Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Flor de Gardenia

Dicen que las bellas flores, no pueden estar cerca de un fango.

▫ ❀ ▫

Su belleza era incomparable.

Nadie en ningún reino podría igualarse a él, su belleza era motivos de disputas constantes. Todas las naciones querían obtener aquella preciosa joya, todas luchaban por obtener ese precioso ser, como si se tratase de un simple objeto.

Su sedosa cabellera era sumamente larga y de un tono blanco cenizos maravilloso, su piel era tan blanca y suave como los pétalos de una flor, su fragancia natural a Gardenias era sumamente exquisita y desbordaba seducción, su mirada azulada era como ver el cielo azul en él; era una preciosa joya que no todos tendría el privilegio de obtener.

Jimin era el noveno príncipe de la cuarta generación del Imperio Park, hijo de una concubina quien murió al darle a luz en una noche de tormenta.

Era el tesoro mas grande de ese Imperio por su inigualable belleza, y era el hijo mas querido del amargado Emperador.

Su sencillez, su aura que solo desbordaba paz, amor y pureza, era lo que lo caracterizaba a él, y era motivo de mucha envidia entre sus hermanos mayores.

En especial de su cuarto hermano mayor, Park Seok Jin.

Seok Jin también era considerado una las bellezas del imperio, pero que lastimosamente paso a segundo plano con la existencia de Jimin.

El príncipe Jimin se llevaba la atención de todos, opacando la presencia de sus hermanos y de todos los que seres que existían en la tierra.

Es por esa razón que toda preciada joya tenía que ser cuidada, y no podía faltar alguien que vele por su seguridad.

—¡Príncipe Jimin! ¡Deje de correr por favor! — suplicaban sus sirvientes que estaban a su cuidado, pero el mencionado no tenía intención de hacer caso alguno.

—¡Ya estoy cansado de estar en mi habitación! — dijo en voz alta mientras seguía corriendo con una gran sonrisa en sus labios, era la tercera escapada que hacía en la semana.

Nadie podía bajar la guardia un segundo, porque el noveno príncipe siempre hacia de la suyas.

—¡Soy libre! ¡Soy libre! — gritaba contento mientras giraba en el proceso, era una imagen digna de admirar la que proyectaba y sin necesidad de algún efecto. Su hermoso hanbok blanco le hacía dar ese toque celestial final.

—¡Príncipe! — gritaban ya agotados, ¿Dónde tenía tanta energía?

—¡Soy libre! ¡Soy libre! — es lo único que decía con su suave y aguda voz . —¡Soy... — estaba tan entretenido gritando y observando su entorno que no se dio cuenta de la persona al frente suyo — Libre. — terminó de decir en los brazos de quién se había chocado.

—No debería correr de esa manera príncipe, podría lastimarse. — esa voz tan varonil, le hizo estremecer todo su delgado cuerpo.

Las mejillas de Jimin se tiñeron de un color carmesí intenso, y se separo apenado.

—General Jeon. — dijo alisando sus prendas, mientras le veía un poco avergonzado — Lo siento. — se disculpo.

—General Jeon lo sentimos mucho. — dijeron apenados los sirvientes, e hicieron una reverencia.

—No los vayas a regañar General, es mi culpa. — hizo un puchero que lo hizo lucir más precioso de lo que ya era.

El general Jeon lo vio directamente a los ojos y luego se dirigió a los sirvientes.

—Yo me encargo, pueden retirarse. — ordenó.

Todos asintieron y se fueron del sitio sin decir palabra alguna, después de todo se trataba del general, el hombre a cuidado de la seguridad de la preciosa joya del palacio.

—Eres genial general JungKook. — dijo el príncipe una vez se fueron sus sirvientes, y se sujeto del brazo izquierdo de aquél.

—No debería hacer eso príncipe, podrían mal interpretar. — le miró y retiró delicadamente su mano de su brazo.

Jimin agachó su cabeza decaído.

—¿Dónde quiere ir a pasear príncipe? — preguntó un poco serio.

—Ya no quiero nada, quiero ir a mi habitación. — dijo decaído por como fue tratado, y se dispuso a caminar despacio.

