12
"Como recordarán, Anémona y Violeta estuvieron recorriendo los reinos en el bosque y mientras, Anémona le contó lo que había pasado el día anterior, así como la información que Tornado les dio a ella y a Cressida. La sílfide escuchó con asombro, y cuando su amiga terminó su relato, interrogó: –Entonces, ¿no pudieron visitar al hechicero porque Cressida tiene que atender los asuntos que Haakon dejó por la visita de los helaneses?
–Sí. Me molesta tanto... pero no puedo hacer nada. Ya estuve cerca de causar problemas, y no debo intervenir allá si quiero que se vayan pronto. Sobre todo el pesado del príncipe– contestó Anémona.
Violeta se rió y dijo: –Lo mencionas tanto, que si no te conociera, creería que te gusta y no quieres admitirlo.
Anémona se rió también. Pero luego de unos segundos de silencio, murmuró: –En realidad, el que me gusta es Ari. Se detuvo y miró sus pies.
Violeta se detuvo también y preguntó: –¿En qué piensas?
–Quiero ver al hechicero supremo– respondió.
–Pues, ¡vayamos a visitarlo!– exclamó Violeta.
Anémona levantó la mirada: –No, Cressida y yo quedamos de visitarlo juntas.
–Lo sé, pero, creo que estarás más tranquila si lo consultas ya. Además, si Cressida tiene tiempo mañana, pueden visitarlo de nuevo. Sólo me gustaría verte más tranquila, ¿qué haría si mi amiga del temple de hierro de groncle de pronto está tan preocupada que no puede defendernos?– insistió Violeta.
Anémona titubeó por unos segundos, mas finalmente asintió: –Está bien. Vamos a visitar al hechicero.
Dicho y hecho: las amigas se dirigieron al centro del bosque, donde se hallaba la casa del hechicero, al cual denominaremos como A. Brah. Este personaje tenía fama de saber absolutamente todo lo relacionado con magia, pero raramente era visitado por quienes no habían sido sus estudiantes, ya que después de que los cuatro reinos de la isla habían podido acceder a la tecnología de los silfos, la mayoría de los seres había dejado de interesarse en las artes y ciencias mágicas.
Al llegar las chicas a la casa del hechicero, se acercaron a la puerta para ver si se escuchaba sonido, pero todo estaba en silencio. Aún así, Anémona tocó a la puerta y esperó respuesta. Después de un par de minutos, la puerta fue abierta. Tras ella, apareció la figura de A. Brah, imponente, pero no atemorizante, y al ver a sus visitantes, dijo alegremente: –Buenas tardes, ¿qué las trae por aquí?
Viendo que el hechicero estaba feliz por ser visitado, las muchachas sintieron un poco de pena porque iban para preguntarle acerca de magia y no por verlo a él, así que no supieron qué decirle para que no se sintiera mal, pero A. Brah dedujo lo que estaba pasando y declaró: –No se preocupen; lo que quieran preguntar, pregúntenlo con toda confianza. A decir verdad, lo que me gusta de que me visiten es que quieran saber algo.
Las amigas se vieron una a la otra, y entonces Anémona habló: –Hola...bien, lo que pasa es que ayer me pasó algo muy raro y el hechicero Tornado me dijo que le preguntara a usted acerca de eso.
–Pues por cómo lo dices, me suena a que esa es una historia muy larga. ¿Quieren pasar adentro?
–Eeeh, bueno, sí.
Las dos sílfides entraron a la casa del hechicero. A pesar de que era oscura, no era para nada tétrica: esta era una oscuridad acogedora. A.Brah apareció un par de sillas junto a la mesa e indicó a las amigas que se sentasen.
–Bueno, señoritas, hace rato que no sabía de ustedes. Anémona, has crecido mucho, ¿eh? Oí en mi bola de cristal que el rey narval te inventó un trabajo, ja ja ja– comenzó el hechicero.
–Sí, es verdad– respondió ella.
–¿Quién es el rey narval?– preguntó Violeta.
–Es Haakon, ya ves que tiene un colmillo salido, así que algunos cazadores le dicen narval– explicó Anémona.
–Ah, ya entendí– se rió su amiga.
A. Brah se dirigió a ella: –Y tú, Violeta, tu papá me había dicho que estabas ya cazando pretendientes, ¿qué tal vas en eso?
–Bastante mal– respondió la sílfide, un poco triste y molesta a la vez.
–De acuerdo, entonces mejor no pregunto más al respecto. Pasemos a lo que interesa: ¿qué me quieren preguntar?– interrogó A. Brah.
Entonces Anémona relató lo que había acontecido el día anterior. Al contrario de las demás personas que escucharon la narración, el hechicero ni se inmutó. Tal parecía que ya se sabía toda la historia y nada más quería oírla otra vez.
A pesar de haberlo notado, la muchacha le contó todos los detalles que recordó, esperando que a mayor cantidad de información, mejor calidad de la respuesta de A. Brah, pero cuando terminó, él tranquilamente se puso de pie y sacó un libro de su estante, como si ya lo hubiera seleccionado desde antes de que llegaran sus visitantes, y abriéndolo en una página exacta, lo mostró a Anémona y preguntó: –¿Los cristales de la cueva submarina son como estos?
Ella observó la ilustración y asintió: –¿Cómo supo?
–Es porque estos cristales son ruburum. Tienen propiedades útiles para la magia– explicó A. Brah.
Anémona pensó por unos momentos y dijo: –Entonces, ¿estos cristales son los culpables de que me haya transformado?
El hechicero asintió con la cabeza.
–Significa que le pasará lo mismo a cualquiera que entre, o caiga, en la cueva, ¿cierto?– continuó la joven, pero A. Brah negó esta vez.
Sorprendida, ella interrogó: –¿No?, entonces, ¿sólo me pasará a mí?
Él asintió nuevamente.
–¿Por qué?– preguntó Anémona.
–Es un secreto que prometí guardar, así que no te lo puedo explicar– contestó A. Brah.
La muchacha hizo un gesto de desilusión, al cual el hechicero respondió: –Bueno, pero que haya prometido no decirlo no me deja exento de poder darte pistas para que lo descubras por ti misma.
Violeta escuchaba con atención, y reaccionaba de forma parecida a su amiga, pero esta vez protestó: –¿Por qué no puede decirlo? ¿A quién lo prometió?
–Lo prometí a sus papás, cuando Anémona se convirtió en sílfide– explicó A. Brah. Se volvió nuevamente hacia la muchacha y dijo: –Escucha: conoce mejor a Erik y a Ari, pero no te dejes llevar por la primera impresión que te dieron. Analiza sus acciones, y las que harás en consecuencia te darán la respuesta.
–Está bien. ¿Qué más hago?– preguntó ella.
–Hmmm... con eso bastará– respondió el hechicero.
Las amigas se quedaron sin palabras. ¿Cómo que con eso bastará? Pero como eso significaba que no podían pedir más información, no insistieron.
El hechicero simplemente sonrió y dijo: –En realidad será más fácil que lo que suena. Bueno, si quieren marcharse, pueden hacerlo.
A decir verdad, las jóvenes habían pensado pasar un rato más con él, pero ya no estaban tan seguras, así que se levantaron, se despidieron y salieron de la casa.
Ya empezaba a oscurecer, por lo que cada una debía volver a su casa. Mientras caminaban hacia el reino de los sílfos, que era el más cercano, Violeta preguntó: –¿Tienes alguna idea de qué tienen que ver el príncipe y el lindo tritón con esto?
–Ni la más remota idea– resopló Anémona.
Violeta respiró hondo y dijo: –Bueno, tal vez mañana lo tengamos más claro. Por ahora, al menos sabes que los cristales de la cueva son los que te convierten en sirena.
–Sí, ya es algo– confirmó la muchacha. Las dos se separaron poco después, dirigiéndose cada una a su casa.
Al día siguiente, Anémona despertó más tarde de lo usual, pues estuvo pensando en la poca información que había obtenido. Su mente no paró de analizarla, o intentarlo, hasta un gran rato después, cuando cayó dormida del cansancio.
Ya repuesta, la muchacha se preparó para salir al bosque, cuando se encontró con el príncipe, quien la detuvo antes de que saliera.
–¿Qué hace usted aquí?– preguntó ella.
–Bueno, dijo que no creía en mis disculpas, y contesté que entonces iba a pasar a los hechos, ¿recuerda?– contestó Erik.
–No, mas ya me lo recordó. Pero, ahorita no tengo tiempo para discutir–, replicó Anémona, y se intentó ir, pero él la detuvo de nuevo: –Espere, no vengo a discutir; vine a disculparme de forma más convincente–, y sacó un ramo de flores. Anémona abrió mucho los ojos, sorprendida.
–¿Sí sabe que ahora se me hace menos convincente aún?– dijo.
Erik se sorprendió también: –Eso no es lo que pretendía.
Transcurrieron unos segundos de silencio, hasta que llegó Haakon, quien al ver la situación, preguntó: –¿Qué pasa?
–Ehhh, aquí discutiendo como siempre– contestó Anémona.
–Ah bueno. Pero, ¿y esas flores? ¿no son del bosque?– inquirió el rey.
La muchacha entonces las observó con más detenimiento y comprobó que era cierto. Se preocupó, pues entonces Erik y otros helaneses habían entrado al bosque, y se fue corriendo a comprobar la situación, sin decir más.
El príncipe quedó pasmado, y preguntó al rey: –¿Qué es lo que le ocurre a esa chica?
–Eso es confidencial. Creo que será mejor que vaya yo también, así que mientras regreso, por favor, espere aquí–, y se dirigió a otra salida.
1) Para quienes no saben qué rayos es un narval, les explico:
Se trata de una especie de cetáceo (pariente de los delfines y ballenas), que habita principalmente en el océano Ártico y el norte del Atlántico. Los machos tienen el colmillo izquierdo más largo, que parece un cuerno largo, razón por la que también los llaman unicornios marinos. Se cree que este diente puede ser un receptor sensorial o una característica de género secundaria.
2) Ya se me estaba olvidando, pero le doy su 🏆 a @You_Say_Name porque adivinó que la transformación tenía que ver con la cueva 👏
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