La escena postcréditos 🔮
818 d.C., atlántico norte
-¡Tío Google!
El kraken se giró para ver a la pequeña sirenita de cabellitos rojos y ojos verde azulado que lo llamaba: -Solveig, ¿qué haces aquí de nuevo?
-Quiero que me enseñes magia, por favor, ¿sí? - respondió la niña, haciendo un gesto muy tierno.
El tío Google miró al papá de la pequeña, quien se veía algo consternado. El abuelo de Solveig también estaba allí, igual de preocupado que el anterior.
-Ari, Werner, ya dije que no. Solveig es sólo una niña, y no está lista ni física ni mentalmente para aprender magia.
-Es lo que le dijimos, pero aún insiste- replicó Werner.
La pequeña resopló y protestó: -Si no me enseña ahora porque soy chiquita, ¿cuánto tiempo debo esperar?
-En seis años más sería adecuado - contestó el pulpo.
Solveig se quejó: -¡No es justo! Olaf tiene la misma edad que yo y ya está aprendiendo con el señor A. Brah y los demás hechiceros humanos.
(Se refería al hijo del consejero Olaf, ya que le dieron el mismo nombre).
-Es diferente, ellos crecen más rápido. Debes esperar - replicó el tío Google.
La sirenita suspiró decepcionada y se acercó a su papá para que la abrazara.
-Regresemos a casa - indicó Ari, a lo que su hijita asintió: -Acusaré al tío Google con mamá.
El kraken suspiró y contestó: -Juro que no es nada personal, en verdad. Tienes que ser paciente.
Solveig se hizo bolita entre los brazos de Ari, no quería oír más. Llevaba muchos intentos tratando de convencer al tío Google de que le enseñara a usar magia, pero él consideraba que con sólo seis años, era muy joven para aprender.
La pequeña había estado fascinada con las artes místicas desde hacía mucho tiempo, pero no supo que cualquiera podía aprenderlas hasta unos días atrás, cuando mini Olaf le contó que él estaba estudiando magia con los hechiceros de la isla, y desde entonces Solveig se empecinó en que también a ella la dejaran aprender, aunque en su caso debía ser alumna del kraken, pues a su edad no podía pasar más de diez minutos fuera del agua, pero como pudimos ver, el tío Google rechazó esa petición.
Ari y Werner se despidieron del pulpo gigante, y salieron de la cueva donde descansaba de sus viajes. Afuera, nuevamente se encontraba un pequeño campamento, donde un grupo de sirenas y tritones, la mayor parte jóvenes, descansaba o preparaba algunos objetos para viajar.
Una sirena de rasgos orientales, que había visto pasar nadando muy rápidamente a la pequeña Solveig, al verla ahora desanimada entre los brazos de Ari, detuvo a Werner para preguntarle: -Señor, ¿qué le ocurre a esa chiquita?
-Desde hace unos días quiere ser una hechicera, pero el tío Google ya le explicó que todavía no puede enseñarle magia - contestó.
-¿Qué clase de magia quiere aprender? - interrogó ella.
Werner tardó unos segundos en procesar la información: -¿Cómo que qué tipo de magia?
-Bueno, es que existen varios tipos diferentes de magia, y cada uno tiene sus variantes dependiendo de la región del mundo. Si iniciara por aprender a dibujar hechizos, cuando tenga edad para practicar otros conjuros más complejos lo podría hacer mejor.
Solveig se reanimó al oír eso: -¡Sííí, quiero intentarlo!
Ari miró a su bebé y suspiró: -Entonces, volvamos con el tío Google.
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Unas horas después, Werner, Ari y Solveig llegaron de regreso a su casa.
El primero en recibirlos fue Susto, que estaba afuera del barco hundido, vigilando su regreso. El nokk, en la forma de un tiburón, se acercó rápidamente a Ari, muy alegre por verlo, aunque no por mucho tiempo, ya que la niña se lanzó sobre Susto para jugar con él, por lo que el nokk salió huyendo de regreso al interior de la casa.
-¡¿Por qué a Susto no le gusta jugar?! - se quejó la sirenita.
-Eso es culpa de tus tíos, lo dejaron traumado de acercarse a los niños y niñas - respondió Ari, riendo levemente mientras tomaba de la manita a Solveig, y entraron también al barco hundido, seguidos por Werner.
Ya al interior, la pequeña buscó rápidamente a su mamá, pero primero encontró a Delph, quien era su hermano mayor; un niño tritón de cabello negro y ojos magentas. Al verla, la abrazó traviesamente preguntando: -¿Cómo te fue? ¿cuándo vas a poder convertir en sapitos a Vanja y Esir?
Riéndose por la sorpresa, la pequeña respondió: -No sé, el tío Google no me quería enseñar, pero una señora lo convenció, así que voy a hacer otro tipo de magia mientras crezco más.
-¿Otro tipo de magia? ¿Cómo? - preguntó Delph.
-Ya verás, pero ¿dónde está mamá?
Antes de que el mayor respondiera, Anémona salió de la habitación que originalmente era de Ari, y también abrazó por sorpresa a su pequeña, que gritó un momento, pero enseguida se hizo bolita entre los brazos de su mamá.
-¿Lograste convencer al tío Google? - preguntó Anémona, mientras Delph también se unía al abrazo.
-Algo así, me va a enseñar otro tipo de magia que no es como la del señor A. Brah - repitió Solveig, interrumpiéndola esta vez que su papá también llegó a abrazarlos, por lo que protestó a los pocos instantes: -¡No puedo respirar!
Los tres mayores la soltaron entonces, y antes de que llegase alguien más, ya que a sus abuelitos y tíos también les gustaba abrazarla, explicó emocionada: -Puedo hacer dibujos y simbolitos para poner hechizos en donde quiera, pero tengo que practicar para que me salgan bien y funcionen. Y cuando termine de aprenderlos, voy a poder hacer otras clases de magia.
-¿Magia con runas? Eso es increíble, estoy segura de que lo harás excelente - la animó Anémona. La sirenita movió sus aletitas emocionada y dijo: -Sííí, voy a empezar a practicar ahora -, y nadó rápidamente para buscar en el sótano objetos en los cuáles practicar.
(Qué miedo (⊙_⊙;) )
Delph abrazó a Ari, pues aunque no se habían ido por muchas horas, lo extrañó mucho. Él respondió al abrazo tranquilamente y miró a Anémona inquisitivamente, por lo que ella sonrió y contestó: -Ina y Viggo, son muy inquietos y todos estuvimos ocupados con ellos hasta que se durmieron. Sindri los está cuidando ahora, si es que no se durmió también.
Él rió suavemente y dijo: -Nuestros bebés, no podían ser tan pacíficos aunque quisieran.
En total, Anémona y Ari habían tenido cuatro hijos. El primero era Delph, quien contaba once años, aunque a la vista de los humanos parecía de nueve, y se parecía bastante a su mamá, aunque en versión masculina. Seguía Solveig, quien era más una mezcla de la apariencia y personalidades de Ari y Anémona. A sus seis años, aparentaba cuatro. Por ahora, los únicos que parecían tener la misma edad ante los ojos de ambas especies eran los gemelos de cinco meses, Ina y Viggo. Aunque todavía no estaban definidos sus caracteres, su aspecto era muy parecido al de su papá, claro, en versión bebé.
De los hermanos de Ari, el único que faltaba por pasar el ritual de la cueva era Leif, que ya tenía diecinueve años, y estaba en proceso de cambiar sus escamas lisas por las afiladas que le correspondían por ser un chico. Zuwa, Natt, Sindri y Coral también habían encontrado ya a sus parejas, y la hermana mayor también tenía ya un bebé... de cuatro años, pero seguían viviendo todos juntos en el barco hundido.
Ya no les correspondía llamarse familia, más bien se habían vuelto un cardúmen, liderado por Werner y Gretel. Eso sin contar a la familia adoptiva de Anémona, quienes mantenían a los cuarto reinos de la isla de Toivonpaikka sólidamente unidos, sin que otros países se atreviesen nuevamente a perturbar la paz.
Lo único que faltaba por hacer para el cardúmen era viajar. Y los peces que nadan en bancos son los que se defienden mejor.
Y aquí terminamos con Flor de viento, criatura marina. Pero ojo, es el libro con la perspectiva de Ari, Anémona y Erik sobre este mundo de seres mágicos el que se acaba, porque próximamente veremos las aventuras de Solveig por un lado, y las de Delph y Aren por otro.
¿Quién es Aren?
Ya verán, un poco de paciencia por favor...
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