Algo inexplicable
Ya el corazón de Kirito estaba bastante tranquilo, la marea ya se había calmado, de todas formas los recuerdos se encontraban a flote, logrando casi ser hundidos en algún momento de su vida.
Al ir por las cartas de Asuna muy temprano por la mañana para evitar que Alice se despertara y lo descubriera, dejó en el correo una explicación muy leve del porque ya no había escrito en casi dos semanas, que era lo que le duró la depresión y por algunas otras cosas que sucedieron en los días posteriores a ello.
El asunto era que no había escrito en tanto tiempo por "contratiempos y problemas que te explicaré apenas regresé del pueblo", siendo bastante largo y complicado para escribir en una simple carta.
Tras ello, recogió dos cartas: de Asuna y de su madre, dejando escondida la de Asuna y sujetando en la mano la de su madre.
Llegando a la cabaña roja, Alice dormía todavía, por lo que le dio ese tiempo para esconder las correspondencia escrita por Asuna en lo más hondo de la alacena, en donde Alice nunca buscaba por nada del mundo.
Era un escondite perfecto y esta vez se encontraba seguro de que no sucedería lo mismo que en la última discusión con ella.
Kirito se acostó en la cama, viendo directamente el rostro de Alice, quien estaba despeinada y con un ojo medio abierto, siendo algo encantadoramente perturbador verla dormir con un ojo medio abierto, justo como lo haría una foca.
Y con esas mejillas tan grandes y chistosas que Alice tenía, parecía eso: una foca muy linda.
Tras golpearla suavemente con el dedo una de sus mejillas de foca, Kirito se fue acercando más y más a Alice, para que lo primero que ella pasara al despertar fuera recibir un beso.
Lo que originalmente iba a ser un beso "de patito" que era el favorito de ambos jóvenes, se trasformó en un beso bastante pasional, llegando al punto en que Kirito se acostó sobre Alice, mordiéndole suavemente el labio.
-Kirito, no. –Dijo, entre risas.
-¿Por qué no?
-Porque apenas está amaneciendo y nos podrían escuchar, no seas tonto.
-Que nos escuchen, como si no supieran que lo hacemos.
-De igual forma no es correcto. –Alice hizo a un lado a Kirito, tirándolo de la cama para soltar una buena risotada.
Él estaba bastante apenado por la humillación de haber sido tirado como un saco de arroz y por la burla de la que era su "novia" ya que su otra "novia" no se burlaría de él, lo ayudaría a levantarse.
Se sentía como un perrito tras caer de las escaleras siendo observado por su señor mientras reía, poniendo los mismos ojos que pondría el pequeño animalito.
-Ya, levántate antes de que me des más risa. –Pidió Alice, tendiéndole la mano a su compañero caído.
-¿Más risa? –Kirito jaló la mano de Alice para tumbarla de igual forma, pero ella logró sostenerse de pie, por lo que el muchacho le abrazó las piernas para poder derribarla.
Ella no paraba de reír, sin duda toda señal de sueño se extinguió en ese momento. La segunda mejor manera de despertar era riendo con la persona que más se quiere en la vida.
Al estar despejados del sueño y al haberse detenido de reír, los dos jóvenes se vistieron. Claro, Kirito no quería que Alice se pusiera el vestido ni el brasier, quería quitárselos con los dientes tras tanto tiempo de no haber hecho el amor.
Pero ella era reacia a permitirlo, dándole algunas pequeñas bofetadas, tomándolo de las mejillas o apartándolo de sí cuando le besaba la espalda.
Fue hasta que Alice le aventó un poco de agua del grifo que Kirito se estuvo quieto. Seguía pareciendo un perrito con esos ojos de tristeza y humillación.
Ella vio la carta en la mesa de la cocina, por lo que la tomó con algo de ansiedad en su corazón. Al ver que el nombre no coincidía con el de la última vez, se tranquilizó un poco.
-¿De quién es la carta? –Preguntó Alice, con normalidad.
-De mi madre. No la vayas a abrir, ¿okey?
-No lo hago. Kirito, hazme el favor de describir a tu madre.
