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Conclusión

Ari exclamó: –¿Qué hace aquí, tío Google?

–Decidí que siempre sí ayudaría, pero de otra forma, niño. ¿Creíste que iba a dejarte solo? Tus padres me harían ceviche si te pasa algo – contestó riéndose.

Los helaneses, aunque al principio se asustaron con la presencia del colosal cefalópodo, enseguida cambiaron la dirección de sus ataques hacia él, pero el kraken ni se inmutó, y con unos cuantos golpes, se deshizo de las armas que le lanzaron y aturdió a una buena cantidad de humanos.

Al no poder contra él,  y ya cansados para continuar combatiendo a los habitantes de la isla, los helaneses suspendieron la batalla y se reunieron alrededor del príncipe, interrogando: –¿Qué hacemos ahora?

Erik estaba igual de sorprendido, así que no supo qué responder. Los silfos, duendes, patatones y humanos de Toivonpaikka aprovecharon para rodearlos. Ante esta situación, tres helaneses se acercaron a los guardias y se rindieron. Poco a poco, sus demás compañeros los imitaron, por lo que los guardias de los cuatro reinos se encargaron de arrestar a todos.

–¿En serio es lo único que se les ocurrió? – murmuró Erik, con cierta decepción.

–Tampoco es como que tengamos muchas opciones – respondió uno de sus compañeros.

Haakon y Cressida, quien ya se había reunido con sus padres, avanzaron entre los guardias hasta llegar junto a Anémona. Ella tomó entre sus brazos a Ari, quien estaba un poco asustado, aunque no tanto como al principio. Violeta bajó también del lomo de Susto, procurando mantenerlo tranquilo para no causar problemas.

El príncipe agarró con más fuerza su espada. No quería rendirse, después de todo lo que había intentado, pero desde el principio los planes que entre él y su familia habían previsto, al intentar dominar este reino, a diferencia de otros que ya habían conquistado antes, habían resultado muy diferentes a lo que encontró en realidad.

Frustrado, con todo el impulso de la furia, alzó su espada y atacó de nuevo a Anémona, pero antes de que la tocara, una espada atravesó su corazón de lado a lado."

–¿Y murió? – preguntó un chico del público.

–Por desgracia, sí. ¡Pero sobrevivió! ­– respondió el narrador.

–¡¿Cómo?! – exclamaron todos los oyentes.

El editor rió por lo bajo y continuó: "Ahorita se los explico. Bueno, lo primero es que quien lo atravesó con su arma fue la reina Cressida, quien vió que Anémona no se podría defender a tiempo porque tenía las manos ocupadas.

Bueno, ella en realidad no quería matarlo, sólo detenerlo para que no lastimara a su hermanita, así que cuando vió lo que había hecho, Cressida entró en pánico. Anémona bajó a Ari al suelo con cuidado y se acercó a abrazar a Cressida. Haakon, Caronte y Siglinde también la apapacharon, aunque sin saber qué decirle.

A. Brah, quien no había participado activamente en la pelea, pero sí estuvo observando todo, se acercó al cuerpo del príncipe y luego de quitarle el cristal que cargaba consigo y de colocarlo de forma más acorde a los ritos fúnebres, se volteó hacia Anémona y preguntó: –¿Todavía quieres ser una sirena?

La pregunta desconcertó a la joven: –¿Por qué?

Sin embargo, antes de que el hechicero contestara, inesperadamente Erik se estremeció y despertó, sorprendiendo a todos. Cressida incluso exclamó: –¡Ahg! Por Thor, ¡debí apuntar a la cabeza! – lo que le costó un zape por parte de su mamá.

El propio príncipe estaba desconcertado: –¿Qué me pasó?

Después de observarlo cuidadosamente por unos momentos, el kraken dijo: –Vaya, vaya, al parecer tus emociones te han revivido, como un silfo. Pero al menos alégrate de seguir "vivo".

–Esperen, ¿qué? – exclamó Erik.

El hechicero contestó: –Pues creo que tendremos que explicarte los términos y condiciones bajo los que funciona esta magia, pero eso será más tarde. Por ahora, guardias, llévenselo.

Y dicho y hecho, aprovechando que seguía en shock, los guardias se lo llevaron, igual que al resto de sus compatriotas.

