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A pesar de que Anémona no quería ni acercarse a los helaneses, si realmente su hermana mayor no se había equivocado y un patatón había entrado al barco extranjero, no le quedaba más que procurarse un buen escondite cerca del muelle donde estaba atracado el navío.
Seguramente recuerdan que mencioné que los helaneses viajaban en un barco de guerra, perteneciente al tipo denominado Drakkar, pero las embarcaciones de Toivonpaikka eran de otro tipo, llamados Knarres.
Los knarres eran barcos veleros de casco corto y amplio, lentos pero de gran capacidad.
El reducido peso del drakkar y su poco calado hacían posible que navegara por aguas de solo un metro de profundidad, lo que posibilitaba un rápido desembarco e incluso el transportar la embarcación por tierra. Los también conocidos como snekkar, eran embarcaciones largas, estrechas, livianas y con poco calado, con remos en casi toda la longitud del casco. Versiones posteriores incluían un único mástil con una vela rectangular que aligeraba el trabajo de los remeros, especialmente durante las largas travesías. En combate, la variabilidad del viento y la rudimentaria vela convertían a los remeros en el principal medio de propulsión de la nave, resultando ser de fácil navegación y muy útiles para desembarco y transporte de tropas, sin parangón en la Europa de aquel entonces".
Antes de que el narrador pudiese continuar, un chico del público exclamó: -¡Estoy aprendiendo más aquí que en la escuela!
Algunas personas se rieron, otras estuvieron de acuerdo, y otras más le gritaron que no interrumpiera.
El editor se rió también, y en cuanto el público se calmó, continuó la historia:
"Al acercarse Anémona al barco, escuchó y observó con atención. Algunas voces débiles se oían desde el interior. Ella dedujo que se trataba de los remeros, muy seguramente quejándose por el trato recibido, ya que por lo general se trataba de esclavos o prisioneros. Procurando endurecer su corazón, puesto que no podía hacer nada por ellos, la muchacha continuó atenta.
Junto a los primeros rayos solares, los humanos en tierra y en el drakkar comenzaron a mostrar que habían despertado. Anémona continuó vigilando, sin moverse ni un milímetro de su escondite. Vio pasar algunos pescadores, que iban a recoger las redes que habían dejado puestas en el agua. Las aves que despertaban también comenzaban su canto, aumentando el coro cada vez más. Los helaneses también aumentaban su actividad, y pronto algunos bajaron del barco. Sin embargo, aún no había señales de la presencia de algún patatón.
Pasó un rato más. El día ya se veía como un día, medio nublado, pero con suficiente luz del sol. A la muchacha no le gustaba ver el amanecer, pero no era momento para quejarse por algo tan natural.
Cuando ya estaba a punto de rendirse y salir del lugar donde se ocultaba, notó que un animalito salió corriendo del barco, aparentemente sin que los helaneses se percataran. Anémona observó al pequeño ser, y descubrió que en efecto, era un patatón. De un salto salió del escondite y corrió tras él.
El patatón, quien, como los demás de su especie, tenía buen oído, se dio cuenta de que era perseguido, y salió corriendo a toda prisa. La muchacha corrió más rápido para alcanzarlo, pero cuando ya casi lo lograba, alguien la detuvo, tomándola por el brazo.
Anémona reaccionó y logró zafarse del agarre. Sin ver quién era el que la había detenido, siguió al patatón nuevamente, pero ya estaba lejos y no lo pudo alcanzar. El pequeño ser se perdió de vista luego de saltar entre unas piedras junto a algunos arbustos, bastante maltratados por las corrientes de aire que llevaban un poco de sal de mar.
La muchacha, al perder la pista del pequeño ser, resopló molesta. Se sentó sobre una de las rocas para descansar por unos minutos, y observó el camino que habían recorrido. Por él, se acercaban dos personas. Al reconocer que se trataba de Erik y otro de sus compatriotas, la muchacha se apresuró en ocultarse, pero ellos la vieron antes de que lo consiguiera.
-Buenos días señorita, ¿qué hace tan temprano aquí?- saludó el príncipe.
Anémona no supo qué contestar, ya que aunque prefería ser cruel con él, no tenía ninguna excusa creíble para dar acerca de por qué estaba cerca del puerto, siendo que normalmente estaba en el bosque.
Se levantó y se alejó sin dar explicación alguna. Los helaneses la vieron desconcertados. El acompañante de Erik comentó: -Es raro. ¿Por qué perseguía a un ratón? Debería ser al revés.
-Ya no sé qué pensar de ella- contestó el príncipe. -A veces creo que no debí decirle nada cuando llegamos aquí.
