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6

Cressida notó que algo raro estaba pasando con Anémona, así que en cuanto se marchó el príncipe, la reina se acercó a su hermanita y le preguntó qué ocurría.

Tras dudar un poco, Anémona contestó: -Es que, conocí a un chico.

Cressida se quedó estática unos momentos. Luego esbozó una sonrisa y emitió un pequeño grito de emoción: -¡Y te gustó mucho! ¿verdad?- y abrazó a su hermanita con mucha fuerza.

-Sí, nada más que hay un problema- respondió Anémona.

-¿Cuál? ¿Qué no es humano? Eso no importa- contestó la reina.

La menor replicó: -Pues, a él sí le importa. Pero lo que te quiero decir es que a mí me pasó algo más.

Cressida se quedó estática de nuevo. Entonces preguntó: -Un momento... ¿Qué pasó?. Cuéntame todo.

Así que Anémona contó todo lo que aconteció, que por ser ya conocido, no hace falta repetir.
Cuando terminó de hablar, Cressida comentó: -Bien, analicemos los hechos. En primera, tú y Violeta oyeron voces que provenían de la cueva detrás de la cascada, que ahora sabemos que conecta con un túnel subterráneo y submarino a la vez. Tales voces, eran de Ari, (así se llama ¿cierto?), y su hermana mayor. Y él mencionó algo de un ritual, ¿verdad?

-Así es- respondió Anémona.

-Bueno, tengo una teoría respecto a eso, pero no estoy segura, así que la reservo para cuando investiguemos un poco más. Entonces, continuando el análisis: Según lo que cuentas, deduzco que te transformaste cuando caíste a la cueva, y me relatas que luego, al salir, volviste a tu forma original. Así que por ahí va la segunda teoría, que es que ésa es una especie de caverna mágica- dijo la reina.

Anémona pensó por unos momentos y comentó: -Es una buena teoría, pero, ¿no debería haber algo que causara la magia?. Porque los lugares no son "mágicos" así nada más.

Cressida pensó por unos segundos y replicó: -Sí, eso es cierto. Así que... bueno, la forma de descubrirlo sería ir a la cueva de nuevo para investigar... Pero mejor, voy a preguntarle a Tornado acerca de mi primera teoría.

-¿Y por qué no me la cuentas?- preguntó Anémona.

-Porque no quisiera levantarle falsos a nadie, por tanto, tengo que investigar si estoy imaginando algo realmente posible- respondió Cressida.

La hermanita suspiró y dijo: -De acuerdo. Entonces, espero. Pero, ¿qué hago mientras?.

-Pues por lo pronto, necesitas bañarte, porque estás llena de sal, y luego vete a dormir. Mañana veremos qué procede- respondió Cressida.

Anémona se rió y dijo: -Hablaste exacto como lo hacía mamá cuando llegábamos de jugar en el bosque. Pero no me abrazas igual.

-¡Pues cómo, si yo abrazo como lo hacía papá!- contestó la hermana mayor. Las muchachas se rieron, aunque el recuerdo les dejó una sensación agridulce una vez se calmaron.

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Al día siguiente, Anémona, en cuanto despertó, corrió a buscar a su hermana para preguntarle si ya había hablado con Tornado, quien era un hechicero, y consejero del rey, cuyo verdadero nombre era Thorvaldo, pero como de joven era muy travieso, se le quedó ese apodo, y todos los habitantes de la isla lo conocían por Tornado.

Cuando las muchachas se encontraron, Cressida estaba dirigiéndose precisamente a buscar al hechicero en su laboratorio, ubicado en el norte del castillo. Anémona le preguntó si ya lo había visto. -No, pero estoy en eso. Apenas voy llegando- dijo la reina.

-Ah, yo pensé que ya te ibas. ¿Vamos las dos?- preguntó impaciente la hermanita.

-Eeeh, bueno- replicó Cressida, aunque no estaba muy segura que fuera buena idea, ya que no quería preocupar a Anémona con su teoría, pero tampoco le parecía adecuado dejarla con la zozobra de si había hablado con Tornado acerca de lo ocurrido. La cuestión es que las dos tocaron a la puerta del laboratorio. Unos momentos después, apareció Tornado, quien aún estaba un poco somnoliento. Entre bostezos, saludó: -Buenos días, majestad, y para ti también Anémona. ¿Qué se les ofrece?

-Buenos días. Venimos porque queremos que nos aclare algunas dudas respecto a algo que ocurrió ayer- explicó Cressida.

El hechicero suspiró: -¡Ayer! Ni me lo recuerdes. Si no hubieran llegado esos helaneses, ahora no tendría que hacer todo el trabajo solo- refunfuñó Tornado.

Y eso era debido a que, como parte de los acuerdos de cooperación entre los cuatro reinos, en cada uno de los castillos trabajaban cuatro hechiceros; uno por especie. Sin embargo, ahora los tres hechiceros que trabajaban en el reino de los cazadores, tenían que permanecer en sus respectivos reinos mientras los helaneses estuvieran en la isla, al igual que los hechiceros humanos. Y al respecto de éstos, la reina preguntó: -¿Por qué no vienen a ayudarte los otros hechiceros de nuestro reino? Ellos tampoco pueden ir a los reinos en el bosque, así que podrían trabajar aquí.

-Podrían, pero anoche les pregunté y dicen que mejor se van a tomar este tiempo de vacaciones- dijo con cansancio Tornado. Las hermanas se miraron con un poco de inseguridad acerca de si preguntarle o no. Pero él las interrogó: -Bueno, pero, basta de palabrería, ¿qué necesitan?

Ellas lo miraron como disculpándose de antemano, y la reina dijo: -Bien, si no tienes demasiado trabajo, queríamos preguntarte acerca de ciertos acontecimientos y seres mágicos... pero si estás muy ocupado, volvemos después.