—Lo siento. — escuchó decir casi en un susurro y no pudo evitar apretar su traje con sus pequeñas manos — ¿Dónde quieres ir Jimin? — dijo el general ya sin formalidades.

Fue momento exacto donde sonrió y giró a verlo como si nada.

—Poniéndolo así, no me puedo negar a esta cita. — le miro sonriente — Vamos a mi lugar favorito. — le guiño el ojo, y comenzó a caminar con JungKook a su lado.

Sin percatarse, que eran observados en una esquina lejana del palacio.

El sol estaba resplandeciente, era un cielo azul completamente despejado en Goryeo.

Era un día demasiado bonito que Jimin se estaba perdiendo en esas cuatro paredes de su habitación.

Pero todo gracias al general, estaba disfrutando de una hermosa vista.

—Me encanta este lugar. — dijo caminando entre el invernadero lleno de Gardenias.

Era un lugar que fue construido solo para él en una parte desconocida del palacio, y que nadie tenía conocimiento más que su padre, él y el general JungKook, ya que las personas encargadas en su elaboración fueron asesinados cuando terminaron.

Pero ese era un dato, que el príncipe Jimin no sabía.

—¿Es hermoso verdad? — preguntó con ilusión, era incapaz de sentirse cansado de ese lugar.

—Si. — respondió el general, guardando distancia entre ambos.

El príncipe se detuvo en su agradable caminata, para girar a observarlo.

—¿Pasa algo general? — preguntó con duda.

—No pasa nada joven príncipe.

Jimin asiente no muy convencido, y se acerca a él a pasos lentos.

—¿Estás seguro? — le miró tan de cerca que sintió sus propias mejillas calentarse, el general Jeon era tan atractivo que hacía latir su corazón de manera desenfrenada.

—Mantenga su distancia príncipe, podrían mal interpretar.

—Pero no hay nadie aquí JungKook, este lugar es nuestro. — dijo acercándose aún más y le agarró su mano derecha, pero Jeon se alejó — ¿Qué pasa JungKook?... No entiendo. — mordió su labio inferior nervioso al no saber que más hacer, para que el atractivo azabache vuelva hacer el mismo de siempre.

—Si ya no va a pasear, es mejor que regresemos príncipe. — sugirió con su semblante neutro.

—¿Qué pasa JungKook? — en serio, ya no entendía nada.

—Regresemos. — dijo el general ignorando su pregunta.

Ha Jimin le dolió mucho el corazón. Ese hombre no era el JungKook dulce que solía ser, últimamente había cambiado mucho su manera de ser con él, mostrando su aspecto frio que le solía mostrar al resto, alguien sin sentimientos.

El general Jeon podría mostrarse un hombre frío y despiadado, pero con él siempre a sido distinto, siempre lo había tratado con delicadeza, porque le amaba así como él lo hacía con todo su corazón.

—¡No quiero! — su corazón ya no soportaba tanto rechazo, y se alejó de él dándole la espalda. —¡Si ya no me quieres, sólo dilo! — exigió ferozmente, a pesar de que su voz era delicada ese grito se escuchó doloroso.

JungKook apretó sus puños molesto, no sabía que hacer ni que decir ante esa actitud del príncipe, ya que jamás pensó que el llegara a tener una faceta así, siempre se mostraba dócil y asentía y se alejaba de donde no lo querían sin decir una palabra, ¿por que tenia que ser distinto con él? eso le complica mucho las cosas, así que trató de guardar la calma.

—¡¿Qué hice?! — giró a encararlo con lágrimas en sus ojos —¿Acaso ya no me amas? — preguntó dolido.

—Pri...principe, por favor. — no podía soportarlo, nunca tuvo el corazón para verlo de esa manera tan vulnerable, pero sentía que ya era hora de dejar esos sentimientos que jamás podrían hacerse una realidad.

—Esas palabras, no son las que quería escuchar. — al no recibir la respuesta que quería escuchar decidió irse de ahí, pero fue detenido por unos fuertes brazos que rodearon su cuerpo.

—¿Por qué lo haces tan difícil para mi Jimin? — sus fuertes brazos envolvieron aquél delgado cuerpo sobre el suyo, y dejó reposar su barbilla en el hombro derecho ajeno. — Yo trato de alejarme de ti, pero si te pones de esta manera ¿Qué se supone que haga yo? — dijo dolido.

Jimin soltó sus sollozos más fuertes, no lo podía contener, dolía, dolía mucho todo esto.

—Amarme hasta el final, amarme así eso nos cueste la vida. — dijo Jimin entre sollozos.

El general lo alejó de su cuerpo y lo volteó para mirarle a los ojos, esos bellos ojos azules que lo volvían loco, se deleitó con ellos mientras acariciaba la tersa piel de sus manos y luego después de unos segundos no tan largos guío sus ásperas manos hacia el delicado rostro ajeno, el cual dolía como un infierno tocarlo.

Una bella flor, no debía estar cerca de un fango.

—Yo no te merezco Jimin. — trató de hacerlo entender mientras aún acariciaba su rostro — Soy un simple general que arriesga su vida por la familia real, algún día moriré y tú vas a quedar a lado de otra persona. — sus manos temblaban con cada palabra que dijo, pero Jimin las detuvo acunándolas con sus delicadas manos.

—Si tu mueres, yo moriré contigo. — dijo con lágrimas en sus ojos. — Mi vida sin ti, no sería lo mismo amor mío. — confesó.

El corazón de JungKook parecía querer salir de su pecho, es lo más hermoso que había escuchado de la persona que se había robado su corazón desde su infancia.

—Te amo Jimin, te amo demasiado mi flor de Gardenia. — se acercó a sus labios, y los beso con mucho amor, entre medio de muchas lágrimas.

Sin saber que su destinado, no estaba marcado un final feliz.

—Ya los tengo a los dos, así que mis sospechas eran ciertas. — sonrió de lado.

El palacio había estado en un completo caos en todo el día, los sirvientes habían estado de un lugar a otro arreglando todo, para el gran festín.

Todos los emperadores de las distintas naciones habían sido invitados al cumpleaños número sesenta del emperador Park.

El gran salón había sido adornado de distintas clases de flores, y las mesas completamente llenas de la mejor comida del palacio.

Pronto comenzaron a llegar los emperadores con sus primeras esposas e hijos, acompañados de algunos soldados que velaban por su bienestar.

Todos los invitados se encontraban sentados en los finos cojines rojos hechos solamente para los invitados, rellenas de la lana mas fina de las ovejas.

Los murmullos eran demasiado fuerte en aquel salón, debido a la charla trivial que tenían uno con otros, algunos hablaban sobre sus territorios y de política, y otros solo les gustaba alardear de sus grandes riquezas.

El emperador Park se encontraba sentado en la mesa del centro, aquella estaba ubicada en la tarima del salón como el emperador supremo que era, después de todo el imperio Park era el mas grande de todas las naciones y todos ahí le debían respeto; todos sus hijos estaban en sus alrededores, excepto uno.

La joya por las que todos estaban esmerados por conocer, era tanta la curiosidad de ver al precioso tesoro de ese lugar, que ningún hijo de los otros imperios desaprovecharon la oportunidad para pretender y tratar de ganar el corazón de tal majestuoso ser.

—Feliz cumpleaños emperador Park. — felicito el emperador Kim, el segundo en tener un imperio grande. — Como que hace falta una de sus joyas de su palacio. — hizo referencia al más joven de los príncipes.

—Estas tan ansioso de ver a mi precioso tesoro Kim. — dijo el emperador Park poniendo un poco incómodo al mencionado, el nunca se tomaba la molestia de ser cuidadoso en sus palabras, siempre decía lo que pensaba de forma objetiva para no sonar tan déspota en sus respuestas.

Debía ser muy estúpido para no saber que todos esos hipócritas habían ido ahí, para pretender a su noveno hijo, pero no le quedaba más remedio que soportarlos para mantener las paz que por tantos años habían trabajado, ya que su imperio al ser muy rico ocasiono mucha guerra en sus tiempos pasados.

Todos rieron de la nada como para cambiar un poco el ambiente.

—Agradezco que todos hayan venido hoy. — alzó su copa de oro dispuesto a brindar. — Entre muy poco entrará la persona por la que han venido. — dijo entre carcajadas y el resto siguió su risa.

Esas palabras habían molestado tanto a sus hijos, en especial a Seok Jin quien furioso apretó su traje debajo la mesa.

Fue en cuestión de segundos cuando las puertas del salón fueron abiertas en par en par, muchas plebeyas danzarinas entraron haciendo movimientos con sus manos mientras otras tiraban pétalos de rosas en el piso, pronto hizo aparición la persona más esperada del lugar, y comenzó a dar un maravilloso espectáculo para su padre como regalo, haciendo la danza Salpuri, una danza que se utilizaba para expulsar los malos espíritus.

El emperador Park amaba ver a su hijo haciendo movimiento corporales, le hacía acuerdo tanto a su amada concubina, Jimin era el vivo retrato de ella.

Todos los invitados de esas sala se quedaron embelesados con sus suaves pasos de danza y su belleza cautivadora, tentados a querer tocar esa tersa piel que iluminaba mas que las lámparas de papel hanji que alumbraban el sitio, y hundir sus narices en ese delicado y pálido cuello para absorber toda esa exquisita fragancia que desbordaba de su cuerpo.

Era tan precioso y celestial.

El espectáculo fue una obra de arte, y todos quedaron complacidos con aquél, pero a Jimin solo le importaba que a dos personas de ahí le gustarán su danza.

—Espero le haya gustado el espectáculo su majestad. — se inclinó con elegancia mientras le veía a los ojos y a la vez de manera disimulada a la persona que estaba atrás de su padre de pie.

Su amado general el cual tenía su cara neutra como siempre, pero pudo notar que le gustó mucho por el brillo que desbordaba sus lindos ojos negros, aquellos que decían más de mil palabras.

Ese corto cruce de miradas no había pasado desapercibido, por una persona en el salón.

—Estuvo maravilloso mi amado hijo. — halagó su padre y comenzó aplaudir acto que hizo todos los invitados, y forzosamente sus hermanos mayores.

El príncipe hizo una pequeña reverencia para poder retirarse a sus aposentos a cambiar su atuendo.

Y así como apareció, había desaparecido ante los ojos de todos por las mismas puertas, dejando a todos maravillados.

Fue el momento exacto que el cuarto príncipe se levantó de su asiento y salió del salón desde otra puerta que iba directo a un pequeño lago sin que nadie se diera cuenta, no iba a tolerar semejante humillación que le hizo pasar a Jimin.

El noveno príncipe se encontraba cambiando de atuendo de lo más tranquilo con ayuda de unas de sus sirvientas, cuando alguien ingreso a su habitación sin previo anuncio.

—Cuarto hermano. — dijo emocionado, Seok Jin rara vez lo visitaba, por no decir que ninguno de sus hermanos lo hacían. El sabía bien que sus hermanos no lo querían, pero muy dentro de su corazón quería creer que sí.

El precioso castaño lo miro con arrogancia de pies a cabeza, ese nuevo traje de a seguro su padre se lo compro igual que como lo hizo con todos, pero al ver el suyo propio y luego el de Jimin lo hizo llenar más de ira. No entendía porque siempre los mejores trajes se los daban a Jimin, aún no lo entendía.

Su padre antes se los solía dar a él en el pasado, pero desde que Jimin nació, todo cambió, y eso le daba mucha rabia, sus ojos avellanas solo proyectaban rabia desde la existencia de aquél.

Lo miró por varios segundos y luego dirigió su mirada a la sirvienta.

—Espera afuera, y no estén escuchando la conversa de hermanos. — escupió con veneno.

La sirvienta no quiso hacer caso, pero con el asentimiento del noveno príncipe salió.

—Me alegra tu visita hermano. — dijo felizmente y se acercó abrazarlo — Deberías venir más seguido. — se alejó con una hermosa sonrisa en su rostro.

Qué ingenuo.

—Yo no vengo a ser tu amigo Jimin. — se acercó amenazante y le sostuvo con fuerza de los antebrazos. — ¡Ya estoy cansado de esto Jimin! — gritó de la nada, dejando desconcertado al mencionado.

—¿Q... qué sucede hermano?— preguntó sin entender, su labio inferior empezó a temblar del susto.

—¡Estoy harto de que seas el centro de atención! — volvió a gritar, empujándolo con fuerza al punto de hacerlo caer.

—¿Her...hermano? — no lo podía creer, ¿Qué había hecho para recibir este tipo de trato?

—¡Tu maldita belleza me tiene asqueado! — se acercó a jalarle el cabello, y luego comenzó a dañarle el hanbok, sin importarle las súplicas de su hermano menor —¡Odio tu maldita existencia!

Los sollozos no se detuvieron, Jimin lucia indefenso ante ese ser que desbordaba odio.

—¡Te odio! — gritó furioso, quería despedazarlo como ese maldito vestuario, pero fue apartado de manera brusca.

—¡Le pido que se detenga cuarto príncipe! — pidió serio el general Jeon, parándose frente de Jimin.

—¡¿Quién eres tú para detenerme insolente?! — gritó con veneno, y le dio una fuerte cachetada.

Pero el rostro del general parecía estar hecho de piedra ya que no pudo moverlo en absoluto, y tampoco parecía haberle dolido, sólo se mostro serio como siempre mirándolo fijamente sin agachar la cabeza.

—¡Usted no puede hacer esto! — dejó en claro el general Jeon —¡Si está en contra de la joya del palacio, está en contra del emperador Park! — sacó su espada y la puso en su cuello.

—¿Vas a matarme? — preguntó lo obvio con arrogancia — Vamos... Hazlo.— desafió.

Sus respiraciones eran tan fuertes en esa habitación, el desafío proyectado en los ojos de ambos era tan abrumador para Jimin, ninguno parecía querer ceder.

—Hazlo estúpido general. — volvió a desafiar y pegó más su cuello a la filosa espada de Jeon.

—¡No, no por favor general¡ — suplicó Jimin entre sollozos, y se levantó poniéndose en frente de su hermano. —No. — negó dolido, sus ojos completamente hinchados por el llanto, una parte de su torso estaba descubierto por lo rasgado que estaba sus prendas dejando lucir su pálida piel.

Era una imagen muy dolorosa para JungKook, su corazón dolió verlo así, daría su vida por jamás volver a verlo tan triste.

El general Jeon doblegó ante su petición, y guardó su espada.

—Son unos sucios asquerosos. — dijo con asco Jin, y rio con gracia al no poder creer lo que veían sus ojos —Saben que, al final del día voy reír en sus caras. — fueron sus últimas palabras antes de salir del sitio dejando con un pesar en el pecho del general.

—Ju... JungKook. — dijo Jimin triste, el general agarró una sábana de seda y cubrió su cuerpo antes de abrazarlo con fuerza.

Algo en el interior de Jeon le decía que estaba perdido, pero si era el precio que debía pagar por enamorarse de quién no debía, estaba dispuesto a pagarlo.

Los días pasaron tranquilos, y tan felices para Jimin.

Si estaba a lado de la persona que amaba con tanta fuerza, todo estaba bien.

Jeon lo trataba con tanta delicadeza que parecía casi imposible de creer, aquél hombre que gritaba peligro con sólo verlo, era capaz de hacerlo sentir tan bien, y feliz, muy feliz con su sola presencia.

En el palacio siempre lo trataban con una joya y detestaba mucho aquello, a él no le interesaba ser el centro de atención de ese sofocante lugar, a él lo único que le importaba, era ser la única persona en la vida de su amado, así como JungKook lo era para él.

—Te amo mucho mi preciosa flor de Gardenia. — susurro Jeon en su oído, y Jimin amó cada una de esas palabras.

Amaba ser la razón de su sonrisa, el remanso de su tempestad, la claridad de sus noches más oscura, el desvelo de todas sus fantasías.

—Te amo demasiado JungKook. — se estremeció bajo su toque, no era la primera vez en hacer el amor, pero cada vez que lo hacían era como la primera vez que se entregó bajo la luna llena.

Sentía una fuerte descarga eléctrica pasear por toda su columna vertebral debido a los suaves toques de sus ásperas manos, esas manos masculinas que le protegían con fervor y amor.

Tener sus pechos chocando entre sí era la sensación más cálida que podía sentir, sus suaves labios moldear su delicado cuello mientras sus fosas nasales se llenaban del exquisito olor que desprendía de su cuerpo, le estremecía de sobre manera.

Sus alientos calientes se mezclaban entre sí cuando se miraban a los ojos con amor.

JungKook se hundía con delicadeza en su cálido interior una y otra vez, mientras ambos se deleitaban mutuamente con la belleza que poseían cada uno, ver sus mejillas sonrojadas mientras el sudor recorría por sus frentes, era placentero y hermoso, el sentimiento era hermoso.

Ese fuego que quemaba sus pieles era la sensación mas gratificante que podían sentir.

Si así de placentero era el fuego, preferían vivir entre las llamas por la eternidad.

El general se tomaba todo el tiempo del mundo apreciar ese precioso cuerpo debajo suyo, que a diferente del suyo que era grande, bronceado y lleno de cicatrices, ese era tan lindo y delicado; y le encantaba apreciar la exquisitez de su piel, saborear con paciencia ese suave manjar y apreciar sus lindas expresiones cargadas de placer que solo él tenía el privilegio de ver.

Jimin lo ama, su bella flor de Gardenia lo amaba, tanto como él lo hacia, y eso era demasiado importante en su vida.

Fueron momentos llenos de amor y placer en medio del jardín lleno de Gardenias, en medio de un hermoso atardecer.

Esos momentos en los que se hacían un sólo cuerpo, eran los que más atesoraban en sus vidas.

—Quisiera irme de aquí. — dijo Jimin de la nada.

Se habían mantenido callados por varios minutos cuando terminaron de hacer el amor, y se habían puesto apreciar el bello atardecer mientras sonreían como unos tontos enamorados.

—¿A dónde irías amor? Allá fuera se padece mucho, no sería un mundo para ti. — exclamó JungKook.

—No me importa, si es a lado tuyo podría vivir con una persona normal. Sabes que nunca me he considerado más que nadie, siempre me he sentido igual a ti, y a todos los que me rodean...— confesó— Todos somos seres humanos.

JungKook apreció el cielo azul con sus tonos grises y anaranjado, ya faltaba poco para que caiga la noche, y eso hacía el ambiente un poco más romántico para ambos. Le encantaba escuchar a su amado en completo silencio, escuchar detenidamente cada una de las palabras que salía de su dulce boca.

Le encantaba atesorar todo de él.

—¿Dejarías todo por mí? — preguntó después de unos segundos en completo silencio — Viviríamos siendo perseguidos hasta el día de nuestra muerte, no te importa ello.

—Te he dicho que no me importa... Es más hagamos un plan para nuestra escapada. — dijo de la nada.

Estaban tan absortos en su propio mundo, que no tenían idea del gran problema que se avecinaba a ellos.

—¿A dónde irás hijo mío?

Jimin se asustó tanto que apenas pudo cubrir su desnudo cuerpo con su ropa.

—Te lo dije padre, ellos estaban aquí, están juntos padre. — salió Jin de la nada, y los miro a ambos con altivez y arrogancia.

—Pa...padre. — dijo Jimin con mucho miedo, miedo de lo que le puede pasar a su amado más no a él.

—Majestad. — fue lo único que salió de los finos labios de Jeon, su rostro estaba neutro como siempre, al aparecer no temía por lo que le llegara a pasar.

No tenía miedo a la muerte.

—¡Tú desgraciado! — gritó furioso el emperador, y le quitó la espada a uno de los soldados que fueron con él, estaba dispuesto a matarlo.

—¡No padre! — Jimin se interpuso, y se aferró al cuerpo de JungKook tratando de protegerlo con el suyo.

—¡Tú me decepcionaste Jimin! ¡¿Cómo pudiste involucrarte con un insignificante general?! — repudió con asco.

—Yo lo amo padre, yo amo mucho a este insignificante general como dices. — dijo entre sollozos.

El emperador retrocedió horrorizado con sus palabras, agarró su nuca fuertemente, la presión arterial la tenía por los cielos.

—¡Enciérrelo en su habitación! — ordenó — ¡Y a este pedazo de fango, métanlo al calabozo! — terminó de rugir furioso, y salió del lugar.

—¡No papá! ¡Por favor no lo hagas! — suplicó Jimin mientras era llevado a la fuerza — ¡JungKook!

Todo fue un suceso muy lamentable, para dos almas que se amaban.

—Al fin... Dije que me reiría en sus caras. — Jin sonrió de lado, al fin se había vengado del inservible de su hermano, y de ese engreído general que tuvo la osadía de amenazarlo.

—¡Déjenme salir por favor! — eran las misma súplicas que hacía desde hace una semana, con un tono desgarrador que provenía desde su interior.

Su alma estaba destrozada, tenía su corazón completamente roto sin el amor de su vida a su lado.

La preocupación se había apoderado de cada célula de su cuerpo.

Estaba aterrado.

Temía lo peor.

—¡Díganme cómo esta mi JungKook! — ya no lo soportaba más, esa fuerte opresión en su pecho era aterrador. — Por...por favor...

Sus sollozos no se detenían, desde que fue encerrado su delgado cuerpo estaba aferrado a la puerta. No tenía la mas mínima intención de alejarse de aquella.

No había podido pegar un ojo desde aquel fatídico día, su apetito había desaparecido por completo, solo quería saber cómo estaba JungKook, como estaba el amor de su vida.

—¡Mantenme a mi también! — gritó con su voz destrozada de tanto haber gritado. —¡Yo fui el que se confesó primero! ¡Yo fuí, no él! — confesó dolido — ¡Él se quiso alejar, pero yo fui el que quiso! Por favor...

Los gritos de lamentos que provenía de esa habitación, eran tan dolorosos que hasta los sirvientes que habían estado toda una vida con él, los acompañaban con su dolor en silencio.

—¡Por favor! — se tocó su pecho, todo era insoportable, ¿Cómo se quitaba ese dolor del corazón?

Se encogió en su puesto, escondió su enrojecido rostro entre sus brazos y piernas.

¿Por qué tenía que sufrir de esta manera?

¿Por qué la humanidad tenia que ser tan cruel?

¿Por qué su padre tenía que ser tan cruel?

—JungKook. — era único que balbuceaba entre hipidos. — JungKook.

Fueron pocos los segundos, que todo se mantuvo callado.

—¿Qué pasó? ¿Ya se acabó el espectáculo? — el cuarto príncipe hizo acto de aparición.

—¡¿Jin?! — se arrastró hacia él, estaba muy débil — ¡Dime! ¡Dime por favor cómo está mi JungKook! — suplicó.

Seok Jin lo observó con arrogancia palpable, al fin había logrado lo que quería.

Tenerlo en sus pies.

—Que ironía. — dijo con altivez — La preciada joya de este palacio arrodillado ante mis pies. — sonrió con malicia.

—¡Responde! ¡Responde! — se levantó a encararlo — ¡Todo esto es tu culpa, te odio! — le empujó con la poca fuerza que tenía.

—Lo es, y no me importa. — fingió arreglar su traje.

—Eres malvado, ¿cómo puedes ser así? — las lágrimas en sus preciosos ojos parecían no tener fin. —¡Tú también sales con el general Kim! ¡¿Por qué me haces esto?! — gritó furioso.

Seok Jin abrió sus ojos en par en par, debido a la sorpresa, ¿Cómo se había enterado? Siempre fue cuidadoso, nunca fue tan obvio como él, en si siempre fue un cobarde ambicioso.

—¡Eso es una vil mentira! — gritó a la defensiva.

—A parte de malvado, eres un cobarde. — lo volvió a empujar.

—¡Eso es mentira! — volvió a negar, siendo escuchado por el general NamJoon a fuera de los aposentos del noveno príncipe.

