Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

42

–¡Pero no nos deje con la intriga, o al menos diga algo útil para enfrentarnos a lo que viene! – protestó enojada la reina.

A. Brah respondió: –No se preocupe majestad, lo sabrá en 3, 2, 1...

Y en ese momento, llegó corriendo un guardia, quien habló: –Altezas, hay una pelea entre los helaneses que se quedaron en su barco. Y parece que es por algo grave, ya que es bastante notorio su altercado. Tememos que suceda un problema mayor.

–Iremos enseguida – afirmó el rey, y rápidamente todos salieron del calabozo.

Bueno, el hechicero no se dio tanta prisa, pues ya sabía lo que iba a pasar, aunque todavía corría el riesgo de equivocarse como en las veces anteriores, pero no le dio importancia.

Al llegar al puerto, Anémona, Cressida y Haakon vieron que, en efecto, se escuchaban sonidos de pelea desde el interior del navío, pero lo que llamó más su atención es que parecían provenir de la sección de los remeros.

–¿Será buena idea entrar? – inquirió el rey.

–Pues la verdad es que no, pero de todas formas lo haré. Ustedes espérenme aquí – respondió Anémona, y subió al drakkar con su espada desenvainada.

Como ya conocía el camino, y esta vez sus nervios alterados no le dejaron marearse por el movimiento, llegó rápidamente al lugar donde ocurría la pelea.

Se encontró con Hagen, quien veía todo desde la puerta, y solamente les echaba porras a los remeros, quienes combatían como podían a la ahora disminuida cantidad de helaneses, quienes, sin embargo, al estar armados, mantenían a sus prisioneros en una leve desventaja, que compensaban con su cantidad mayor. Evidentemente, el patatón tenía un papel importante en esto, pero por el momento la joven no se centró tanto en él.

Después de observar por unos instantes la situación, Anémona exclamó: –¡Deténganse ahora! ¡Si no lo hacen, se arrepentirán!

Al oírla, ambos bandos se volvieron hacia ella, y en efecto, se detuvieron.

Uno de los helaneses dijo: –Este es un asunto interno, por favor, déjenos arreglarnos por nosotros mismos.

Pero intervino uno de los remeros: –¿Anémona? ¿Entonces en verdad eras tú quien ha venido aquí dos veces?

La muchacha reconoció la voz de Caronte, el papá de Cressida, y también suyo por adopción. Entonces, no habían escuchado mal. Con un leve temblor en la voz, afirmó: –Papá, mamá, me salvaron de los humanos del reino de Heland, ahora haré lo mismo por ustedes.

La sílfide avanzó entre los remeros, y ante los desconcertados helaneses, sacó su navaja y empezó a abrir grilletes de los remeros, quienes a su vez siguieron desatando a todos los demás apresuradamente, entre los que estaban Caronte y Siglinde, así como otros habitantes de Toivonpaikka, que también habían sido dados por muertos en el hundimiento del barco ocurrido hacía dos años.

Una vez que se terminó de desencadenar a todos los prisioneros, Anémona ordenó a Hagen: –Deja de estar nomás mirando y sácalos de aquí. Yo me encargo de los helaneses.

El patatón, aunque sorprendido por lo que acababa de pasar, hizo caso y guió a los remeros afuera del barco.

Anémona encaró a los extranjeros y habló: -Temo que debo llevarlos a tierra también. Tienen que aclarar muchas cosas con nuestras autoridades.

Uno de ellos contestó: –Bien, pero no crean que por tener ventaja de número les será fácil.

Ella frunció el ceño y les hizo seña de que también salieran del navío, a lo que, tras unos segundos de duda, obedecieron.

Afuera, se encontraron con el rey y la reina, además de muchos guardias, que rodearon rápidamente a ambos bandos, previendo que intentaran algo contra los monarcas. Sin embargo, por el otro lado llegaron otros dos guardias, y acercándose a Haakon, informaron: –Majestad, los prisioneros han escapado.

–¡No se preocupe, éramos nosotros! – contestó uno de los remeros.

El guardia lo miró por un momento con los ojos entrecerrados y se volvió de nuevo hacia el rey: –Me refiero a los helaneses.

–¿Todos escaparon? – preguntó Haakon.

–Sí.

–¿Y por qué no los detuvieron?

–Lo intentamos, pero recuperaron sus armas, así que nos ha sido difícil, sus técnicas de combate son muy efectivas.

–¿Dónde están ahora? ¿Se dispersaron o están todos juntos?

–Pues la última vez que los vimos, estaban todos juntos.

Haakon resopló molesto y dijo: –Entonces, si no pueden con todos, avisen al resto de los habitantes, que ayuden a contenerlos.

Los dos guardias corrieron para regresar a comunicar esta orden, pero antes de que pudiesen avanzar mucho, se toparon con los helaneses que habían escapado. Desde luego, el que iba al frente era el príncipe.

Los guardias se detuvieron y voltearon a ver al rey, quien se cansó de tanto caos y se acercó para hablar con Erik: –Alteza, al menos podría haber esperado a que resolviéramos el asunto de su consejero, ¿no?

–Disculpe majestad, pero no confío en sus métodos para resolverlo – contestó el príncipe.

