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Acampada en la sierra

A petición de Alice, las dos parejas irían a acampar en la sierra durante una noche, el tiempo no estaba tan malo, así que se podrían quedar sin la mayor dificultad, eso casi era un hecho.

Despertando aquella mañana, Alice fue la primera, inmediatamente comenzó a mover el hombro de Kirito para despertarlo.

-¡Vamos Kirito, levántate, tenemos que ir ya! -Apuró, a lo que él dio un pujido.

-Seguramente ellos no se han levantado, ten paciencia. -Balbuceó.

Eran las siete de la mañana, se habían quedado de ver en la carpintería a las ocho y media, pero todavía faltaba un buen rato. Tieze despertó a la media hora de que lo hizo Alice, también moviendo ligeramente el hombro de Eugeo.

-Despierta dormilón, no se te olvide que tenemos compromiso.

-Sí, dame un segundo.

Era curioso la analogía que se podía hacer con las dos parejas. La simple forma de cómo se despertaban cada uno contrastaba la relación que tenían. Si se pensaba un poco de igual forma era natural: Alice tenía semanas de nacida y Tieze dieciséis años.

Una vez que la pareja de comprometidos se había levantado, ambos se ducharon juntos, a Tieze ya no le avergonzaba tanto que Eugeo la viera como Dios la trajo al mundo. De todos modos, ella se guardaba mucho el pudor, por supuesto.

Mientras Tieze estaba bajo el chorro de agua caliente para lavarse el cabello. Eugeo ya había salido, lavándose los dientes, por lo que llenó de agua el vaso de plástico, abrió la cortina de la regadera...y se lo echó en la espalda a Tieze, quien soltó un grito.

Para suerte de él que ella se encontraba de espaldas, fallando en la bofetada que trató de darle. Aun así, cuando salió de la ducha, no le dirigió la mirada ni un solo momento. Eugeo ya se hacía divorciado incluso antes de casarse.

En la cabaña roja, lo mismo estaba haciendo la pareja: ducharse juntos. Nuevamente las diferencias ocurrieron, ya que Alice fue la que tiró agua fría sobre Kirito, pero él no se molestó.

Lanzó un gritó y comenzó a reír para juntar sus manos, acumular agua entre ellas y lanzársela a Alice. Ambos reían animadamente.

Mientras se vestían era un poco más de lo mismo, se trataban de tumbar el uno al otro, Kirito empujó de más a Alice y la tiró accidentalmente en la cama, ella estaba semidesnuda.

-Quizá y en otra ocasión no me quedaría a observar solamente. -Comentó, a lo que Alice soltó una pequeña risita.

-¿Y quién dice que ésta no pueda ser una de esas ocasiones?

-El tiempo. El tiempo y nadie más.

Las alegrías se contagiaron en la calle, Kahona-Sama y el pistolero los veían andar del brazo mientras se jalaban de la oreja o del cabello.

-Esos dos parecen una pareja de niños en vez de una de adultos. -Dijo el pistolero con algo de desaprobación.

-Así era yo con tu tío, por lo cual mejor no te quejes. Sigh, como extraño a mi viejito... -Sonrió Kahona-Sama con melancolía.

En la carpintería, los comprometidos preparaban la canasta donde llevarían las cosas. Primero tendrían un día de campo, un pequeño "desayuno" por decirlo de alguna manera.

Tieze ponía las cosas en la canasta con mucho recelo, cada que Eugeo le pasaba algo, ella se lo arrebataba, dejándole bien en claro que seguía molesta.

Pero él era comprensivo, no dejaría pasar el día así. Se puso en frente de Tieze, justamente cuando iba a tomar algo.

-¿Te puedes hacer a un lado? -Preguntó ella en un tono molesto.

-No, no lo voy a hacer. -Contestó, de forma decisiva.

-Haste a un lado, por favor. -Se notaba que Tieze se molestaba más.

-Hasta que aceptes mi perdón. Quizá y me pasé un poco con la broma.

-Sigh. Perdón aceptado, ahora haste a un lado que ya casi es hora.

-¿Puedo darte un abrazo?...

-No.

-Bien. -Eugeo se hizo a un lado justamente como había pedido Tieze, puso la botella de sake en la canasta además del té que tomarían al desayunar.

