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Traidor

Éramos felices a cada segundo, tomados de las manos, caminando por los campos.

No sabría yo de la inundación que ahogaría mi corazón.

Donde en un momento de traición, solo una puñalada fue la que bastó.

Tú te llevaste mi felicidad entre tus labios.

Y es que fui muy necio a pesar de lo que me advirtieron mis amigos.

En tus caricias se encuentra mi única perdición.

Lo peor es que aún anhelo tu retorno...esa es mi última noción.

-Sí, debe de gustarle. Pero no se lo muestres a él de inmediato, puede que no se lo tome a bien, y cuando digo eso es que se suelte a llorar. –Confesó la dueña de la casa.

-No es mi mejor trabajo...pero lo que importa es que es para él. –Continuó Kirito.

Alice y Tieze llegarían media hora después, ya al estar bajando el sol y el calor. Por ahora no tenían un lugar en específico al cual ir, pero vaya que tenían mucho que contar.

Eugeo seguía perdido en los muelles, fumando y pensando acerca de la propuesta de Tieze, la cual nunca se había tomado tan enserio como ese día. Era la primera vez que la meditaba por tanto tiempo.

Los dedos de sus pies estaban ya arrugados de tanto tiempo que habían estado en agua. Ya ni siquiera pensaba en lo de Tieze. La decisión fue tomada como las riendas de un caballo: todo lo que no fuera él no importaba, por más egoísta que eso pudiera sonar.

Cuando las dos chicas llegaron con Kirito en la casa, le contaron sorprendidas los talentos ocultos de Alice, como si ella hubiera nacido con un don sobrenatural del que era portadora.

No cualquiera tocaba la mandolina de una forma tan diestra y sin antes haberle puesto un dedo encima.

Esa afirmación sorprendió al muchacho, pero no lo pudo terminar de creer. Por lo que buscaron una de las guitarras de Eugeo, una de tantas que estaba en el rincón más olvidado de todos, llena de polvo y desafinada.

Tras sacudirla y afinarla como era debido, Kirito probó suerte con Its Only Love. La guitarra estaba perfectamente, pero no sabían cómo reaccionaría Eugeo tras decirle que la habían tomado sin su permiso.

-Da lo mismo, decimos que Tieze nos la presto. Al fin y al cabo, parece que ella manda sobre él. –Afirmó Kirito.

Kirito le enseñó a Alice como se debía tomar la guitarra, suavemente tocando las cuerdas con las yemas de sus dedos. Tieze observaba como es que los dos tenían una pequeña discusión.

Alice decía que ella podía tocar perfectamente sola. Él no estaba tan seguro de ello, por lo que trató de disuadirla.

Tras cinco minutos de decirle como tocar las cuerdas, como hacer la presión necesaria en ellas, por fin le dejó la guitarra a Alice.

Al tomarla, pensó en alguna canción, en cualquiera que se le viniera a la mente. Por extrañas situaciones del destino, ella decidió por Here Comes The Sun, que al ser escuchada por la dueña de la casa, rápidamente le llamó la atención.

Fue casi corriendo a la sala donde estaban los tres jóvenes sentados, escuchando cómo la guitarra era tocada. Ella se imaginaba que Eugeo había superado el problema que tenía con esa canción, por lo cual fue que decidió tocarla una vez más tras tanto tiempo.

Aunque la señora se llevó una desilusión al ver que era Alice quien tocaba y que Eugeo ni siquiera se encontraba ahí presente.

Al verla agitada, los tres se quedaron un poco sorprendidos.

-Perdón, no me pensé que fuera a ser molesto. –Disculpó Tieze.

-No, no, para nada. Creí que era otra persona quien tocaba, no importa. –La señora pasó a la sala y se sentó en una de las sillas de madera obscura y con cojines color chocolate. –Continua, por favor.

Alice siguió tocando ante no solo la sorpresa de Kirito, si no de igual manera de la señora, quien estaba complacida con la canción. A ella siempre le había gustado ver a Eugeo tocarla cuando era de noche, frente a la casa de Quinella, cuando él le pedía que lo acompañara.

Siempre le pedía a la señora que le dijera cuál era su opinión, cuando por fin lograra tocarla a la perfección, le pediría su mano a Quinella.

Ella siempre respondía con las mismas seis palabras: "No es terrible, debes mejorar más."

