para tapármelo.
Kirito entonces me tomó las manos con ternura y cuidado, quitándomelas del rostro para darme otro beso "de patito".
Me cargó en sus brazos con bastante esfuerzo, dejándome caer en la cama con mucho cuidado, pero simplemente yo me reí. Me estaba sonriendo, luego cerró los ojos para besarme una vez, no eran los besos "de patito" eran unos de verdad, los que únicamente nos damos cuando hacemos el amor.
Él se subió en mi para quedarnos viendo fijamente, sus manos estaban apoyadas al lado de mis orejas, encerrándome en sus ojos.
Una vez más me besó en los labios, lo podía ver con los ojos cerrados, pero me dejé llevar para comenzar aquello que podía ser una noche maravillosa.
Los últimos rayos de sol emitidos por El Gigante Amarillo se desvanecieron en la sierra, en mi primer hogar. Kirito se hincó en la cama para desabotonarme el vestido, yo me tuve que sentar en la misma para poder quitarmelo, mientras él atacaba mis labios con sus besos apasionados, casi como si estuviera desesperado.
-Tranquilízate. –Le dije, con algunas risas.
-Es que siento que será la última vez.
-Pero será una de tantas, Kirito. –Cuando estuvimos sin ropa alguna, me arrojé en su pecho, acaballándome arriba de él.
Kirito me tomaba de la cintura, yo estaba abrazada a su cabeza, las pocas luces de las velas nos alumbraban con su ligero calor.
Con algo de la fuerza que le quedaba, Kirito me volteó, quedando encima de mí.
Ahí era cuando se movía más rápidamente, nos tomamos de las manos para compartir ese momento, juntos.
Lo único malo es que no podía besarme y hacerme el amor a la vez, sus besos eran torpes, como si no se pudiera concentrar en ambas cosas a la vez.
-Alice...te amo. –Aquellas palabras salían una y otra vez de los labios de Kirito.
Nos mirábamos a los ojos y podíamos sentir el amor recorriendo nuestros cuerpos, como si aquello fuera lo único que necesitáramos para vivir: el amor.
Ambos nos quedamos hincados en la cama, abrazándonos, besándonos y haciendo el amor. Mi collar se quedaba entre ambos cuerpos, siendo sentidos por nuestra piel.
Acabamos de hacer el amor, fueron varias veces. Kirito estaba sentado en la cama, pensativo en la completa obscuridad de la noche. Tenía los shorts puestos, por lo que salió al pórtico de la cabaña.
Traté de pensar que no iba a ser lo que siempre hace al sentarse en el pórtico de la cabaña...pero pasados unos minutos, pude escuchar sus llantos nuevamente.
Me acosté en una posición fetal para darme algún consuelo, tan felices que estábamos hacía apenas unos momentos...y ahora Kirito llora una vez más, aunque ya no es por Eugeo, incluso Tieze ya dejó de llorarle, ¿Cuál es la causa de las lágrimas de Kirito? Quizá Dios tenga la respuesta...
En el momento en que Kirito dejó de llorar, entró de nuevo en la caña roja, acostándose a mi lado, abrazándome fuertemente.
-Alice...
-Dime, Kirito.
-Te amo con todo mi corazón, jamás se te vaya a olvidar, ¿de acuerdo? –Me dijo con notoria tristeza en su voz.
Tomé sus manos entrelazando mis dedos con los suyos para poder darle una respuesta "satisfactoria".
-Kirito, nunca lo podré olvidar...yo también te amo y por eso te pido una cosa: nunca me abandones.
Escuché como tragó saliva y suspiró pesadamente... apretó más fuerte mis manos, dándome así la seguridad de que nunca me iba a abandonar.
...
La mañana era fresca y se notaba que el sol no pegaría tan fuerte como solía hacerlo...Alice estaba a mi lado, al verla me dieron ganas de llorar. Tengo hoy y mañana para regresar a la ciudad, debo decirle a Alice que tengo que irme a pesar de que me lo pidió muy claramente: "Nunca me abandones".
Me limpié las lágrimas que querían salir y se soné la nariz al instante...tengo que decirle que llegó el momento de irme...pero no puedo, no tengo la fuerza necesaria...soy un cobarde.
Ella se levantó de la cama al no sentirme en ella, se estiró y tallo los ojos.
-Buenos días, Kirito. –Me saludó.
-A-Alice...hay una cosa que quiero decirte...es acerca de lo que me dijiste anoche. –Mis palabras eran inseguras y entrecortadas, pero ya no puedo guardármelo más tiempo.
-Kirito...¿Qué sucede? –Ella se levantó rápidamente de la cama para ir directamente hacía mi al notarme intranquilo y con ganas de llorar.
-Es acerca de lo que me pediste...te-tengo que decírtelo, es muy importante, de verdad...
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Wey :'v el próximo sábado será el último capítulo -inserte meme de gatito llorando- lo que pasará la próxima semana...eso no se digiere tan fácil, no. Pues bueno, seguramente se harán una idea de que sucederá tras esta última línea, el hecho de que Kirito está por marcharse del pueblo y Alice...¿que pasará con ella?
El pinche tomate vale madres, la que nos importa es la rubia :'v.
Les agradezco que me hayan aguantado tres volúmenes, se dice fácil, pero no lo fue 😂😂 tanto ustedes para leer, como para mí escribir.
De corazón, si llegaron hasta aquí, es por que les gustó, y gracias por darle seguidad semana a semana a la historia...de verdad sólo un fan de verdad lo hace, por lo que les estoy eternamente agradecido por ser fieles.
Nos vemos en una semana.
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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