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Cap. III


—Xiao, necesito que comprendas algo...

Lumine se apartó con suavidad del Yaksha, aquel joven se levantó del piso y ambos entraron a la habitación. Xiao sabe las palabras que saldrán de los labios de su amada, entiende  que no puede quedarse con él, pero aún así, quiere tener una respuesta a su duda.

—Busco a mi hermano, por encima de cualquier otra persona. ¿Lo sabes, cierto?

—Lo sé.

—Entonces, ¿por qué me dices eso sabiendo que no podemos hacerlo?

La mujer de ojos ámbar se acerca a él, subiendo una mano por su mejilla y acariciando con sutileza.

Pídeme tus deseos...

Para borrar tus lagrimas y tornarlas en risa, y hacer que tu alma vuelva a las fuentes de la vida misma.

—Vivamos esta travesía juntos, pero no para siempre —dice Lumine.

Xiao la mira con una sonrisa ladina, casi borrosa e imperceptible, las últimas lágrimas que decoran su rostro caen lentamente y son limpiadas al instante por Lumine.

—No me iré de tu lado otra vez... Hasta que te vayas de aquí —menciona el adeptus con la voz dulcemente quebrada.

—¿Es una promesa?

—Un juramento.

La viajera abrazó desde el torso a su enamorado, y Xiao correspondió gustoso, dejando un suave beso en su cabello. Aquellos días donde fueron felices no volverían, su relación dependía completamente de Lumine.

—Ve a dormir, seguro estás cansada.

—Sí, demasiado —dice al instante que se sienta en la cama—. ¿Y tú?

—¿Qué pasa conmigo?

—¿Estás cansado?

La rubia le extiende los brazos y el joven se acerca a ella, tomándola por la cintura y encimándose en ella.

—¿Podemos dormir así? —le susurra él.

—Claro.

Pasaron un par de horas, ambos seguían recostados, durmiendo bien abrazados entre las sábanas, lumine no llevaba el vestido puesto y Xiao se despojó de sus accesorios para estar más cómodo sobre el pecho de su novia. Era muy temprano y el verano era insoportable para él, por ello, inconscientemente se destapó, dejando a Lumine a la vista, la joven con los ojos entrecerrados jaló nuevamente la sábana para taparse y Xiao volvió a quitarla.

—¡Xiao!

—¡Tengo calor! —responde con voz adormilada mientras se acurruca a ella.

—Yo no —con enfado se da media vuelta, dándole la espalda al Yaksha y al mismo tiempo tapándose.

Xiao volvió a abrazarla, dejando que la cobija lo cubra. Ahora dejará en claro que hará hasta lo más mínimo por complacerla, así sea morir de calor junto a ella.

Pasó un corto tiempo hasta que el joven despertó nuevamente. Con cuidado se sentó en la cama, se tocó la frente soltando un pequeño bostezo y al mismo tiempo mirando por detrás de su hombro a su bella novia que yace dormida, con la sábana casi cayendo al piso. Su bonito cuerpo indefenso lo cautiva tanto, que no resistió y se acercó a dejar un par de besos sobre su hombro desnudo. Lumine se movió por el tacto y abrió los ojos de poco a poco.

—¿Dormiste bien? —le dice él tocando uno de sus mechones de cabello.

—Creo que sí —se lleva una mano a los ojos.

—¿Crees?

Ambos se miraron fijamente, y Xiao se acercó un poco más a su rostro, ambas respiraciones chocaban y él mantenía sus cejas levemente fruncidas. Esa mirada fría lo distinguía y le erizaba la piel con solo ver esos iris inigualables. Lumine con cariño subió su mano a su cabello, dejando por detrás de su oreja uno de sus mechones, en ese tiempo, Xiao se inclinó a ella y colapsó sus labios a los de su novia. Con suavidad los movían y se acariciaban sus rostros con solo las yemas de sus dedos, tan delicado que la rubia lo atrajo más y Xiao se posicionó por arriba de ella, dejando a los lados de su cadera sus bonitas piernas. Acarició y apretó sus muslos, provocando ladear el rostro de Lumine con gusto. Con pasión pasó sus manos por encima de su abdomen y volvió a bajar a los labios de su novia con afán de besarlos, pero ella intervino posicionando ambas manos sobre su pecho.

—Tengo que irme —le susurra apenada.

Él soltó un pequeño suspiro y asintió levemente. Sus impulsos estaban llendo muy rápido, tenían meses sin tener ese tipo de contacto que se dejó llevar.

—¿A dónde irás? —cuestiona el Yaksha mientras sube el cierre del vestido de su novia.

—Tengo que volver a Mondstadt con Paimon —chasquea la lengua disgustada—. Hay bastante que hacer.

—Oh, había olvidado a tu pequeña amiga.

Ella voltea a verlo.

—¿Cómo puedes olvidarla? —le hace un puchero mientras toma las manos de su pareja—. Siempre estamos juntas.

—No lo digo en serio —deja un beso en sus frente—. ¿Nos vamos ya?

—¿Vendrás conmigo? —ríe levemente.

—Solo te acompañaré a la entrada. Tengo que volver aquí. Pero mañana nos veremos, ¿verdad?

—Tal vez al anochecer, aunque no estoy segura.

Ambos salieron de Wangshu tomados de la mano, para los trabajadores ya no era extraña su relación, pues era muy obvia desde hace más de un año.

—¡Espera! Quiero descansar un poco...

—No llevamos tanto tiempo caminando —aclara él.

—¡Pero el sol me está matando!

—Ven.

Xiao se hincó en una pierna e hizo una señal para que Lumine subiera sobre su espalda. Sin pensarlo ella subió y él se levantó sujetando con fuerza sus piernas.

—Extrañaba hacer esto.

—Te extrañé mucho, Xiao...

Lumine dejo un beso sobre sus cabellos y se dispuso a cerrar los ojos. La sonrisa en los labios del Yaksha no duró mucho, en verdad le dolía no poder pasar más tiempo del que quería con ella.

El agarre de Lumine era fuerte, su respiración detrás de la nuca era algo con lo que quería despertar cada mañana, y sus manos sentir todas la noches.

—Lumine... me gustaría pasar este día contigo.

—Xiao...

—Espera. Antes de decir algo, aclaro que no lo estoy pidiendo, sé que no es posible.

—¿Entonces?

—Solo me gustaría...

Llegaron a Mondstadt sin problema. Eran casi las 6 de la tarde y Xiao debía regresar aunque no quisiera.

—¿Podemos cenar juntos mañana?

—¿Hablas en serio? —él le sonríe.

—Sí —baja la mirada—. Quiero verte, me haces mucha falta...

—Mañana estaré aquí.

—Te esperaré.

La rubia dio un paso a él, jalando de la cadera a Xiao para después pararse de puntitas y dejar un beso en sus labios.

—Te amo —murmura ella.

—¡Oye! —desvía la vista—. Sabes que igual te amo, y mucho...

—Ten cuidado, por favor, mañana necesito que no tengas lesiones, sino... —rueda los ojos—. Ya sabes, no haremos mucho.

Dicho aquello, la rubia se dio media vuelta y caminó dejando a su enamorado con un bello carmín en los pómulos.

Mañana sería un día muy diferente a los demás.



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