Lo más irónico, casi lamentable, era que ella había dado su aceptación un día antes de que Quinella terminara con Eugeo, no obstante jamás se arrepintió de haberlo hecho, ya que si los dos se hubieran casado, él hubiera sufrido para toda la vida y Tieze se hubiera quedado más que abatida, casi como si le hubieran dado un disparo directo al corazón.

El pequeño concierto acabó con un regustillo a gloria y un sentimiento revitalizante.

-Hace mucho tiempo que no se escuchaba esa canción en esta casa. –Dijo la señora.

-¿Quién la tocaba antes? –Preguntó Alice.

-Creo que el muchacho aquí presente sabe quién fue. –Contestó ella, a lo que Alice y Tieze miraron a Kirito.

-Es difícil de decir pero...se quien fue, aunque creo que alguien más también lo sabe.

Tieze sabía de igual forma quien tocaba la canción en aquellas ocasiones, con bastante dolor al escucharla, por cierto.

La gran antorcha ya solo se asomaba por los techos de las casas más pequeñas, a sabiendas de que el día había acabado. Sólo restaba esperar la noche.

Cuando el agua del muelle se enfrió, Eugeo dejó de pensar, sacando sus pies del agua para secarse con las manos los pies, poniéndose sus botas militares y buscando más tabaco para fumar, se le había acabado por completo.

La media onza había sido fumada desde hacía dos horas, en donde no pudo pensar en otra cosa que no fuera la propuesta de Tieze y lo que iba a hacer con Alice.

Había muchos lugares a donde podía llevársela, para que ambos quedaran solos. Simplemente caminó y caminó, fumando lo poco que quedaba en la cazoleta de la pipa, aspirando suavemente el humo para después escupirlo.

-Tendrá...que ser así. –Pensó.

-Y es por eso que me dicen "Che" –Sonrió Kirito.

-Ahora que tienes estas fachas no lo pareces ni de lejos, ¿no te molesta que te llamen así? –Preguntó la señora.

-Para nada, me parece divertido.

Alice preguntó quién era Ernesto Guevara, o el Che, como todos los presentes de decían. Al mostrarle una foto del famoso guerrillero, Alice hizo un gesto de desaprobación.

-Ese ni de lejos es mi Kirito. –Dijo, haciendo la foto a un lado.

Todos los presentes rieron por el enojo de Alice, aunque todas estas fueron sofocadas al momento en que Eugeo se paró frente a la puerta de la sala.

-Ah, mira, mira. Compara esta foto con Kirito, dime si no son iguales. –Pidió la señora mientras se levantaba e iba caminando hacia a Eugeo, moviendo sus hombros y su reboso al hacerlo.

Cuando la señora le dio la foto del Che, vaya disgusto fue el que se llevó Eugeo.

-Ya le dije, mi señora, que de ser por mi quemaría esta foto...pero eso es de mala educación porque no es así. –Masculló él.

-Vamos no se enoje. Sólo estamos bromeando, nada más. –Calmó Tieze.

Kirito y Eugeo se quedaron viendo por unos segundos, estaban echándole carbón al fuego, avivando las brasas de la indiferencia que ambos se tenían.

-¿En verdad no te parece gracioso? –Preguntó Kirito tratando de sonreír.

-Para nada, creí habértelo dejado esta mañana.

Al ver que los dos amigos estaban tensándose, la señora rápidamente guardó la foto de donde la había sacado. Lo mejor era no sacarla del cajón donde era resguardada, para no levantar el cólera.

Cambiando de temas, Tieze, Alice y la señora estaban discutiendo que lugar era mejor para que los cuatro jóvenes fueran de paseo, a conocer la ciudad, ya ese era un día antes de marcharse.

Tieze dijo que quería ir a ver la iglesia de San Pedro de noche, para que sus dos nuevos amigos la pudieran disfrutar bellamente iluminada, como era costumbre en el pueblo.

Eugeo, que a pesar de no ser parte de la conversación, rechazó la oferta de inmediato poniendo el pretexto que habría demasiada gente.

En la ignorancia de Alice, quien no sabía lo que representaba esa iglesia, ella insistió en que le gustaría conocer ese lugar, puesto que Tieze tenía buen gusto para los paseos.