-No me preguntes si lo puedes hacer. Eres la primera persona en toda mi vida que me ha preguntado si puede hacerlo...y ya que vamos a casarnos, creo que con mayor razón no debes de pedirme permiso.

-Siendo así... -Eugeo abrazó por la espalda a Tieze y le dio un beso en la mejilla. -Reconozco que me pasé un poco.

Kirito tenía puesta su mochila, le vació todo antes de partir a la carpintería de su amigo. Ahí llevaba todo lo necesario para acampar durante la noche: mantas, cuerdas, linternas.

Alice sujetaba una canasta más pequeña y modesta que la de Tieze, en la cual paseaba algunos postres, como de costumbre. Su gusto por el dulce era mucho mayor que el gusto de Kirito por escribir poemas, algo que era mucho decir.

Lo único malo es que el desayuno que tenían Tieze y Eugeo no era muy dulce. Todo lo contrario, era salado casi en su totalidad salvo la excepción del té verde.

Eugeo también llevaba algunas cosas para la acampada, pero al ser carpintero, tenía un equipo más completo que el de su buen amigo.

Los comprometidos estaban en la carpintería. Eugeo, para matar el tiempo, se había adelantado a barnizar una silla que le faltaba, le estaba poniendo la tinta de color café, se cubría con un trapo húmedo la nariz para no oler la pintura.

Al verse mutuamente, Alice alzó la mano para saludar a sus amigos, quienes le sonrieron. A Eugeo no se le veía la sonrisa por el trapo en su rostro, pero se lo quitó de inmediato, recibiendo todo el aire de la mañana.

-Déjenme ir a lavarme las manos para irnos. ¿Gustan de algo antes de irnos? -Preguntó.

-Un vaso de agua no estaría mal. Hace calor, si te soy sincero. -Contestó Kirito.

Alice, Kirito y Eugeo entraron a la casa, dejando sola a Tieze en la carpintería.

Como de costumbre pasaba Humbert para joder a Eugeo, pero no lo vio. Lo que sí, se le encogió un poco el corazón al ver a Tieze enredando su lacio cabello en su dedo índice.

Él se acercó a la carpintería, apoyando su brazo en la mesa de la misma. -Buenos días Tieze, ¿Qué haces aquí tan solita?

-Espero a mi novio, Humbert. Iré a acampar con él en la sierra. La verdad me gustaría invitarte, pero sé que eso no es "cosa de ricos". -Dijo ella con tono sarcástico.

-¿A qué se debe el ataque? ¿Qué cosa te he hecho?

-A mí no, a Eugeo. ¿Qué te hizo él para que lo trates tan mal?

-¿Te hago la lista? Él me ha hecho bastantes cosas para que lo trate de esa manera, siempre tan engreído, siempre burlándose de mi...además me robó algo que era muy importante.

-Me da la impresión de que estas describiendo a otra persona. Eugeo no es así.

-Eso es lo que te ha hecho creer...no es bueno que te cases con él, Tieze. Tú mereces algo mejor.

-¡Eugeo es todo y más de lo que merezco, si quieres hacerme creer que tú eres "algo mejor" estas muy equivocado!

Al escuchar el griterío, Eugeo salió corriendo para ver qué pasaba, tomando a Tieze de los brazos para ponerla tras de él.

-¿No te basta con molestarme a mí? ¿También quieres fastidiar a Tieze?

Humbert se recargó aún más en la mesa, quedando frente a frente con Eugeo.

-Mira imbécil, creo que no estás en la mejor posición para decirme eso ya que tú me has jodido bastante.

-Si corregir tus errores es joderte...entonces tu no me has jodido en nada, ¿Qué errores he podido cometer yo?

Humbert se quedó pensando en total silencio. Simplemente casqueó la lengua y se fue por donde vino.

-Igual eso no quita que eres un desgraciado. -Dijo, de forma altanera.

Kirito y Alice salieron de la casa, naturalmente escucharon los gritos, observando que Eugeo estaba bastante alterado.

Humbert pensaba de manera equivocada. Justamente Eugeo le corregía los errores que él cometía, como tratar de conquistar a Tieze con su dinero. Él la protegía de la estupidez de Humbert.

Simplemente, dio un enorme suspiro, chocó sus manos y sonrió ampliamente.

-Bueno, ¿ya está todo listo? Creo que es buen momento para irnos. -Eugeo tomó un sombrero de palma para el sol.

