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Capitulo XXI

"¡No juegues con las profundidades de otro!

-Wittgenstein.

Capitulo XXI

Hay algo relajante en ver la lluvia caer.

Observar cada gota chocar contra el vidrio de mi ventana y deslizarse lentamente sobre la misma, uniéndose con otras gotas, creando formas transparentes.

Me desperté con el sonido de un fuerte trueno, no me sorprendió la lluvia, era primavera después de todo, no sabia cuando tiempo había pasado desde que me que senté al lado de la ventana. No tenia ganas de salir de mi habitación, así que solo me quedé con una sabana a mi alrededor, sentada ahi, admirando la vista de la fuerte lluvia.

Deseé poder abrir la ventana y sacar mi mano para sentir las gotas caer sobre mis dedos pero estaban selladas ademas de tener una reja fuera, nadie quería a los inestables escapando de este lugar.

Me preguntaba a que hora volvería Jazmine, ella estaba durmiendo en una habitación para familiares o algo así, porque al parecer no se podia quedar conmigo todo el tiempo, habían hecho una excepción por las primeras noches para hacerme sentir mejor.

Lamí mi labio inferior, el cual ardió al contacto.

Mason...

Un par de ojos de colores diferentes llegó a mi mente al pensar en él. No podia evitar sentir curiosidad, ¿Por qué estaba internado? Mason debía sufrir un trastorno grave para estar en el tercer piso y restringido de esa forma, ¿Era violento? Los pacientes del tercer piso estaban ahi por ser considerados un peligro para si mismos o para los demás, ¿Cuál seria el caso de Mason?

El recuerdo de su sonrisa llena de seguridad y los hoyuelos que se hacen en sus mejillas pasó frente a mis ojos. Mason era atractivo, no había punto en negarlo, sin embargo, su comportamiento, su encanto, la forma en la que conseguía las cosas, como todo era un juego para él, me recordaba demasiado a un diagnostico que investigué mucho después de la muerte de mis padres.

Psicopatía, o también conocido como Trastorno de personalidad antisocial.

¿Eso era lo que él era? Meneé mi cabeza, el hecho de haber leído unos cuantos casos y perfiles de psicopatías en Google no me daba la autoridad o conocimiento para diagnosticar a alguien. Sus palabras hacían eco en mi mente.

—Ahora estoy seguro de que el asesino debe estar aquí. Debe estarse divirtiendo acercándose a tí, ya que no eres capaz de reconocerlo, ¿Tienes nuevos amigos, Fleur? Debes cuidarte, él podría estar entre ellos.

¿Y si Mason tenia razón? Y si el asesino estaba aquí, hablándome, siendo mi amigo sabiendo que yo no podia reconocerlo.

Cerré mis ojos, tomando una respiración profunda.

¿Por qué no puedo recordar nada?

Me frustraba, me dolía no poder ser util en la investigación del crimen de mi familia. Yo era la única sobreviviente de cuatro asesinatos, la única clave para traer justicia a las familias de todas esas personas. Y aquí estaba, como un recipiente vacío, sin poder ayudar con nada.

Por primera vez, me permití pensar en mi familia abiertamente, en la casa de las montañas, en la sonrisa de Camille, el dolor invadió mi pecho pero apreté mis ojos, manteniéndolos cerrados. No sabia si funcionaria pero tenia que intentarlo. Traté de enfocarme en encontrar que era lo ultimo que recordaba de los pasados meses.

Mudarnos...

Recordaba el día de la mudanza claramente, la emoción de Camille brincando por todos lados porque tendría su propia habitación, papá dándonos la charla de que viviríamos en una casa con escaleras así que tendríamos que ser cuidadosos, especialmente Camille. Agarré mi pecho, aguantando.

Duele...

Tu puedes, Fleur.

Pero duele tanto.

Nieve...

Mucha nieve...

No teníamos ni dos días en la nueva casa cuando cayó una fuerte nevada, recordé el puchero de Camille rogándole a papá que la dejara salir a hacer un muñeco de nieve. En Francia habíamos tenido nieve pero no en esas cantidades, no la suficiente para jugar así que eso era nuevo para ella, incluso para mí.

—Fleur! Il y a beaucoup de neige!— Fleur, hay mucha nieve, Camille había brincando y corrido a mi alrededor, sus ojos llenos de emoción, de inocencia.

Lagrimas silenciosas escaparon de mis ojos cerrados, deslizándose por mis mejillas hasta caer desde mi mentón. Mis labios temblaron pero seguí tratando de pensar en eso, tal vez ese recuerdo me ayudaría a desencadenar los otros.

Camille en sus pijamas metiendóse en la cama conmigo.

— Que fais-tu ici? — Que haces aqui, le había preguntado, —Tu as déjà votre propre chambre.— Ya tienes tu propia habitación.

Camille solo me sonrió, mostrando sus encías porque ya había perdido sus dientes frontales, esperando los nuevos y se acurruco a mi lado, susurrando, —Je t'aime, soeur.

Te quiero, hermana.

—Yo también te quiero mucho.— murmuré, mis mejillas mojadas por las lagrimas, —Lo siento tanto, mi nena, tu...— mi voz se quebró, —Tú tenias toda una vida por delante... lo siento tanto, Camille, lamento tanto no haber podido protegerte.

Sollozos dejaban mi cuerpo sin control, era tan doloroso pero no quería detenerme.

Tengo que recordar, tengo que hacerlo.

Mamá estaba preparando un chocolate caliente, —De ahora en adelante, hablaremos Español en esta casa, tenemos que acostumbrar a Camille a la nueva lengua.— se giró hacia mi, —Sobre todo tu, Fleur. No creas que no te he escuchado hablando en Frances con la niña.

Camille y yo compartimos una mirada complice.

Abrí mis ojos, apretando mi pecho con fuerza.

No puedo respirar.

Me levanté, dejando la sabana atrás, caminé por la habitación, alzando mis brazos en el aire, tratando de contar en mi mente. Pero el aire no entraba a mis pulmones, caí sobre mis rodillas, hiperventilando.

No puedo respirar, ayuda.

Sentí una sensación de hormigueo en mis extremidades, en mi cara, quería pedir ayuda pero ninguna palabra dejaba mis labios.

En la distancia, escuché la puerta abrirse. Un par de botas negras aparecieron frente a mi, mi vista estaba borrosa por las lagrimas, estaba aterrada.

Me voy a morir.

Él se arrodilló frente a mi, —Fleur.

Su voz era tan familiar, me hacia sentir tan segura, —No... puedo respirar.

Sus manos sostuvieron mi rostro, —Fleur, mirame.

—¡No puedo respirar!— grité, tomando grandes bocanadas de aire desesperada porque se atragantaban en mi garganta y no llegaban a mis pulmones.

—Fleur, mirame.— la voz de Pierce sonaba mas demandante esta vez, lo obedecí, encontrándome con esos ojos grises, —Estas bien, estas teniendo un ataque de pánico, vas a estar bien.

—Me voy a morir.— murmuré, aterrada.

—No te vas a morir, trata de controlar tu respiración.

—Es que no puedo respirar.— agarré mi pecho con fuerza.

Me voy a morir, me voy a morir, no siento mis extremidades, no puedo respirar, pronto mi corazón se detendrá, me dará un paro respiratorio.

Esos pensamientos daban vueltas una y otra vez por mi mente, aterrorizándome.

—Estas hiperventilando, no te vas a morir,— Pierce me aseguró, sosteniendo mi cara con cuidado, —Esto va a pasar, vas a estar bien.

Mentira, mentira, él miente, te vas a morir.

La seguridad en sus ojos tan bonitos me calmaba un poco pero no era suficiente para detener los pensamientos repetitivos que me tenían temblando del miedo.

Me estoy mareando.

Pierce apretó sus labios, —Fleur,— me llamó, serio, —Te vas a desmayar si no controlas tu respiración, nada va a pasarte, solo estas hiperventilando.

Sus palabras perdían sentido en mi mente llena de un espiral de pensamientos ansiosos y llenos de miedos.

Pierce maldijo por lo bajo, sus pulgares pasando por mis mejillas, limpiando las lagrimas que habían escapado. Mi vista se estaba tornando negra.

Y entonces el chico de los ojos grises se inclino sobre mi, sus manos apretando mi rostro mientras se acercaba. Mi mundo se detuvo cuando él presionó sus labios contra los míos suavemente.

Dejé de respirar por completo, mis ojos bien abiertos mirando el rostro de Pierce pegado al mío, sus labios se sentían suaves y mojados sobre los míos. Él no se movió, su boca solo estaba presionada sobre la mía sin moverse. El espiral de pensamientos se rompió, la sorpresa de la acción de Pierce había tomado la atención de mi mente.

