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Florence's Club

Pete y sus amigos devoraban lo que les quedaba en sus platos, el motivo por el que desayunaban en la casa Townshend era porque discutían sobre un posible tour.

Mientras tanto en la sala, 
Margot alimentaba a la bebé que comía y jugaba al mismo tiempo, ambas estaban sentadas en una bellísima manta que representaba una galaxia.

Podía ser algo extravagante pero, fue un regalo que el tío Keith le dio a la bebé Florence cuando cumplió su primer año.

Un timbre sonó y Margot se levantó para contestar, no tuvo inconveniente en dejar a la bebé porque no tenía que ir a otra habitación.

Llegó a la pared donde se encontraba instalado el teléfono y atendió la llamada. Era su madre. Se saludaron y como de costumbre le preguntó cómo estaban ella y Florence.

Su madre le marcaba diario, sin importarle que ahora se verían seguido, ya que recientemente se había mudado a unos 20 minutos de la casa Townshend.

Desde el nacimiento de la bebé, los padres de Margot quedaron permanentemente flechados.

Tenían la fiebre Florence, pensaban en ella y miles de excusas para pasar tiempo con la familia Townshend.

Los abuelos no deseaban ser pesados y ni tampoco buscaban causar molestias a los padres inexpertos pero, les era muy complicado no querer estar mimando a la bebé a todas horas.

Florence observó con sus ojos azules a su mamá, agitó las manitas y balbuceó hasta poder decir mami, Margot le lanzó besos y la bebé rió.

La primera palabra de Florence fue mamá, aquel día fue muy emocionante pero también un poco decepcionante, Pete creía que él ocuparía el primer puesto pero no fue así.

La conversación entre madres finalizó y Margot colgó el teléfono, fue a la manta y se agachó para recoger a Florence y su platito vacío.

—¿Quién quiere pasar el día con su papá? —le preguntó rozándole la nariz, la bebé reconoció esta última palabra y se movió alegremente.

Margot se acercó a la puerta de la cocina y pegó la oreja, los chicos seguían hablando del próximo tour, no quería interrumpirlos pero tenía la necesidad.

—Pete, voy a casa de mi mamá —le avisó entrando y por un segundo, la banda se calló con la intervención inesperada de Margot.

Las naranjas con las que Keith hacía malabares cayeron al suelo, Pete se puso de pie preocupado, Roger rascó el plato con su tenedor y John bebió más de su jugo.

—¿Pasó algo malo? ¿Quieres que te ayude a preparar la pañalera? —le preguntó acercándose, buscaba en su expresión cualquier señal que le indicara la razón por la qué partía.

—No, todo está bien —dejó el plato de Florence en la mesa y luego acarició su mejilla—. Llegaron los muebles que faltaban y mamá no sabe cómo acomodarlos.

—Oh, ¿y Flo te acompañará? Creo que anoche dijiste que siguen remodelando y no me par...

—Por eso la cuidarás hoy —lo interrumpió Margot—. La casa todavía no es apta para recibir bebés.

—Con que seremos niñeros por un día, ¿eh? —habló Keith, auto-invitándose a la conversación.

—Eso parece, será divertido —John le hizo segunda mientras recogía las naranjas para devolverlas al frutero.

—Aceptamos el reto —Roger sonrió arrogante y levantó los platos sucios.

Pete se puso inquieto con la idea de quedarse con Florence, ser totalmente responsable de ella... Eso sí que era nuevo, Margot y la bebé rara vez se separaban.

—Sabes dónde están las cosas, y si no te acuerdas, puedes llamar —Margot le entregó a Florence y se despidió de sus amigos.

—Pero, ¿y si le pasa algo a Flo? No sé si pueda —expresó angustiado.

—Pete, son cuatro hombres adultos. No te agobies —Margot se puso de puntitas para darle un beso, después voltearon a ver a sus ayudantes.

Estos empezaban a adoptar la dinámica de una familia, Roger enjuagaba los platos y John se encargaba de secarlos, mientras Keith tarareaba y limpiaba la mesa con un trapo.

—Confía en ellos, pero sobre todo, confía en ti —Margot lo abrazó cuidadosamente para no aplastar a la bebé.

—Está bien, estaremos esperándote aquí —Pete juntó su frente con la de Margot y miraron hacia abajo, el semblante de la bebé se iluminó y sonrió al tener la atención de sus padres.

