Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

32

El narrador hizo una pausa, observando los rostros de los atentos oyentes, que aún estaban muy interesados en saber cómo terminaba el asunto. Tras refrescarse nuevamente con un sorbo de agua, continuó: “Damas y caballeros, niños y niñas, ya queda poco para que se revelen todos los misterios, pero vamos por partes.
Al entrar al castillo, Anémona se encontró con Cressida, quien la atrapó rápidamente con un abrazo, lo que sorprendió a la hermana pequeña.

–¿Cressida, estás bien?– preguntó.

–Estoy bien preocupada por ti, ayer no nos dejaste hablar contigo, en la mañana te fuiste sin avisar, y ahora me entero por Haakon que el príncipe se enteró de que eres una sílfide.

–Ah, eso. Perdón, estaba molesta porque dudaba de todos, y aún no sé quién se lo dijo ni por qué.

La reina respiró hondo y acarició la cabeza de su hermanita. –Por si las dudas, yo no le dije– aseguró.

Anémona rió y asintió. Cressida no podía ser culpable.

–Erik me contó una historia, dice que quiere ayudarme, pero todavía no le creo– explicó la muchacha.

–Ni yo, pero por lo menos cuéntame esa historia– respondió la mayor. Ambas rieron y se fueron para la biblioteca, donde Anémona le contó a Cressida lo que había ocurrido, y ya llevaba como dos días atrasados de información, así que se tardaron un gran rato, pero la reina escuchó con atención.

–Aun cuando se vayan los helaneses, todavía tenemos muchos problemas por resolver, tanto sobre mí como con los otros reinos– finalizó Anémona.

–Es muy cierto. Aunque tendremos más libertad de acción, todavía será un trabajo pesado– asintió la reina.

Suspiró antes de agregar: –Casi no te hemos dejado decidir qué hacer. Aunque no te digamos nada, has tenido que pensar más en lo que será mejor para todos y pocas veces has tenido tiempo para ti. Entiendo que te escapes a ratos de tu trabajo.

Anémona no supo qué contestar. Estaba cansada y ya no quería seguir así. Ni siquiera podía concentrarse en una sola cosa. Cressida la abrazó, sin esperar a que contestase, sabiendo que sólo necesitaba que la apapacharan.

Al poco rato, Haakon entró a la biblioteca, y al ver a las hermanas, se acercó a abrazarlas también, aunque no por mucho tiempo, pues también quería hablar con ellas con  seriedad:

–Tornado me informó que los hechiceros de los otros reinos lo llamaron y… hay más noticias malas que buenas. Los silfos prevén que habrá una tormenta, así que los helaneses no se irán, al menos por un par de días más estarán aquí. Con los patatones, parece que han tenido problemas internos, así que no dijeron mucho, pero según Tornado, se notaba que están inquietos. Y con los duendes… pues parece que todo bien, se están preparando para la fiesta de primavera-verano, lo que me recordó que no he hablado de eso con los demás reyes.

–Ya ni me acordaba de la fiesta– murmuró Anémona.

Cressida y Haakon rieron y contestaron: –Nosotros tampoco.

En verdad, con todo el ajetreo que habían pasado recientemente, asuntos como el de la fiesta habían pasado a segundo plano.

Sin embargo, ya que estaban los tres juntos, era buen momento para reorganizarse, como señaló la reina: –Si seguimos así, habrá un caos muy difícil de arreglar, así que debemos ver cómo lograr de nuevo una agenda más equilibrada para manejar la situación.

–Tienes razón, amor. Veamos cómo cambiar para que sea más fácil estar al tanto de todo– aprobó Haakon.

Anémona no dijo nada, pero estaba de acuerdo, y después de un rato, quedaron en que debían mantener a los helaneses ocupados en el castillo. La comunicación con los otros reinos sería sólo a través de la bola de cristal de Tornado, y la barrera que había hecho el hechicero aún se mantendría, pero visto que aún así no era muy efectiva gracias al efecto de los cristales, su función sería cambiada a mantener invisibles a todos los seres mágicos, ya que según había observado Anémona, gracias al cristal que Ari le llevó, la magia sólo se anulaba si se estaba en contacto directo con el cristal o en un lugar con abundancia de los mismos, como era la cueva.

En cuanto a Anémona, aunque no estaba muy seguro, Haakon decidió que no debería seguir viajando al bosque como hasta entonces, pues probablemente fuera una de las razones por las que los helaneses se atrevían a ir allí, así que había que buscar una alternativa para eso.
Una vez que acordaron esto, los tres se fueron  de la biblioteca, primero para comer algo, y luego para buscar  a Tornado y Olaf, quienes como consejeros principales del rey, debían enterarse y sugerir más acciones al respecto.

Aunque Anémona aún no sabía si Olaf podía ser el delator, no quería demostrar que no confiaba en él, por lo que no objetó al respecto de informarle acerca de los cambios. Más bien, la muchacha decidió que debía aprovechar que el príncipe estaría molestando por unos días más para averiguar quién era el culpable de haberle revelado su secreto.

Así pues, Haakon, Cressida y Anémona hablaron con los consejeros, y tras comunicarles la nueva situación, estuvieron de acuerdo con las medidas, y el hechicero sugirió además pedir a los otros reinos que aumentasen la presencia de guardias, mientras los  humanos trabajarían en mantener ocupados a los visitantes con ciertas actividades que podían organizarse rápidamente, como visitas a sitios importantes o pequeñas fiestas, lo cual el rey aprobó.

Estos planes comenzaron a implementarse al día siguiente, cuando el rey y sus consejeros hablaron a través de la bola de cristal con los hechiceros y los monarcas de los tres reinos del bosque, poniéndose de acuerdo en las nuevas medidas para evitar problemas con los helaneses.

La reina informó también a los habitantes del reino de los cazadores acerca de los cambios, y la gente se comprometió a ayudar para mantener a los extranjeros ocupados y que no pudiesen salir al bosque tan fácilmente.

La que aún no lo tenía tan fácil era Anémona, ya que aunque ya no continuaría como vigilante en el bosque, todavía debía buscar una forma más segura para poder ver a Ari, aunque fuera sólo para decirle que tal vez debieran esperar a que los helaneses partieran para poder reunirse con mayor seguridad, y también debía averiguar quién la había traicionado, además de mantener a raya al príncipe Erik. Honestamente, su confesión de amor no acababa de convencerla, pero no podía hacer mucho al respecto.

Esa mañana, mientras Haakon hablaba con los otros soberanos y Cressida informaba a la población, Anémona fue al bosque, estando todo el camino en modo invisible, para ver cómo estaba la situación antes de encontrarse nuevamente con el joven tritón.

Recorrió el bosque con cuidado, comprobando que los duendes estaban bastante relajados y alegres, ya pensando en la fiesta. En el reino de los silfos, se notaba cierta tensión lo que era habitual debido a que se acercaba la tormenta, y el cambio de clima les afectaba un poco en el carácter, pero siempre volvían a la normalidad cuando el tiempo mejoraba, por lo que no se preocupó.

Lo que no esperaba era lo que ocurrió en el reino de los patatones. Cuando la vieron llegar, uno de los guardias que vigilaban las entradas a los túneles la llamó con insistencia, mientras los otros se movieron rápidamente, y unos minutos después volvieron junto con Hagen.

El patatón saludó apresuradamente a la muchacha y explicó: –Fuimos descubiertos por los helaneses. Ya sé que me merezco la regañada que me han dado todos, pero ahorita por favor escúcheme porque hay algo importante que descubrí.

Anémona se sentó en el suelo junto a él y dijo: –De acuerdo, chaparrito, tienes mi atención, cuenta lo que sabes.

Procurando ignorar que lo había llamado “chaparrito”, Hagen habló: –Estábamos 10 patatones llevando al drakkar de los helaneses algunas cosas para los remeros, y conseguimos llegar hasta su área sin ningún problema. Pero mientras estábamos adentro repartiendo las provisiones, entraron algunos helaneses y pues nos vieron. Se armó un desastre porque nos empezaron a perseguir pero nos defendieron los prisioneros, hasta que llegó un señor que se veía bastante demacrado en cuanto a su físico, pero con actitud de mandamás, y mandó que nos encerraran a todos. Aunque intentamos salir por otro lado, estaba todo muy bien vigilado, así que no nos quedó más que esperar a encontrar una oportunidad. Pasaron como dos o tres horas, y el sujeto ese que nos mandó encerrar llegó otra vez, pero gracias a que uno de los remeros se puso a contar su drama, milagrosamente el señor se conmovió y nos liberó, aunque amenazó que no nos tendría la misma consideración si veía que alguno de nosotros volvía a poner una patita en el barco. Entonces pudimos regresar a nuestro territorio, pero no sabemos qué pasó con los prisioneros, si les hicieron algo o cómo terminó el asunto con ellos. Y en cuanto a lo que descubrí, está que, además de los prisioneros de otros países, tienen a algunos de su propio reino, y la mayoría son porque intentaban ayudar a los seres mágicos de Heland, ya que allá no les tienen piedad.

Tras esta larga explicación, Hagen respiró con fuerza unas cuantas veces y espero a que Anémona le respondiese.

Ella tardó un poco, pues era mucha información. Estaba segura de que el señor de que hablaba Hagen era el consejero, Soren. Sin embargo, lo que más le inquietó fue que era muy probable que esa fuera la situación que le notificaron a Erik, y ante la revelación de que muchos remeros estaban prisioneros era por ayudar a los seres mágicos, le parecía extraño que el príncipe también se atreviese a desafiar esa ley para ayudarle.

Dejando eso de lado por el momento, decidió cuál sería su actuar ante esa situación.

–Yo me encargo de investigar el destino de los remeros. Tal vez el hecho de  que los hayan descubierto no sea tan malo, pero ahora déjenme tratar de arreglarlo– expresó decididamente.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro