Un rincón de paz
Abro los ojos con pesar, un nuevo día en un lugar lleno de malas miradas. Me estiro en la cama y noto que estoy sola, no me sorprende. Paso la mano por su almohada, noto que está frío, supongo que tiene mucho que se levantó. Miro a la ventana, las cortinas no dejan entrar la luz, no sé que hora es. El cuarto está invadido por olor a leche caliente y pan quemado. Observo el lugar al escuchar como si rasparan pan.
—Me alegra que estás despierta —me dice el duque con una cálida sonrisa mientras con su cuchillo quita lo quemado a unas rebanadas de pan —Me distraje un momento y al regresar estaba así. Siempre abusan de mi forma de ser, me hacen bromas y así, ¿pero que puedo hacer? Castigarlos se me hace cruel, espero que con el tiempo me vuelvan a ver como antes —unta mantequilla y me lo da en un plato.
—Gracias —empiezo a comer, el sabor de lo quemado sigue, pero no creo poder negarme a comer.
—He pensado un poco, no sé como debo portarme contigo ante ellos. Si me porto distante y frío no asegura que te trataran mejor, así que me mantendré cerca de ti —me besa la mano.
—No hace falta que finja nada, entiendo cual es la forma en que pagaré el cubrir la deuda de mi familia. No lo retrasaré más, está noche está bien, solo no quiero verlo hasta entonces.
—¿No verme? —frunce el ceño—. Dices que quieres pagar tu deuda y me miras sin emociones, no me agrada.
—El recibimiento fue humillante, peor el saber que estuvimos donde murió su novia, ¿espera que lo olvide y ya?
—Esa mujer no era nada mío.
—Poco valor tiene, negando el amor sincero que le dio una mujer.
—¿Sincero? Ja —se pasa la mano por la cara—. Solo quería poder, salir de sus problemas, sacar provecho, que le diera todo y ella solo darme problemas.
—¿Qué tratas de decir? Esa mujer no suena diferente a mí, ¿acaso me ocurrirá lo mismo?
—¡Claro que no!, no eres como ella —está subiendo la voz.
—Mi matrimonio con usted fue para que mi familia no acabe en la ruina, aprovechar su mala reputación y por el recibimiento le estoy causando problemas. ¿En qué me diferencio con su ex novia? —lo miro fijamente—. Es eso, ¿verdad?, le recordé a ella, siente culpa y quiere corregir su pasado conmigo. Pero eso es imposible, la chica está muerta, no sirve de nada.
Se queda sin palabras, tiene las manos en puño.
La puerta se abre justo cuando el duque iba a decir algo. Entra un hombre vestido de forma elegante, acompañado del mayordomo. Se ve molesto.
—¿Qué pasa?, aprovechaste mi ausencia para casarte —mira enojado al duque—. Parece que no hiciste una buena elección, discutiendo tan temprano, dándole espectáculo a los criados para que nuestra familia sea masticada más de lo que ya es —se gira—. Sígueme, Ulises, debemos hablar en privado.
—Sí padre.
La puerta se cerró y el silencio volvió. El duque se sentó en una silla, mira el piso, después se cubre los ojos con las manos y deja salir un pesado suspiro. Empiezo a sentirme mal por lo que dije, en sí no sé la verdadera historia, puede que de verdad solo sea una historia para hacerlo quedar mal.
—Seguramente tardaré un rato con él, puedes quedarte aquí o salir a caminar. La presencia de mi padre hará que no te traten mal tan descaradamente —se levanta y sale sin darme la oportunidad de decir algo.
Termino de comer el pan y beber la leche, me levanto y tiendo la cama, hace tiempo que en casa yo lo hacía porque no teníamos para pagar a alguien. Abro las cortinas y dejo que el viento entre a llevarse el olor a quemado.
