33
Aunque Hagen no se sintió mejor con la idea de Anémona, era mejor dejar que ella fuera a investigar, ya que si él intervenía nuevamente, era mucho más probable que volvieran a descubrirlo.
-Está bien. Sólo no se olvide de contarme, que si me quedo con la duda me dará insomnio- pidió.
Anémona rió y asintió, tras lo cual, los pequeños seres se despidieron y regresaron al interior de sus túneles. Ella también continuó su camino, mientras pensaba cómo podría investigar el tema de los remeros rápida y eficazmente, pero la interrumpió un "hola" muy alegre.
Volteó para encontrarse con el sonriente rostro de Violeta, quien se acercó rápidamente hasta ella.
Sin estar segura de cómo reaccionar, Anémona regresó el saludo con una sonrisa leve: -¿Cómo has estado?
Violeta se sorprendió un poco de oír la voz de su amiga, pues el tono que usó fue más frío de lo que quería demostrar, y además entre ellas hacía mucho que no lo usaba, y no pudo evitar ponerse más pálida de lo normal. Anémona también palideció más, pues también se dio cuenta de cómo había sonado. A pesar de que quería mucho a Violeta, todavía no sabía quién había revelado su secreto al príncipe Erik, y la sílfide aún se contaba entre los sospechosos.
Tras unos instantes, Violeta contestó: -Estoy bien. Venía a ver si ya estabas aquí, en casa hay mucha tensión por el clima, así que decidí que era mejor buscarte, o en cualquier momento me enojaré con alguien de mi familia y no quiero.
Anémona sólo asintió con la cabeza. Luego de un nuevo silencio, Violeta interrogó: -¿Tú cómo estás? Ayer no te vi en todo el día, pero sin duda te ves mejor.
-Descansé un poco mejor, y además nos reorganizamos, así que creo que estoy bien- explicó la joven.
-Qué bien. ¿Y cómo te fue con Ari?- inquirió con muchas curiosidad la sílfide.
Anémona sonrió con más amplitud y contestó: -Ese chico me alegra la existencia. Pero me preocupa que le pase algo, Erik volvió a venir al bosque y vio a Ari. Por suerte no descubrió que es un tritón, pero me da miedo no poder protegerlo.
-¿Cómo volvió a entrar aquí ese...?- gruñó Violeta, a lo que su amiga contestó: -Tiene cristales de ruburum. Con ellos anula el efecto de la barrera mágica.
La sílfide se cubrió la boca con la mano, molesta. Anémona continuó: -Justo ahora iba a buscar a Ari, debo decirle que hay que tener más cuidado. Aunque dijo que hoy quería llevarme a conocer el mar.
-¿Conocer el mar? Creo que ya me perdí muchos capítulos de la historia- protestó Violeta.
Anémona explicó rápidamente que el día anterior ella había llevado al muchacho a conocer una parte del bosque, haciendo reír a Violeta al mencionar cómo Ari se pasó mucho rato jugando con las ranas y el asombro con que veía todo ese ecosistema tan extraño para él.
-¡Qué tierno! Es como un bebé conociendo el mundo- exclamó la sílfide.
-También lo veo así. Y no quiero que cambie, pero no puedo estar cuidándolo todo el tiempo, y no sé qué hacer- expresó Anémona.
Violeta pensó con cuidado por unos minutos, y sugirió: -Bueno, aunque nosotras lo veamos como bebé, obviamente ya no lo es. ¿Qué tal si le enseñas a moverse en tierra?
-¿Cómo, si estando quieto se cansaba rápido? Si se mueve, se agotará más rápido y tendrá más desventaja- preguntó la muchacha.
-Hmm, eso sí. Bueno, creo que tendría que verlo primero para saber qué hacer- aseguró su amiga.
Anémona respiró hondo. -¿Quieres venir a verlo conmigo?- preguntó insegura.
Violeta se sorprendió: -¿Puedo?
Anémona asintió con la cabeza. Tal vez era buena idea que Violeta interviniese, pues su mente no estaba tan ajetreada como la propia. Así que las dos amigas se pusieron en marcha.
No tardaron en llegar a la costa, donde esta vez había llegado primero el joven tritón, que esperaba escondido tras las rocas y nuevamente con la única compañía del nokk. Esta vez llevaba una pequeña cuerda a manera de collar, al cual había atado el trozo de cristal de ruburum que había sacado de la cueva el día anterior. El muchacho se escondió al notar a Violeta, puesto que no la había visto antes, y lo ocurrido el día anterior con Erik no le daba mucha confianza para acercarse. Sin embargo, Anémona corrió hasta él y lo alzó en sus brazos, movimiento que lo sorprendió, pero rápidamente se abrazó de ella para no caer.
-¿A dónde crees que vas?- preguntó Anémona.
Ari intentó contestar, pero no consiguió emitir palabra alguna. La muchacha le sonrió y lo bajó con cuidado, de regreso al agua.
Mientras, Violeta se acercó a ellos, sin quitar la vista del joven, y saludó: -Hola, no te preocupes, soy amiga de Anémona, no te voy a lastimar ni nada parecido.
Él miró a su amada, buscando que le confirmara que no estaban en peligro, lo cual hizo al asentir mientras sonreía.
Entonces, contestó a Violeta: -Está bien. Me llamo Ari. ¿Usted es...?
-Violeta Axelsdottir. Soy una sílfide, igual que Anémona, y no seas tan formal, puedes tutearme.
-Ah... De acuerdo.
Todavía desconcertado, Ari se abrazó de las piernas de Anémona, esperando que le explicaran qué estaba pasando, ya que él simplemente esperaba que ese día la muchacha fuera con él, así como el día anterior él había ido con ella.
Susto también se acercó, aunque al contrario de otras ocasiones, estaba bastante tranquilo, y al estar nuevamente con el aspecto de un caballito de mar, se enroscó en una de las muñecas del joven.
Tras unos minutos en silencio, Violeta dijo lo primero que se le ocurrió: -¿Quieren comer algo?"
-¡Yo sí!- exclamó alguien entre el público, causando algunas risas.
-No se preocupe, ya casi termino de contar la historia- respondió el narrador, y para no demorar más, siguió hablando:
"Por fortuna, la comida no es algo a lo que uno se pueda resistir fácilmente, sin importar de qué especie sea, así que tanto Ari como Anémona aceptaron la propuesta de Violeta, quien indicó: -Espérenme aquí, voy por la comida- , y se alejó volando.
El joven soltó entonces a la muchacha, y preguntó nerviosamente: -¿Ella de verdad es tu amiga?
-Sí, lo es. No te preocupes, al principio es un poco difícil tenerle paciencia, pero no es mala- explicó Anémona.
-Oh, ya veo. Creo que yo diría lo mismo de mis hermanos- dijo él, sonriendo tímidamente.
La muchacha rió levemente. Respiró hondo para tratar de mantenerse tranquila al hablar: -Ella y yo nos encontramos por el camino, le hablé de ti y me preguntó si te podía conocer. Perdón si te molesta que la haya traído.
-No me molesta, sólo... me da miedo- dijo Ari, y murmuró: -Solo quiero llevarte conmigo, a donde estemos seguros.
Ella se dejó caer junto a él, sin decir nada, y permitió que la abrazara. Permanecieron así hasta que Violeta regresó con una cantidad aceptable de bayas.
Sonriendo ante la bonita imagen que Ari y Anémona formaban, se acercó, pero no se decidió a mojarse, por lo que ellos fueron hacia la orilla y los tres se sentaron para comer.
Como Ari estaba casi completamente fuera del agua, permitiendo que su cuerpo se viese perfectamente, Violeta lo observó detenidamente, aunque no fue muy discreta que digamos, por lo que el muchacho no tardó en acercarse más a Anémona, tratando de que ella lo pudiera ocultar.
La sílfide lo notó y explicó rápidamente: -Lo siento, es que estaba viendo que tal vez puedas pelear bastante bien.
-Eh, creo que sí. Aunque sólo mientras estoy en el agua- contestó Ari.
-Pues en tierra también podrías, sólo tendrías que moverte rápido. Eso es cuestión de práctica. Pero pareces muy fuerte, así que no sería muy difícil.
Él miró nuevamente a Anémona, quien se aclaró la garganta antes de hablar: -No estaría mal. Si seguimos así, en algún momento podrías necesitar defenderte, y no siempre estaré yo para hacerlo.
Ari se quedó callado. La verdad es que tampoco le parecía tan mal, pero no se sentía tan fuerte para intentarlo.
Violeta prefirió cambiar el tema: -Bueno, pero comamos, que se me están durmiendo las manos por sostener estas bayas.
Tanto el muchacho como Anémona agarraron varias de las pequeñas frutas y se las empezaron a comer. Ari se sorprendió con el sabor dulce que tenía la mayor parte, pero cuando probó una que aún estaba ácida, se sobresaltó y dejó caer las bayas que aún le quedaban.
Las muchachas contuvieron la risa, pero cuando él también se empezó a reír, no pudieron más y los tres se carcajearon por un rato.
Ya con más confianza, Ari preguntó a Violeta: -Entonces, tú también eres una sílfide. ¿Pero, por qué te ves diferente que Anémona? Me refiero a que parece como si las dos fueran de lugares distintos.
-Ah, es que yo ya era una sílfide desde que antes de nacer. En mi familia hace tantas generaciones somos silfos, que ya no sabemos de qué especie éramos originalmente, así que nos vemos un poco más "vivos", que Anémona, porque ella no nació como sílfide, así que se nota más que no está realmente viva.
El muchacho no dijo nada, pero su expresión sí demostró el asombro que sentía.
-Además, yo dependo más de las emociones que siento para existir, mientras que Violeta y otros silfos que ya nacieron así dependen del ambiente en general de donde viven para existir- agregó Anémona.
Ari se quedó pensando en silencio. Tras unos minutos, volvió a preguntar: -Eso significa que si estás feliz, ¿estarás más "viva"?
-Sí. Y si pudiera estar muy feliz, por mucho tiempo, tal vez pudiera volver a vivir de verdad. Aunque aún así seguiría con el hechizo que me pusieron para que me quedara como sílfide, pero ya sería menos pesado- contestó Anémona.
Ari estuvo callado por unos segundos más, y luego habló firmemente: -Entonces, está bien. Enséñenme cómo pelear en tierra.
Las sílfides lo vieron sorprendidas, pero él explicó: -Anémona no ha estado tan feliz porque se preocupa por muchas cosas, así que si le ayudo a que tenga una razón menos por la cual preocuparse, será más fácil que esté feliz, y descubramos qué es ella en realidad.
Las muchachas tardaron un poco en reaccionar, pero finalmente ambas sonrieron.
-Bueno pececito, espero que estés listo porque ahora sí vas a necesitar toda tu fuerza- exclamó Violeta, y lo levantó como había visto que hacía Anémona, pero como no lo hizo con el mismo cuidado, se cortó la piel del brazo con las filosísimas escamas del tritón.
-Bueno, eso servirá- afirmó la sílfide mientras volvía a bajarlo. Anémona se rió y dijo: -Bien, primero vamos a curar a Violeta y luego entrenaremos.
Ari asintió, emocionado, y tomó en sus manos al nokk: -También me ayudarás, ¿cierto?
Susto asintió con la cabecita.
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