Cuando las tres mujeres pasaron por la puerta de la sala para ir al jardín, Kirito y Eugeo se quedaron viendo de frente, como esperando quien iba a pasar primero.

-Vamos colega, los militares suelen ser los últimos en salir.

-Yo pensé que los militares siempre querían ser los primeros, por eso hacen lo que hacen, ¿no, amigo? –Kirito sonrió odiosamente, pasando por la puerta.

En ese instante, Eugeo se imaginó tomado del cabello a Kirito, estampando su frente contra el marco de la puerta para después arrogarlo al vacío del jardín. La sangre le estaba hirviendo como si fuera agua en una cazuela con el fuego al tope.

Suspiró pesadamente, fingiendo ignorar la burla de Kirito, sonriéndole forzosamente a Tieze para no preocuparla.

-Respecto a lo que me dijiste hace rato...lo arreglaremos en la noche. –Eugeo tomó el hombro de Tieze, dándole dos palmadas pequeñas.

Ella se sonrojó pensando que Eugeo le iba a dar un anillo de oro y plata para después despojarla románticamente de la virginidad, pero no iba a ser así ni de lejos.

Bajaban por las calles empedradas, los vendedores de sombreros, frutas y esas cosas, eran reemplazados por vendedores de velas, pequeñas joyas, etc.

Cuando pasaron por una carreta que vendía amuletos espirituales, Alice recordó que tenía el collar de flor amarilla en su cuello, poniendo su mano en su pecho, sintiéndolo.

Inmediatamente le dio un beso en la mejilla a Kirito, quien lo miró extrañado pero sin queja alguna.

-¿A qué se debe el gusto? –Preguntó.

-A nada especial. –Respondió Ella.

Tieze iba tomada del brazo de Eugeo, quien se notaba indiferente ante las muestras de afecto de los dos chicos que iban a su lado.

Ella seguía sin poder articular una palabra debido a que la pena se lo impedía, solo sujetaba fuerte el brazo de su superior, buscando algo que decir y el cómo decirlo.

Pero, por más que intentara, no encontraba nada que pudiera ser así.

Al estar frente a la bella Iglesia de San Pedro, viéndola a lo lejos junto con las palmeras de la noche, se podía ver su fachada de cantera con un destello de color rosado y otro de color rojo carmesí.

Pasaban por la plaza, en donde había muy poca gente a diferencia de lo advertido por Eugeo.

-¿No que iba a ver mucha gente? –Preguntó Alice, desafiante.

-Es válido equivocarse de vez en cuando.

-Solo no vaya a exagerar, señor Eugeo. –Susurró Tieze.

-Nunca exagero...eso no va conmigo.

La enorme puerta de la iglesia se alzaba sobre los cuatro jóvenes. Estaba cerrada, por lo que solo podrían admirarla desde afuera. Tieze se imaginó, pasadas algunas semanas, con su vestido de novia simple, pero no minimalista, destacando sus ojos rojos. Ella iría del brazo de Eugeo, con su uniforme de cadete color azul claro, como a siempre le había gustado.

-¿Usted piensa invitarlo a su boda? –Preguntó Tieze.

-Haré que se siente en primera fila junto con Quinella.

Eugeo no pensaba en una boda con Tieze precisamente. Imaginaba a Alice en un voluminoso vestido de novia, justo el que una vez imaginó para Quinella.

Una decepción más de ese tipo no podía caber en la mente ni el corazón del joven. Nunca más, se decía, nunca más.

-Ya sé a dónde podemos ir. –Propuso Eugeo. –Es un lugar en una azotea, preciso para una ocasión así.

A todos les había parecido buena idea, solo tenían que pasar por un estrecho corredor que los llevaría al lugar propuesto.

Solo había un pequeño problema: había mucha gente. Para todos resulto irónico que la iglesia, que se suponía era lo más importante, estuviera tan vacía y este pequeño corredor tan lleno.

Transmitían un partido de futbol, por lo que los bares y restaurantes estaban a reventar. El cuarteto tendría mucha suerte si alcanzaba algún lugar.

Kirito y Tieze tuvieron que empujar a varias personas, abriéndose paso para poder llegar al lugar deseado, para su mala suerte ellos eran la vanguardia. Cuando lo lograron hacían un problema muy grande: ni Eugeo ni Alice estaban con ellos.

-Debí suponer que ese hijo de perra estaba planeando algo. –Masculló Kirito, apretando el puño.

-No hable así de él. Ustedes son amigos, lo último que debería hacer es pensar mal del señor Eugeo.

-Tieze, ¿no recuerdas porque él y yo nos volvimos enemigos? Tu misma me lo confesaste.

-No deben tardar en aparecer, tengo confianza en que el señor Eugeo no estaba planeando algo en secreto al traernos aquí.

-Eso espero...

Antes de entrar, justamente Eugeo había tomado la mano de Alice, jalándola y llevándosela a un lado afuera del corredor.

Ella se resistía, pero al ver los ojos compasivos de Eugeo, los cuales pedían piedad a gritos, fue por lo que se dejó llevar como si fuera una ola danzando en el mar.

-Hay algo que quiero decirte...es un secreto que Kirito me contó. –Le mintió, Alice no respondió nada esperando una explicación. -¿No te has preguntado por que él y yo hemos estado como peleados?

-Si...lo noté algunas veces. Por favor, dime que le pasa...me preocupa. –Alice estaba con el corazón en un hilo, sus ojos azules ahora eran los que pedían compasión. -¡Por favor Eugeo, dime que le pasa!

-Ya no te ama. –Alice se exaltó, el corazón se le quebró como si hubiera sido un cristal siendo golpeado por una bala. –Me lo confesó...él se enamoró de Tieze, Kirito se va a quedar en el pueblo para mañana, ya no iba a volver.

-No...no, ¡no, no, no, no puede ser cierto! –Alice comenzó a llorar. -¡Tengo que hablarlo con él, me preguntó si yo lo amaba, no puede ser posible!

-¡Alice, espera! –Eugeo la abrazó para impedirle el paso. –Te preguntó si lo seguías amando para buscar alguna manera de romper contigo...¿no te parece una casualidad que desde el primer día se puso raro?

-¡¿Y Tieze, ella sabe de eso?!

-No...no lo sabe. Ahora mismo, y perdón por decirlo, pero ahora mismo Kirito debe estar declarándosele a Tieze.

-No...él me prometió que no. –Alice no pudo más y se derrumbó, cayendo de rodillas.

Mientras ella abrazaba a Eugeo, él sonreía, victorioso de la guerra secreta. Justamente había envenenado las defensas de Kirito, las cuales ya habían caído muertas en combate.

El "Che" no pudo con aquel estratega despiadado, aquel que sabía dónde golpear para dejar indefenso al enemigo...aunque fuera algo muy inmoral. Una derrota más traicionera e indigna que la sufrida por el verdadero Ernesto Guevara en Bolivia.

-Se lo que se siente...confiar en una persona, darle todo lo que tienes, incluso entregarle tu vida para que luego la desprecie.

Alice tomaba fuertemente la ropa de Eugeo, aferrándose a él, ahogando su llanto en el hombro del chico.

Su corazón estaba destruido, seguía con la idea de ir y encarar a Kirito, de soltarle todo lo que tenía que decirle, gritarle de ser necesario.

Sólo que algo se lo impediría.

-Escapémonos...si él no quiere vernos entonces que nunca más nos vuelva a ver, ¿Qué dices?

-Pero yo si quiero verlo...quiero estar con...

-¡No digas eso! Si algo he aprendido en esta porquería de vida es que no debes estar con quien no te quiere a su lado, ¡¿Alice, entiendes lo que estoy diciendo?!

-Si... -Ella bajó la mirada, derramando lágrimas sobre su vestido.

-Debemos irnos ya. –Eugeo tomó de la mano a Alice y se la llevó corriendo fuera del corredor.

Kirito y Tieze estaban esperando en la entrada del restaurante, buscando con la mirada a alguno de los dos desaparecidos.

El enojo y cólera de Kirito estaba muy en aumento. Si encontraba a Eugeo lo mataría a golpes de inmediato. Tieze estaba muy preocupada, no quería aceptar que su superior le hubiera mentido, él jamás lo había hecho antes.

-Ya me harte de esto. –Mencionó Kirito, saliendo del restaurante, abriéndose paso entre la gente, seguido por Tieze.

Buscaron y buscaron por la calle, pero como era de esperarse, no encontraron nada por más que lo intentaron.

Al estar a unas calles de distancia, Kirito no pudo contenerse más, golpeando una pared haciendo sangrar sus nudillos. -¡Voy a matarlo cuando lo tenga enfrente! –Farfulló.

-No lo haga, él no sabe lo que hace. –Disuadió Tieze.

-¡No, claro que lo sabe, sabe perfectamente lo que está haciendo ese desgraciado de mierda!

-¡Cálmese ya, señor Kirito! –El gritó de Tieze fue mucho más fuerte. -¡Yo estoy segura que el señor Eugeo no sabe lo que hace, su modo de pensar está mal!

-¿Eso de que para amar se debe dar algo a cambio?

-¡Yo no tengo nada para darle por eso no me presta atención, usted no tiene nada que darle a ella, por lo que al señor Eugeo se le hace fácil separarlos, por él que lo tiene todo y a la vez nada!

-Ya...ya veo, solo era cosa de que lo dijeras así.

Eugeo y Alice estaban en un hotel a un lado del colegio militar, uno muy bien conocido por los demás compañeros de regimiento para cuando estaban acompañados de alguna "pajarita".

Ahora Alice estaba en una situación de pajarita desamparada, llorando, sentada en la cama.

Ella no podía terminar de creerle a Eugeo, por más pruebas que él le presentara, nunca le iba a creer del todo. Debía existir un error, por más pequeño que fuera pero un error debía de existir.

Y la verdad era justamente esa.

-No lo odies. –Pidió Eugeo. –El amor no es algo que deba ser odiado.

-¡Para ti es fácil decirlo!...tu no estás pasando por lo que yo sí.

-Lo hice una vez. –Eugeo se sentó al lado de Alice, tomándola del hombro al tiempo que la miraba llorar. –Créeme que tuve que meditar mucho para decir que el amor no es algo que deba ser odiado.

-Yo jamás podría odiarlo.

Eugeo usó su dedo para levantar el collar de la flor amarilla de olivo, observándolo junto con los pechos de Alice.

-¿Este es un collar para el amor eterno?

-Pues nos mintieron.

-No. Efectivamente es un collar para el amor eterno, sólo que no ibas a compartirlo con Kirito...si no con alguien más.

Él puso su mano en la rodilla de Alice, para luego deslizarla por su muslo, acariciándolo con la yema de sus dedos. Alice entonces se secó las lágrimas de los ojos.

Tenía los ojos hinchados por tanto llorar, trato de reincorporarse, volteando para ver directamente a Eugeo a los ojos.

-¿Y ese quien podría ser? –Preguntó ella.

-Esperaba que dijeras que yo. –Eugeo se inclinó un poco hacia adelante, cerrando los ojos para darle un beso en los labios a Alice.

Al principio ella se negó, poniendo sus manos en el pecho de Eugeo para apartarlo, pero no podía, él era muy fuerte. Sintiéndose culpable, casi como si estuviera cometiendo un pecado mortal, de aquellos que jamás se podían borrar de encima, ella dejó de detenerlo y lo tomó de la cabeza para besarlo con más intensidad.

El militar, pensando que tenía toda clase de puertas abiertas, se desabrochó los primeros botones de la camisa, hasta que Alice se separó de sus labios.

-No...eso no. –Susurró Alice, abrochando nuevamente los botones de la camisa mientras lo besaba nuevamente.

"Eso no" pero no era la única manera de poder hacer el amor, no sería con todas sus letras y como Dios manda, pero era algo parecido.

Eugeo bajó de los labios de Alice, besándole el cuello, quitándole cuidadosamente el vestido, lo que fue permitido por ella sin mayor reproche ni prohibición.

Cuando el torso entero de Alice fue descubierto, Eugeo bajó sus labios, recostando a Alice en la cama, mientras él se arrodillaba en la misma. Sus labios fueron a parar al cuello de Alice, quien sujetaba fuertemente la colcha de la cama, gimiendo medianamente fuerte.

Tras eso, Eugeo besó un rato su abdomen y su estómago, hasta que fue un poco más arriba, besando sus pechos, haciendo a un lado el collar con sus dientes y mordiendole suavemente los pezones, haciéndola gemir placenteramente.

Eugeo decidió intentarlo nuevamente, subió un poco el vestido de Alice y comenzó a desabrocharse el cinturón.

-No...no es lo correcto hacerlo tan pronto, mejor ven aquí. –Alice extendió sus brazos, ofreciéndoselos a Eugeo, quien se recostó sobre ella, besándola suavemente, ambos tenían los ojos cerrados.

Kirito y Tieze habían llegado a la casa. Tenían la pequeña esperanza de encontrar a los dos desaparecidos ahí, sentados en la sala mientras tomaban el té, esperándolos. No había rastro de ellos.

-Se la robó a la vieja escuela. –Suspiró Kahona-Sama.

-Traidor...por años lo traté como se le trata a un hermano, ¡lo trate mejor que a mi propia hermana, ¿y se atreve a traicionarme?!

-No se altere, ya vera que esto se solucionara pronto. –Alentó Tieze.

Pudieron pasar algunas horas. Eran las nueve de la noche cuando ya casi todos estaban dormidos, menos Tieze y Kirito. Él estaba con la luz encendida, pensando furiosamente.

Tieze estaba esperando con la luz apagada, si Eugeo llegaba esa noche ya no se lo pensaría más: iba a ofrecerse de alma entera para él.

Kirito, en un arranque de ira, fue hasta donde sabía estaba el revólver del pistolero, revisó si tenía balas: efectivamente las tenía. Se la puso detrás del pantalón, cubierta por su camisa para subir a su habitación, poniéndola debajo de la cama, sentándose a esperar, viendo directamente a la puerta de la casa.

Justamente Eugeo estaba pasando, sólo, sin nadie que lo estuviera acompañando. Al escuchar la puerta, tanto Kirito como Tieze bajaron corriendo al piso de abajo.

-¿Dónde está? –Preguntó Kirito.

-Ella escapó...

-¡Tú! –Kirito se abalanzó contra Eugeo, quien esquivó su golpe.

-Si me dejas explicarte estaría bien.

-¡¿Dónde está Alice?! –Tieze tomó de brazo a Kirito para que no pudiera golpear a Eugeo.

-¡Déjalo hablar!

Eugeo dijo que en el corredor, él había visto a Alice correr hacia una de las calles contiguas, por lo que fue a buscarla. Tras correr unos segundos, por fin dio con ella.

Supuestamente Alice estaba escondiéndose, ocultándose de Kirito. Ella le había confesado que ya no amaba más a Kirito, que nunca estuvo enamorada de él exactamente.

Quería escapar muy lejos para poder estar tranquila en su soledad, naturalmente Eugeo había tratado de impedirlo, pero no lo había conseguido con éxito, ella al final logró escapar.

La había estado buscando por mucho tiempo, por todas las calles que le eran posibles, pero no pudo hacer nada.

Kirito tomó de la camisa a Eugeo, no con intenciones de golpearlo, solo con intenciones de tener respuestas.

-¿Qué te dijo exactamente sobre mí? –Cuestionó, con autoridad.

-Ella estaba arrepentida de lo que había hecho, se sentía mal al haberte ilusionado...pero al final se dio cuenta que cayó en un error, en verdad lo siento.

Kirito soltó la camisa de su amigo con mucho enojo, apretando los puños furiosamente.

Él recordó que Alice le había dicho una vez que ella no estaba segura de lo que era el amor, por ello lo besó sin saber cuál era su significado real. En otras palabras: Alice era novia de Kirito sin saber su significado realmente. Eso fue todo lo que pasaba por la mente del muchacho.

Al ya no tener a Alice como un obstáculo en su relación con Eugeo, Tieze se sentía un poco aliviada. Alivio que llegaba también con algo de culpa, se sentía feliz a costa de la felicidad de alguien más, en éste caso, la de Kirito.

Ahora sabía el por qué Eugeo se justificaba de esa manera tan maquiavélica...era una alegría injustificada, nada más.

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les dije que tendrían ganas de crucificarme...lo más seguro es que si, chale

Ese soy pidiéndoles piedad por lo que pasó en este capítulo :v pero me van a terminar madreando :'c

Vaya que esto da un giro inesperado a la trama, ¿pero que terminara siendo de esta historia? Tal vez el siguiente volumen no se trata de KiritoxAlice...acabando su relación en este preciso momento y con esta precisa acción. Saquen sus conclusiones y tenganme un poquito de piedad :'v aunque se perfectamente que soy un desgraciado que no la merece.

Siempre tuyo:

-Arturo Reyes.

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