-Hum...mi madre. –Al tratar de recordarla, eran algunos vagos recuerdos los que se venían a la mente. Al no poder recordar su rostro, trató con recordar algún momento en donde ella estuviera junto con él, logrando al fin recordar cómo era.
-¿Qué esperas? –Preguntó Alice entre risas a la vez que tomaba un vaso de agua.
-No podía recordar su rostro, eso es todo. Ella es de piel blanca, tiene el mismo color de cabello que yo, pero su nariz no es tan redonda como la mía, siendo un poco más grande y afilada, un poco menos ancha; sus cejas eran delgadas, no pobladas como las mías.
-No suena tan mal, ¿pero qué hay de sus ojos? –Alice dejó el vaso de agua en la mesa y caminó para tomar a Kirito de las mejillas, mirándolo directamente a los ojos.
-Son idénticos a los míos.
-Entonces si veo tus ojos, ¿es como ver los de tu madre?
-Exactamente...es como ver los ojos de mi madre. –Kirito se acercó a Alice para darle un beso "de patito" habiendo aprendido la lección. –¿Quieres ir a la plaza a comer un helado?
-Me encantaría.
Lo siguiente que pasó fue que, tras desayunar, ambos fueron directamente a la plaza central del pueblo, viendo la abadía del templo desde algunas calles de distancia, pasando por el corredor ajedrezado que tanto les encantaba a ambos, haciendo el mismo "ritual" que tenía como costumbre al pasar por ahí.
Posiblemente, visitarían el mirador tras el recorrido de la plaza, comiendo un poco de helado de limón, siendo el favorito de la gente, por lo que era del que más había.
Una vez en la plaza, se refugiaron bajo la sombra de un árbol que estaba al lado de una banca, viendo como algunas personas alimentaban a las palomas, los niños corrían y jugaban y los adultos cuidaban que nada malo sucediera.
Los días domingo eran cuando más gente se juntaba en la plaza, los puestos de comida se llenaban para tratar de dar abasto a las personas con resacada de la fiesta del fin de semana que buscaban algún alivio para su tormento.
Ambos jóvenes estaban tomados de la mano, lamiendo aquel refrescante helado de limón que era lo mejor para el sol de la tarde, puesto que eran las doce con veintidós minutos.
Algunos vendedores de juguetes se encontraban rodeados de los niños: algunos compraban un globo, un trompo o un balero; pero otros preferían hacer burbujas con un aro hecho de limpiapipas amarrado a un palo y alimentado por un pequeño bote de jabón.
Alice, tras acabar su helado, quería jugar a hacer burbujas, por lo que Kirito, con una gran sonrisa en su boca, lo compró para que ambos se divirtieran.
Ella estaba de pie, haciendo girar su brazo a los lados o de arriba para abajo para que las burbujas salieran del pequeño aro.
Una le reventó directamente en la cara a Kirito, quien hizo cerró los ojos y arrugaba el rostro para demostrar su enojo con Alice, quien reía de las desgracias de su compañero.
Cuando Kirito trató de hacer las burbujas...digamos que era más tonto que un chimpancé tratando de hacer una ecuación de astrofísica, no consiguiendo que más de dos burbujas salieran del pequeño aro.
-Maldita sea, como se nota que ni a Dios le caigo bien. –Se quejó el joven.
-Vamos, Kirito. No seas tan pesimista, simplemente tienes que hacerlo lentamente.
Alice tomó el palo para girarlo lentamente hacia arriba mientras las burbujas quedaban atrás. Luego, al notar que el aire corría con dirección contraria, volvió a llenar el aro de jabón, poniéndolo contra el aire, provocando que las burbujas salieran por sí solas.
Eso le causaba algo de risa por la alegría que sentía en aquel momento, pero Kirito seguía sin poder hacer ni una sola de ellas.
Algunas pinturas se vendían en la plaza, muchos de ellos eran surrealistas, por lo que Alice se quedó sorprendida al observar lo que veían los ojos de los pintores, siendo algunas cosas bastante locas.
