41
A una seña de los cuatro reyes, aparecieron muchos guardias de los cuatro reinos de Toivonpaikka y empezaron a arrestar a los helaneses, incluyendo al príncipe, y también a Violeta y Anémona, ya que ellas también estaban en la escena del crimen. Como ambas conocían ese sistema, no se opusieron, estando bastante tranquilas, al contrario de los visitantes, que forcejearon con los guardias, por lo que no lograron maniatar a todos con rapidez. Algunos guardias silfos se acercaron a Ari para llevárselo también, pero en eso, apareció su familia, y como imaginarán, se asustaron al ver tanto revuelo.
–¿Qué está pasando? ¿qué tratan de hacerte? – interrogó Werner, alarmado, a su hijo.
–No lo sé, encontré a un pescador ahogado y lo traje aquí para que Anémona me dijera qué hacer con él, pero llegaron otros pescadores y no sé qué van a hacer con todos nosotros – explicó el joven, aferrándose de su papá.
Cressida se acercó a ellos y habló: –Deben venir con nosotros, para aclarar qué fue lo que pasó en realidad. No tengan miedo.
Coral y Sindri se adelantaron, enojados, y dijeron al mismo tiempo: –¡No podemos permitir que se lleven a Ari!
Anémona respondió: –Lo cuidaré, prometo que no dejaré que le pase nada malo. Sé que aún no confían en mí, pero de verdad mantendré seguro a Ari.
El joven la miró por un momento, y después a su familia. Todos estaban preocupados por él, y no se sentía seguro de qué decidir. Pero finalmente, se acercó a Cressida, para que lo llevara cargando, puesto que Anémona no podía al estar ya con las manos atadas.
En eso, Erik logró escapársele al guardia que lo retenía, y recuperó su espada, que quedó en el suelo después de que Violeta se dejara arrestar. Antes de que pudieran alcanzarlo los guardias, blandió su arma contra la reina, quien hábilmente esquivó el ataque y en un instante sacó su propia espada para responder. Sin embargo, la estocada del príncipe alcanzó al joven tritón, hiriéndolo entre el hombro y el pecho, del lado izquierdo.
Ari se quejó levemente, pero no gritó ni se movió, siendo más su sorpresa que lo que le dolió. Erik tampoco le dio mucha importancia, y trató de volver a atacar a Cressida, pero ella ya estaba lista y logró desarmarlo con un movimiento rápido, y con un duro golpe lo dejó fuera de combate, permitiendo a los guardias atarlo y llevárselo.
Anémona intentó correr para ver a Ari, pero los guardias la detuvieron. Haakon se acercó a Cressida y los dos trataron de atender al joven, pero Coral fue más rápida y apartó de la orilla a su hermano.
–Estoy bien, no me duele – protestó él, pero el corte era profundo, haciéndole perder sangre rápidamente.
La mayor lo abrazó con fuerza, y sin decir nada, lanzó una mirada fiera hacia Anémona antes de sumergirse y alejarse nadando rápidamente, llevando a Ari. Werner, Gretel, Sindri, Natt y Zuwa la siguieron sin mirar hacia quienes estaban en tierra.
Susto permaneció quieto por unos instantes, observando a la sílfide, antes de seguir a la familia de sirenas.
Anémona empezó a llorar en silencio mientras los guardias la guiaban de regreso al reino de los cazadores, junto a Violeta y los helaneses. No había podido evitar que Erik hiriera a Ari, aunque no había sido a propósito. Se sentía muy mal por eso. Además, el príncipe también había tratado de lastimar a la reina. Esta vez era imposible que lo perdonara, nunca lo haría.
Al llegar al territorio de los humanos, todos los prisioneros fueron encerrados en diferentes calabozos, aunque no pasó mucho para que tuviesen que acomodarlos de dos en dos por celda. Anémona y Violeta quedaron juntas en el mismo calabozo.
Violeta sólo abrazó a su amiga, quien continuaba llorando por la furia. No se dijeron nada, permaneciendo simplemente abrazadas por un buen rato, hasta que Anémona se puso de pie y dijo: –Tengo que conseguir otro cristal de ruburum para ir a ver a Ari.
–¿Segura de que es buena idea? No creo que te dejen volver a acercarte a él – respondió Violeta.
–Si él hizo cosas que le daban miedo con tal de estar conmigo, yo no puedo dejar que su esfuerzo se pierda – afirmó Anémona.
Violeta resopló, pero luego se rió y volvió a abrazar a su amiga.
Haakon y Tornado dejaron a los guardias interrogar a los helaneses, y se dirigieron a interrogar al príncipe.
Erik, desde luego, aunque estaba más tranquilo que antes, no estaba dispuesto a revelar nada, pero el rey habló de esta manera: –Príncipe Erik, sé que sabe que desde un inicio hemos estado dispuestos a ayudarlos; ustedes en cambio, transgredieron los límites que les hemos pedido respetar.
Erik estaba a punto de protestar, pero el hechicero le ganó: –Sabemos de las trampas en el bosque.
El príncipe forzó una sonrisa: –Supongo que Anémona tuvo algo qué ver con que lo supieran – respondió.
Haakon y Tornado ignoraron esto, y el monarca continuó: –A pesar de todo, los cuatro reinos de Toivonpaikka no queremos llegar a enfrentamientos con Heland. Estos asuntos son graves, pueden provocar incluso guerra si no se manejan con cuidado. Por tanto, para mantener la paz entre nuestras naciones, pedimos que Colabore con nosotros y nos diga la verdad. ¿Por qué vinieron a Toivonpaikka?
Erik se mantuvo callado por unos minutos, y dijo: –He dicho la verdad, así que sostengo lo que he dicho.
–¡No le creo! Tengo las trampas como pruebas, y es sabido y comprobado que entraron al bosque aún cuando se les dijo que no lo hicieran – exclamó el brujo.
Erik frunció el ceño, pero no contestó.
Haakon lo miró fijamente, percibiendo que sería difícil hacerlo confesar. Sin embargo, no era una persona cruel para sacarle la verdad a fuerza. Debía pensar una estrategia para que Erik hablara por su propia voluntad, pero mientras, indicó a Tornado: –Prepara las pruebas. Se investigará y nos serán necesarias para comprobar cuál es la verdad–, se volvió hacia el príncipe y dijo: –Si su versión es verdadera o no, lo sabremos, pero conste que en caso de que no, no por ser de la realeza seré indulgente con usted.
Acto seguido, el rey y el hechicero se marcharon, sin mirar la expresión de desesperación del príncipe.
Transcurrió... ¿una hora? cuando Haakon, Cressida, Ununoctio, Tyr y Mause llegaron a verlas. El rey patatón les habló: –Señoritas, ya vamos a liberarlas. Sabíamos desde el principio que ustedes no tienen la culpa de nada, pero debíamos mostrar a nuestros visitantes que la ley es dura en nuestra isla, además de que las mantendríamos en un lugar seguro.
Las dos sílfides lo miraron con cierto hastío, pero asintieron de todas formas.
Haakon abrió la celda para dejarlas salir, mientras decía: –El príncipe ha mantenido su versión de la historia, pero sus compañeros han dicho algo completamente distinto.
–¿Cómo? ¿No lo apoyan? – inquirió sorprendida Violeta.
Anémona se abrazó de Cressida mientras Tyr respondía: –No, al parecer están incluso aliviados de haber sido hechos presos por nosotros. Según hemos recopilado de los distintos testimonios, Heland ha estado decayendo por la falta de los seres mágicos que vivían allí. Eso forzó a que comenzaran a buscar acuerdos con otros reinos, como dijeron desde el inicio. Sin embargo, mucha gente cree que es posible que Heland sea restaurada si se permite el regreso de los seres mágicos a sus territorios, pero la realeza no apoya esta idea. Según dicen dos helaneses, cuando Soren descubrió a los patatones ayudando a los remeros, uno de los remeros contó su historia, lo que lo conmovió, y decidió apoyar a los patatones para proveer de ayuda a los prisioneros. Sin embargo, al proponerlo al príncipe, éste se negó al tratarse de seres mágicos. Discutieron, pelearon, y Erik terminó atravesando al consejero con su espada, aunque no fue consciente de las consecuencias hasta que era tarde. Esos dos helaneses decidieron dejar el cuerpo en el mar, y entre todos decidieron fingir que había desaparecido.
–¡Qué siniestro! – exclamó la sílfide.
–Estamos de acuerdo. Pero aún faltan cosas por aclarar, y eso lo haremos después. Por ahora, debemos volver a nuestros territorios para ordenar la organización que habrá mientras se continúa la investigación – afirmó Ununoctio.
Violeta no se atrevió a preguntar acerca de la segunda fiesta, pues lo más probable era que no se realizara.
Anémona tampoco dijo nada, aún sin poder calmarse. Haakon y Cressida la abrazaron mientras los otros soberanos y Violeta salían del lugar, a una seña del hechicero supremo, quien había llegado unos instantes antes.
Una vez que se quedó a solas con los reyes humanos y la joven, A. Brah habló: –Estoy tan confundido y triste como ustedes, ya que esto es algo que no pude predecir, pero espero que no se enojen los padres de Anémona ahora que voy a revelar la verdad.
