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31

El príncipe habló: -Bien, no tengo mucho, pero espero que sea útil. Según los cuentos, en nuestro reino no había muchos silfos, pero sí había kelpies, nibelungos, algunos dragones, y a veces llegaban sirenas a las costas. Todos fueron erradicados del territorio después del ataque, ya que los cristales de ruburum les afectan, y algo que había pasado por alto es que en una versión, cuando Esir regresó como silfo para volver a atacar a mi papá, obviamente fue más difícil vencerlo porque ya estaba muerto, pero cuando tocó un ruburum, volvió a su forma real y por eso pudieron acabar con él.

Anémona se estremeció, pensando en el peligro que acababa de pasar Ari, pero hizo seña a Erik de que continuase, lo que hizo inmediatamente: -Hay otra versión que dice que en realidad nunca volvió a su forma de tritón, pero al ver que no podría ganar, sencillamente se desintegró. "Se volatilizó como el alcanfor" es la descripción literal. Pero eso no me queda muy claro, ¿cómo desaparecería solo porque se rindió?

-En realidad sí es posible, ya que las sílfides dependemos de las emociones para existir- respondió Anémona.

-Oh, pero, ¿por qué te molestaste cuando dije que...?- preguntó Erik, pero la joven lo interrumpió: -Si nos rodean seres con emociones positivas, vivimos menos tiempo con esta forma, ya que eventualmente eso nos ayuda a regresar a lo que éramos originalmente, pero con emociones negativas vivimos más con esta forma, y llega un punto en que no podemos seguir materializadas, entonces desaparecemos.

-Ya veo. Entonces, para salvarte, tendría que hacer que estuvieras en un lugar muy feliz- afirmó el príncipe.

-Bueno, también hay otra manera, pero esa no la puedes cumplir, así que dejémoslo así- contestó Anémona.

Erik trató de retomar la palabra, pero la muchacha se distrajo mirando a la ventana. Él la observó, admirando cómo a pesar de lo cruel y seria que se comportaba cuando estaban juntos, había una vitalidad extraordinaria en las reacciones de la muchacha, que parecía ir extinguiéndose al abrirse paso a su imagen exterior.

Tras un corto tiempo, Anémona volvió su mirada al príncipe, quien tras pensarlo un poco, decidió que debía decir lo que sentía antes de perder la oportunidad, pero ese no era un buen lugar para hacerlo, así que dijo: -Salgamos a ver el mar.

-¿Qué? ¿Por qué?- inquirió ella, alerta por lo que había ocurrido con Ari anteriormente.

-Solo como despedida. Nunca me dí el tiempo de admirarlo apropiadamente desde el puerto- pretextó él.

-Hmm, está bien, pero ¿eso es todo lo que sabes? ¿Seguro de que no te estás olvidando de nada?- preguntó Anémona, mirándolo acusadoramente.
-No tuve mucho tiempo, es todo lo que sé de esta historia. ¿Y porqué preguntaste por esa historia después de todo? Tampoco me has dicho todo lo que sabes- protestó Erik.
-No te he dicho todo porque puedes usarlo en mi contra en algún momento, y pregunté por la historia, porque como dijiste antes, tengo problemas de identidad, y para resolverlos tengo que saber si antes hubo casos que se parezcan al mío.

El príncipe quiso rebatir, pero al ver que la muchacha se dirigía a la puerta, sin mirarlo, se levantó rápido y fue tras ella. Salieron de la biblioteca en silencio, pero no duró mucho, pues Erik insistió en que Anémona lo acompañara al puerto.
Tuvo que pedirlo como cinco veces más hasta que ella aceptara: -De acuerdo, vamos, pero que sea rápido.

-Así será, no te preocupes- aseguró el príncipe, a lo que la muchacha respondió con un leve movimiento de cabeza.

Salieron del castillo y caminaron entre las construcciones del reino, las cuales no estaban distribuidas uniformemente, pero compartían el estilo redondeado de su diseño. Debido al mal clima que seguía afectando a la isla y sus alrededores, no había muchas personas fuera de sus casas, y las que los veían pasar, sólo saludaban a la muchacha, lo cual hizo pensar al joven que realmente casi a nadie le agradaba su presencia.