-Tal vez. Pero, nosotros vinimos por un acuerdo, no por conocer chicas. Ya tendrá oportunidad de encontrar a alguien más acorde a usted, alteza.
-¡Eso sí que no! A la que quiero es a ella.
—Su alteza, lamento no estar de acuerdo. La señorita Anémona ya ha dejado en claro que no quiere estar cerca de usted. No se obsesione con ella.
—Encontraré la forma de hacer que cambie de opinión. Una dama tan poderosa como ella, sólo puede estar destinada a dirigir un reino, como es Heland.
—En eso concuerdo con usted, pero la realidad no es como los cuentos. Un alma como la de esa joven no será domada por el romanticismo.
—De eso ya me di cuenta, pero no es motivo para rendirse.
El compañero de Erik solo rodó los ojos y no volvió a opinar.
Erik por su parte, estuvo callado por unos segundos, mirando el mar.
Enseguida, hizo seña al otro helanes para regresar al barco.
Mientras tanto, la muchacha llegó a las afueras del bosque. Se sentía muy mal. Había demasiado caos en su mente por todo lo que estaba ocurriendo. Aún así, se adentró en el bosque, actuando mecánicamente.
No estaba consciente de cuánto tiempo había pasado cuando escuchó voces y chapoteos. Entonces observó que estaba cerca de la costa, casi frente al sitio donde se había encontrado con Ari y su familia el día anterior.
Anémona corrió hacia ese lugar a toda velocidad, deteniéndose bruscamente al llegar a la orilla. Se encontró con la graciosa escena de Coral tratando de jalar a Sindri para que soltase a Ari, quien tenía entre sus brazos a Zuwa. Atrás de ellos, Gretel intentaba calmarlos con ayuda de Natt, mientras Werner cargaba al bebé Leif, quien se veía bastante incómodo con el escándalo que hacían sus hermanos mayores. Lo familiar y divertido de la situación hizo que Anémona se riera también, y se acercó a ellos.
-Hola, ¿todo bien?- preguntó la joven, sin poder ocultar su sonrisa.
Al oírla, todos voltearon para verla. Sindri y Zuwa se quedaron perplejos mirándola. La sonrisa alegre, el color tostado y pálido a la vez en su piel, los iris verde azulado, las pieles de la ropa, la temible espada colgando del cinturón... Entendían el impacto que le había causado a Ari conocer a esta muchacha, aunque aún no entendían cómo alguien tan temible había enamorado al joven tan fácilmente. Por su parte, Ari se sonrojó, y una sonrisa tímida asomó en sus labios al cruzar miradas con su amada.
Ante el silencio, Anémona se arrepintió de haber hablado. Pasados unos segundos, Werner habló tranquilamente, pero con seriedad: -Buenos días Anémona. Estamos bien.
La muchacha respiró hondo antes de explicar: -Estaba pasando por aquí, y al oír voces pensé que se trataría de ustedes.
Werner asintió con la cabeza. Anémona pensó rápido, y agregó: -Ya hablé con mi hermana, iré a traerla ahora mismo. Pero, traten de no hacer tanto ruido por favor. Otros pescadores menos amigables podrían acercarse.
-De acuerdo- contestó Werner.
La joven corrió en dirección al reino de los patatones para traer a Cressida lo más rápido posible. No dejó de sonreír mientras corría: era como si el simple hecho de ver al muchacho, siendo tan inocente y alegre con sus hermanos, le hubiera aligerado el peso de sus trabajos.
Faltaba más o menos un tercio del camino por recorrer, cuando vió a Cressida y Haakon, quienes avanzaban hacia el sentido opuesto. Rápidamente los tres se reunieron.
-¿Qué ocurrió que estás tan feliz? Hace muchos días que no sonríes así- preguntó el rey, sonriendo también. La alegría era contagiosa.
-Eh, es... encontré a Ari- balbuceó ella, manteniendo su expresión contenta. El rey y la reina se miraron entre ellos y sonrieron nuevamente.
-Bien, entonces, vayan a hablar con ellos. Yo debo volver ya al castillo, así que las veré más tarde- dijo Haakon.
-De acuerdo. Volveré pronto para ayudarte, amor- contestó Cressida.
Así pues, Haakon continuó el camino hacia su reino, mientras Anémona guió a Cressida hasta la costa. Ese momento alegre les hizo olvidar que ninguno de los tres había obtenido respuestas acerca del extraño proceder de los patatones. En fin, habría tiempo para eso después.
Bueno, ha llegado el momento en que se pone tensa la desición:
¿Por qué opción votan?
1) Ari 🧜🏻♂️
2) Erik 🤴🏻
3) Ambos 😈
4) Ninguno es digno⚡
Meme de @GretaJackie
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