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UNIÓN

—Maldición taiga... Yo quería darte... —

—Y-Ya... me estás da-dando—

Aomine escucho la suave risa de su Omega, de ese chiquillo por el cual había perdido la razón.

—Ah... Joder cállate—

Los besos resonaban en medio de esa tarde tibia. El par de amantes no dejaban de tocarse y arrancarse la ropa con desespero.

—Te amo Daiki—

—Sabes que papá va a matarme ¿Verdad?—

—Que te asesine después, ahora tocame... alfa, tocame—

El pelirrojo beso los labios de su alfa, arrancando con fuerza la camiseta que aún portaba este, paso sus manos por la piel expuesta, expulsando aún más feromonas para atraerlo a su cuerpo que hormigueaba desesperado por tacto.

El gruñido que salió desde lo profundo del pecho del moreno asustaria a quien se encontrase cerca, pero no había nadie más que ellos dos ahí, al menos eran los únicos seres racionales... Según.

El calor los enloquecía a ambos, sonriendose mutuamente sabiendo que no deseaban dar marca atrás.

La cálida entrada del omega le recibió haciéndole morder sus labios temiendo que terminara ahí mismo, ver cómo esté se retorcía de placer y expectación le ponía más caliente como nunca antes había sentido.

Las embestidas fueron lentas, seguidas de suaves caricias en los muslos con olor a canela, regocijandose al ser el primero en tomar a su alma gemela, su otra mitad. Retiro con suma delicadeza la flor que adornaba el rostro de su amado, besando la final línea que atravesaba el rostro y su ojo sin luz.

Jamás le diría del temor que pasó al saber que había sido lastimado, de la impotencia y la ira que le embargo. Más su alfa se sentía satisfecho, aunque no habían ganado la guerra, la paz que los envolvía era gracias al duro trabajo de quienes la querían, del pacto sagrado de no agresión eso sí; los muertos a los pies de su Omega si se vieron realizados, aunque su padre le hubiese golpeado por asustarlo.

—Quería tomarte después de nuestra boda, lentamente, con amor y en un lecho de rosas...—

—Eso no es propio de ti Ahomine, tómame con fuerza, no voy a romperme—

—Que conste que tú lo has pedido tigre...—

Kagami fue tomado por las caderas con fuerza, saboreandose las marcas que seguro dejaría en su piel, soltó un grito de satisfacción cuando su alfa potenció las embestidas en su interior, sintiendo el lubricante natural de su condición escurrir por sus muslos. Arañaba la piel morena de la espalda de su alfa por el placer que se extendía en toda su columna llegando hasta su parte intima.

—¡Ahhh! ¡Siiii! ¡Daiki no pares! ¡No pares!—

El moreno atendió al pedido sonriendo, sus ojos se afiliaron dejando salir su alfa interior, su miembro era deliciosamente apretado en el canal de su Omega.

El fruto del placer se virtio sobre el vientre bronceado y parte del rostro rojo de este, haciendo que gruñera con desespero.

Salió de Kagami, con agilidad lo puso boca abajo y con fuerza le penetró de nuevo, obteniendo más gemidos que le hervian la piel, no duró mucho más y llegando hasta el lugar propicio mordió la piel ofrecida con fuerza hasta dejar su marca, corriéndose y abusando el estrecho canal, mientras su semen bañaba el interior haciendo que su nudo asegurará la descendencia.

La paja del granero a donde se habían escapado se pegaba a sus cuerpos sudados pero eso no les tomo a ninguno importancia.

—La noche aún es muy larga tigre— ronroneo el moreno

Un ronroneo más sonó mientras el atardecer llegaba, como una respuesta dando una invitación a una danza llena de placer.



—¡Lo hicieron en el maldito establo joder!—

La pobre mujer de piel morena se veía exaltada, casi roja por haberse enterado del acto dos meses después de ocurrido.

¿Y como se entero? Pues bueno; era una orulloda aunque lo negara abuela de trillizos.

—Cálmate mamá, al menos sabes que serás abuela ¿No?—

—Muérete Daiki, mancillaste a mi bebé antes de la boda—

El antes general de una división entera de soldados, sopesaba la idea de mandar traer el regimiento para darle un escarmiento a su hijo.

—¿Dónde está la escopeta cariño?—

—Pero si tú bebé fue quien me comió... Y de qué manera...— dijo con la voz entre cortada, sonriendo y expulsando un aroma muy parecido a la excitación.

La pobre defensa del Aomine menor no ayudaba en nada a aplacar la ira de sus padres, aunque eso poco le importaba.

Ahora pensaba que era hora de comenzar a correr.

—¡La encontré!—

Mientras tanto Kagami se comía la sexta hamburguesa en la cocina viendo como su hermosa familia discutía si asesinar a su alfa, ahora el nombre de los futuros cachorros, o si adelantar la boda, porque maldita sea su alfa; eran tres, acariciaba su vientre levemente redondeado sintiendo la cálides de la marca de su alfa, mientras esté le sonreía guiñandole un ojo de manera seductora.


Ah... en verdad lo amaba.

—¡Un convento no Daiki! ¡No jodas!—

Bien... Era hora de intervenir...

FIN

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