Otros cuadros parecían un Picasso por la técnica de pintura usada, bastante curiosa de por sí; a ambos les causaba mucha gracia ver los rostros y cuerpos tan deformados que eran característicos de esas pinturas.
A la hora de la comida, los dos jóvenes fueron al restaurante, pasando por la mesa en donde se había sentado él y Eugeo aquel día trágico. Por eso mismo, la mesa era la única que tenía flores azules pintadas en las esquinas de la misma, siendo un homenaje a un buen hombre.
Las peticiones de Alice de sentarse en aquel lugar fueron sordas para Kirito, quien pidió una mesa a un lado.
Además de la comida, Kirito ordenó un poco de whisky del domingo como era costumbre para él desde que se lo enseñaron sus amigos comunistas.
-¿Por qué no quieres sentarte ahí? –Preguntó Alice.
-Nunca me ha gustado situarme en un lugar determinado...además puede que sea un poco por respeto a él.
-Creo que estas exagerando, es como si comiera con nosotros.
-Pero no pediríamos nada para él. Mejor que simplemente nos acompañe a nuestro lado, como si estuviera esperando su orden.
Se dejó ese tema de lado, concentrándose en comer lo que era ya servido en la mesa. Eso sí, Alice pidió algo dulce de postre y para tomar, como no podía faltar.
El whisky no era muy de su preferencia debido a su sabor, a ella le gustaba más acompañar los licores con alguna bebida dulce. Si le sirvieran una copa de vino, le echaría azúcar de todos modos. Suerte para Kirito que no había probado demasiado el chocolate, o el dinero para satisfacer ese antojo no sería suficiente.
En la servilleta Kirito escribía un borrador de respuesta para la carta de su madre, en la noche se encargaría de escribirle una más a Asuna, que ya le había enviado una respuesta a carta tan amena y explicativa.
Justamente hablando de cosas sin mucha lógica o sentido, Kahona-Sama y su nieta revisaban algunos álbumes fotográficos que acababan de redescubrir por azares del destino.
Al revisar las fotos, muchas eran de la guerra civil, de la revolución, de las guerras mundiales, etc. Pero en una de ellas se encontraba algo que les sacó un susto y un asombro impresionante.
La pareja caminaba tranquilamente por la calle de arena que conducía a la cabaña roja. No obstante, la abuela y su nieta los esperaban al no haberlos encontrado en donde justamente estaban yendo.
-Kazuto, encontramos algo verdaderamente impresionante. –Dijo Kahona-Sama.
-¿Impresionante? ¿Acaso es el tesoro del general? –Preguntó el muchacho.
-Para nada, esos son puros cuentos chinos. El punto es que Alice tiene que ver con ello.
-¿Yo? ¿Hice algo que no debía?
-No tengo ni la más remota idea, pero creo que eso de las reencarnaciones es algo real.
A los dos los condujeron a la sala, en donde se encontraba el pistolero con su sombrero tan característico, pero Kahona-Sama lo riñó por ello.
-¡Ya te he dicho que el sombrero no se usa en la casa! Desde que tienes veinte años te lo he dicho, ¿Cuántos más para que me hagas caso?
-Es la costumbre, tía. –El pistolero se quitó el sombrero, poniéndolo al lado suyo. Estaba de igual forma revisando los álbumes fotográficos.
Los jóvenes y la abuela se sentaron, ella buscaba con sus lentes puestos y sus dedos temblorosos la página del álbum donde se encontraba una muy curiosa fotografía. Antes de toparse con ella, encontraron una en donde Kahona-Sama y el abuelo de Kirito estaban tomados de la mano bebiendo un café en la plaza del pueblo. Era sorprende ya que vestían de manera muy elegante. Antes, muchos más árboles adornaban la plaza. El quiosco seguía desde ese entonces, pero ya no se encontraba en la actualidad lo que era una muy pequeña capilla con una imagen santa, seguramente destruida durante las guerras.
-Y ese es el único recuerdo físico que me queda de los días en que fui novia de tu abuelo. –Dijo Kahona-Sama tomando de la mejilla a Kirito.