Kirito se había dejado la barba justo como había dicho. No la tenía tan larga como cuando llegó al pueblo, pero si se le notaba.

De tenerla un poco más larga se parecía nuevamente al Che. Si Eugeo no fuera rubio y también se hubiera dejado la barba, con ese sombrero parecería Camilo Cienfuegos.

Y de lejos si parecían el Che y Camilo, resucitados para pelear nuevamente en la sierra en contra del yugo del imperialismo yankee...por lo que la gente los miraba con cierta precaución. Seguían sin querer que la amenaza del comunismo llegara al tranquilo y pacífico pueblo de Guayacán.

Las dos muchachas reían al percatarse que la gente los miraba con bastante recelo, fingiendo que ellas no iban con aquellos aguerridos guerrilleros.

La entrada a la sierra estaba un poco musgosa por la lluvia de los días pasados, que ahora tendría que ser cortada para que no se taparan algunas indicaciones. Subiendo las escaleras de piedra labrada con algunas formas cuadriculares tallados en ellas, el par de parejas se dispuso a subir a lo más alto.

Alice y Kirito querían mostrarles a Eugeo y a Tieze la misma vista que habían tenido ellos al estar en el rincón más perdido de la sierra del pueblo, desde donde se veía todo, incluso las demás sierras que rodeaban al pueblecito que estaba en contra del comunismo.

-¿Verdad que si me parezco al Che? -Bromeó Kirito, a lo que Alice se enfadó.

-¿Cuántas veces tendré que decirte que no te pareces a ese tal Che? -Cuestionó Alice arrugando el entrecejo.

-Hum...quizá y un poquito, deberías dejarte la barba más larga y peinarte como él. -Contestó Eugeo, a lo que todos se sorprendieron.

-Pensé que te ibas a molestar con Kirito. -Comentó Tieze, sorprendida.

-No. Ya aprendí que molestarme por eso es una tontería. Se supone que yo estoy a favor de la democracia y del libre pensamiento, sería muy hipócrita entonces criticar a mi estimado por pensar diferente a mí.

-Ojala Pinochet pensara como tu... -Suspiró Kirito, refiriéndose a la quema de libros de izquierda.

Tras casi una hora de caminata, eran ya las nueve y media, hora en la que desayunaban regularmente Alice, Tieze y Kirito...Eugeo, al levantarse más temprano, desayunaba antes. Ya se moría de hambre.

La vista era justamente la misma como la última vez, tranquila y pacífica, observando como las nubes se movían con el salvaje viento que se estrellaba en sus rostros y en sus cabellos.

Eugeo sujetaba su sombrero para que no se le volara mientras acomodaba la manta para el desayuno. De igual manera todos acomodaban las cosas, en especial el juego de té, cuya agua estaba más que tibia tras tenerla hirviendo hasta el momento antes de irse, envolviéndola en varias mantas para evitar su enfriamiento.

El desayuno constaba de huevos revueltos con tomate, cebolla y un poco de pimiento verde, que le era muy desagradable a Kirito, ya que casi no le gustaba su sabor.

Tras tener todo listo, Tieze sacó su cámara fotográfica para tomarles una foto a su prometido y a sus dos amigos para luego tomarle otra a la increíble vista que se tenía debajo de ellos.

Volviendo a tomar otra foto, Tieze captó el momento exacto en donde Kirito y Eugeo estaban en la misma pose que en una fotografía donde se retrató a Camilo Cienfuegos y el Che Guevara, sonriendo.

Al mostrársela a ambos, los dos sonrieron por lo bien que quedaba la fotografía: justo para un marco.

Para tomar, se bebían jugo de naranja, el sake lo dejarían para después, para el momento de bajar de la sierra al día siguiente.

-Oye amigo, ya que estamos aquí, ¿Qué tal si buscamos el tesoro del General? -Cuestionó Kirito.

-Vamos, eso es un simple mito, nadie lo ha encontrado.

Durante las guerras, la sierra sirvió de mucho para las escaramuzas entre los bandos que se disputaban en control de la mina y del tren del pueblo. Al momento de retirarse, se dejaban muchos cofres llenos de oro y plata, pero los que sabían del secreto morían en la guerra, dejando el tesoro a merced de la sierra.

Muchos mitos se habían generado en torno a esos tesoros: cuánto dinero era, que si estaban malditos, que si ya habían sido encontrados. Lo único que no era mito es que, justamente, había uno o dos tesoros ocultos en la sierra.

Al terminar de recoger todo, los muchachos dieron un paseo en la sierra. Kirito y Eugeo buscaban en las partes más remotas algún lugar donde pudiera estar uno de los dichosos tesoros.

Tieze y Alice simplemente los miraban con algo de gracia, viendo algunos agujeros que quedaban de las batallas libradas en la sierra para poder pasar de un pueblo a otro, siendo Guayacán uno de los más importantes por los recursos que tenía hacía unos cincuenta o sesenta años.

Rápidamente los jóvenes, al estar bastante alejados de su punto de partida inicial, encontraron un pequeño lago que se ocultaba entre los árboles que se mecían con el fuerte viento, que traía consigo una breve brisa.

Las gotas de lluvia caían sobre el lago, el olor a tierra mojada invadía todas las narices de los jóvenes. El lago bajaba al pequeño río, el que daba hacía el Mirador del fin del mundo, que se podía ver desde lo más alto del monte.

Tieze se sentó a un lado del lago, pasando su mano por el agua cristalina.

-¿Llegaste a conocer este lugar? -Preguntó Kirito.

-No, para buena o mala suerte no lo encontré. -Contestó Alice.

-¿Por qué buena o mala suerte?

-Si encontraba éste lugar antes de conocerte me hubiera quedado aquí sin pensarlo, quizá nunca nos hubiéramos encontrado...pero la verdad me perdí por mucho tiempo de este sitio tan lindo.

-Buen punto.

Eugeo tomaba entre sus manos una roca para lanzarla en la mitad del lago, se preguntaba si había peces adentro, pero no se alcanzaban a ver en las orillas.

El camino, que en época de calor estaría completamente seco, ahora se encontraba completamente verde. Si se seguía aquella vereda llena de pasto, tierra y musgo, se regresaría a la ciudad.

Tieze tenía algunos leños para prender una fogata al lado del lago, se quedarían a acampar ahí por lo tranquilo que era. Eugeo tenía los encendedores y usarían algunos papeles de la libreta de Kirito para encender el fuego, ignorando la negativa de éste.

Al arrancar bien el fuego, los cuatro jóvenes se sentaron en algunos otros leños o piedras que se encontraban en las cercanías, mojándose ligeramente la cabeza por la llovizna que caía sobre ellos.

Ya era hora de la comida, se puso a calentar el té que sobraba, las provisiones para aquella hora del día fueron sacadas para que fuera comidas, lo más seguro es que durarían cosa de quince minutos.

El té estaba caliente, Kirito lo sirvió en las tazas, derramando un poco sobre su propia pierna, mentando madres al instante.

Todos rieron, pero a él no le hizo ni la menor gracia. Era algo normal.

-Vamos, no comas tan rápido. -Regañó Tieze al ver que Eugeo cometía con Kirito para ver quien se acababa su sándwich primero.

Ya que eso era lo que estaban comiendo: sándwiches de lo que fuera, jamón, queso, de simple ensalada. Cualquier cosa que pudiera caber entre dos panes reposaba en esa canasta.

-Si se nos acaba la comida y no tuviéramos otra cosa que comer, ¿les gustaría que hiciéramos ratas de campo? -Preguntó Eugeo, que en más de una ocasión había tenido que comer ratas de campo.

-No gracias. -Declinó Kirito, quien a la vez hacía un gesto de asco.

Tieze no contestó nada, pero su gesto y un escalofrío en sus hombros, delataba la respuesta que estaba pensando.

-¿Y qué hay de ti, Alice? -Le preguntó.

-Hum...podría ser, siempre y cuando no me coma la cola. -Sonrió ella.

Las ratas de campo, muy a diferencia de las de ciudad, son más limpias, sería casi como comerse a una ardilla o algún otro roedor al que no se le pondría ningún pero.

Cuando se encontraba en sus expediciones con el Quinto Regimiento de infantería, en más de una ocasión se les agotaban las provisiones, teniendo que cazar ratas de campo o algunos pájaros, siendo una delicia cuando no hay nada más que comer. De ahí que Eugeo supiera como cazar ratas de campo.

Kirito observó su sándwich un segundo, luego observó la fogata que se había hecho...tenía una idea, un poco tonta, pero idea al fin y al cabo.

Limpiando dos varas de madera metiéndolas al lago, Kirito las enterró en su sándwich, al que puso a tostarse en las brasas, funcionando.

-Además de poeta, soy un genio. -Se carcajeó, además de sacarles una risa a sus amigos.

-En teoría el agua esta tan limpia que se puede tomar así, ¿no es verdad? -Preguntó Tieze.

-En teoría...¿Por qué preguntas, Tieze? -Contestó Eugeo.

-Ya no hay agua para el té. -Sonrió ella, tomando la tetera, poniéndola boca abajo. No cayó ni una sola gota de té.

-De igual forma se hierve. -Añadió Kirito al tiempo que sacaba su sándwich tostado, sin duda se creía el Nobel del año, incluso de la década.

Concretamente tomar té y estar abrazados de la persona que amaban era la mejor protección contra el frío viento que corría por la sierra, que no daba tregua junto con las breves lloviznas que se aligeraban o engrosaban cada algunos minutos.

Nadie decía nada, estaban escuchando el agua de la tetera hervir, las gotas de lluvia cayendo sobre el lago, los maderos quemándose en la fogata, tronando de vez en cuando.

Eran cerca de las dos de la tarde, pero Alice se había quedado dormida. Se debía en parte a la caminata ligeramente exhaustiva para llegar al lago; de haber comido un poco pesado, y por el calor del té.

Si los muchachos hubieran revisado a tres metros de donde se encontraban, hubieran visto una moneda de oro y otras dos de plata, que al cavar unos veinte centímetros, los llevaría al tesoro del general, pero ya se habían rendido por encontrarlo.

Los ronquidos de Alice eran leves y apenas audibles, pero delataban el cansancio que ella sentí por caminar la mayor parte del día. Era curioso darse cuenta de lo energética que se sintió al levantarse de la cama y ahora lo que ella quería era volver a estar acostada.

Todavía faltaba un buen rato para que anocheciera, tenían bastante tiempo de ocio para gastar. Pero preferían ver las nubles grises moverse en la bóveda celeste. Estaba empezando a empeorar la lluvia. Por el ruido de las gotas de agua caer en la tierra y en el lago, Alice se despertó.

-Ah diablos, justamente cuando las cosas se ponían más tranquilas. -Eugeo sacó una de las mantas y cubrió a Tieze de inmediato.

-Alice, Alice levántate, es hora de irnos. -Repetía Kirito mientras movía a Alice de un lado a otro.

-Qué bueno que los árboles aquí son altos y robustos, eso nos puede proteger de la lluvia. -Advirtió Tieze, quien caminaba junto con Eugeo para llevar las cosas a un árbol y que así no se mojaran tanto.

El viento corría tan fuerte que Eugeo prefirió quitarse el sombrero de palma para evitar que se volara a lo alto de un árbol o directamente aterrizara en el lago frente a ellos.

Las nubes que tenían esa lluvia tan terrible, rápidamente se vieron dispersadas por el fuerte viento...pronto comenzó a caer una ligera llovizna, siendo aceptable para poder seguir estando en aquel lugar tan maravilloso.

-Maldita sea, ya que movimos todo para acá. -Suspiró Kirito.

-Tengo una idea. -Dijo Alice. -¿Por qué no mejor empezamos a montar las casas de campaña de una vez?

-Es una buena idea. -Confirmó Eugeo.

Los cuatro se pusieron a trabajar para poder levantar las dos casas de campaña: una para cada pareja. Eugeo, al ser militar y estar más acostumbrado a pasar las noches en el bosque, terminó mucho más rápido. Tieze también era tenía buenas manos para armas las casas de campaña, terminando cuando sus amigos apenas levantaban la primera de las dos varillas.

Sólo los miraron, Kirito estaba leyendo el manual de instrucciones, buscando desesperadamente el siguiente paso.

Alice jugaba con una de las varillas de la casa de campaña, por lo que los comprometidos se soltaron a reír de manera agradable.

Al final los terminaron ayudando, levantando la segunda casa de campaña. Eran cerca de las cuatro de la tarde, quedaría unas dos horas y media más de sol (si es que se podría decir, ya que las nubes lo cubrían todo), para aventurarse a algo más.