Cuando por fin llegaron al puerto, el fuerte viento que soplaba se hizo más notorio debido a que no había cerca árboles ni construcciones que interrumpieran las corrientes, provocando también que las olas fueran más grandes y salpicaran con más fuerza, por lo que Erik y Anémona se mantuvieron un poco alejados de la orilla para no mojarse tan fácilmente.
El mar se veía de color gris, igual que las nubes, pero aún había aves volando y algunas pescaban hábilmente a una distancia mediana del puerto.

-Aún con este clima, el paisaje es magnífico- exclamó el príncipe.

-Mnn- asintió la muchacha sin mirarlo, observando fijamente al horizonte. Su mirada perdida daba la impresión de que no estaba observando nada en realidad, pero sí lo hacía. Simplemente no podía reflejar mayor expresividad debido tanto a su naturaleza como a que no quería relajarse estando cerca del príncipe, quien por su parte, la miró procurando ser discreto, moviendo nerviosamente sus ojos azul celeste cuando le parecía que ella se daría cuenta de cómo la veía.

La figura rígida de la muchacha, pálida a pesar del color tostado de su piel, con su cabello negro y lacio volando en desorden, podría tomarse como la representación universal de su especie, hermosa pero desprovista de vitalidad.

En contraste, el príncipe, a pesar de que sus gestos y poses eran muy elegantes, había instantes en que se podía distinguir qué emoción experimentaba en el momento, denotando que a pesar de todo, era humano.

Después de unos minutos en silencio, Erik volvió a hablar: -Estaba pensando que tal vez ese muchacho que estaba en el agua era un fantasma.

Anémona se esforzó para no reír, y preguntó: -¿Por qué lo crees?

-Pues porque desapareció muy misteriosamente, además de que no contestó mi pregunta y del color extraño de sus ojos. También su camisa estaba desgarrada, pero no parecía herido- explicó el príncipe. La joven sonrió por un momento, pero no dijo nada.

El príncipe resopló, cansado de las gélidas respuestas, y dijo: -No entiendo. Todos en el castillo dicen que eres muy buena, pero siempre que nos encontramos eres cruel. ¿Acaso me han engañado?

Anémona se rió, pero no contestó. Erik continuó: -¿Sabes qué? ¡Estoy empezando a creer que no debo creerle a nadie! Nada de lo que me han dicho es cierto, ni siquiera mi papá ha dicho nada cierto.

-Obviamente. Es un rey, no esperes nada cierto de él- murmuró ella.

Como él no la escuchó, siguió hablando: -La única que ha dicho algo verdadero eres tú, con todo y crueldad, pero tenías razón. No puedo basar mis ideas en lo que me han dicho, tengo que comprobar las cosas por mí mismo. Incluso empiezo a creer que en realidad los seres mágicos no son malos.

Anémona se sorprendió y volteó a verlo. ¿Había escuchado bien o se lo había imaginado? Él continuó: -Tal vez tengas razón, y entonces yo debería cambiar. Si eso es lo que debo hacer para que me perdones, lo hago.

La muchacha guardó silencio por un poco más. No sabía qué responder, pero Erik aún no terminaba: -Sé que aunque soy un príncipe no soy perfecto, pero al menos he empezado a ser menos imperfecto después de lo que me has hecho, y si pudiéramos seguir juntos, tal vez llegaría a un nivel más aceptable. ¿Vendrías a Heland conmigo, Anémona?

-No creo que sea buena idea, ¿por qué me estás invitando? Todavía soy una sílfide, así que ir a Heland no es opción- protestó la joven.

-Lo sé, pero allá podríamos investigar más y hacer que vuelvas a ser humana, y mientras sigas como sílfide te cuidaré. Aun como humana seguiré haciéndolo, Anémona. Te amo.

Tras esta declaración, la sílfide miró fijamente a Erik por unos segundos antes de preguntar: -¿Estás seguro?

-¿No me crees?- protestó él.

-Lo siento, pero no- respondió ella, cruzándose de brazos, aunque no por enojo, sino desconcertada.

Erik jaló su cabello, desesperado, y dijo: -Admito que no lo he hecho muy bien, pero puedo mejorar.

La muchacha estaba por contestar, cuando los interrumpió la repentina aparición de unos tentáculos, que con rápidos movimientos se aferraron a una columna, de donde estaban amarradas algunas lanchas. Al ver esto, ambos dieron unos pasos atrás y desenfundaron sus espadas, pero tras observar mejor al "pulpo", Anémona descubrió que en realidad se trataba del nokk. Guardó nuevamente su arma y se acercó a él, preguntando: -¿Qué haces aquí Susto?

El príncipe quedó tan sorprendido como asustado: -¿Conoces a este monstruo? Y hasta le pusiste nombre, aunque le queda bien.

-Eh, sí, pero no lo llames monstruo, ¿no ves que es solo un pulpito?- protestó ella.

-Un pulpito que seguro mide tres metros- murmuró Erik, y trató de acercarse, pero retrocedió al ver que el nokk extendía sus tentáculos hacia él.
Anémona rió y dijo: -Yo me encargo de él, seguiremos hablando luego.

El príncipe asintió y se alejó rápidamente, haciendo reír de nuevo a la muchacha.

Ya estando solos, Susto la agarró de una mano, indicándole que quería que lo siguiera, y enseguida nadó en dirección a una zona de la costa donde era un poco difícil llegar caminando, ya que había muchas rocas de tamaños y formas irregulares. Aún así, Anémona lo siguió.

Como esperaba, Ari estaba en ese sitio, ocultándose en el agua y solo asomando sus ojos, como siempre, y sólo salió un poco más cuando la joven se acercó lo suficiente.

-¿Estás bien?- interrogó ella.

-Sí, ¿tú estás bien?- contestó él.

-Sí. Pensé que ya te habías ido a tu casa.

Ari dudó cómo responder. Tras unos instantes, extendió su mano, en la que sostenía un trozo de cristal rojo, y explicó: -Antes quería darte esto. Lo saqué de la cueva.

Anémona tomó el ruburum, y de inmediato, cayó entre las rocas, pues sus piernas volvieron a ser una cola de sirena. Resopló y le devolvió el cristal al muchacho: -No puedo llevarlo conmigo, mejor guárdalo tú para mañana.

-E-está bien. Entonces, hasta mañana- aceptó Ari, recogiendo el cristal.

Se dio vuelta para irse, pero no había avanzado mucho cuando regresó junto a la sílfide, y tras respirar hondo, intentando calmarse, habló: -A-Anémona... te amo.

La muchacha, que ya había vuelto a su forma de sílfide y se había levantado, sonrió levemente y contestó: -Lo sé. También te amo.

-¿En... verdad? ¿Te casas conmigo?

-No.

-¿Por qué?

-No estamos listos para eso. Tal vez dentro de un tiempo, pero por ahora sigamos como amigos, ¿de acuerdo?

Ari asintió con la cabeza. Se veía muy lindo, aun con su carita de decepción, pero volvió a sonreír rápidamente.

-De todos modos nos veremos mañana, ¿verdad?

-Por supuesto.

El muchacho se alejó junto con el nokk. Se veía bastante alegre para haber sido rechazado.

Por su parte, Anémona se dirigió de regreso al castillo. Todavía no terminaba el día.

Meme de MiSs___BeD 💖💖💖

Y de paso, le damos el oro olímpico 🥇 a Anémona en el deporte del béisbol, porque bateó a los dos chicos con gran habilidad XD

Ya fuera de bromas: 1) Disculpen que el capítulo sea más largo esta vez, pero es que si cortaba la idea no quedaría como lo pensé. 2) No crean que se ha dicho la última palabra respecto a nada, de hecho, del siguiente capítulo en adelante se vienen los movimientos más drásticos para ir cerrando la historia. 🕵️‍♀️🕵️

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