-Vaya que hacían buena pareja.
-Esta foto la conservaré para mí. –Kahona-Sama sacó la fotografía a blanco y negro para ponerla en su regazo. –Pero no es esto por lo que hemos venido.
Al cambiar la página, una sola foto de tamaño muy grande quedaba colocada en ella junto con algunos timbres de paquetería.
En ella se veía a un grupo de soldados con sus armas posando heroicamente para la fotografía, pero en una de las esquinas de la misma, una chica muy similar a Alice se asomaba con una mandolina en sus manos y una sonrisa tan parecida a la de la chica que estaba ahí mismo, más de cincuenta años después.
¿Cómo es que aquello era posible? La pregunta solo podría tener una respuesta, pero para ello lo mejor era discutir en privado.
Alice, Kirito y Kahona-Sama se sentaron en la cocina tomando el té de la tarde. Platicarían que posible "explicación" tendría aquel hecho que era, simplemente, algo inexplicable.
-Debemos recordar que Alice no es humana del todo. Tiene aparecía, pero no nació como usted y yo lo hicimos, abuela. –Mencionó Kirito.
-Sí, pero eso no termina de explicar, ¿Por qué ella aparece en esa foto?
Alice se sentía ligeramente incomoda, apenada y algo humillada porque se discutiera acerca de su origen. Era ella, incluso los ojos se notaban eran del mismo color, los dientes se encontraban en la misma posición. Era ella, ¿Cómo es que ahora estaba ahí? Solo Dios sabría la respuesta.
-Ella apareció de la nada, como si fuera algo que de repente aparece, pero eso es algo que ya sabemos. El detalle es, ¿ya había sucedido antes? –Preguntó Kahona-Sama.
-¿No puedes recordar nada? –Cuestionó Kirito.
-No...
-¡Ya sé cuál es la respuesta! –Kirito se levantó de la silla con las manos en la cabeza. -¡Puta madre, Platón tenía razón el muy desgraciado!
-¿De qué hablas? ¿Y quién es ese plato?
-¡Platón, abuela, Platón! ¿Alice, recuerdas lo que platicamos con Tieze y Eugeo acerca de la anamnesis?
-Sí...y eso es que nosotros ya hemos nacido ¡y nuestro objetivo es volver a recordar!
-¡Nietzsche debe de estar retorciéndose en su tumba, el muy desgraciado no estudió lo suficiente a Platón! –Kirito comenzó a reír al igual que Alice...pero Kahona-Sama no entendía nada.
Fue cuando ambos chicos le explicaron que era la anamnesis que comprendió, riendo de igual forma.
El misterio estaba resuelto: Alice había regresado al mundo de lo sensible para redescubrir lo aprendido en su vida anterior. Eso sí, todavía quedaba la pregunta de su origen tan fantástico, que ni una persona con el conocimiento de Sócrates, las ideas de Aristóteles y las teorías de Descartes, sabría explicar, a ciencia cierta.
Eso no era en realidad muy importante, lo que importaba es que ya sabían porque Alice estaba ahí. Sólo quedaba que ella redescubriera sus motivos, ¿Cuál era el motor inicial de su vida? Esa era la mejor pregunta para hacerle.
Aunque, dejando de lado esas cosas, la pareja espero a que fuera de noche. Ya cuando la noche llegaba, las luces de la ciudad brillaban, las estrellas y la gigante blanca se aparecían en lo alto de la bóveda celeste.
La gigante blanca, caprichosa como siempre, no aparecía como Dios manda: llena y brillante. Estaba en su fase gibada menguante, por lo que no se podía apreciar con toda su gloria y con todas sus letras.
No obstante, eso no importaba con ellos dos tomados de la mano y caminando hacía lo alto el mirador de la Cruz de Hierro, llamado así por justamente la cruz de hierro que se situaba en lo alto del mismo.
Escuchaban únicamente sus respiraciones y las corrientes del frío viento de la noche, que los incitaba a abrazarse para calmar el frío.
-Alice...siempre he tenido una duda existencial, ojala puedas respondérmela. –Dijo Kirito.