Veo mi maleta y saco mis vestidos, los cuelgo en el ropero, todos son sencillos, sin necesidad de usar crinolina, en sí mis favoritos tuvimos que venderlos para pagar algunas deudas. Me siento frente al espejo y me empiezo a peinar, lo até en una coleta, no tengo ganas de hacerme trenzas y no lo veo necesario. Veo que mi reflejo me muestra mi forma, la que es sencilla
Me pongo los zapatos y salgo, quiero ir al jardín, se veía solitario, adecuado para mí, de todas formas no tengo cosas que hacer y no sé si me permitan ayudar en esta casa con la administración o cosas por el estilo. Tal vez ni me lleve a las fiestas importantes, creo es lo mejor.
Me encuentro a varias personas y las saludo, claro que hacen que no me escuchan. Debo seguir con la cabeza en alto y sonriendo, es fácil y no pierdo nada, es más, se enojan al ver que no me afecta en el exterior su desprecio.
Llego al jardín, el pasto está bien cortado, hay rosas de diferentes colores, algunas enredaderas decoran los arcos. Camino por él, la sombra es linda y los olores me relajan. Conforme sigo avanzando escucho el sonido del agua corriendo, salgo de los arcos y veo cerca un rio con el cauce agitado. Me acerco y empiezo a poner hojas para verlas irse en la dirección del agua.
Me gusta este lugar, las aves cantan, las ramas de los árboles se agitan, hay paz. Si puedo estar aquí no creo que sea tan mala mi nueva vida.
El cielo se empieza a nublar, el viento sopla más fuerte.
—¿Quién eres? —un niño rubio de ojos azul claro me habla. Sus cabellos se revuelven con el aire, le cubre el rostro.
—Hola, soy nueva por aquí, solo seguí el camino de los arcos.
—Pronto lloverá, es mejor que te resguardes. Sígueme.
Lo veo alejarse y voy tras él, no parece saber quien soy así que eso me da tranquilidad, de lo contrario seguro me hubiera hablado con desprecio o ni me hubiera advertido de la lluvia.
—¿Quieres un poco de sopa?, apenas la serviré.
—Muchas gracias, por favor, no he probado nada desde el desayuno.
El pequeño sirve un plato de sopa de papa que tenía calentando en una olla grande.
—Gracias.
Me siento y él también. Me mira mucho y entonces noto algo familiar en su rostro.
—¿Tus padres?
—No tengo —bajo el rostro y siguió comiendo —. Mamá murió cuando era un bebé, papá no me acepta, pero nos permitió a mi tío y a mí vivir aquí. El hermano de mi madre trabaja para él.
—¿Cómo se llama tu padre?
—Es el duque Ulises. Por eso me llamo igual, a mamá le encantaba ese nombre, bueno, eso me cuenta mi tío.
Me quedo en silencio, es verdad, se parece mucho, solo que la nariz del pequeño es afilada. El pequeño sigue comiendo, ignora mi sorpresa.
—Gracias por todo —como rápido y me levanto—. Debo regresar.
—Afuera llueve mucho, te puedes enfermar y morir, no te ves muy sana, estás pálida y flaca —me dice desde la mesa.
—Puede que se preocupen por mí.
—Si fuera eso ... en primer lugar no te hubieran permitido acercarte aquí. Es la regla del duque, así que te recomiendo no hablar de este lugar.
Me acerqué a la puerta y al momento de abrirla me tope con un hombre alto.
—¿Qué haces aquí? —no reconozco la voz ni el rostro, pero está enojado.
Me tomó de la muñeca y me hizo entrar.
—Tío, me alegra que volvieras —el niño lo abraza—. Esta chica llegó antes de la lluvia, la invité a quedarse, no te enojes conmigo —le dijo con voz tierna, en sí ha de tener unos 6 años.
—Está bien —le dijo con resignación y me soltó.
