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40

Las dos muchachas quedaron impactadas: ¿cómo había llegado él? Rápidamente, Cressida se acercó y le preguntó: –Alteza, ¿qué hace aquí?

El príncipe, quien llevaba una pequeña lámpara, también sorprendido de ver a la reina en esa fiesta, respondió: –Podría preguntar lo mismo, majestad. Encontré a un patatón en nuestro barco, justo antes de que partiéramos. Lo solté, pero decidí seguirlo para ver si podía encontrar a Soren, o alguna pista de qué ocurrió con él.

Violeta frunció el ceño y exclamó: –No le creo cierta esa historia.

Tanto ella como Cressida voltearon para buscar a Braun y Hagen, pues esos dos eran los que normalmente entraban al drakkar, pero no los distinguieron. Erik preguntó: –¿Qué es esta fiesta? ¿Y dónde está Anémona?

–No es información que nos corresponda darle, y será mejor que salga de aquí – contestó Cressida firmemente.

–Está bien. La buscaré por mi cuenta. Aún no me había despedido de ella, y es algo importante que sepa que quiero arreglar las cosas antes de irme– respondió él, y corrió de regreso al bosque.

Violeta se puso más pálida de lo normal, igual que Cressida, y decidieron buscar a Anémona antes de que pasara algo grave. Corrieron hasta la costa, en el lugar donde siempre se encontraban con Ari, pero se encontraron sólo con Anémona, quien, al verlas tan agitadas, preguntó: –¿Qué pasa?

–¡Erik vino, dijo que estaba siguiendo a un patatón, y te busca para hablar contigo! – respondió Violeta.

–¿Y por qué no lo detuvieron? – respondió Anémona.

–Ah... no se nos ocurrió. ¡Pero lo importante es que vayamos tras él! – contestó Cressida. Anémona asintió y las tres corrieron para buscarlo".

El narrador, intentando ignorar al autor del libro, quien estaba muy emocionado, observó al público, que estaba dividido: por un lado, algunos con gestos que daban a entender que ya esperaban lo que estaba ocurriendo, mientras que otros estaban tan anonadados que parecía que era la primera vez que los sorprendían en toda su vida.

El editor se aclaró la garganta y continuó:

"Bien, como ya saben, (pero se los recuerdo por si acaso lo olvidaron), el sitio donde Ari y Anémona siempre se encontraban estaba a poca distancia de la salida de la cueva, así que desde luego, la muchacha esperaba encontrarlo allí rápidamente.

Unas horas antes, mientras iniciaba la fiesta, el joven, acompañado por toda su familia, había llegado a la otra entrada de la cueva para que Ari intentase por primera vez cruzar de un lado al otro de la caverna.

Tenía que hacerlo solo, y en la oscuridad, puesto que se trataba de ver qué tan bien desarrollado tenía su sentido del oído y si era capaz de guiarse con él. Ari no tenía miedo de la oscuridad, y sin pescadores en las cercanías a tales horas, se sentía tranquilo y confiado de lograrlo a la primera.

El único problema era que ninguno iba con su ropa de todos los días, sino que se cubrieron con las joyas que había en el "sótano" de la casa, parte del antiguo cargamento del barco hundido, con el objetivo de que el brillo les ayudara a encontrarse cuando el joven saliera de la cueva, pero tanto las piedras como los metales que las conformaban eran bastante pesadas, así que todos nadaban más lentos de lo normal.

Antes de que el muchacho entrara a la caverna, sus papás lo abrazaron con fuerza, y le dijeron que se reunirían en la otra entrada.

Así, Ari nadó solo por el largo túnel, guiándose con el eco que regresaba el sonido de su propia voz. No tuvo ningún problema en llegar hasta el otro lado, y al salir de la cueva, notó que su familia aún no llegaba allí, lo cual, aunque lo sorprendió, era lógico, pues ellos tenían que rodear la isla, mientras que él había avanzado en línea recta.

Decidió esperarlos allí, y se acomodó en la arena, sólo mirando pasar a las medusas que brillaban, así como algunos peces que también emitían luz. A decir verdad, a la mayoría de sirenas les parecía mejor nadar de noche, ya que en el día eran más vulnerables. Y también era común que no les gustaba el amanecer, ya que por instinto, sabían que era cuando volvían a estar activas varias especies peligrosas, entre ellos, los humanos.

Faltando aún tiempo suficiente para que amaneciera, Ari se sentía tranquilo, y esperó sin miedo a que llegara su familia, mientras fantaseaba con lo que le contaría a Anémona cuando se reencontraran un rato después. Estaba muy feliz de haber pasado la prueba, ya que también se acercaba más a demostrarle a la muchacha que podía cuidarla.

Sin embargo, su tranquilidad no duró mucho, ya que distinguió una forma extraña, que estaba entre unas algas a unos metros de él. Con cuidado, Ari se acercó a ver de qué se trataba, y descubrió que se trataba de un pescador, el cual tenía una herida grande en el corazón, y para un buen forense sería evidente que ya tenía allí cinco o seis días, pero a decir verdad, el joven tritón no tenía idea de cuánto tiempo haría que este ahogado llevaba en ese lugar.

Lo primero que pensó fue decirle a sus papás acerca de este descubrimiento, pero de inmediato creyó que era seguro que le responderían que lo dejara allí. Es lo que decían cuando era pequeño y a veces encontraba huesos en algún rincón del barco.

Así que pensó sacarlo a la tierra, ya que tal vez Anémona supiera quién era y qué hacer con él. Con esta segunda idea, Ari desenredó las algas alrededor del cuerpo y lo cargó hasta las rocas en la superficie. 

Sin embargo, como estaba oscuro, y no veía tan bien como cuando estaba en el agua, no notó que Anémona, junto con Cressida y Violeta, estaban a lo lejos, corriendo de regreso al interior del bosque. Indeciso acerca de si debía esperar afuera para ver si llegaba la muchacha o regresar al agua para encontrarse primero con su familia, miró hacia ambos lados, y tratando de ver más hacia el bosque, sacó todo su cuerpo, así que tanto sus escamas como las joyas que traía brillaron con la luz de la luna, llamando la atención del príncipe, quien, aunque estaba bastante desorientado por la oscuridad a pesar de llevar su linterna, creía recordar el camino hasta la costa, y decidió ver si allí se encontraba Anémona.

Al notar el brillo, Erik dudó que se tratara de la muchacha, pero aun así se acercó para ver de qué se trataba. Se sorprendió cuando al acercarse, distinguió la figura de Ari, con su cola fuerte y llamativa, apoyado en las piedras junto a otra figura inerte y mucho menos bonita.

Erik no tardó en darse cuenta de que el tritón era el mismo chico de ojos extraños que él y Anémona habían visto hacía unos días, y que el cuerpo junto al muchacho era el de su consejero, Soren, por lo que corrió hasta ellos. Al verlo, Ari se lanzó de regreso al agua, pero el príncipe lo pudo agarrar de brazo y lo jaló bruscamente de regreso a las rocas, diciendo: –¡Esta vez no escaparás!

Asustado, Ari intentó golpearlo como Anémona y Violeta le enseñaron, pero Erik lo aventó contra el suelo rápidamente.

–No sé quién seas, pero no te irás vivo – amenazó Erik, y arrancó algunas de las joyas que el tritón llevaba, antes de sacar su espada, dispuesto a acabar con él.

Ari gritó con toda su fuerza: –¡No! ¡Ayúdenme, papá, mamá, Anémona!

Su voz aturdió a Erik, ya que tanto las frecuencias que alcanzaba como el volumen eran muy fuertes, y el príncipe quedó mareado por unos minutos.

Anémona alcanzó a escuchar el grito, y dijo a Violeta y Cressida: –¡Ese es Ari, regresemos rápido a la costa!

–Vayan ustedes, yo tengo una idea – ordenó la reina, y así lo hicieron las sílfides. 

No tardaron en llegar al lugar, encontrándose con los dos chicos y el difunto, al cual no le prestaron tanta atención como deberían.

Anémona revisó rápidamente a Ari, que se abrazó de ella, todavía asustado. La joven lo acarició y lo cargó de regreso al agua, metiéndose también para no soltarlo aún. Violeta le quitó la espada a Erik, vigilando que no intentara nada al salir del aturdimiento.

El príncipe no tardó mucho en recuperarse, y al ver a Violeta con su espada y a Anémona en el mar con Ari, preguntó: –¿Por qué lo están defendiendo?

–¿Tú por qué lo atacaste? – respondió Anémona.

Erik se acercó al cuerpo del consejero y señaló: –Soren tuvo un final muy trágico, ¿cómo esperan que no trate de hacerle justicia?

–Eh, ¿me está culpando a mí? Pero cuando yo encontré a ese señor ya estaba bien muerto, no le hice nada, lo juro – protestó Ari.

–¿Cómo puedes demostrarlo? – contestó el príncipe.

Anémona salió del agua y desenvainó su espada, apuntando hacia Erik con ella: –Tampoco puedes demostrar que no fuiste tú quien lo mató.

Violeta no dijo nada, pero estaba asombrada de ver a Anémona tan feroz.

El príncipe continuó: –¿Por qué confiarías más en él que en mí? Dijiste que no lo conocías.

–La cuestión es que porque a ti sí te conozco no confío en tus palabras. Sé de qué eres capaz – contestó la muchacha.

Ari observaba con miedo y admiración a la vez, pero sin atreverse a hacer ningún movimiento.

–¿Siempre será lo mismo entre nosotros? – preguntó Erik, lisonjero, acercándose a Anémona.

–No lo sé, dímelo tú – contestó ella, sin apartar su espada.

Antes de que continuaran, el sonido de múltiples pisadas acercándose por el bosque los hizo mirar hacia una dirección, pero al parecer, venían de dos caminos diferentes. Unos instantes después, de un camino surgieron algunos helaneses, quienes estaban buscando al príncipe, mientras por el segundo camino llegaron A. Brah, los cuatro reyes y la reina, y los 16 hechiceros de los 4 reinos.

El primero en hablar fue el rey Haakon, quien además viajaba en su corcel Singular: –¿Qué está pasando aquí? Príncipe Erik, me han despertado con una llamada urgente de mi esposa, quien me dice que hay problemas aquí con usted involucrado. ¿No debían ya partir hacia Heland? ¿Qué los ha retenido esta vez?

–Majestad, por ahora no es importante eso, sino que he encontrado a Soren. Mírelo, yace allí, sin vida – respondió Erik.

Todos dirigieron su vista al difunto. La mañana empezaba a aclarar, así que no costó mucho reconocer que, en efecto, se trataba del consejero perdido. Los helaneses, aunque hicieron gesto de acercarse a levantarlo, se arrepintieron inmediatamente, manteniendo su vista baja.

El príncipe continuó: –También sé quién es el culpable: ese chico de allá – y señaló a Ari, quien seguía casi completamente sumergido en el agua, pero respondió de inmediato: –No es cierto, yo lo encontré así.

Haakon alzó una ceja, y tras mirar a los otros monarcas y a los hechiceros, ordenó: –Pues entonces es momento de aplicar nuestro sistema de justicia: ¡Todos son sospechosos hasta que se demuestre lo contrario, así que están todos arrestados!

Meme de @hincongnita

Bro, me acabo de dar cuenta de que se te olvidó el acento en "déjala" 😨

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