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Capítulo XXXVII

Capítulo XXXVII

Encadenada...

Así me sentía y no solo me refería a la cadena alrededor de mi tobillo, sino también a sentirme atrapada psicológicamente.

Estaba sentada en la cama, mis pies guindando desde la misma, la cadena rozando con el piso, haciendo un ligero ruido. No sabía cuantos días habían pasado, había comprendido que no valía de nada contarlos. Solo sabía que con el pasar del tiempo, la impotencia y la tristeza habían cedido para darle paso a una sensación que me embargó muchas veces después del asesinato de mi familia: Insensibilidad. No podía sentir nada, por más que lo intentará, ¿Cuál era el punto de sentir sino puedo cambiar nada? ¿Sino puedo hacer nada al respecto?

La rutina había sido la misma cada día: Levantarme, ducharme, desayunar con Mason, caminar con él, volver para almorzar y ver algo de televisión, cenar y dormir juntos.

La primera noche no pude dormir ni un solo segundo con él a mi lado, a pesar de que él mantuvo su distancia pero con el pasar de los días me había acostumbrado. Afortunadamente, él no ha había vuelto a tocarme.

A veces me quedaba mirándolo mientras él dormía, pensando en alguna forma de hacerle daño, consideré todas mis opciones: ahogarlo con la almohada, ahorcarlo con la sabana, o golpearlo. Sin embargo, no era estúpida, la realidad era que en el momento que intentará alguna de esas cosas, él despertaría, y él tenía mucha más fuerza que yo.

Sin animos de más nada, decidí dormirme temprano, por lo menos mientras dormía podia escapar mi cruel realidad.

-

Calor y frío...

Dolor y alivio...

Maldad y bondad...

Puedo ver mi respiración en el aire cuando sale de mi boca, estoy temblando, mis pies descalzos enterrandose en la nieve en cada paso. Levanto mis manos, que están sorprendentemente calientes en este frío, y me doy cuenta que es por la sangre en ellas. Mi vestido blanco tienen tantas manchas carmesí que parece más rojo que blanco.

Muevo mis dedos lentamente frente a mí, ¿Por qué hay tanta sangre? No puedo dejar de temblar.

Tienes que correr, Fleur.

No puedo.

Entonces, escucho ese escalofriante silbido detrás de mí. No me atrevo a mirar atrás y corro hacia el bosque, la nieve escondiendo las rocas y ramas sobre el suelo hace que me tropiece una y otra vez. Mis pies están tan adormecidos que apenas siento dolor.

Escucho los pasos detrás de mí, acechándome, cazándome. Él no esta apurado, sabe que no tengo escapatoria.

Una gruesa rama bloquea mi pie y caigo estrepitosamente sobre mis manos y rodillas. Tomo una rama del suelo, me levanto y me volteo hacia él para enfrentarlo, —¡No te acerques!

Él ladea la cabeza, —Fleur.

Mis brazos tiemblan pero sostengo firme la rama, —Por favor, basta.— un sollozo escapa mis labios, —Déjame ir, por favor.

—No.

Él da un paso hacía mi y lo ataco con la rama pero él la agarra en el aire, arrancandola de mis manos. Él me empuja, y caigo sobre mi espalda, él se sube encima de mi, grito tan fuerte que mis oídos duelen pero a él no parece importarle, sabe que nadie puede escucharme. Lucho, golpeando sus brazos pero nada funciona, él toma mis muñecas con una mano sosteniéndolas encima de mi cabeza, enterrándolas en la nieve.

—Por favor, suéltame.

Él entierra su cara en mi cuello para susurrar en mi oído, —Shhh, Fleur. — su mano libre baja hasta mis talones donde termina mi vestido y comienza a subir por dentro del mismo, acariciando mis piernas en el proceso.

No.

Sus fríos dedos tocándome en contra de mi voluntad me recuerdan algo que he bloqueado, que no quiero recordar.

—¡No! ¡Por favor!

El recuerdo del olor a tabaco y licor, la sensación de una barba rozando mi cuello, ¿Qué es lo que no quiero recordar? ¿Por qué esta situación es familiar para mí? Esto no me ha pasado antes, ¿O si?

Sus dedos llegan a mi ropa interior y me siento enferma.

Desperté de un brinco, una sensación nauseabunda revolviendo mi estomago, corrí al baño y vomité mi cena de la noche anterior. Sentada en el suelo, frente al inodoro, traté de calmar mi corazón. El sudor frío bajaba por los lados de mi cara.

No, ya para, por favor...

Una punzada en mi cabeza me hizo gemir en dolor, ¿Qué me esta pasando? Bajé la cadena del baño y apoyé mi espalda contra la pared, tomando respiraciones profundas. Pasé mis manos temblorosas por mi rostro.

Respira, Fleur.

El desvaneciente recuerdo de ese olor a tabaco y licor provocó otra ola de nauseas y vomité de nuevo. Agarré mi pecho con fuerza, lagrimas gruesas bajando por mis mejillas por el esfuerzo que hacia en cada arcada.

Entonces sentí una mano cálida, sosteniendo mi cabello, y la otra acariciando mi espalda gentilmente. El aroma de su familiar de su colonia fue refrescante para mi nariz. Quería empujarlo pero no tenia fuerza suficiente para hacerlo.

—Respira.— su voz se había tornado suave, —Una respiración a la vez.

Y lo hice, llenando mis pulmones de aire lentamente. Mason me ayudó a levantarme, sosteniéndome de la cintura mientras me lavaba la cara y la boca en el lavamanos. Podia verlo detrás de mí a través del reflejo del espejo, sus ojos observando con preocupación cada uno de mis movimientos.

Cuando ya pude valerme por mi misma, lo empujé, —No me toques.