Ari tomó la mano de Anémona para captar su atención, y preguntó: –¿Qué es lo que quiso decir ese señor con que si quieres ser una sirena?

–Ah... resulta que tenías razón. Soy una sirena – contestó la muchacha.

–¡¿Qué?! – exclamó Ari, pero también Violeta, y Tornado, Olaf, Hagen, y varios más que se acercaron a ver qué era lo que estaba ocurriendo y alcanzaron a escucharla.

–Yo se los explicaré, pero en un ratito, esto es más urgente – dijo A. Brah, y dirigiéndose a Anémona, explicó: –La verdadera forma de romper el hechizo que te mantiene como sílfide es con la sangre de quien mató a tus padres. Erik no es el culpable de eso, pero es hijo de quien sí lo es, y su resentimiento hacia ti permite que sea válido usar la suya. Yo creí que de verdad en algún momento ibas a matar al príncipe, pero no lo hiciste. La magia se anularía cuando tocaras su sangre después de matarlo. Ahora no está tan muerto que digamos, pero lo estuvo por unos segundos, y su sangre todavía está en el suelo, así que, si no quieres tener que matarlo otra vez, tócala antes de que se seque.

El joven tritón la miró con un poco de preocupación: –Anémona…

–Anémona significa “flor de viento”, y es el nombre de una criatura marina, como somos tú y yo – declaró la muchacha.

Ari sonrió, levemente sonrojado, y la abrazó tímidamente antes de que ella lo dejara en el suelo, y Anémona tocó rápido la sangre que aún estaba fresca en el piso”.

–¿Y funcionó? – preguntó una niña.

–¡Qué falta de confianza! Claro que sí– respondió el narrador.

–¿Y vivieron felices por siempre?

“Pues… en resumen, sí, pero dejen que les acabe de contar primero.

Después de que volvieron a meterlo preso, Erik estuvo callado por unas horas, tratando de procesar lo que le había pasado. Nada había resultado como había creído, ya que según él, esta isla sería algo sencillo de dominar; cómo era posible que en realidad hubieran cuatro reinos, muy bien organizados, que le impidieron llevar a cabo el plan de dominio que él mismo había propuesto a su papá, imitando los que ya habían efectuado en otras naciones. Además de que le dio la crisis existencial porque ahora él era un silfo, y terminó reflexionando ¿qué debería hacer? Ahora era uno de esos seres que tanto había despreciado, y sin embargo, aún era el príncipe de Heland. ¿Cómo explicaría lo que le pasó? ¿Sería el camino correcto seguir como si aún fuera humano, o debería cambiar?

También recordó lo que Haakon había dicho, acerca de que estos problemas podían llevar a la guerra entre Heland y Toivonpaikka. Tomando en cuenta que los habitantes de la isla tenían distintas fortalezas que los harían difíciles de vencer, y que la población de Heland no estaba en las mejores condiciones para soportar un conflicto bélico. Tal vez sería mejor dejar en paz a estos reinos, pues incluso tomando en cuenta que Heland fuera respaldado por los reinos que había dominado antes, con las armas de los silfos, más otros inventos que podrían tener sin estrenar, las probabilidades de ganar eran muy bajas.

Pasaron pocas horas, cuando los gobernantes de los cuatro reinos de Toivonpaikka se reunieron nuevamente para decidir qué harían con los helaneses.

Antes de que decidieran, el rey Haakon bajó de nuevo a la prisión para ver a los prisioneros. Cuando pasó por donde estaba el príncipe, éste le hizo señas de acercarse, y dijo:
–He sido derrotado por insistir demasiado, pero no debo arrastrar al reino que represento, a caer conmigo.

–¿En verdad? – preguntó Haakon, tranquilamente.

–Tal vez deba comenzar por hacer caso a lo que creía Soren. Puede que Heland vuelva a ser un país fuerte si dejamos que haya seres mágicos nuevamente.

El soberano sonrió y dijo: –Me parece bien, pero espero que no lo olvide –, y se alejó, continuando su recorrido por los calabozos.

Erik no supo nada más hasta el día siguiente, cuando los guardias lo llevaron junto con sus compañeros ante los cuatro monarcas.