El rey entrecerró los ojos, y miró rápidamente los rostros del resto de los helaneses. Parecía que no estaban tan convencidos, pero aun así seguían a Erik, ¿por miedo?

Entre ellos, Haakon reconoció al "guardia" que les había informado del problema en el drakkar. No dijo nada, pero hizo seña a los auténticos guardias de que fueran a cumplir su orden de informar al resto de los habitantes. Mientras, el príncipe se acercó a Anémona y dijo: –Nos vemos nuevamente, y como siempre, en un mal momento para la opinión que tienes de mí.

–Y no te estás ayudando mucho – contestó ella.

Erik iba a responder, pero lo interrumpió uno de sus compañeros, mientras sacaba su espada: –Mejor dejen de hablar y pasemos a la acción.

El príncipe lo miró, luego volvió a ver a Anémona, y dijo: –Está bien.

Rápidamente, todos los helaneses sacaron sus armas, incluyendo a los que apenas habían bajado del drakkar, y atacaron a los guardias, que respondieron rápido, aunque sin poder contenerlos a todos. Haakon, Cressida y Anémona desenfundaron sus espadas y combatieron también, por lo que fueron un poco más eficientes.

A los pocos minutos, llegaron varios refuerzos, pero no sólo del reino de los humanos, también de los otros tres reinos, pues A. Brah les avisó de lo que estaba pasando, y se unieron a la batalla. Por cierto, los silfos llevaron sus nuevas armas, las que funcionaban con electricidad, por lo que descontaron a bastantes adversarios. Sin embargo, los helaneses tenían mejor desarrolladas sus tácticas, así que de todas maneras les costó trabajo a los habitantes de la isla mantenerse en el combate.

El enfrentamiento se alargó por un buen rato, sin que pudieran ganar ni los locales ni los visitantes.

Anémona había derrotado a varios helaneses, pero todavía no estaba cansada, además de que no había recibido ni un rasguño.

En un momento, entre la multitud pasó corriendo un ser bastante grande, que embistió a gente de ambos bandos. Se trataba de Susto, quien en su forma de caballo, y que llevaba en su lomo a Violeta y a Ari, corrió hasta llegar con Anémona. Tanto la sílfide como el tritón llevaban un arma eléctrica nueva, aunque desde luego, Violeta la manejaba mucho mejor.

Al verlos, la joven preguntó: –¿Qué hacen aquí?

–Yo los traje, estaban en la costa buscándote – respondió Violeta apresuradamente.

Anémona miró al joven tritón, y tras observar que el joven tenía ya un vendaje en el lugar donde lo habían herido, los regañó: –¿Por qué vinieron a buscarme? ¡Estamos en una situación peligrosa!

–¡Lo sé, quería ayudarte! – respondió el muchacho, aunque un poco asustado por todo lo que veía alrededor.

Anémona quiso responder, pero no supo cómo hacerlo sin asustarlo más.

Ari habló tembloroso: –Ven conmigo, te cuidaré.

–No me querrán en tu casa – dijo ella sin ánimo.

–Ni a mí, me escapé – explicó él.

–¡¿Qué?!

–Papá, mamá, todos mis hermanitos, dijeron que no volviera a buscarte, pero no puedo hacer eso, ya lo intenté y no puedo. Me escapé y fui a buscar al tío Google, pero tampoco me quiso ayudar.

–¿Ayudarte a qué?

–Yo quería que me hiciera humano para estar contigo, aunque en realidad creo que sería muy incómodo ser uno, pero lo aguantaría por acompañarte.

Anémona medio sonrió y contestó: –No tienes que cambiar por estar conmigo. Te amo como eres.

Ari se sonrojó mucho, pero en eso, Violeta se movió para interceptar un ataque. Anémona entonces se dio la vuelta para continuar peleando, topándose con el príncipe, quien dijo: –Veo que mentiste, sí lo conocías.

El príncipe se acercó a la muchacha, aunque sin sacar su arma, y estaba por decir algo, pero ella entrecerró los ojos y le apuntó con la espada, haciendo qué él se riera tranquilamente: –Ya me has hecho eso tantas veces que se me quitó el miedo de que me hieras de verdad.

–Entonces demostraré que sí soy capaz de hacerlo – respondió Anémona, y antes de haber dicho la última palabra ya había movido su arma hacia Erik, quien la esquivó por unos milímetros y sacó también su espada. Los filos de las dos armas chocaron múltiples veces, pero ninguno logró dominar.

Violeta vió que otros combatientes se acercaban a ellos y dijo a Ari: –¡Estate atento, vienen más hacia acá! ¡Este invento nuevo funciona como una lanza, así que úsala como te enseñamos antes, pero no toques las puntas o te matarás tú mismo!

El joven le hizo caso, y entre los dos pudieron repeler los ataques que les dirigieron, mientras Anémona continuaba el duelo con Erik.

De pronto, se escuchó un estruendo, haciendo que todos se volvieran hacia el barco, y vieron algo que no esperaban: el kraken estaba allí, y con uno solo de sus colosales tentáculos, había reducido a astillas el drakkar helanés.

Meme de @hincognita XD

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro