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013.


«Décima Tercera Flor»

—¿Como puedes estar tan tranquilo?— cuestiono hacia Bon Hwa quien solo fuma su puro favorito.

Él me mira con fastidio y deja salir el humo, —¿Con qué?. Qué al menos ese mocoso irrespetuoso sirva de algo.

—Eres un ser despiadado, tu hijo está allá arriba con una herida que pudo haberlo matado y no te importa—dejo salir un gran suspiro, —Se arriesgo por protegernos, ese hombre pudo atacarme a mí o de nuevo a SeokJin, deberías estar más agradecido.

Inevitablemente pego un brinco cuando golpea el escritorio creando un fuerte sonido, —Lo hizo por él mismo, por nadie más. Y no paso nada así que deja de actuar como una madre preocupada cuando ni siquiera lo aprecias.

—¿¡Qué dices!?— exclamo enojada, él no conoce ni la más mínima magnitud de lo que mi aprecio hacía Namjoon abarca, —Eres muy cruel...

Él camina hacia mí acorralando me contra la pared, —Soy justo y Namjoon nunca me ha dado motivos para ser un orgullo mío, ese par de hijos que tengo no son más que molestias. Por eso tengo toda mi esperanza en ti.

Tragó en seco mirando como sus pupilas brillan en mera ambición y egoísmo, —Me pregunto cuando me darás al heredero al trono.

—¿Cómo?— cuestiono confundida, —¿Que hay de SeokJin y Namjoon?

—Nunca he pensado en ellos como herederos apropiados para tomar mi lugar, uno es malcriado e irrespetuoso, el otro tan noble que cualquiera lo pisoteara, ¿Acaso crees que le dejaré la corona a uno de los dos?— él toma mis cabellos entre sus dedos acariciando con lentitud, —No, el heredero estará cuando te embaraces, mi amor.

La angustia recorre mi cuerpo al pensar en cada pastilla que he estado consumiendo para evitar quedar embarazada. ¿Cómo es que puede creer que le daré un hijo cuando es una total bestia con sus hijos?

Bon Hwa sonríe besando mis labios y se aleja victorioso, —Eres como una muñeca, frágil y hermosa. No te preocupes por nadie más qué en darme un heredero.

Diciendo lo último sale de la habitación, me dejo caer sobre la silla alterada, «tengo que irme de este Reino antes de que se de cuenta» pero  antes me detenía el hecho de que dejaría a SeokJin totalmente solo y ahora que Namjoon volvió, me siento incapaz de marcharme dejandolos a ambos. Por qué a cada uno lo amo, de diferente manera pero lo hago.

E irme sería no volver a verlos nunca más.


Con un plato de fruta picada me dirijo a la habitación de Namjoon, toco encontrandome con el caballero encargado de cuidar de SeokJin.

—Oh, su alteza...— murmura al verme.

—¿Él está despierto?. Traía algo para que coma— respondo algo apenada debido a su mirada. Este muchacho tiene algo en su mirar que te hace sentir expuesto.

Jeon asiente apartando la mirada,
—Adelante, iré a ver si se le ofrece algo al príncipe.

Una vez sale de la habitación, suspiro profundo armando me de valor para entrar, Namjoon se encuentra mirando hacía la ventana y aunque hago ruido al cerrar la puerta, él nisiquiera voltea. Nerviosa me acerco deslizando mi mano para mojar de nuevo el paño y colocarselo.

—¿Cómo te sientes?— le pregunto poniéndole el paño con cuidado, él no me responde e inevitablemente me quedo mirando cada parte de su rostro, a madurado bastante pero sigue teniendo el mismo rostro de niño que cuando lo conocí, —Pusiste tu vida en peligro, no lo vuelvas a hacer jamás.

—¿Te importaría?— pregunta de pronto tomándome por sopresa.

—Por supuesto que me importaría, ¿Por qué no lo haría?— le respondo enojada y frustrada porque entiendo si no cree en mis palabras.

De pronto Namjoon sonríe ligeramente, —¿Será por qué nunca te importe?. Mira que casarte con otro hombre que justamente es mi padre.

Bajo la mirada avergonzada e intento no quebrarme justo ahora, —No es momento para hablar de eso, todo eso ha quedado en el pasado.

—¿¡Pasado!?— exclama enojado mirándome con total furia, —Claro, para ti no significó nada, lo tengo claro. Ahora, por favor... vete.

Sin siquiera defenderme o tratar de explicarle me voy por qué no tiene sentido ahora que lo haga, lo he lastimado y desde el momento en el cual me entregué a otro hombre deje de ser suya. Ya no hay marcha atrás ni podría cambiar nada de lo que he hecho. Yo misma se que soy una mala mujer que no merece su perdón.

El pecho de Namjoon sube y baja con calma, deslizo mi mano sobre su frente tranquilo de saber que la fiebre ya no es tan elevada, —Eres muy valiente— digo con una sonrisa.

Él se enfrentó por si solo a un enemigo del Rey, salió herido y ahora se encuentra recuperándose pero lo hizo, por qué no quería más heridos y mucho menos a un traidor en el castillo; escucho unos toques a la puerta y entusiasmado abro dándome cuenta de que solo se trata de Jeon.

«no era él»

—Su alteza, debe ir a comer algo— dice remangando su camisa y se acerca colocando un paño de agua sobre la frente de mi hermano, —Yo cuídare de él, anda.

Asiento sin decir nada y me quedo mirándolos desde el marco de la puerta, —¿No has visto a Taehyung?

Jungkook me mira fijamente y niega con la cabeza, —No, para nada.

—Ya veo...— murmuro sin ganas y salgo de la habitación respirando profundo, «debería hacerme a la idea qué se ha ido para siempre».

Sin muchas ganas tomo mi desayuno totalmente solo, no hay rastros del Rey, ni de Elizabeth, —Parece que no tiene mucha hambre, príncipe.

—Ah, Jungkook...¿No estabas cuidando de Namjoon?— le pregunto confundido.

El sonríe metiendo a su boca un pedazo de pan, —Ahora hay alguien cuidando lo, no te preocupes. Por ahora, termina tu desayuno por qué iremos, tú, yo y Colín a dar un paseo.

—¿Un paseo?— pregunto algo emocionado, tal vez salir despejará mi mente y probablemente Jungkook se dió cuenta por eso quiere ayudarme.

Sujetándome con fuerza de la cintura de mi caballero real, Colín corre por la orilla del Bosque haciendo que el agua del río brinque a nuestros pies, ambos sabemos que está prohibido pero también sabemos que alejarnos del Reino nos hace bien. Cuando se detiene a dejar que el caballo tome agua, escuchamos como las ramas crujen, —Ponte detrás mío— demanda Jungkook empuñando su espada.

De pronto, lo que sale de entre todos los arbustos me deja atónito, no puedo simplemente creermelo.

Un lobo café se encuentra mirándonos con recelo mientras nos enseña sus filosos dientes con obvio disgusto de vernos ahí, su territorio.

—Un lobo....— es lo único que alcanzo a murmurar antes de que el Lobo se abalance hacia nosotros.

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