Haakon expresó entonces: –Aunque las leyes de Toivonpaikka respecto al castigo que deben recibir por los delitos cometidos claramente indican cadena perpetua, después de escuchar las declaraciones de todos los involucrados en el caso, hemos decidido hacer una excepción. Dejaremos que regresen a Heland, con dos condiciones: que no vuelvan por aquí jamás, y que en verdad mejoren la situación para los seres mágicos, y también para los prisioneros.

–Está bien, lo haremos así – prometieron los helaneses.

Tras esto, de inmediato les fue otorgado un barco para que volvieran a su país. Mientras se alejaban, Ununoctio preguntó: –Rey Haakon, ¿seguro de que es una buena idea?

–Los mantendré vigilados. Confío en que se han llevado una lección que no olvidarán. Y cambiando el tema, ¿no tenemos una fiesta qué celebrar? – respondió el rey narval.

Y con respecto a Anémona y Ari, pues resulta que él se había equivocado respecto a su familia, porque no se enojaron con ninguno de los dos, pero sí se preocuparon mucho cuando descubrieron que el muchacho se había escapado, por lo que cuando regresó, acompañado por la joven y por el kraken, se alegraron de saber que Ari estaba a salvo, y aunque les sorprendió enterarse de la historia real de Anémona, también la acogieron con amabilidad. Con quien sí se enojaron un poco fue con el tío Google, pues no les dijo que Ari lo había ido a buscar, pero lo perdonaron rápido cuando les contaron lo que ocurrió. 

El mar es un lugar muy grande y desconocido, pero con libertad, la que ya no había en la tierra, y aunque sin duda tendría que adaptarse, Anémona quería estar al lado de Ari para conocer este ecosistema misterioso como él.

Pero no crean que no regresaron nunca a la isla, Anémona todavía tenía trabajo qué hacer en los reinos de Toivonpaikka, pero no la detuvo su nueva cola de sirena; el saber montar a caballo le dio mucha ventaja para seguir viajando por el bosque cuando hacía falta, además de que como se sabía de memoria dónde había cuerpos de agua en la isla, no le afectaba el cambio de su respiración. De paso también le ayudó a Ari para que siguiera aprendiendo.

Anémona se sentía feliz por poder vivir junto a Ari, aunque fuera a ser un poco difícil acostumbrarse a su familia, pero no había reto al que la muchacha se rindiera.

Y entonces sí, todos vivieron felices. ¿Alguna pregunta?"

–Sí, ¿cuándo nos contará otra historia? – preguntó el niño que había preguntado al inicio acerca del libro de análisis del arte.

–Pues sólo vinimos a presentar este libro y regresaríamos mañana a Toivonpaikka, pero con un poco de suerte, el próximo año podríamos volver – respondió el editor.

Toda la gente aplaudió con entusiasmo, incluido el autor del libro, feliz de haber escuchado de nuevo su historia preferida.

Inmediatamente después, el público comenzó a acercarse a adquirir un ejemplar del libro de arte, aunque algunos prefirieron salir primero para comprar algo de comer y regresar por un libro después. Se habían tardado 4 horas escuchando el relato, pero para la mayoría, valieron la pena.

Al día siguiente, ya en el aeropuerto, esperando el vuelo de regreso a su país, el autor y la traductora hablaban con el editor.

–Como siempre, esa es la mejor historia del mundo – exclamó el autor, recordando lo narrado el día anterior.

–Hmmm, creo que hay otras mejores, pero me alegra que a ti te siga gustando – afirmó el editor, sonriendo.

–Pero se olvidó de mencionar que el tío Google sabía magia porque había aprendido con el hechicero supremo – protestó la traductora.

–Bueno, pero eso no era tan importante – respondió el editor.

–Tampoco mencionó que el rey Haakon tenía el poder de entender el lenguaje de los animales – continuó ella.

El autor agregó: –Y tampoco les contó que después de seis años, por fin Anémona se casó con Ari y tuvieron a sus cuatro hijos. Aunque eso sí se podría contar aparte, y más con la historia del primero de ellos, Delph. La historia de Solveig, la segunda hija, es más conocida, pero igualmente interesante.

El editor rió y contestó: –Sí, bueno, eso ya será para la próxima. Pero miren, que ya nos llaman, andando.

Caminaban para entrar al avión, cuando al autor le asaltó una duda: –Señor A. Brah, ¿no se habrán dado cuenta de que la proyección que hizo de cómo era la isla en ese entonces no era un holograma?

FIN

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