-Dime cual esa duda existencial.
-¿Nosotros vemos a la luna o la luna nos ve a nosotros?
-Hmm...es una duda un poco curiosa. Te diré lo que pienso cuando estemos allá arriba.
-Me parece bien, eso te dará tiempo para pensar.
Los recuerdos de cuando estuvieron en El mirador del fin del mundo se les vinieron a la mente a ambos, cuando trataron de darse su primer beso de amor, siendo un fracaso absoluto.
Ahora sí que se podrían dar los que quisiera ya que esa barrera había caído al momento de hacer por primera vez el amor, seguramente hoy lo harían nuevamente para poder amarse nuevamente.
Ya llegaban a lo alto del mirador, la barda negra metálica era de donde se sujetaban para ver todo con mayor "claridad" ya que era de noche, pero las luces de la ciudad lo alumbraban todo tan perfectamente.
La calle ajedrezada era lo que más les encantaba, de igual forma se podían ver hilos negros que tapaban algunos rayos de esas luces, siendo los cables de teléfono o de luz.
Tras mirar parados el pueblo un buen rato, se sentaron en una de las muchas bancas metálicas que ofrecía el ayuntamiento para poder sentarse a observar por un buen rato aquel pequeño pedazo de cielo.
Estaban abrazados fuertemente, compartiendo el calor de su cuerpo para sí mismos, que en ese momento vaya si no les hacía falta el calor.
Kirito esperaba impaciente la respuesta de Alice, pero ella miraba al horizonte como si nada, atontada por el paraíso que miraba en aquel lugar. Sin embargo, prefería una y mil veces verlo desde lo alto de la sierra ya que era más majestuoso.
Cuando al fin Alice lo volteó a ver, las luces que llegaban desde el pueblo le alumbraron los ojos, haciendo que brillaran como si los mismos emanaran luz propia, pero aquel resultado era casi el mismo que de la luna y el sol.
-Yo creo que la luna es la que nos mira a nosotros. –Respondió, tras tanto haberlo hecho esperar. –Sí, la luna nos observa a nosotros ya que de lo contrario se aburriría y se marcharía; creo que le hacemos mucha gracia por lo pequeños que somos comparados con ella.
Tras meditarlo algunos segundos, Kirito respondió también. –¿Estás diciendo entonces que la luna nos observa porque no tiene nada mejor que hacer?
-Podría ser...pero nosotros, a veces, observamos a la luna porque no tenemos nada mejor que hacer.
-Entonces ya está dicho: la luna nos observa a nosotros y no se quiere ir por ese interés tan grande que siente por nosotros.
-Exactamente.
-Me parece una respuesta peculiar...pero una respuesta muy correcta. –Kirito rió un segundo para después llevar sus labios a la frente de Alice; quien al percatarse de eso, levantó el rostro para que le diera un beso en los labios, sorprendiendo al muchacho.
Se quedaron un rato más en el mirador, Kirito trataba de contener sus bostezos para que Alice no pensara que estaba aburrido, simplemente estaba cansando, pero le gustaba estar ahí con ella.
Cuando se volteó a ver a su compañera, se llevó la no muy grata sorpresa de que Alice dormía, roncando tan ligeramente como siempre solía hacerlo.
Prefirió no despertarla, simplemente la cargó de regreso a la cabaña...arrepintiéndose después de bajar las escaleras. Recordó entonces que no era fuerte como un caballero de los cuentos que solía leer de niño.
Alice se había despertado por sí sola, viendo el trabajo que le costaba a Kirito mantenerla entre sus brazos. Simplemente lo tomó de la mejilla y le sonrió.
-Puedo caminar, no tengo problemas en ello. –Dijo, bajándose cuidadosamente de los brazos de su enamorado, tomándolo del brazo y pegando su cabeza y mejilla en su hombro.
Al ya no tener ese peso en sus brazos, Kirito dio un enorme respiro. Sus brazos se sentía tan ligeros como una pluma, por lo que golpeó accidentalmente a Alice cuando trató de tomarla de la mejilla.