Me quedé sentada, recargada en la puerta. El hombre me da miedo, no lo había visto antes, pero se nota que es fuerte, me dolió la muñeca por su agarre. Tiene el cabello rubio pero no es tan claro como el del pequeño y sus ojos son azul oscuro.
El hombre se fue a un cuarto y regresó con la ropa seca aunque aún le escurría agua del cabello. Se sentó y el pequeño le sirvió.
—Siéntese, la lluvia tardará un rato más —movió la silla de su lado.
—Gracias, aquí estoy bien.
—Tío, le diste miedo, ¿cómo esperas que se siente cerca de tí?
No dijo nada. Terminó de comer y el niño se levantó, fue al cuarto.
—Que tenga buena noche, señorita —me dio un abrigo de piel, me abrazó y se fue.
Me quedé ahí, escuchando la lluvia, cubriéndome con el abrigo, me acerqué al fuego.
—¿No te sientes mal? —no había notado que el hombre estaba en la esquina, supongo que me quedé dormida.
—No veo el motivo para estarlo.
—Con ver a mi sobrino cualquiera sabe que sangre corre en él, solo que por el origen humilde de mi hermana lo rechazaron. Ahora el duque te trae para que le des un hijo mientras rechaza al que tiene viviendo en sus tierras —alza la voz— ¿Lo entiendes?, lo que te hace diferente a mi hermana es que tienes una familia, mientras que ella no. Fuimos comprados en un mercado, el duque al verla le gustó y la llamaba para hacerle compañía por las noches, hasta que se embarazó.
—Lo siento.
—Claro que no, si no fuera por su muerte, tú no estarías aquí.
—Escuché que murió en el cuarto donde dormí el primer día.
—Así es, era el cuarto del duque, donde compartían la cama. Ella después de dar a luz le pidió dinero porque el bebé estaba muy enfermó y el hombre la sacó con sus propias manos. Ella como pudo volvió a entrar, estaba desesperada. El duque la amenazó con dispararle y como no se fue ... dijeron que se suicidó, pero todos sabemos que la mató —sus ojos se humedecen—. Al ver a mi hermana en el suelo, sangrado le entró el remordimiento, pero no hubo nada que hacer. El duque no aceptó que es su hijo, mató a mi hermana y nos mantiene aquí por remordimiento.
—No se que decir.
—Es mejor que te calles, sé que nos ves de esa forma, como si no sirviéramos para nada, que eres superior e intocable —se acerca a mí y retrocedo hasta que choco con la pared—. Sólo te advierto: ten mucho cuidado. El alma de mi hermana vaga por la casa, asusta al duque y ten la seguridad de que también a ti. No sé que podría pasarte a ti —toma un mechón de mi cabello— te ves débil.
—Suficiente, tío, la invité yo para que no se mojara, no para que reciba amenazas —el niño empujó al hombre para apartarlo de mí— Mírala, esta temblando, ¿qué te pasa?, no somos unos monstruos.
—No se merece dormir sobre una cama cómoda mientras mi hermana está enterrada.
—Lo siento, los adultos guardan mucho rencor. Es mejor que te vayas, ya no llueve y puede que mi tío pierda la razón y te haga daño —lo dice tan tranquilo.
Salgo y me voy corriendo, vuelvo a pasar por el camino de los arcos. Me mojo con los charcos y las gotas que escurren. Me detengo antes de salir, ¿qué debo hacer? Entiendo porque me odian, si era una chica que trabajaba con ellos es natural que detesten que alguien ocupe ese lugar. No quiero problemas, pero los tendré, no quiero estar aquí, no quiero tener un hijo con el duque, seguro le harían la vida imposible, capaz lo envenenan o tal vez a mí para evitar que de a luz a un heredero. Tener hijas no es seguro, ni creo que eso las libre del odio. Tengo que buscar la forma de pagar todo lo que nos dio el duque y salir de aquí.
Quien diría que ese lugar que consideré un rincón de paz sería el que me hiciera perder la tranquilidad.
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