—Qué pena no tener una cámara en este momento —se lamentó Keith con labios temblorosos, como si quisiera llorar por la escena conmovedora.

—Esa es una hermosa familia —agregó Roger orgulloso de sus amigos, Pete se sonrojó y se separó de Margot.

—Puedo irme tranquila porque cuidarán bien de Flo, ¿cierto? —les preguntó a sus amigos y ellos asintieron—. Bueno, nos vemos en unas horas.

Margot salió de la cocina, Pete y los demás la siguieron, trató de ocultar el nerviosismo que crecía en ella.

Se volvía realidad, abandonaría a Florence con Pete y sus tíos, sintió una pizca de arrepentimiento pero, no les arrebataría la confianza que les había dado momentos atrás.

Se colgó el bolso que reposaba en la mesita del recibidor, abrió la puerta y dio un paso afuera. Respiró para mostrarse serena y giró el cuerpo.

Pete sostenía a la bebé en sus brazos y los demás que se encontraban detrás de él, asomaban parte de sus cuerpos para alcanzar a verla.

—Te extrañare, pequeña —le dijo a Florence que extendía sus manos para agarrarle la cara y Margot se despidió dándole un beso a ella y a Pete—. No duden en llamar si necesitan algo —les recordó por última vez y caminó hacia su carro.

—Claro que sí, ¡seremos los mejores niñeros! —le aseguró Keith animado.

—Dile adiós a mamá —Pete movió la manita de Florence y levantó la vista para ver a Margot acomodándose en el asiento de conductor.

Y entonces, el carro se puso en movimiento para salir del estacionamiento, Pete y los demás alzaron las manos y las agitaron en el aire para despedirse de Margot.

—Y la mamá gallina se fue del nido —comentó Roger dandole palmaditas en la espalda a Pete.

El rubio y compañía volvieron al interior de la casa, Pete se acomodó mejor a la bebé y deseó que el día transcurriera sin ninguna tragedia.

No tardó en imitarlos y, desde la entrada pudo oír un grito autoritario, cerró la puerta y siguió el sonido de la voz de Keith.

Entró en la sala y lo primero que notó fue que Roger y John se habían sentado en la manta de Florence.

—Atención, hombres y bebé —les pidió Keith, luego se subió al sillón para tener más altura y no pasar desapercibido.

—Aquí vamos —John se cruzó de brazos y esperó impaciente a escuchar lo que saldría de la boca de su amigo.

—Estamos aquí reunidos porque un compañero necesita nuestra ayuda —señaló a Pete que lo miraba con la boca ligeramente abierta, totalmente confundido—. Y es por eso que hoy he tomado la decisión de fundar el Florence's Club.

John y Roger le aplaudieron para darle cuerda y animarlo a continuar aquella ocurrencia.

—Básicamente un club de niñeros, pero ya saben, el nombre es para darle exclusividad —guiñó el ojo—. Me declaró el líder y nuestra primera actividad será brindar, así que vayan y traigan copas —alentó a sus compañeros a que cumplieran su orden.

Roger y John se pusieron de pie pero, no lograron ir a la cocina para realizar lo que les pedía Keith porque Pete reaccionó.

—Oh no, nadie beberá una gota de alcohol con la bebé presente —les advirtió en un tono moderado para no alterar a Florence.

—Pensándolo mejor, lo más prudente sería estar sobrios, si es que seremos buenos niñeros —dijo John apoyando a Pete y su sensatez.

—Ese es un gran punto y el más importante, ¿no? Cuidar a Florence y que Margot se sienta orgullosa de nosotros —añadió Roger.

Keith se mantuvo quieto, veía hacia abajo, a sus compañeros que empezaban a preocuparse al no recibir  ninguna respuesta.

Entonces bajó del sillón y pasó entre John y Roger para llegar hasta Pete, lo agarró de los hombros y lo miró fijamente.

—No te defraudaremos, el Florence's Club será honrado —aseguró regalándole un pequeño abrazo.

—Muchas gracias, chicos —dijo Pete con una sonrisa, apreciaba el gesto de sus amigos.

Florence les robó la atención cuando golpeó el pecho de su papá y de ahí posó los ojos en los demás.

Pete y compañía la miraron como lo más preciado que podía existir en la habitación, y es que realmente era así, la calidez invadió sus corazones en el instante en que ella rió y balbuceó feliz.

El Florence's Club solo podría traer cosas buenas, se convencieron Pete, Roger, John y Keith.

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