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35

-Bien, entonces, ustedes se van y yo mientras voy a vigilar el bosque- afirmó Violeta.

Anémona asintió, pero decidió que debería decirle lo que el rey Haakon había ordenado: -En realidad, ya no tenemos que seguir vigilando de la misma forma el bosque, pero si lo prefieres, nunca está de más echar una miradita a los alrededores.

-Está bien- respondió la sílfide.

La muchacha respiró hondo y entró al agua. El joven la estaba esperando, ya con el cristal en su mano, y le colocó el improvisado collar, transformándola de inmediato.

Ya como sirena, Anémona intentó nadar sola, pero con el primer coletazo se impulsó tan fuerte que se estrelló con la arena del fondo. Ari se acercó rápidamente a ella: -¿Estás bien?

-Pues... creo que sí. No sabía que era tan fuerte - contestó Anémona, levantándose despacio.

-Hmm, ¿habías intentado nadar antes?

-Pues, así no. Nadar siendo sirena se ve más fácil de lo que es.

El muchacho se rió y la tomó de las manos: -Creo que ahora tengo que enseñarte cómo se hace.

La jaló suavemente hacia donde el fondo quedaba un poco más lejos, y tocándola por la espalda, indicó: -Tienes que impulsarte moviendo desde aquí hasta tus aletas, y con tus brazos controlas en qué dirección vas.

Anémona intentó hacerlo así, pero no consiguió ir hacia el frente, sino que subió.

-¿Y ahora qué hice mal?

Ari estaba tratando de no reírse, pero de todos modos contestó: -Es porque te impulsaste desde la cabeza, debes tratar de no moverla.

Anémona resopló y volvió a intentarlo, esta vez casi lo hizo bien, excepto porque movió los brazos antes de tiempo.

-Bueno, eso es más fácil de corregir. Hazlo igual, pero mantén los brazos quietos- indicó Ari.

-De acuerdo. Pero, ¿no tardaremos mucho en llegar a tu casa? - inquirió ella.

-No te preocupes por eso, además, si no aprendes, no llegaremos nunca. Sigue practicando.

Anémona resopló nuevamente, ya que eso era casi lo mismo que le había dicho a él hacía un rato. Continuó probando, hasta que logró nadar de manera más estable. Cuando lo consiguió, Ari indicó: -Trata de seguirme ahora - y comenzó a nadar despacio frente a ella.

La muchacha entonces fue detrás de él, consiguiendo mantenerse en la misma dirección, pero no tardó en notar que avanzaba más rápido que Ari, y preguntó: -¿Estoy yendo muy rápido o tú vas muy lento?

-Vas más rápido, pero no te preocupes. Aunque fuésemos lo más rápido que podamos, de todos modos me ganarías, porque tus escamas te dan ventaja en cuanto a velocidad.

-Ah... ¿cómo? ­ - Anémona se detuvo y miró su cola con más detenimiento. Aparte del color blanco que se iba convirtiendo en lila, hasta ser morado al llegar a sus aletas, no había observado que sus escamas eran más pequeñas y finas que las de Ari, grandes y filosas. Bastante diferentes.

-Ehm, si quieres mejor vamos juntos - sugirió él, tomándola de la mano.

-Sí, creo que será mejor - asintió ella.

De esta manera, siguieron avanzando. Después de un rato, la muchacha se cansó, ya que no estaba acostumbrada a moverse de esta forma, y preguntó: -¿Todavía falta mucho para llegar?

-Sí, todavía falta. Pero si estás cansada, puedo llevarte.

-¿Seguro?

-Claro, no hay problema.

El joven acomodó los brazos de la muchacha alrededor de sí, y una vez se aseguró de que estaba en una posición cómoda, continuó nadando.

Anémona sintió los movimientos de Ari, lo que le dio una idea más cercana de lo que debía hacer. Pero debía esperar a descansar un buen rato para intentarlo, pues si lo hacía ahora, probablemente se lastimaría. Por el momento, decidió agarrarse fuerte de él y observar los alrededores.

A pesar de que el agua del mar estaba un poco revuelta por la proximidad de la tormenta, los bancos de peces seguían recorriendo la zona con normalidad. También pasaban algunos peces de especies más grandes, que viajaban solos o en grupos más pequeños. Aunque, al ser de un ambiente frío, no eran muy variados en cuanto a colores, eso no les quitaba que fuesen muy impresionantes, ya fuera por su velocidad, sincronía o tamaño.

También los grupos de cetáceos, (o sea, delfines, narvales y belugas, así como las ballenas que viajaban mayormente solas), aunque con menos frecuencia, transitaban cerca de ellos sin preocuparse.

Anémona no dijo nada, pero estaba fascinada con esas vistas. Aunque Cressida había viajado muchas veces, nunca había mencionado nada de eso, por lo que dedujo que no era posible ver tantos animales desde un barco. Emocionada por saberse la única de la isla que conocería este lugar, abrazó con más fuerza a Ari, quien se quejó por la presión, con lo que la joven suavizó su agarre: -Lo siento, es que estoy feliz.

-Está bien, sólo que no lo esperaba- contestó él, deteniéndose para verla. Normalmente, ella permanecía seria, pero en ese momento de verdad estaba feliz. Ari sonrió, maravillado por la expresión que Anémona mostraba por primera vez, ya que, aunque no era la primera vez que la veía sonreír, nunca había sido de esa manera. Acercó su rostro para besarla, pero Susto se interpuso entre los dos.

-¿Qué pasa? - protestó Ari.

El nokk simplemente lo empujó hacia atrás, haciendo que la muchacha se riera antes de decir: -Creo que Susto piensa que no debes hacer eso.

El joven asintió, aunque sin ocultar su decepción, y tras colocar nuevamente los brazos de la muchacha rodeándolo, siguió nadando. Ella volvió a concentrarse en observar el entorno, aunque esta vez trató de controlar su emoción.

Poco tiempo después, llegaron hasta el barco hundido donde vivía la familia de Ari.

Anémona se soltó para nadar por sí misma, tratando de evitar que "alguien" (ya sabemos quién), se molestara por verlos tan cercanos. Pero él siguió sosteniendo su mano, tratando de convencerla de que estarían bien.

Afuera de la "casa", Gretel y Werner estaban ocupados, cortando algas en las orillas del bosque que estas protistas formaban".

-¿Qué cosa? - preguntó una chica del público.

-Dije "protistas", que es el reino taxonómico al que corresponden las algas. Aunque lo parecen, no son plantas - explicó el narrador.

-Oh, no lo sabía, gracias por la aclaración.

"De nada. Bueno, como iba diciendo, los papás de Ari estaban ocupados cuando los jóvenes llegaron. Les costó un poco reconocer de lejos a Anémona, pero cuando se dieron cuenta de que se trataba de ella, creyeron haber comprendido por qué su segundo hijo se había enamorado de esa chica. Realmente, como sirena se veía tan vital y alegre, que encantaría a más de uno. (Y Erik confirma, jeje).

La pareja adulta se acercó a la de jóvenes, y tras saludarlos, Gretel preguntó a Anémona: -Ari dijo que iba a traerte, pero creímos que vendrían más temprano. ¿Hubo algún problema en el camino?

-No, sólo estuvimos un rato en el bosque. Perdón por preocuparlos - contestó la muchacha.

-Está bien, aunque sí nos angustiamos porque Ari ha tenido que viajar solo, pero me parece que ahora es un poco más seguro de sí mismo - dijo Werner.

Anémona miró al chico, que se había sonrojado un poco, y afirmó: -Eso no depende de mí, pero gracias por la confianza.

Ari intentó hablar, pero no lo consiguió, por lo que su mamá le ayudó: -Bien, mejor entren a la casa, nosotros todavía no terminamos.

El joven asintió, y guió a la muchacha hacia adentro, dirigiéndose a una de las habitaciones. Allí estaba Coral, cuidando a Sindri, quien estaba dormido. Cerca de ellos, Natt y Zuwa estaban sentadas en el piso, jugando con algunos caparazones y piezas de objetos que antiguamente transportaba el barco. El bebé Leif estaba ocupado haciendo ruido al golpear un par de los caparazones entre sí.

Cuando vieron entrar a Ari, todos se alegraron, y las niñas rápidamente fueron a abrazarlo, al igual que el bebé, aunque llegó después porque todavía era un poco torpe para nadar.

Sin embargo, cuando vieron a Anémona, todos quedaron sorprendidos, incluso Coral, que ya la había visto como sirena, pero esta vez, estando en un lugar con mucha más luz que la cueva, podía observarla mejor.

-Ari, ¿de verdad esa es Anémona? preguntó Zuwa.

-Sí, soy yo - contestó la joven.

-Vaya, eso explica muchas cosas - exclamó Natt.

Ari se aclaró la garganta antes de decir: -Oigan hermanitas, ¿no que todavía se sentían mal?

-Sí, pero no tanto para no poder jugar un poco - contestó Zuwa, y jaló a Anémona, diciendo: -¿Juegas conmigo y Natt? Coral está cuidando a Sindri y no va a jugar.

-Hmm, está bien. ¿A qué quieres jugar? - contestó la muchacha, entrecerrando los ojos.

-A que vamos a preparar comida, ¿va?

-Bueno, pero no sé cómo se prepara.

-No importa, la cosa es imaginarla, no será de verdad.

Ari protestó: -¿Y yo qué?

-Ehm, tú cuidas a Leif - ordenó la niña.

-Ya sé, mejor que Ari y Leif son viajeros y llegan a pedirnos algo para comer - propuso Natt.

-¡Sí, me gusta la idea! - confirmó Zuwa.

-¿Viajeros? - Anémona preguntó confundida mientras las niñas la hacían sentarse junto a ellas en el suelo.

-Te explico luego. Por ahora, sígueles la corriente - respondió Ari.

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