—¡Vamos, dime cómo está mi JungKook! — exigió respuesta.

Seok Jin recuperó su postura y sonrió con malicia.

—A unos pocos segundos de ser asesinado por traidor.

—¡No, no, no! — se tapó sus oídos sin creer sus palabras, y con una fuerza que parecía increíble de creer, salió de su habitación destrozado.

Corrió como nunca, no importaba lo débil que estaba, no importaba las personas que venían atrás de él, solo importaba la persona que se había robado su corazón.

Empujó a todos aquellos que se interpusieron en su camino, y siguió hasta llegar al lugar donde tenían a su amado.

Su corazón no pudo soportar al verlo cómo estaba, con su largo cabello azabache hecho un desastre, su ropa sucia y rasgada, su rostro muy demacrado y con tonos púrpuras en varias parte de aquél; tenía sus manos atadas entre sí sobre sus piernas dobladas, pagando por un crimen que no cometió.

¿Por qué amar tenía que ser un crimen?

Los latidos de su corazón se escuchaban en sus propios oídos.

Estaba próximamente de llegar a él, cuando fue detenido por dos soldados.

Sus súplicas fueron fuertes, pero su padre estaba tan cegado que no le escuchaba, ya tenía la espada entre sus manos para clavarlo en el pecho de aquél traidor.

Jimin se removió fuerte entre los brazos de los soldados, tratando de soltarse, mientras sollozaba fuertemente.

—Este traidor debe morir.

JungKook hizo contacto visual con Jimin, y como despedida le regaló una sonrisa.

El corazón de Jimin latió con más fuerza, no podía soportar tanto dolor.

—¡No por favor! — suplicó por milésima vez.

El emperador Park miro con odio a Jeon, y sin pensarlo dos veces clavo toda la espada, pero no solo a una persona.

—¡¿Qué... qué es esto?! — gritó el emperador aterrado, y las lágrimas no tardaron en salir —¡Hijo!— gritó con impotencia mientras caía arrodillado destrozado, sus manos temblaron al no creer lo que había hecho.

La desesperación fue tan grande para a Jimin en no querer perder a su amor, que se soltó del agarre de los soldados que lo detenían con mucha rabia y dolor, y antes de que aquella espada toque a JungKook se aferró a su amado en un fuerte abrazo, siendo atravesado los dos al mismo tiempo por aquella.

Jimin vómito sangre frente a JungKook, pero eso no le impidió a aferrarse aun mas al cuerpo de su amado.

—¿Qué... qué hiciste Jimin? — JungKook arrastró sus palabras cerca del oído del príncipe, y el dolor de su corazón fue mucho más fuerte que el ardor de su carne que abrazaba la espada.

—Te...te lo dije, si tu mueres yo...yo también mo... moriré contigo. — pronto su cuerpo se sintió en agonía y tosió con fuerza.

—Mi...mi bella flor de Gardenia. — esa fue la primera vez que JungKook soltó una lágrima.

—Yo....yo siempre odie que me tratarán como una joya en este palacio. — dijo más débil Jimin. — Pe...pero amaba ser una bella flor para ti — sonrió casi sin fuerzas.

Los segundos de sufrimiento pasaron de manera lenta y tortuosa, ambos cuerpos cayeron de lado al duro piso con la espada atravesada en sus cuerpos, ambos se vieron por una última vez a los ojos y sin poder resistir un segundo más, un te amo en forma de susurro fue lo último que salió de los labios de aquellos amantes que serían recordados toda la vida.

En símbolo de un amor verdadero.

Para muchos sólo fueron unos simples amantes que se merecían dicho destino, para otros una hermosa pareja que se amaban de verdad.

Un amor prohibido antes los demás.

Un amor que poco les importó si sería el fin para los dos.

Pero, ¿quieren saber algo?

[ A final de cuentas a esa preciosa Flor de Gardenia no le importó hundirse en lo más profundo de ese fango por la eternidad. ]

Fin

Deni cambio y fuera 💕🍷🍷

Resubiendo ^^

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro