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5

Aunque al principio Anémona se asustó pensando que el muchacho se iba a ahogar, recordó que Ari podía respirar en el agua, pero de todos modos se preocupó por ver qué era lo que lo había jalado, y desenvainando su navaja, (pues la espada era más difícil de manejar en el agua), fue tras él.

Por fortuna, quien lo había jalado era su hermana. Sin embargo, Anémona distinguió que la sirena parecía querer saltarle encima, pues su mirada era como de tigre al acecho, así que la chica intentó subir de nuevo a la roca, pero no tenía fuerza suficiente. De pronto, sintió de nuevo los brazos de Ari rodeándola, y unos instantes después, el tritón la había subido a la roca, pero esta vez, él se quedó en el agua. La sirena surgió junto a su hermano, y tomándolo por un brazo, lo jaló hacia atrás, tratando de protegerlo, mientras dirigía una espeluznante mirada a Anémona.

Ari intentó tranquilizarla: -¡Coral, ella no me hizo nada, déjala por favor!

-No, es una pescadora, no puedo confiar en ella, y tú tampoco deberías- contestó.

Anémona resopló y repitió: -En realidad no soy humana.

-¡Mentira!- rugió la sirena. La muchacha retrocedió asustada.

-¿Qué hacías en la cueva? ¿Acaso intentabas cazar?- continuó la hermana de Ari.

Anémona negó con la cabeza.

-Entonces ¡¿ustedes también realizan rituales en esta cueva?!- interrogó nuevamente la feroz sirena, pero la sílfide volvió a negar.

Ari estaba temeroso al encontrarse entre ambas, pareciéndole que las dos eran seres temibles, y para evitar más conflictos, dijo a su hermana: -Será mejor que vayamos a casa, Coral.

La mayor respondió: -Sí, pero, ella nos puede seguir, espera que se vaya primero.

Anémona contestó: -No los podría seguir, no se preocupen. Pero, ya que estamos hablando, ¿alguien me explica qué pasa?

-En realidad, tampoco sabemos, pero...- estaba diciendo Ari, pero Coral lo interrumpió, diciendo: -No hables más. Ya nos debemos ir.

-Pero si habías dicho que...

-Sí, pero, si no sabe nada, que este asunto quede así. Será mejor.

-Bueno, tú eres la que manda. (Aún).

-Así es. Pero, ya, vámonos.

Ari ya no sabía qué decirle a Anémona, así que solamente movió la mano para despedirse. Anémona respondió igual, y pensó que debía decir algo, pero no se le ocurría nada. Tras unos momentos de silencio, los dos hermanos se fueron.

La muchacha no sabía ni qué pensar, toda esta secuencia de sucesos la había dejado muy confundida, y se quedó quieta, intentando poner sus ideas en orden. Sin embargo, unos minutos después, escuchó ruido de que se acercaban algunas personas.

Se trataba de Violeta y de dos guardias, los que el rey había mandado para acompañar a Anémona, aunque ella no los había esperado para internarse en el bosque, (que hubiera sido una mejor idea para que no le sucedieran tantos problemas, pero ya ni modo).

Bueno, pero la cuestión es que Violeta, cuando fue a pedir ayuda para sacar a Anémona de la cueva, se encontró con los guardias y les dijo lo que había pasado. Los guardias y la sílfide regresaron a la cueva para rescatar a la joven, pero para cuando llegaron, ella ya no estaba allí, así que decidieron buscar si había alguna otra abertura por la que Anémona pudiera haber salido, y en esa búsqueda, tras varios intentos, llegaron hasta donde ella estaba.

Cuando Violeta vio a su amiga, voló rápidamente hasta ella, y le dijo, mientras le ayudaba a salir del agua: -¡Anémona! ¿estás bien? ¿Cómo saliste de la cueva?, ¡¿por qué no me contestabas?!-

-Es una historia complicada, ni yo lo comprendo bien todavía- respondió la joven.

Uno de los guardias dijo: -Bueno, entonces no haremos más preguntas. Nos alegra que está bien.

-Sí, porque si no lo estuviera, entonces nos despiden, puesto que nosotros teníamos que acompañarla... pero usted debió esperarnos- agregó el otro guardia.

-Sí, tienen razón. Lo haré desde mañana- respondió Anémona.

Las muchachas y los guardias, ya en tierra firme, decidieron que Anémona, que estaba hecha una sopa, debería regresar al castillo, en Toivonpaikka, y los guardias y Violeta iban a permanecer en el bosque para vigilar que se cumplieran las órdenes del rey. La sílfide decidió acompañar a su amiga, puesto que estaba un poco debilitada, y regresar al bosque después. Como precaución, Violeta se hizo invisible, habilidad natural de su especie.

Así pues, Violeta y Anémona se dirigieron al castillo, pero en eso, vieron que se acercaba el rey Haakon con algunos acompañantes. El rey vió a las chicas, (en realidad a Violeta no, pero sí a su sombra, ya que esa no se hacía invisible), y les preguntó: -¿A dónde van?

-Vamos al castillo- respondieron.

-Esperen, voy a necesitar que me acompañen- replicó Haakon.

Anémona y Violeta se vieron una a la otra sorprendidas, y siguieron al rey.

El grupo se dirigió al centro del bosque, donde ya los estaban esperando otros tres grupos. Se trataba de los reyes de las tres especies de seres mágicos que vivían en el bosque de la isla. El rey de los duendes, Ununoctio, el de los silfos, Tyr, y el de los patatones, Mause, quienes, al ver su llegada, preguntaron al rey Haakon qué ocurría, pues necesitaban información oficial, ya que Anémona no era parte del gobierno de ninguno de los reinos.

Haakon respondió: -Bueno, como Anémona ya les informó, han llegado a Toivonpaikka visitantes del reino de Heland, que está en el continente, y solicitan que les ayudemos con un acuerdo comercial, pues dicen que se han agotado sus minas de oro. Les ayudaremos, pero hay un pequeñísimo problema.

-¿Cuál?- preguntó Ununoctio, con cara de duda.

-El principal representante de Heland, el príncipe Erik, es un declarado enemigo de los seres mágicos. Por lo tanto, para evitar problemas, les solicito que se queden en el bosque y no vengan al reino de los humanos mientras ellos estén aquí, con el propósito de que ignoren su presencia. Haremos lo posible por conseguir un acuerdo antes de dos semanas, con el fin de que los festejos de primavera-verano se realicen con toda normalidad- explicó Haakon.

-Está bien, voy a enviar guardias a que vigilen el bosque- afirmó Tyr.

-Nosotros nos comprometemos a quedarnos en el bosque- agregó Mause.

Ununoctio dijo: -Yo tengo una duda: Anémona había dicho que no nos acerquemos a ningún cazador que venga al bosque, porque podría tratarse de un Helanés, pero, ¿no sería mejor que ningún cazador viniera?

Haakon respondió: -Sí, ya lo había pensado. Así que lo que vamos a hacer es lo siguiente: Como Tyr ya apuntó a sus guardias para vigilar, propongo que si alguien viene al bosque, ellos avisarán a los otros seres mágicos para que se oculten, y nosotros los cazadores vamos a procurar evitar venir al bosque, pero, si alguien necesita venir por alguna razón, deberá traer como identificación un libro...- en eso, interrumpió Mause: -Pero un libro no sirve de mucho en un bosque, ¿por qué un libro?

-Pues precisamente por eso. Si ven a un cazador sin un libro, entonces significará que es un Helanés, no un Toivonés. Así que esa será la identificación. Bueno, pero, en caso de que sea un Helanés quien venga aquí, el que lo haya visto debe informarle a Anémona...- explicó Haakon, cuando la muchacha lo interrumpió: -¿Por qué, yo que tengo que ver?

-Pues si me dejan de interrumpir, lo voy a explicar: Anémona es una cazadora, y por tanto, ella tiene que informar y en su caso convencer al intruso para que salga del bosque. Por cierto, esta mañana la nombré ministra del medio ambiente y recursos naturales, así que ahora es parte de mi gobierno, y actúa en mi representación. Así que, si hay algún cambio en estas disposiciones y no puedo venir a informarles, ella lo hará en mi lugar. Y del mismo modo, si algo pasa aquí fuera de este o cualquier otro acuerdo entre nuestros 4 reinos, ella me debe informar. ¿Me expliqué bien?- dijo Haakon.

-Por supuesto- respondieron los otros reyes.

-Pues entonces, si no queda ninguna otra duda, ya pueden retirarse- concluyó Haakon. Tyr, Mause y Ununoctio saludaron y se retiraron a sus castillos. Haakon hizo seña a sus acompañantes de hacer lo propio.

Anémona dijo a Violeta: -Entonces, ya me voy. Mañana te contaré qué ocurrió con más detalle.

-Está bien. Ten cuidado, no te vayas a enfermar, mantente calientita.

-Claro que sí.

Las dos se fueron, cada una a su reino.

Anémona, en cuanto llegó al castillo, buscó a Cressida, pues seguramente ella le podía ayudar a descubrir qué era lo que le había pasado, por qué había sido una sirena mientras estuvo en la caverna. Aunque realmente le preocupaba más el sentimiento que se estaba formando en las honduras de su ánima, deseando haber podido probar el beso que Ari estuvo a punto de darle.

La reina estaba en la pequeña biblioteca del castillo. Cuando vio a su hermanita, la invitó a pasar. Anémona estaba un poco nerviosa, y le dijo: -Cressida, ¿tú crees que yo he pasado demasiado tiempo en el bosque?

-...No, ¿por qué?, ¿qué pasa?- replicó la hermana mayor.

-Bueno, es que tengo la impresión de que... eh, ¿cómo lo explico?- balbuceó la pequeña. Cressida esperó a que su hermanita se decidiera a decir algo en concreto, pero Anémona estaba muy nerviosa.

Tras unos minutos de silencio, Anémona le preguntó a Cressida: -¿Qué sabes acerca de las sirenas?

-Acaban de recibir mantenimiento y funcionan perfectamente- respondió la capitana.

-¿Eh?, ¡no!, yo me refiero a los seres que parecen humanos, pero con cola de pez.

-¡Ah!. Bueno, se supone que viven mar adentro, lejos de las costas, pero yo no he visto ninguna en mis viajes- replicó Cressida.

-¿Y es posible que se acerquen a la tierra a veces?- preguntó Anémona.

-No estoy segura, pero creo...- empezó a decir Cressida, pero en ese momento apareció Erik, y dijo: -Sí, pero más les valdría mantenerse lejos, o se las verían conmigo.

Anémona saltó y exclamó: -¡Oiga! ¿acaso no sabe que es una descortesía meterse en conversaciones ajenas?; siendo un príncipe, debería comportarse apropiadamente.

El príncipe la miró con atención y dijo: -Tiene razón. Me voy. Sólo vine a conocer la biblioteca.

Y tras hacer una reverencia a la reina, regresó de donde había salido.

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