26
Ari se sorprendió: –¿Ya te vas? Pero, casi no hablamos nada.
–No te preocupes. De todos modos, no me siento bien. Mañana estaré mejor y hablaremos más– respondió Anémona.
Ari hizo un pucherito. Todavía no quería que se fuera, pero no podía hacer nada, menos aún si ella no se sentía bien. Resignado, contestó: –Estaré aquí a la misma hora que hoy.
–Entonces, los veré mañana– afirmó la joven, y comenzó a andar de vuelta a al bosque, pero se detuvo cuando Susto tomó la forma de un pequeño pájaro y se posó en su hombro.
–¿Qué tienes?– preguntó susurrando.
El nokk, agarrando fuertemente el abrigo de Anémona, aleteó para jalarla de regreso, pero con esas dimensiones, no lo consiguió. Ella se rió y dijo: -No te preocupes, volveré.
Susto bajó la cabeza y voló hasta aterrizar en la mano de Ari.
Mientras Anémona se alejaba, el joven acarició al nokk, y preguntó: -Sindri, ¿les avisaste a mamá y papá que vendrías?
–Sí. Aunque no que Susto también, pero sí saben que estoy aquí.
–De acuerdo. Volvamos a casa– dijo el mayor, y se sumergió en el agua. Sus hermanos lo siguieron, al igual que el nokk.
Se dirigieron de vuelta a su casa, nadando despacio y en silencio,. Ya faltaba poco para llegar cuando Sindri preguntó a Ari:
–¿Te enojaste con nosotros, verdad?
Ari lo miró y contestó: –No, no me enojé, no es eso. Sólo... quisiera estar más tiempo con ella.
Sindri resopló y se abrazó a Ari. En realidad, era él quien estaba enojado, aunque no se daba cuenta. Coral nadaba junto a ellos silenciosamente, atenta para avisarles de algún peligro, mas decidió que no podía callarse más: –Ari, sé que estás enamorado, pero trata de no solo pensar en Anémona. Nosotros también te queremos.
–Lo sé. También los quiero mucho- respondió el joven.
Los tres volvieron a quedarse callados, hasta que llegaron a su casa.
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Anémona regresó al bosque. Definitivamente, no estaba más tranquila, pero no sabía cómo manejar la situación. Todavía le faltaba enfrentar al príncipe con tal de saber toda la historia, pero ya tenía dudas de si lo conseguiría.
Caminó por un largo rato, sin rumbo fijo, hasta que se encontró de nuevo con Olaf y Singular, quienes corrían hacia la casa de A. Brah, pero se detuvieron al ver a la muchacha.
–¿Qué ocurre? ¿Pasa algo malo?– interrogó rápidamente ella.
–Sí, los guardias duendes encontraron a algunos helaneses dentro del bosque. No traían libros, pero aún así pasaron la barrera del hechicero– explicó el consejero.
Anémona dedujo rápidamente: -Traen cristales de ruburum.
–Ru ¿qué cosa?– preguntó Olaf.
–Unos cristales que anulan la magia. Pero por ahora no perdamos tiempo en hablar, tú ve por el hechicero y yo me encargo de los helaneses- ordenó la muchacha.
Olaf se bajó del caballo de un salto y dijo: –Está bien, pero que te lleve Singular, sabe dónde se encuentran. Yo puedo correr hasta la casa de A. Brah.
–De acuerdo– asintió ella mientras subía al lomo del corcel, y cada uno se dirigió a puntos opuestos del camino.
Las ventajas de tener un caballo como Singular es que no se necesitaba que lo guiase siempre una persona, ya que su inteligencia a veces incluso superaba a la de los humanos. En unos cuantos minutos, llegaron hasta donde se encontraban los extranjeros.
El equino se detuvo secamente justo frente al que lideraba al grupo, o sea, Soren. Miró con sorpresa a Singular, y dio un paso al lado para ver al jinete, encontrándose con la mirada fría de Anémona.
De inmediato, hizo seña a sus compañeros para que retrocedieran, mientras saludaba: –Buenos días, (ya casi tardes). ¿Debo suponer que no podemos estar aquí?
–En realidad, debe estar seguro- respondió Anémona.
Soren respiró hondo. Esta vez, sin la presencia del príncipe, podía pedir respuestas a muchas dudas.
–Sé que le dijo al príncipe que este bosque es peligroso, pero nosotros estamos armados, no corremos peligro. Y si se refería a que hay seres mágicos, también tenemos defensa ante eso- explicó él.
La joven no estaba segura de cómo responder. Singular, tras observar a los helaneses, caminó despacio hacia la salida del bosque, a paso firme. Al observar el trote del caballo, Anémona dedujo qué planeaba, y entonces respondió al consejero helanés: –Está bien, esas no son las razones por las que no les permitimos venir al bosque. Pero ustedes tampoco nos han dicho toda la verdad, así que no están en posición de reclamar por nuestros secretos.
Soren volvió a hablar mientras seguía al caballo y a Anémona: –Tiene razón, pero creo que al menos deberían tener una mejor justificación para no dejarnos estar aquí. Algo más creíble.
–¿Más creíble? A mí no me parece muy creíble que hayan venido por un acuerdo pero traten de entrar a una zona prohibida de nuestro territorio. En todo caso, ¿era tan difícil decir que venían de turistas?– cuestionó ella, un poco en broma.
Algunos de los extranjeros se rieron por lo bajo, aunque no lo suficientemente para que no los escuchara su líder temporal, quien los miró con un poco de enojo.
Sin embargo, siguió hablando con la muchacha: –Bien, tiene razón. El acuerdo no era el verdadero motivo por el que vinimos. Ni es verdad que se nos acabó el oro, ya que nuestras minas casi no lo daban, a diferencia del caolín y granito. Lo que buscábamos era ruburum, un tipo de cristal con la capacidad de inutilizar cualquier tipo de magia. Son fáciles de confundir con otros tipos de gemas, así que pensábamos que quizá aquí hubiera, pero no hemos podido descubrirlo.
La muchacha quedó asombrada, pero no tanto por enterarse de la verdadera razón por la que los helaneses viajaron a Toivonpaikka, sino porque se lo había contado. ¿Qué tenía ella para que todos le revelaran secretos, exceptuando el caso del hechicero supremo?
–¿Por qué me cuenta esto tan de repente?– interrogó, sin pensarlo dos veces.
–Para que ahora me cuente a mí por qué no nos dejan entrar al bosque- respondió Soren, con todo el descaro de que era capaz.
Anémona sólo se rió y no dijo más. Miró hacia el frente con mayor tranquilidad.
–¿Lo dirá o no?– interrogó él, pero la muchacha se mantuvo en silencio.
Al no obtener respuesta, el consejero helanés prestó más atención al entorno, y se dio cuenta que que ya estaban de nueva cuenta en las afueras del reino, lo que lo desconcertó.
En realidad, la idea que Singular había tenido y que la muchacha comprendió fue sacarlos del bosque con una distracción, y todos cayeron en la trampa, pues los demás helaneses tampoco se dieron cuenta de que los guiaron afuera del bosque.
Para dejarlos aún más anonadados, el rey Haakon apareció cerca de ellos a los pocos instantes. Con toda tranquilidad les habló: –¿A dónde fueron?, ya estamos a punto de cerrar el acuerdo. No creo que quieran perdérselo.
–Salimos a caminar un rato, pero... es una explicación un tanto complicada- explicó Soren.
–Me lo imagino. Bueno, vayamos al castillo para terminar con el acuerdo. Después pueden pasear con calma– afirmó el soberano. Los visitantes hicieron caso y se dirigieron al castillo.
Ya que se habían alejado un poco, Anémona bajó del caballo y entregó las riendas a Haakon. Éste preguntó: –¿Estás bien? Olaf y A. Brah llamaron a Tornado por la bola de cristal para que me avisara de los intrusos.
–Con razón llegaste tan rápido. No te preocupes, estoy bien- replicó Anémona.
Haakon la observó. –¿Segura? Te veo cansada.
La joven respiró hondo y respondió: –La verdad es que sí estoy muy cansada. Pero no puedo parar, aún hay cosas por hacer.
Haakon guió a Singular hacia el castillo mientras seguía hablando con Anémona: –Siento mucho que se te haya juntado tanto trabajo. Pero ya mañana los helaneses volverán a su país, así que será mucho más tranquilo por aquí.
–¿De verdad?
–Sí. Bueno, espero que se vayan. Ya no tendrían pretextos para quedarse.
Anémona dudó un poco antes de contestar, pero le pareció bien contarle al rey lo que acababan de revelarle.
–Soren dijo que en realidad venían a buscar cristales de ruburum. Tenías razón con lo de las minas que no eran de oro, sino de granito y caolín. Pero lo importante es que se relaciona con una historia que me medio contó el príncipe, y tal vez es por eso que el hechicero dijo que debía hacerle caso. Esos cristales anulan la magia, así que ellos los usan mucho.
El rey asintió, indicando que estaba escuchando, aunque también le sorprendió enterarse de que buscaban cristales. Ella siguió hablando:
–Me contó eso para que yo le dijera por qué no los dejamos ir al bosque, lo que fue una muy mala idea porque de todos modos no se lo diría. Creo que además del acuerdo, deberías darles unas clases de persuasión.
Haakon rió: –Podría hacerlo, pero que aprendan ya está fuera de mi control.
Los dos se rieron y continuaron avanzando. Pocos minutos después, llegaron al castillo.
Al entrar, se encontraron con el príncipe, quien había recibido ya al grupo que había salido al bosque, y al ver llegar al rey narval, dijo: -Majestad, no tenía que ir a buscar a mis compañeros, pero gracias por no permitir que se perdieran el cierre de nuestro acuerdo.
Haakon sonrió sintéticamente, mas no profirió palabra, sólo les indicó que pasaran al salón principal, lo cual hicieron de inmediato.
En ese proceso, Anémona y Erik cruzaron miradas, igualmente heladas, pero que recordaban uno al otro que tenían una conversación pendiente.
我非常爱你,弟弟
Meme de hincognita
Por cierto, ya está listo el concept art de Erik en el libro de fanarts y dibujitos de mi perfil 🤴🏻
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