El invierno ha llegado...

El viento helado que azota las hojas, los tallos y desploma aquellas flores que, de estaciones anteriores, han estado floreciendo; mostrando su hermosura, su encanto, su colorido y alegría a todo aquel que pasaba y se detenía a contemplarlas. Pero eso, para ellas, se acabó...

El invierno ha llegado, y con él, el indicio de que esas flores, junto con su alegría, no aparecerán hasta la próxima primavera.

Los vendavales han derribado lo hermoso y el encanto que ellas tenían, el frío ha matado la alegría y el colorido que ellas brindaban. La nieve escondía cualquier señal de alguna de ellas.

Eso era todo...

Ellas no volverían hasta la primavera...

Ahora era el turno de que el invierno gobernara...

Su frío, sus tormentas, el blanco de su nieve y el gris de su cielo...ya no habría colorido, ni calidez.

Ahora todo era gélido, grisáceo...pero... ¿Qué es eso?

Debajo del manto blanco y helado de la nieve, se asoma un pequeño capullo. ¡Si! ¡Un pequeño capullo que lucha por florecer!

Siento cierta pena por él, no sobrevivirá a este tiempo.

Pasaban los días y ese pequeño botón de flor luchaba para mostrarse en medio de ese gris invernal, por florecer...

Las tormentas trataban de derribarla, la nieve de taparla, pero ella seguía luchando por florecer...

Habían pasado largas semanas de esa ardua lucha. La nieve había cubierto al delicado, suave y frágil pimpollo... El invierno había vencido...

¡NO! ¡Un momento! ¿Qué es lo que mis ojos ven debajo de tan abrumador manto blanco y helado?

La brisa limpia un poco la nieve que cubría el suelo, para dejar al descubierto una hermosa, alegre y encantadora flor, que emergía con todo su esplendor bajo el yugo del frío y cruel invierno... Ella venció...con dicha se muestra surgiendo de entre la nieve como la primera flor invernal.

Una flor capaz de florecer en el más devastador de los tiempos... ¡esto solo pudo ser la mano de Dios! Quien cubrió al pimpollo antes que la nieve, quien azotó el viento antes de que éste azotara al capullo; quien lo cuidó y abrigó de las frías y gélidas tormentas que no consiguieron derribarle, porque la mano del Señor la sostenía...

¡Así quisiera ser yo! Ser como ese pequeño pimpollo que enfrentó las tormentas, los vendavales y el crudo frío para demostrarle a todos que, aún así, se puede florecer de la forma más especial.

Como la flor que brota en el cruel y frío invierno, así quisiera yo florecer en medio de la crueldad y frialdad que la realidad de la vida nos presenta...

¿Me lo concederás Dios?

Si, yo tengo fe en que si...