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FLOR ROJO ESCARLATA

Mirando en él pasado Aomine Daiki podría decir que fue un joven muy idiota. Si bien era un buen soldado al servicio de su nación, su naturaleza salvaje le hacia meterse en problemas, al cual poco o nada le preocupaba su futuro.

Todo cambiaria aquel día en él que conociese a quien sera su pareja destinada.

Fue un día como cualquier otro, habiéndose metido en problemas con uno de sus compañeros de escuadrón; su padre ya cansado, le dio varios días libres disfrazados de castigo.

Su madre; mujer tambien fiera y estricta le llamo a acompañarle a ver a una buena amiga que recién tenia a su bebe.
Según entendió del discurso al que poca atención puso, el pequeño no solo era un cambia formas; sino que también un tigre de bengala, y vaya que de esos quedaban pocos.

Su madre no dejaba de parlotear acerca de lo bueno que seria tener un cachorro mas o menos de la misma edad que el recién nacido para poder unirlo en matrimonio con él cachorro de tigre.

—Ha sido un omega— le escucho decirle

La casa Aomine se caracterizaba por engendrar alfas pura sangre y eso era claramente demostrado con él moreno peliazul. Su fuerte Voz de mando y aura intimidatoria le hacian un prospecto a próximo general de la brigada de la que formaba parte pero a si mismo la tozudez y la falta de respeto al alto mando lo ponían en aprietos.

Siendo arrastrado por su madre ya dentro de la grande mansión sintió un tenue olor a canela, picante pero a su vez dulce.
¿Saben que es lo mas humillante para un adulto alfa pura sangre de la doble estirpe?

Sacar a relucir sus orejas y cola como puberto caliente con la provocación de un dulce olor.

Aomine sufriría de las burlas eternas después del suceso que marcara su vida a los 20 años.

En cuanto entraron a la sala donde la reciente madre acunara a su cachorro lo sintió. En la sangre, en lo mas profundo de su alma.

En cuanto se acerco al pequeñito bulto entre las manos de la omega; ignorando y haciendo a un lado las palabras de su madre y le vio, su respiración se detuvo.

Su mundo dejo de girar a su alrededor para hacerlo al rededor del pelirrojo de ojos rojos que no dejaba de mirarlo, Aomine Daiki, alfa pura sangre de pantera cayo sobre sus rodillas con las orejas gachas y su cola enredada entre las piernas al notar tanto el como el resto de la habitación, que en esa cama, en esos brazos, se hallaba él único ser en la tierra que llegaría a doblegarlo y hacerle bailar por el solo hecho de poder ver su sonrisa.

Su pareja destinada.

Aomine se declaro fiel protector de ese cachorro, le vio pasar de los pañales a sus tenues tambaleos de bebe, a sus primeros pasos y sus primeras palabras, sus primeras rabietas y sus primeras logros.

Pero para ser un hombre que se mereciera a su pareja, se obligo a dejarlo.

Kagami Taiga como había sido nombrado debía olvidarlo, al menos por un tiempo.

Y Aomine debía crecer como hombre y soldado en las fuerzas armadas. Una guerra entre humanos y cambiaformas se acercaba y si quería proteger a su pareja debía ser fuerte, poderoso, sobrevivir y ganar esa guerra.

Sin embargo su travesía fue interrumpida con una llamada de su madre, unos pocos años después.

Aomine no espero a nadie ni nada, ni orden ni palabra dicha iba a detenerle, su tigre, su amado, su vida y sol. Había sido herido.

No solo físicamente si no que tambien su alma.

En cuanto llego a su hogar, y hablamos del hogar Aomine, fue detenido por su madre. Pese a que Daiki moria y su pantera exigía por ver bien y a salvo a su pareja su madre se lo impedía.

—Tienes que entender Daiki, en una noche perdió a toda su familia— había dicho su madre

—¡Se suponía que estaba completamente resguardado! ¡¿Que jodidos fue lo que paso?¡—

—Relaja tus feromonas hijo, que asustas al pequeño—

Aomine se calmo tanto como pudo, detrás de la puerta frente a el, se encontraba su cachorro y lo menos que quería era que le temiera.

Entro con vacilación después de las explicaciones de su madre, dejándole con sed de sangre y furia por él horror que había vivido su pequeño.

La habitación se hallaba a oscuras, aunque no fuera difícil para el como cambia formas el verlo y olerlo. El aroma a canela que amaba se hallaba tenuemente opacado por él miedo y él dolor.

—Taiga... Ven aquí, te juro que no te haré daño—

Aomine le veía a un considerable espacio, mismo que le carcomía él alma.

—Aomine-san... No querrá verme— escucho tenue —Aomine-san no querrá a un omega marcado—

Aomine aplacó su ira para evitar asustar a Kagami, ansiando tenerle entre sus brazos y consolarlo.

—Eres mio Taiga y amare todo de ti, seas como seas—

Él pequeño se asomo de su escondite, habían pasado ya seis años de la última vez que lo viese, teniendo frente a frente a un niño de a penas 12 años.

Era mas hermoso de lo que recordaba, pese a la venda que cubría uno de sus ojos.

—He escuchado que... Que Aomine-san es mi alfa... Pero Aomine-san no necesita a... —

Aomine no lo soporto y acorto él espacio que los separaban, lo atrajo entre sus brazos acallando las palabras que sabia que diría "No necesitas a alguien imperfecto"

—Los encontrare Taiga... Y traeré sus entrañas ante ti, lo juro—

Kagami se tenso asustado, pero a su vez feliz a sabiendas que una ofrenda como esa; de un alfa a un omega ofendido, era la cúspide de una muestra de amor entre parejas. Se permitió llorar hasta el cansancio, sintiéndose aceptado pese a su herida; herida que le perseguiría por él resto de su vida.

Casi un año después, Aomine se presentaba sin falta todo un fin de semana para pasarla con su tigre. Lastimosamente su padre, le había prohibido acercarse a su pequeño yerno cuando en una ocacion encontrase a su hijo casi comiéndose vivo al pequeño pelirrojo.

—¡No antes de la boda!— le había ordenado.

Aguafiestas

—Ahomine mira ¡Mira!— maldita sea la hora en la que Kise había pasado tiempo con su pequeño

Aomine no tardó en apretar a Kagami entre sus brazos, viendo con una sincera sonrisa como su omega lucia aquel hermoso adorno que había enviado a confeccionar solo para el.

—Te ves tan cogí...— un golpe en la cabeza le freno sus palabras

—¡Daiki! ¡Comportate con una mierda!—

—Acabas de maldecir frente a mi pareja, madre—

—He escuchado peores Ahomine, la otra noche tu padre dijo que si no devolvías él caza intacto te metería su rifle por él culo ¿A que si? Hana-san—

—¡No repitas lo que dice mi viejo Bakagami!—

Una nueva y total normal discusión inicio de nuevo entre Kagami y la madre de Aomine, viendo este como la flor confeccionada en seda y rubíes, adornaba el rostro de su tigre, haciendole olvidar incluso que una herida adornaba su rostro, viéndose incluso mas hermoso que aquella vez en la que conoció, solo un poco mas y nada ni nadie los separaría, o si no...

Acabaría con el mundo.

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