Él retrocedió, —¿Tuviste un mal sueño?

—Si, soñé contigo.— dije con amargura, girandome hacia él, —Recordé lo que me hiciste en el bosque, como...— pausé, ignorando más nauseas, —Me das asco.

Mason lució herido por un segundo, —Eso pasó por una razón.

—¿De verdad? ¿Casi me violaste y dices que tienes una razón para ello?

—Hay tantas cosas que tu no sabes, bonita.

—¡No me llames así! No soy tu bonita o tu princesa roja.— mi cabeza aún dolía.

Él no dijo nada así que solo le pasé por un lado, saliendo al cuarto de nuevo. Me senté en la cama, masajeando mi cabeza. Mason me siguió, quedándose de pie frente a mí.

—¿Qué quieres desayunar?— preguntó con un entusiasmo que me dejó sin palabras, él estaba loco.

—No tengo hambre.

—Fleur, tienes que comer, sobre todo después de haber vomitado tanto.— cualquiera que no lo conociera, diría que sonaba genuinamente preocupado.

—Estaré bien.

Mason se arrodilló frente a mí, y tomó mi tobillo para liberarlo de la cadena. Apenas estuve libre, retracté mi pie para evitar todo contacto con él.

Bajamos a desayunar y apenas toqué la comida. El día transcurrió como cualquier otro. Para cuando cayó la noche, Mason estaba completamente enfocado en una película de misterio, había aprendido con el tiempo lo mucho que le gustaban esas películas.

Estábamos en un sofa grande de tres puestos, él en una esquina y yo en la otra, manteniendo la distancia. Como siempre, me sorprendía lo normal que Mason lucía con sus pantalones de pijama y una franela blanca, con una taza de palomitas de maíz sobre su regazo y sus pies sobre la mesita frente al sofá.

Me preguntaba si algún chica había caído bajo su hechizo, si alguna había tenido sexo con este monstruo ignorantes de lo que era capaz. No las puedo culpar, a simple vista, era solo un hombre joven muy atractivo con un semblante peligroso, a las chicas les encantaba esa mierda. Lo que no sabían era que lo realmente peligroso que él era.

Como si sintiendo mi mirada, esos ojos coloridos se encontraron con los míos brevemente, él no dijo nada, solo siguió masticando sus palomitas, observándome.

Inquieta, hablé, —Te estas perdiendo la película.

—Me entretiene más mirarte a tí.

—Claro, olvidaba que soy tu payaso.

Él sonrió, —Nunca he dicho eso.

—No hace falta que lo digas.

Él terminó de masticar sus palomitas, —No estas de buen humor hoy.

—¿Cómo podría?

—Ya te acostumbrarás, bonita.

Bufé, —Dime, Mason, ¿Qué se siente tener a una persona como tu juguete? Imagino que debes sentirte poderoso.

Quisiera decir que su semblante cambió, que se enojó o le molestó de alguna forma, pero en vez de eso una sonrisa torcida se formó en sus labios, —Me encanta cuando eres sinica.— comentó, —No eres mi juguete, Fleur. Nunca lo has sido.

—Claro.

—¿O es que a caso quieres serlo?— él puso su tazón de palomitas sobre la mesita, bajando sus pies.

No me gustaba la forma en la que me estaba mirando. La intensidad de sus ojos podía llegar a ser escalofriante.

Mason se movió tan rápido que apenas pude gritar, me agarró de los tobillos, jalándome hacia él, obligándome a quedar acostada boca abajo en el sofá y se subió encima de mí, sentándose en la parte de atrás de mis muslos, su peso manteniéndome en mi lugar con la cara casi enterrada en el sofá. Él tomó mis muñecas para sostenerlas en lo bajo de mi espalda, luché, soltando quejidos de impotencia que se ahogaban en la suavidad del sofá.

Él apretó su agarre en mis muñecas, mientras usaba su mano libre para bajar mis pantalones, el aire fresco acarició mi expuesto trasero. Grité tan fuerte como pude, casi ahogándome. Mason se inclinó sobre mi, su voz fría en mi oído, —Si fuera mi juguete, te daría unos azotes aquí mismo, y luego te follaría tan duro que no podrías levantarte.

—¡Suéltame!— bramé, luchando, —¡Por favor!

—¿Tienes idea de cuanto me ha costado contenerme, Fleur? Durmiendo a tu lado cada noche, sabiendo que puedo tomarte cuando yo quiera y no hay nada que puedas hacer para detenerme. Me he contenido porque no eres un juguete para mí, no quiero que te sientas como uno.

—Por favor...— rogué, sozollando.

—No hasta que me digas que te ha quedado claro que no eres un juguete para mí.

—Ya...— traté de hablar, tragando grueso, —Me ha quedado claro, por favor.

En mi visión borrosa, un par de pantalones negros aparecieron a mi lado, y luego la voz de lo que sentí era un angel en esos momentos emitió una sola palabra, —Suéltala.

Escuché la risa sarcástica de Mason y levanté mi mirada para ver al hombre a nuestro lado, apuntando un arma hacia el chico sobre mi.

Pierce.

xx

Nota de la autora: ¡Oh Por los clavos de Cristo y las chanclas de Moises! Llegó el Pierce pues. El próximo capitulo vendrá más pronto que este, de verdad y estará bueno. Esta historia se acerca a su final, así que preparense, pequeñas bolas de cabello.

Dejen aquí sus comentarios de 'Se prendió esta mierda, etc' ahora que están Pierce y Mason frente a frente.

No olviden votar, que eso es un jalón de cabello para mi para que actualice o una palmada en la espalda (Sean buena gente y digan que es una palmada en la espalda)

Muakatela,

A.G

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