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38

Cuando Anémona despertó, lo primero que recordó fue a Ari. Sin embargo, su vista se encontró con el techo oscuro de la casa del hechicero supremo, por lo que se sobresaltó, y aunque todavía no se sentía por completo recuperada, se levantó y buscó con la vista al señor A. Brah.

Éste se encontraba leyendo un libro en una silla ubicada al otro extremo de la habitación, y al notar el movimiento de la joven, dejó el documento a un lado y se acercó: -Buenos días Anémona. No te preocupes, he visto el futuro y me parece que todo estará bien.

Ella se relajó un poco y respondió: -Buenos días señor. ¿Dónde está Erik? ¿Y Hagen?

-Hagen está en su reino. Soren no fue a buscar a los patatones, pero no sé dónde se encuentra ahora. Erik está afuera, hablando con Violeta. Avisé a tus hermanos que estás aquí, así que no te preocupes demasiado por ellos.

Hizo una pausa mirando de arriba abajo a la muchacha antes de rematar: -Vi que Ari te hizo caso y se quedó en casa, pero está practicando lo poco que le enseñaron de combate y equitación. No pasa un instante en que no piense en ti.

Anémona no dijo nada y volvió a acostarse. Ese bombardeo de información no era lo que necesitaba para mejorar, así que se dispuso a dormir sin cuestionar nada, pero su mente reaccionó rápido al darse cuenta de un par de datos extraños: -¿Cuánto tiempo estuve desmayada?

-10 horas.

-¿Y por qué Erik está hablando con Violeta?

-Eso pregúntaselos a ellos.

La muchacha se levantó de un salto, y tras comprobar que los dos estaban frente a la puerta, (sus voces, aunque bajas, se oían ahí), la abrió rápidamente, sin darles tiempo para moverse.

Aunque Violeta, por reflejo, se volvió invisible, Anémona aún podía verla. La tomó del brazo con fuerza, pero sin lastimarla. Enseguida, dirigió su filosa mirada hacia Erik, quien inconscientemente retrocedió unos pasos.

-Te explicaré todo, pero ten piedad - pidió la sílfide. La muchacha la miró de reojo y asintió breve y contundentemente.

El príncipe se echó a correr, sin esperar a que Anémona le dirigiera la palabra. Ella no lo tomó en cuenta y se volvió hacia Violeta, quien respiró hondo, tratando de estabilizar su ritmo cardiaco y respiratorio, y habló: -¿Recuerdas que hace unos días te dije que caí en una de las redes trampa? Creí que estaría instalada sin vigilancia, pero no. Antes de que pudiera liberarme sola, Erik salió de algún escondite y pudo verme. Intenté amenazarlo para que se fuera, pero eso de dar miedo no se me da tan bien como a ti. Él cortó la red, pero me retuvo y me interrogó.

La sílfide no continuó, pues su garganta se cerró por los nervios. Sin embargo, la muchacha continuó por ella como si hubiera leído su mente: -Te hizo revelarle lo que sabes de mí. Ese... sabe usar sus recursos bastante bien. Pero ya verá.

-¿Me crees? - preguntó Violeta con un hilo de voz.

Anémona afirmó: -Entre una buena amiga que conozco de hace tanto que ni siquiera sabíamos que en ese momento nuestros reinos eran enemigos, y un chico hablador que conozco hace una semana, ¿quién es menos confiable?

Violeta se abrazó fuertemente de su amiga, tratando de no llorar. Anémona le acarició la cabeza con cuidado, sin decir nada, pero se volvió hacia donde se encontraba A. Brah.

Éste se acercó a las jóvenes y dijo: -Por mí, puedes eliminarlo en cuanto quieras.

Anémona rió, sin cuidar que al hacerlo, parecía haber perdido la razón, y contestó: -Aún no.

El hechicero, con la calma de un perezoso, se encogió de hombros y cambió de tema: -La tormenta ya pasó, pero la desaparición del consejero helanés mantendrá a sus compatriotas en nuestra isla por más tiempo. Sin embargo, eso no afectará los festejos de primavera-verano, así que espero verlas allí.

Y tras esto, se metió a su casa y cerró la puerta, desconcertando a las dos sílfides.

Anémona se relajó un poco, volviendo su expresión a mostrar más amabilidad. Ya sabía qué debía hacer para no volver al borde de la locura como hace unos momentos.

-Violeta, no estoy enojada contigo. Aunque me molesta que Erik sepa que no soy humana, creo que eso no es algo malo.

-¿En serio? - preguntó la sílfide.

-Sí, pero necesito que me ayudes para no terminar haciendo algo de lo que me pueda arrepentir. Aprovecharé que sabe de mí y de los patatones para ayudar a los remeros, y así seguramente descubramos qué ocurrió con el consejero - explicó Anémona.

Violeta asintió. Después de todo, debía compensarle su error. Así que, tras planear cuidadosamente sus próximas acciones, las amigas pusieron manos a la obra.

Primero, ambas fueron al reino de los patatones. Tras verificar que todo estaba bien tras la tormenta, Anémona habló con Hagen acerca de la desaparición de Soren. Aunque el patatón no confiaba en que el consejero realmente hubiera desaparecido, decidió acompañar a las muchachas en la ejecución de su plan. Si bien no informaron al rey Mause de esto, sí le hicieron saber por medio de un mensaje que el rey Haakon tenía aún pendiente la consulta acerca de la segunda fiesta de primavera-verano.

Después de esta visita, Anémona y Violeta fueron al reino de los silfos. El ambiente en general ya era mucho más tranquilo y hasta alegre, pues además de que ya había pasado la tormenta, ellos ya se estaban preparando para festejar. Violeta fue a su casa para contarles lo acontecido a sus papás, mientras Anémona buscó a Kjelld para darle el mensaje dirigido al rey Tyr acerca de la segunda fiesta.

Por último, las amigas visitaron el castillo del rey de los duendes, Ununoctio, para informarle también del asunto de la segunda fiesta. Como no había otro asunto pendiente con los duendes, las chicas se fueron para el reino de los cazadores.

Desde luego, para llegar al castillo, Violeta se volvió invisible durante todo el trayecto.

Llegaron al salón principal, donde se encontraban los reyes junto con los consejeros, y observaron que no hubiera nadie más antes de que Violeta volviera a ser visible.

Al verlas, Haakon, Cressida, Olaf y Tornado sintieron un poco de alivio por ver que estaban bien, y otro poco de miedo, ya que probablemente informarían de algún problema adicional.

Anémona comenzó: -Informamos a los otros reyes de que el rey Haakon tiene un asunto pendiente por informarles.

-Cierto, gracias por avisarles, (y recordármelo a mí) - contestó el soberano.

Anémona y Violeta sonrieron, y la primera continuó: -También tenemos una idea para investigar qué fue lo que pasó con el consejero, Soren. Para eso necesitamos que ustedes nos ayuden.

-¿En serio? Eso es muy bueno. Justo estábamos hablando de eso antes de que llegaran, pero no teníamos ideas para proseguir con la investigación - respondió Cressida.

-Yo digo que nada más están haciendo tiempo para algo, pero no sé qué puede ser lo que quieran de nosotros - intervino Tornado.

-Pues lo descubriremos pronto, pero acérquense para que les contemos - indicó Violeta.

Todos se juntaron en círculo para escuchar el plan de las sílfides. Después de sugerir un par de cambios, estuvieron de acuerdo en ejecutarlo de inmediato, así que Violeta regresó al bosque para buscar a Hagen mientras Anémona y Cressida se dirigieron a buscar a Erik.

El príncipe había vuelto a su barco, pero no estaba muy tranquilo. Además de que no sabía cómo iba a explicar a Anémona todo lo que había pasado, ni por qué había salido huyendo. Mientras trataba de tranquilizarse, llegó uno de sus compañeros para informarle que la reina y Anémona lo estaban buscando.

-¿No les dijiste que estoy aquí, cierto?

-Ehm... sí les dije.

Erik respiró hondo, tratando de calmarse, y ordenó: -Entonces, hazlas pasar.

El otro corrió a cumplir su orden, y en efecto, momentos después, las hermanas estaban frente al príncipe.

Él sólo les hizo una reverencia, pero no dijo nada, así que Cressida fue la que comenzó a hablar: -Anémona me dijo lo que pasó. Gracias por ayudarla, pero quiero saber algunas cosas.

-Claro, majestad. ¿Qué es lo que quiere saber? - preguntó él, pálido del miedo.

-¿En verdad no tiene idea de dónde puede estar su consejero? - respondió Cressida.

-Ah... ¿Eso qué tiene qué ver? - inquirió Erik, desconcertado.

-Tiene que ver porque Anémona recordó lo que los patatones le contaron acerca de él - contestó Cressida, tan tranquilamente, que daba miedo, así que el príncipe estaba aún más asustado que antes.

-Los patatones son esos seres pequeños, como ratones, ¿cierto?

-Esos mismos.

-Bien, les contaré lo que yo sé: esas cosas entraron a nuestro drakkar, y entraron a la sección de los remeros. No sé quiénes convencieron a quienes, pero los patatones trataron de liberar a los remeros. Ellos son presos por diferentes delitos, y en vez de mantenerlos en prisión los ponemos a trabajar, pero desde luego, no falta quien trate de escapar. Cuando Soren llegó, estaban tratando de escapar, por lo que junto con el resto de mis compañeros los contuvieron. Esas criaturas pudieron salir del barco, pero los remeros no.

En este punto, Erik miró hacia Anémona y dijo: -Fuiste a buscar a los patatones para saber si ellos le habían hecho algo a Soren, ¿verdad?

-En realidad, tenía más miedo de lo que Soren les pudiera hacer a los patatones - respondió ella.

El príncipe entendió que la brecha entre los dos, que hacía poco se había achicado, ahora era como el doble de ancha que originalmente.

La reina volvió a preguntar: -Los patatones, según sabemos, son seres pacíficos, así que no es posible que ellos le hayan hecho algo a su consejero. Sin embargo, los que sí podrían haber tenido qué ver son los remeros. ¿Podríamos verlos?

-Está bien - concedió Erik, y las guió hasta la sección de los prisioneros.

Los tres entraron, sin hacer ruido. La sección era bastante oscura, y los sonidos quedos que los remeros emitían daban a entender que no tenían la fuerza como para escaparse con facilidad. Sin embargo, Anémona avanzó entre ellos con cuidado, como la primera vez que había entrado allí.

Recorrió todo el lugar, pero no distinguió al consejero allí. También observó si los prisioneros tenían heridas u otras señales de maltrato reciente, sin conseguirlo.

Regresó junto al príncipe y la reina, y dijo: -Bien, Soren no está aquí, y no veo que los remeros puedan escapar con facilidad. Salgamos.

Ellos asintieron, y los tres dejaron la sección. Antes de salir, las muchachas tuvieron la impresión de que les llamaban, pero creyeron que era una ilusión.

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