–Mamá y papá no se enojarían de saber que revelará algo importante en estas circunstancias, sobre todo para ayudar a Anémona – respondió Cressida.
–Ehm... tu mamá y tu papá no, pero los de ella no los conocí tan bien – respondió el hechicero.
Cressida, Anémona y hasta Haakon abrieron mucho los ojos al oír esto.
–Espere... ¿entonces no son hermanas de sangre? – preguntó el rey.
–Pues... la verdad es que a estas alturas yo creí que ya lo habrían sospechado, ya que ambas son muy diferentes – contestó A. Brah.
Anémona habló: –¿Entonces cuál es la verdad?
–Bueno, calma. Anémona en ningún momento fue humana, nació como sílfide. Yo no sabía cuál era la especie original de sus papás cuando los conocimos, pero unos meses después lo supe. Cressida, tú y tus papás viajaron a distintos reinos con su barco, hasta llegar a Heland, pero cuando tocaron puerto había una batalla entre especies. Yo iba como pasajero, y bajé para intervenir, pero no conseguí calmar la situación. Una sílfide, bastante herida, llegó hasta el barco, y dejó a su bebé con tu mamá, antes de volatilizarse, desapareciendo por el cansancio. La bebé era Anémona, que apenas tenía cinco días de haber nacido, y no le habían puesto nombre. El papá de la pequeña acababa de ser vencido, logrando apenas dar tiempo de escapar a su esposa e hija. Lo único que supimos de la sílfide es que se llamaba Vanja. Anémona fue adoptada entonces por Caronte y Siglinde, que se esforzaron porque no se notara la diferencia de especies.
–Entonces, Esir y Vanja sí eran mis papás después de todo– interrumpió Anémona.
–Así es – confirmó A. Brah.
La muchacha respiró hondo y preguntó: –¿Sabe cómo puedo volver a ser una sirena?
–Sí, y la verdad es que pensé que ibas a descubrirlo desde antes – contestó el hechicero, pero interrumpió Haakon: –Bueno, pero primero explíquenos de qué están hablando, porque según parece nos hemos perdido de mucho.
–Sí, yo tampoco entiendo de qué hablan – confirmó Cressida.
–Ahorita les explico, pero primero déjenme ver qué está pasando – respondió el hechicero, y sacó de su bolsillo una bola de cristal pequeña, aunque no tanto como las que usaban los patatones, y tras observarla por unos segundos, dijo: –Trataré de resumir la explicación porque tenemos poco tiempo para volver a la acción.
–¿Pasará algo grave? – preguntaron los tres.
–Si se los digo, ya no va a pasar, pero espero que esta vez sí salga bien. Bueno, les cuento:...
A. Brah entonces contó lo más rápido que pudo la historia que Anémona ya conocía por las versiones de Erik y Werner, sólo que lo que sabía el hechicero era una combinación de las dos.
Aunque ya comenzaban a presentarse algunos problemas en Heland entre humanos y otras especies, el mayor conflicto se dió cuando algunas sirenas fueron llevadas al castillo del rey de aquel reino, ya que según se decía, en ocasiones anteriores habían provocado problemas a los navegantes, lo cual no era verdad. Esir, al estar su esposa Vanja entre los prisioneros, en efecto usó magia para convertirse en humano y poder ir a rescatarla. Sin embargo, al ser más avanzados en cuanto a armamento, los humanos rápidamente acabaron con él, y posteriormente con las demás sirenas, quienes además de no saber defenderse de las tecnologías de los helaneses, fueron puestas bajo hechizos paralizantes. Al estar bajo un hechizo anter de morir, todas se convirtieron en sílfides. Al estar Vanja embarazada, evidentemente su bebé también pasó el mismo proceso.
Dirigidos por Esir, las ahora sílfides intentaron volver al castillo con el propósito de aclarar que no habían sido culpables de lo que les acusaban, pero entonces ocurrió la segunda batalla, en medio de la cual fue que llegó el barco procedente de Toivonpaikka dirigido por los papás de Cressida y donde viajaba el hechicero.
El rey y la reina quedaron bastante sorprendidos, pero entendieron mejor la situación. Miraron a la muchacha por unos segundos antes de abrazarla de nuevo.
–Bueno, de todos modos te sigo viendo como mi hermanita – aseguró Cressida.
–Je je, también sigues siendo mi hermana mayor – respondió Anémona.
–Y también sigues siendo la ministra de media ambiente y recursos naturales – bromeó Haakon, con lo que todos se rieron.
–Me encantan los finales felices. Pero, en realidad no se ha acabado este asunto. Se viene algo grande – dijo el hechicero.
Como que estos últimos memes están un poco tristes, perdón.
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