Pierce se separó y respiré de nuevo, mis hombros subiendo y bajando agitadamente mientras trataba de recuperar un ritmo normal.

Sus manos soltaron mi rostro, nuestras miradas se encontraron, y no sabia que decir. Mi mente era un desastre, pasé del terror absoluto a la sorpresa, y finalmente, confusión. Mi mano subió a mis labios, mis dedos sobre los mismos.

Pierce me besó.

Mi respiración estaba volviendo a su ritmo regular pero mi corazón estaba latiendo como loco. Un susurro dejó mis labios, aunque sabia la respuesta a esa pregunta, —¿Por qué?

Pierce ladeó su cabeza, —Necesitabas una distracción.

Solo eso...

A pesar de esperar esa respuesta, igual ardió, no lo hizo porque quería, simplemente lo hizo para ayudarme a detener mi ataque de pánico. Igual no pude detener la sensación revoloteando en mi estomago, sus labios se habían sentido tan bien.

—¿Estas bien?— preguntó, sonando preocupado.

Bajé la mirada, sintiendo el calor en mis mejillas, —Si, eso creo.

Pierce tomó mi mentón, obligándome a mirarlo, su pulgar trazó mi labio inferior, —¿Qué te paso en el labio?

Oh, mierda, había olvida eso por completo.

Sin saber que decir, tomé su muñeca, bajando su mano, —Nada.

Pierce apretó su mandíbula, los músculos de su cuello tensandose, —¿Nada?

Meneé la cabeza, levantándome y dandole la espalda. No podia mirarlo y mentirle en la cara.

Pierce me tomó del brazo, girándome hacia él de nuevo, sus ojos derrochaban rabia, —¿Que te pasó en el labio, Fleur?

Traté de soltarme de su agarre, pero fallé, —Ya te dije que nada.

—No me mientas.— gruñó, estampándome contra la fría ventana detrás de mi, nunca lo había visto enojado, —¿Quién te hizo eso? ¿Mason?

Arrugué mis cejas, —¿Cómo sabes— me detuve, sintiéndome estúpida, me había delatado.

Pierce apretó sus puños contra la ventana a los lados de mi cara, —No debiste acercarte a él, ¿Por qué no seguiste las normas de seguridad?

—Yo...— no sabia que decir, Pierce estaba muy enojado.

—¿O es que a caso él te gusta?— su tono de voz era frío, hiriente, —No sabia que tu camino de autodestrucción llegaría tan lejos como para que te gustará un loco como él.

Golpeé su pecho, tratando de alejarlo de mi, —Estas siendo un idiota, quitate.

Él me tomó de las muñecas para presionarlas contra la ventana, —No vuelvas a acercarte a él.

—Suéltame,— luché contra su agarre, —Tu no tienes derecho a decirme que hacer.

—¿Eso es lo que tu crees?— él presionó su cuerpo contra el mío, enterrando su cara en mi cuello, sus labios rozaron mi oído, —Ni él ni nadie va a tenerte, Fleur. Tu eres mía.

Sus palabras enviaron escalofríos por todo mi cuerpo, sus palabras me asustaban pero me emocionaban a la vez, ¿Qué me pasa?

Cuando sacó su rostro de mi cuello, sus ojos grises estaban llenos de determinación, bajaron a mis labios.

Antes de que pudiera protestar, Pierce estampó sus labios sobre los míos y esta vez no de la manera suave de hace unos minutos. 

xx

Nota de la autora: Es que ya puedo escucharlas: ¡Por fin, se besaron! Lol, las conozco. Estoy sorprendida de lo bien que le ha ido a esta historia, no pensé que un capitulo llegaría a 2000 votos, guao, especialmente porque se que el genero de misterio es menos popular que el de ficción adolescente. Así que muchas gracias. 

Particularmente, me gusto escribir este capitulo, sobre todo describir la experiencia de un ataque de pánico (Ya que los vivi con frecuencia hace unos años) Desarrollar el personaje de Fleur se me ha hecho muy fácil porque yo tuve su cuadro clínico, con excepción del estrés post traumático, nunca pensé que haber vivido esa etapa tan dolorosa de mi vida serviría de algo, y me gusta pensar que de lo malo también podemos aprender. 

Lancen sus preguntas acá,

Muakatela,

Ariana G. 

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