
3:3 La tercera nota con aroma.
Tiraste mi carta. De acuerdo,
doy miedo, eso me quedo
claro, jaja. Perdóname por
asustarte e incomodarte querido
Izuku.
Pero te juro, que después de la
doceava no sabrás nada más de
mí. Solo déjame sacar lo que
siento, por favor. Puedes tirarlas,
pero te suplico que primero las
leas.
Tus bellos ojos esmeraldas
paseándose por las letras que
escribí son un pequeño consuelo
para mi alma.
¿Pido mucho? ¿Estoy exagerando?
Espero que no; ya no lo sé. Ya no
sé siquiera lo que quiero que
sientas o pienses cuando tengas
esta hoja entre tus bellos y
delicados dedos con cicatrices.
Me gustas demasiado porque no
sé dónde o cuando parar. Pero
hay algo que sabrá indicarme
cuando sea el momento de
desaparecer de tu vida. Así que
tranquilo, no me tendrás para
siempre detrás tuyo.
Hasta entonces, estás cartas no
pararan porque siento que
vomitare mis sentimientos si no
te escribo.
Se que puedo soñar loca, pero
agradezco el tiempo que te tomas
para leer cada palabra. Y
agradezco a tu hermosa novia
que esté a tu lado para dibujarte
las sonrisas que quizá mis cartas
te quiten de tus labios.
¿Sabes que aveces quiero mandar
todo al caño y olvidarte? Claro
que quiero, sin embargo no puedo.
¿Tienes idea de por que? Tus
sonrisas lo son todo para mí,
aunque no sea yo quien las cause,
aunque las que me dirijas sean
igual de cotidianas que las que le
das a nuestros compañeros cuando
los saludas cada mañana, aún así
atesoro cada una de ellas.
Tus curiosas pequitas que suben
por el puente de su nariz hasta
llegar a tus ojos, donde cada vez
que tus mejillas son alzadas por
las comisuras de tus tiernos labios
dibujan una bella sonrisa, y tus
ojos esmeralda viéndome con
amabilidad, agitan mi corazón como
no tienes idea.
Eres único Izuku Midoriya. Uraraka
es tan afortunada de tener tu
corazón y todo de ti.
Te quiero tanto que me duele,
pero está bien, estaré bien mientras
te vea sonreír alegre con ella.
Atte. La persona que agradece a
tu novia por hacerte sonreír.
Tambaleó hacia atrás, agarrándose de su mesa banco. Otra vez, sintió como su piel se puso de gallina.
El extraño no hacía más que expresar sus sentimientos; no lo negaría, resultaba muy halagador pensar que alguien a parte de su dulce novia podía sentir algo así de fuerte por él, pero eso no quitaba la sensación rara que le provocaba cada carta.
El viento soplo a sus espaldas, entró por la ventana, arremolinandose en la hoja, haciendo así que un extraño aroma le llegará a su nariz. Un pequeño picor le hizo observar la carta a detalle.
En la esquina de la hoja, un diminuto puntito rojo se presentaba ante él. ¿Qué era?
Acercó el papel a su rostro para verlo mejor.
No era una simple mancha de comida, pintura, tinta o cualquier otra cosa, no.
Era sangre, una gotita de sangre oscura que al parecer había salpicado a la hoja. Y de repente, otro aroma se hizo presente.
Sin dudar, lo acercó a su nariz, fue entonces que pudo percibir el olor a flores, flores de humedad, un aroma peculiar, mezclado con el olor oxidado de la sangre.
Sus ojos se abrieron grandes, más de lo que de por si los tenía.
Sentimientos fuertes, el extraño no podía parar de escribirlos, alivio al verlo leer sus emociones, olor a flores, mancha de sangre, un aparente amor para nada correspondido... Todo parecía indicar que su compañero estaba contaminado de aquella enfermedad tan peligrosa que atacaba a las personas sin piedad ni control.
"Si le alivia verme leer sus cartas entonces aún debe estar aquí." Pensó rápido el peliverde, y preocupado, volteó a ver a todos lados, entonces vio una silueta detrás de la puerta cerrada desaparecer.
—¡Espera! —Grito corriendo, abriendo la puerta con brusquedad.
Pero se congelo al dar con un montón de serpientes albinas con ojos ámbar que lo miraban fijamente.
—Perdón mi Izuku, no puedo dejar que veas mi rostro. —Confesó la chica mientras esperaba que las serpientes en su cabeza hicieran su trabajo.
Avanzo un paso adelante, haciendo que el pecoso diera uno atrás para volver a adentrarse al aula.
—Olvida mi rostro, nunca me viste, no estuve aquí, y jamás me buscaras. — Murmuraba entre lágrimas mientras veía el rostro como zombie del que tanto amaba con locura.
Izuku estaba como sonámbulo, con sus pupilas opacas, mirada adormilada y para nada consciente de lo que sucedía.
Ella se atrevió a acariciar su mejilla mientras las serpientes mantenían los ojos sobre él, así como también los suyos reptilianos lo veían sin perder el contacto visual, entonces, chasqueo los dedos y el peliverde se desmayo en sus brazos.
Lo dejo con mucho cuidado en el suelo, pero justo antes de dejarlo, no pudo evitar sentir que el aire le faltó, como si sus pulmones se hubieran cerrado. Corrió al bote de basura y vómito todas las flores que su cuerpo contenía mezcladas con sangre.
Tomó una honda bocanada de aire cuando sintió que había sacado lo suficiente como para poder respirar bien el resto de la tarde y salió corriendo de ahí, llevando consigo la bolsa con los pétalos.
Gracias por leer. Me alegra que les este gustando la historia ^^
¡Qué duerman bien!
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