El agua del lago era cristalina, no había peces para pescar o algo similar. Lo mejor era seguir el cauce del río para buscar algún pequeño pez o similar.

-La verdad es que cuando acabemos esto me dan ganas de ir a un bar a celebrar. -Dijo Kirito.

-No es necesario, mi buen amigo. Traje algo de sake para poder brindar al anochecer, ya no falta mucho para ello.

Por suerte para Alice, el vino de arroz era de buen sabor, con bastante cuerpo. Pero lo importante no era eso, lo que importaba era que tenía el dulzor, aquello que tanto le gustaba en la corta vida que llevaba.

Al no encontrar ni un solo pez, por más pequeño que fuera, decidieron que lo mejor era prender una nueva fogata y servir el sake, que ya era esperado por los muchachos.

La leña, escasa. Eugeo tenía su hacha por si algo los atacaba en lo alto de la sierra, que no sería posible ya que Alice estaba con ellos, su conexión con la naturaleza, al ser un ente nacido de la misma.

Quitándose la playera, más que nada para presumir, Eugeo tomó su hacha e hizo fuerza en los brazos. Era fuerte y musculoso, Tieze se sonrojaba de verlo sin playera cuando no pasaban la noche en la intimidad.

Eugeo escogió un árbol pequeño, uno que pudiera darles la leña suficiente para poder estar calientes durante esa noche, o lo que sería una buena parte de ella. Acertando un golpe, sus tácticas de leñador eran perfectas todavía, derribando el pequeño árbol en cosa de cinco golpes, para luego cortarlo en leños más pequeños.

Alice y Kirito aplaudieron, Tieze tenía la playera de Eugeo, por lo que él se acercó, tomándola y dándole un beso a Tieze en los labios, sonriéndole al final de todo.

La fogata fue encendida, el sake servido en sus vasos de porcelana y las dos parejas, sentadas alrededor del fuego.

-¡Kanpai! -Gritaron al chocar los vasos de porcelana.

-Primero que nada, quiero dedicar este brindis a la pareja de los que están pronto a casarse, que esperemos sean muy felices por siempre y para siempre. -Mencionó Kirito.

-Gracias amigo. Ahora yo quiero ser un brindis, y no es por ser narcisista o egocéntrico pero es necesario: quiero brindar por mí, por haber cambiado. ¿Y saben a quién se lo debo? A Kirito, por ello mismo quiero brindar por ambos.

-Vamos Eugeo, no todo me lo debes a mí. Es por nosotros tres, pero en especial por Tieze.

-Sin duda...espero poder pagarte todo lo que hiciste por mí, Tieze. Te amaré para toda la vida, hasta el último momento de ella, y tú serás la persona que estará en mis pensamientos al momento de mi muerte.

-Eugeo... -Tieze lo abrazó tan fuerte como sus brazos se lo permitieron. Alice y Kirito voltearon a ver, sonriendo. -Pero para ello falta mucho, mucho tiempo.

-Así es...de igual forma lo sostendré mientras yo viva en este mundo.

-Gracias Eugeo, no sabes lo feliz que me haces...

-Bueno, ya basta de sentimentalismos, eso déjenselo a mi poeta, mejor comencemos a beber. -Bromeó Alice, bebiendo de su vaso de sake.

Los tres explotaron en risa, pero la verdad es que ella tenía razón.

-Sí, creo que es lo mejor. -Tieze tomó la mano de Eugeo y bebió de su vaso. -Esto sabe bien.

-Escogí bien la botella, eso es impresionante hasta para mí.

-¿Me sirves un poco más, por favor?

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Es... ¡¡¡Hermosa!!! 

Sábados de SAO y de Flores en el bosque, ya me siento completo otra vez uwu

Los capítulos que tienen que ver con la amistad son los más bonitos...pero para el siguiente capítulo, las cosas se van a poner feas...muy feas. Más de una lágrima va a caer en las mejillas de los desdichados que leemos este long fic :'v

No sé si hayan visto el capítulo cómo un poco de relleno, quien sabe. Estuvo largo, pero sí se qunta, no es como que la historia no sea la misma...más que nada es para darle impacto a lo que está por venir

Nos vemos en una semana.

Siempre tuyo:

-Arturo Reyes.

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