-No: lo que necesite su majestad, es mi orden cumplirlo- respondió Tornado.

-Bueno, entonces le contamos-dijo Cressida, y entre ella y Anémona, relataron todo lo que pasó, que por ser ya conocido no hace falta repetir.

Tornado escuchó bastante sorprendido la parte en que Anémona se había transformado en sirena. Cuando las muchachas terminaron su narración, el hechicero comentó: -Temo que, por esa parte, no puedo ayudar. Según sé, los hechizos sólo se pueden aplicar de uno en uno... esto es raro.

-¿Por qué sólo uno a la vez?- preguntó Anémona.

-Pues porque la magia acumulada en un solo objeto, persona, animal o lo que sea, suele provocar efectos muy adversos. Pero, si les explico a detalle se van a enredar con mis tecnicismos, así que mejor pasemos al otro asunto: ¿De qué seres querían saber?"- respondió Tornado.

-Pues, precisamente, de las sirenas- dijo Cressida.

El brujo, después de reflexionar unos segundos, contestó: -Bien, creo que debí deducirlo, ji ji. No se sabe mucho de ellas en realidad. Sin embargo, la mayoría de los hechiceros creemos que es porque le temen a los humanos, puesto que suelen alejarse de las costas. También se tiene la certeza de que no son entes malignos, y es poco probable que lastimen a la gente, al menos no a propósito. Asimismo, no se conoce que tengan desarrollo de tecnologías más allá de las herramientas de piedra. Mas, por ser tan huidizos, no se ha podido juntar mucha información al respecto de esa especie por parte de la nuestra, lo que ha dado lugar a una infinidad de leyendas, que terminan contradiciéndose una a otra. Por lo tanto, si quieren saber más, sugiero que consulten al hechicero supremo: él tiene información escrita por los hechiceros de todas las especies, así que allá deben encontrar respuestas más certeras.

Las chicas se miraron una a la otra, y dijeron: -De acuerdo. Entonces, iremos a verlo.

-Ah, y con respecto a los hechizos, Anémona tiene razón en que la cueva no puede ser mágica así nada más. Creo que debemos ir a investigar qué es lo que pasa ahí- añadió Tornado.

-Sí, eh, bueno, yo tengo otra teoría, pero quisiera contársela a solas- mencionó la reina. Tornado se sorprendió, pero asintió.

Cressida dijo a Anémona: -Bien, entonces espéranos afuera, por favor.

La hermana pequeña obedeció y salió al pasillo. Aunque al principio pensó espiar la conversación, al girarse hacia la derecha, y ver el mar por la ventana al final del pasillo, la hizo pensar en Ari. Y se quedó ahí paradita, mirando la ventana y soñando despierta. Lo cual no fue para nada malo, porque oír la conversación no hubiera sido favorable.

Cressida, en cuanto su hermanita hubo cerrado la puerta al salir, indicó al brujo que se alejara de la puerta, porque ya sabía que Anémona podía intentar espiarlos, y una vez hecho esto, dijo en voz más baja: -Tornado, mi otra teoría respecto a la transformación de Anémona, es que el tritón fue el que la transformó.

El brujo sólo pestañeó, y le indicó que siguiera hablando.

-Bueno, él mencionó algo de un ritual. Tal vez algo que involucre magia, y la haya afectado así.

Tornado se rió: -Ja ja ja, no se preocupe alteza. Según tengo entendido, no tienen ciencia, por lo que no es nada creíble que tengan magia. Esa teoría, con todo respeto, es demasiado improbable.

La reina suspiró y replicó: -Qué bueno que me dices eso. Lo que menos quiero es hacer caer en dudas infundadas a mi hermanita.

El hechicero asintió.

Tras estas palabras, los dos salieron del laboratorio, y se encontraron con la muchacha, que seguía mirando a la ventana como si fuera la única vez que la vería en su vida. Cressida le habló: -Anémona, ya terminamos.

La joven no se movió. Entonces la reina le dio un empujoncito, con el cual sí reaccionó. -¿Qué pasa?- preguntó.

-Que ya terminamos de hablar- repitió Cressida.

-Ah, sí. ¿Ahora ya me dices tu teoría?- interrogó Anémona.

-No te preocupes. Esa teoría era errada. Ahora, pasemos a lo siguiente: hay que investigar en la cueva y visitar al hechicero supremo- contestó la hermana mayor. La menor asintió con la cabeza. Las dos se despidieron de Tornado y se dirigieron a las puertas del castillo. Sin embargo, cerca de la salida, se encontraron con Haakon.

El rey, saludó a las hermanas, y dirigiéndose a su esposa, expresó: -Hoy voy a estar ocupado con la visita de los helaneses, y necesito tu ayuda por favor.

-¿En qué te ayudo?- preguntó Cressida.

-Necesito que dirijas el reino, básicamente. Ya sabes, como cuando diriges un barco, pero fijo- contestó Haakon.

La reina sonrió de lado y afirmó: —Donde manda capitana no gobiernan marineros, ¿no? Y aquí la mayoría ni a grumetes llegan.

Haakon le guiñó un ojo: —Tú sí sabes, amor.

Cressida miró a Anémona, y dijo al rey: —Claro que me haré cargo, pero, pensábamos visitar al hechicero supremo. ¿Tengo tiempo de ir y regresar?

Antes de que Haakon pudiera contestar, escucharon que varias personas subían las escaleras para llegar al castillo. Los tres salieron a la puerta y se encontraron con que se trataba de Erik y varios de sus colaboradores.

-Pues, no, van a tener que esperar a mañana- susurró Haakon. Las chicas hicieron gesto de impaciencia, pero no podían hacer más que ese gesto al respecto de la situación.

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