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Capítulo 2: Fragmentos


(A unas cuadras de ahí)

Tres sujetos estaban en una habitación de un motel, dos eran gemelos de cabellos de distinto color y el otro era un joven calvo.

-¿Cómo pudiste regresar sin ella?- Preguntaba uno de los gemelos, el cual era rubio.

-¿Apoco creíste que me iba a quedar ahí luego de que él llegara?- Contestó el sujeto calvo.

-¡La tenías a dos pasos de entrar! Pudiste meterla a la casa, verificar que fuese ella y traerla- Otra persona habló entrando a la habitación.

-Lo intenté, pero...- El sujeto calvo tosió sangre y acto seguido, se desplomó en el suelo.

-Nosotros no damos segundas oportunidades, eso deben saberlo de sobra- El otro gemelo, de cabello negro, habló levantándose de su silla-. Sebastian, ahora la chica queda bajo tu responsabilidad. Ya sabemos de sobra que es ella, pues el perro la sigue y la protege. Espera el momento indicado y tráela ante nosotros.

-Si maestro- Sebastian, el sujeto que había entrado en la habitación hace poco, hizo una pequeña reverencia y dio media vuelta.

-¡Ah! Se me olvidaba- El gemelo de cabellos negros lo detuvo-. Espero resultados positivos, ya sabes que no me gustan las fallas- Hablaba de una manera muy serena, pero se le notaba la amenaza en sus palabras.

-No... no se preocupe maestro- Sebastian tartamudeo un poco, para después salir de la habitación.

-¿Crees que él haga un mejor trabajo, hermano?- Preguntó el rubio.

-¡Je! Más le vale hacerlo- El otro gemelo levantó su mano y juntó los dedos-. De lo contrario- Realizó un chasquido y el cuerpo en el suelo fue consumido por llamas negras, hasta quedar solo cenizas en pocos segundos.

(De vuelta con Leilani)

Imagínate algo muy absurdo, lo más absurdo y raro que te puedas encontrar luego de que un desconocido entrara a tu casa sin permiso. Bueno, ahora compáralo con lo que nosotras nos encontramos: Por todas las paredes estaban pegadas hojas blancas. No, no es broma, literalmente las hojas estaban cubriendo las paredes y algunos muebles. Violeta y yo quedamos boquiabiertas.

-¡¿Qué mierda es esto?!- Exclamamos ambas al unísono.

-Eso es algo que nos gustaría saber, pues tal parece que no hubo ningún forzamiento en ninguna cerradura, ni ventanas rotas o abiertas- Respondió uno de los oficiales. Era corpulento y no parecía estar muy feliz de estar ahí.

-¿Tienen alguna idea de lo quien pudo haber hecho esto?- Pregunté.

-La tendremos- Afirmó un sujeto de traje que estaba entrando por la puerta principal-. Por el momento, le sugiero a las señoritas que se relajen un poco, salgan a tomar un café o a ver a sus parejas. Avísenle a sus familiares lo ocurrido, pero no se les olvide mencionar que están bien... En lo que cabe- Miró a Violeta con algo de desagrado. El sujeto era de tez blanca, edad rondando los 40 años, cabello negro, escaso y corto, tenía claros notables en la frente; su estatura estaba entre la promedia y era delgado.

-¿Y usted es?- Preguntó Violeta con notable soberbia al percatarse de la mirada del hombre.

-Soy el detective Antonio, para servirles. Y señorita Violeta, aunque no es de mi incumbencia, no debería de emborracharse de tal manera.

-Como dijiste: ¡No es de tu...!- Le tapé la boca a Violeta y la sacaba lentamente de la casa.

-Disculpe a mi amiga, a veces se le salen las palabras sin pensar- Fingí una sonrisa.

-No te preocupes. Solo cuídense y no se metan en más problemas. Si encontramos algo, les avisaremos- El detective sonrió mirándonos partir, y acto seguido se volteó hacia los oficiales que estaban dentro de la casa.

-¡¿Por qué me callaste?! , ¡Estaba a punto de decirle sus verdades a ese metiche!- Se quejó Violeta ya en la calle.

-¡Ya tenemos suficiente de qué preocuparnos como para que hagas nuevos enemigos!

-Solo es de un loco del que nos tenemos que preocupar.

-Un loco que tiene tu celular, sabe tu dirección y puede que hasta sepa de dónde está tu familia- Se quedó en silencio un buen rato, tal parece que no pensó en ello-. Toma, llama a todos tus contactos con mi celular.

Una vez habiéndole avisado a su familia, decidimos que lo mejor era ir a mi casa, ya que tenía 10 llamadas perdidas de mi madre y todo el que esté en mi situación sabe que esa es sentencia segura.

Llegando a mi casa, mi madre estaba esperándome en la puerta, con cara de pocos amigos y con su celular en la mano.

-¡¿Dónde estabas?!- No esperó ni a que entrara al patio.

-Tuve que salir. Le robaron el celular a Violeta y...

-¡Hola señora!- Violeta se asomó detrás de mí y le sonrió a mi madre. Este día ha estado lleno de sonrisas hipócritas.

-¡Me importa poco lo que hayas tenido que hacer! ¡Mientras vivas en mi casa...!

-Deja a Leilani, solo se preocupó por su amiga- Interrumpió Roberto: Mi padrastro.

-¡Roberto, deja de consentirlas!

-Entiendo tu frustración y la comparto, pero al menos ha regresado a casa y está bien- Su calma al hablar parecía tranquilizar un poco a mi madre.

-Bien, pero aún tengo mucho que discutir contigo- Mi madre me señaló.

-¿Ya puedo subir a mi habitación?- Se me notaba fastidiada.

-Claro, solo no imiten retos de internet- Bromeó Roberto.

Él era un sujeto de unos 50 años, alto, delgado, piel clara y algo arrugada; cabello cano y corto, también tenía ojos grises que había heredado a su hija Anabel, quien vivía con su madre. Ya tenía 2 años viviendo con nosotros y, aunque al principio no me pareció buena idea, se ha convertido en un buen padrastro, cubriéndome en más de una ocasión mis escapadas con Violeta y calmando a mi madre cada vez que se molestaba de más.

Subimos con Violeta y a puerta cerrada comenzamos a buscar solución a los problemas:

-Primero lo primero: ¿Tienes sospechas sobre alguien que pudo haberse colado y llenar tu casa de hojas en blanco?

-No.

-¿Ni siquiera tus exnovios?

-No creo que alguno tenga la paciencia de pegar todas esas hojas por toda la casa.

Las ideas se nos agotaban y entre teorías se nos estaba pasando el Domingo.

-¿Qué tal si salimos a divertirnos un rato?- Preguntó Violeta viéndome de cabeza sobre la cama.

Le lancé una mirada lo que le sigue de molesta.

-El detective lo dijo- Se excusó.

-¿Y si te dice que ya no te embriagues, le harás caso?- Se lo dije aún más molesta.

Bufó y se acomodó de nuevo en la cama.

Como era de esperarse, se nos fue medio Domingo en ideas, juegos, bromas y una inesperada visita de mi hermano menor Fernando, quien apenas tenía 14 años, con altura promedio, tez blanca, ojos café oscuros, cabello corto y negro. No paraba de molestarnos, ni nosotras a él. Nuestro pasatiempo favorito era decir las razones por las que nuestros amores platónicos nunca nos amarán. En más de una ocasión Violeta persiguió por toda la habitación a Fernando por decirle gorda, mientras yo me carcajeaba.

-Bueno, creo que ya es hora de dormir- Me recosté en la cama.

-¿Qué?, ¿Tan temprano?- Me reclamaba Violeta arreglándose un poco su alborotado cabello negro.

-¡No seas amargada hermana!- Fernando me arrojó una almohada desde el otro lado de la habitación.

-¿Saben la hora que es?- Les mostré mi celular que marcaba las 12 de la noche.

-Eso es temprano- Afirmó Fernando.

-Lo dices porque mañana no tienes que ir a la escuela, pero yo tengo que trabajar- Dije fastidiada.

-Es verdad. Bueno, creo que me quedaré a dormir aquí- Violeta se arrojó a mi lado, invadiendo mi espacio personal-. Cuando salgas, cierra la puerta y apagas a luz, duende- Se refirió a mi hermano.

-Por eso no adelgazas- Fernando se levantó del suelo y corrió hacia la puerta, cerrándola de golpe, impidiendo que Violeta lo alcanzara.

-¡Hijo de...!

-¡También es mi madre!- La interrumpí.

-Perdón- Volvió a mi lado, no sin antes apagar la luz.

Me abrazó y cerró los ojos. Parecía nunca afectarle nada, aunque yo difícilmente podía conciliar el sueño, no tanto por lo que nos pasó este día, ni por toda la semana laboriosa que me espera, sino por el constante graznido de un cuervo que tocaba a mi ventana.

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