-¡Perdón! –Exclamó, entre risas y llevándose las manos a la boca de la pena que sentía en ese preciso momento.
-Deberías de tener más cuidado. –Masculló ella, tallándose la mejilla con algo de recelo.
Una vez en su cama, Alice leía otro libro, El principito, para ser más precisos. Se encontraba en el planeta del hombre borracho, aquel que bebía para olvidar que bebía, siendo así un círculo vicioso.
Kirito estaba en la mesa escribiendo una carta para su madre, buscaría algún momento y algún lugar para escribirle a Asuna. Seguramente sería en el baño, a la noche siguiente que tuviera la nueva carta en su poder.
Ya no se sentía tan culpable, pero eso no era lo que le fastidiaba el corazón. Lo que lo fastidiaba era el hecho de que con cada noche que pasaba junto a Alice se acercaba la última.
Su momento de partir llegaba, siendo un sentimiento de preocupación, ansiedad y desasosiego aquello que sentía por tener que tomar todo lo que había traído y decir "Adiós Alice, hasta siempre" ya que siempre la llevaría en su corazón y en su alma.
Pero a él no le importaba la tristeza que le acarrearía eso. A Kirito no le importaba en lo más mínimo que le sucedería tras regresar...Alice era verdaderamente quien le preocupaba, ya que se lo había dicho más de una vez: "Nunca me abandones"...y el momento de romper esa promesa estaba llegando a cada noche transcurrida.
-Kirito, ven a dormir. –Alice cerró el libró y lo dejó en la mesa de noche, sacándole un susto al muchacho, quien se encontraba en trance.
-Sí, ya voy. –Su mente había viajado tanto en aquellos pensamientos amargos que dejó de escribir, dejando la carta a medias en la mesa manchada de café derramado de la taza. –Dame un segundo y termino la carta.
A la mañana siguiente irían a dejar la carta, posiblemente Alice platicaría con Rui para no tener que soportar el aburrimiento de lo que constaba dejar una carta, dándole tiempo a Kirito para recoger la nueva que llegaba de Asuna.
Pero algo se interpondría en los planes de Alice, quien esperaba despertar cuando el gigante rojo alumbrara el pueblo en todos sus rincones...no obstante, las cosas eran diferentes.
La habían despertado los llantos de Kirito, quien estaba sentado en el pórtico de la caballa roja, nuevamente con el aire pegándole en los ojos.
Ella se levantó para ver que sucedía, abriendo la puerta sin que el muchacho la volteara a ver. Sus llantos eran sordos, claramente los trataba de reprimir y silenciar para no despertar a nadie, siendo un intento en vano.
Alice lo abrazaba por la espalda, dándole un beso en la mejilla, quedando sus labios impregnados con una lágrima que recorría la mejilla de Kirito.
-¿Lloras por lo mismo de siempre? –Le preguntó.
-Sí...todavía lo extraño mucho.
-Sigue llorando entonces, desahógate todo lo que tengas guardado. –Alice se sentó a su lado, abrazándolo como podía.
El llanto era provocado por "lo mismo de siempre" y por la tristeza que le daba el pensar que su momento de partir estaba llegando, en poco tiempo tomaría el tren y se marcharía por donde había regresado, no queriendo hacerlo por nada del mundo, los recuerdos y su felicidad lo tenían amarrado a aquel lugar en donde se quería quedar de por vida.
______________________________________
Weas de filosofía, el Topus uranos ¿khe eh ezo? Es algo así como el cielo...de hecho, Santo Thomas tomó eso para cimentar lo que es el cielo en la religión Cristiana, pero ahí no me meto, ni toco esos temas con un palo :v
El che Kirito mándandole cartas a Asuna, luego por que se queda como tomate xd ni yo mismo puedo explicar cual es el origen de Alice, así que dejemoslo ahí, salvo que sus recuerdos están en el Topus uranos y ya llegará el momento en que los recuerde.
Ya sólo quedan dos semanas de esta historia...ya vamos en la recta final D: extrañaré esta historia, ya falta poco para cerrar los tres volumenes...
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro