Epílogo Flesh
Luka, un guepardo cuyos ojos de diferente color siempre habían llamado la atención, uno celeste como el mar más limpio y virgen mientras que el otro tan café como la tierra. Él se las arregló por varios años para sobrevivir.
Su madre le abandonó cuando Luka recién acababa de aprender a robar, algo normal en su especie, y luego, Luis vino a él como su hermano menor. Desde aquel momento siempre permanecieron juntos.
Quizá cuando conoció a Adam su vida se pintó de un color mejor que el actual en el que debía robar para sobrevivir. Le gustaba y le costó aceptarlo, fue gracias a aquella mordida errónea que pudo aceptarlo y conocer un modo mejor de vida.
Pero Adam perdió todo, dejó su manada por seguir a lado de Luka, porque se habían unido tanto que uno sin el otro ya no existía.
Tenían una manada nueva, una nueva vida lejos de la anterior. Vivían en una pequeña parte del inmenso bosque, la comida y agua no faltaban, habían logrado construir cuatro habitaciones junto a baños. Adam tenía ahorrado una gran cantidad de dinero y la utilizó en contratar mano de obra, claro que él también ayudó. Nick tampoco se quedó atrás, el dinero que él nunca gastaba se invirtió en todo lo demás, mesas, alimento, utensilios, camas, etc.
La manada estaba empezando y contaba con: dos guepardos, (uno siendo la pareja del alfa) un lobo negro imponente, un lobo pardo y un lobo gris, Adam, el actual alfa y el que velaba por la seguridad de toda aquella familia que ahora eran.
—Tenemos pocos días antes de que caiga la primera nevada, debemos reunir alimento, salir con ese clima podría matarnos.
—Bien, en cuanto salga el sol saldremos a cazar.
—También he percibido una criatura que se acerca a nosotros a una velocidad peligrosa.
—Nick se hará cargo de ello, nosotros iremos a cazar.
—¿Está seguro de eso, Alfa? —Kaspar era bueno con el olfato, podía percibir la lluvia antes de que esta llegara— Luka parece...
—¿Qué pasa con Luka? —Adam seguía viendo los planos de alrededor de su hogar. Quería extender sus dominios y así llamar a varios otros expulsados a ella, una propia manada con reglas diferentes. Iba a seguir hablando cuando el dulce y empalagoso aroma de chicle llamó su atención.
Conocía aquello, las feremonas en al ambiente volvieron loco a su lobo quien rasgaba su cuerpo para que corra hasta su pareja.
—Los gatos no se emparejan —Ellos no se mordían, era cierto. Luka sería uno de los pocos que tenía una marca de pareja, algo que no podría romperse—. Ellos son libres, no les gusta estar atados.
—Suelta a lo que quieras llegar de una vez, Kaspar, no tengo el tiempo suficiente, debo...
—Tu lazo con Luka es débil, puedo sentir la inseguridad en él. Su aroma se extiende, como si buscara pareja. Ël no lo hace a posta, pero si sigue así no creo que sea bueno para ninguno de los dos.
—Nuestra relación nunca tuvo un comienzo concreto —Adam volvió al pasado, a aquel en el que Luka no quería verlo. Aquella mañana después de morderlo, cuando el guepardo simplemente salió sin siquiera despedirse—. No quiero encerrarlo más de la cuenta en esta relación, no cuando no estoy completamente seguro de poder protegerlo.
—Protege tu lazo con él, sé que es difícil romperlo, pero no es imposible.
Adam caminó hasta el pequeño cuarto que compartía con Luka. De inmediato, una sonrisa se formó en su rostro, escuchar a su pareja ronronear mientras dormía era algo de lo que nunca se cansaría.
Pero no había tiempo, debía ser rápido antes de arrepentirse.
—Luka —lo llamó suavemente y se maldijo por cortar aquella escena—, vamos a casarnos.
Fue suficiente para que Luka despertará por completo.
—¿Casarnos? ¿Los lobos se casan?
—Volveré a morderte y tú harás lo mismo, esto ayudará a que nuestro lazo se vuelva más fuerte, así ya no habrá vuelta atrás. Será eterno.
—¿Dolerá?
—Si hay un nudo entre nosotros entonces será un poco más placentero.
Luka observó a Adam unos segundos y entonces sonrió. Esa era su afirmación
Serían eternos.
—Hay una amenaza en el horizonte y se acerca a una gran velocidad, debes detenerlo.
La orden de Kaspar fue clara.
Las posiciones estaban puestas, por elección de cada uno Adam era el alfa; por lazo, Luka era la pareja del alfa; por inteligencia, Kaspar sería el beta, la mano derecha del alfa; Luis ayudaría con la alimentación; y Nick sería un centinela, él se encargaría de mantener el lugar seguro, debía proteger a todos, por eso obedecía ante aquella orden. Era su deber eliminar cualquier amenaza, además quizá no fuese el más fuerte, pero sin duda, era el más grande de los lobos.
Cuando llegó a las orillas de su territorio pudo sentir un aroma conocido, uno que le recordaba a Luka, y aquel era otro punto importante. Él estaba intentando olvidar aquel amor ligero que tenía por la actual pareja del líder. Sin embargo, aquel olor que le recordaba a Luka no le servía de mucho.
Se transformó a su forma lobuna. Su pelo negro se confundía con la noche y sus ojos observaban hasta más allá del ojo común.
Le encontró.
A toda velocidad, se acercaba un guepardo. Nick podía sentir un aroma ácido en aquel dulzor, una mezcla de limón y chocolate, aunque el limón agrio era el que se notaba más fuerte.
El guepardo se detuvo frente a él, atreviéndose a mostrarle los colmillos en una amenaza.
¡Oh no, el guepardo se las pagaría!
Había que ser sinceros, Nick nunca en su vida fue paciente ni tranquilo, él era impulsivo y agresivo, rasgos que todos los lobos tenían. Esa vez el guepardo lo conocería.
—¿Dónde está el bastardo de mi hermano? —En un parpadeo, el guepardo se transformó en un humano con musculatura marcada y escasa, nada en comparación a Nick, pero algo común al diferenciarse de raza.
—¿Ross? —había oído hablar de él, pero en el tiempo que fue a la ciudad con Luka, nunca conoció a su hermano.
No le agradaba.
—El mismo —Ross mostró una sonrisa ladina, él podía ver la mirada llena de deseo que el lobo negro le lanzaba— No soy un puto gay así que aparta la mirada antes de que la acabe a golpes.
—¡Claro! —Nick no se molestó en ocultar su risa— Un guepardo ganando la pelea contra un lobo, arriba las esperanzas, abuelito.
—Hijo de...
—¿Por qué buscas a tu hermano?
—Me quedaré acá hasta que consiga el dinero suficiente para pagar mis deudas.
—¿Se te olvidó robar o algo así?
—Mira, lobo hormonal, tú solo debes mandar el mensaje, ese es tu trabajo.
—¿Cuánto?
—Tengo 26 años.
—No eso, idiota, ¿Cuánto necesitas?
—Más de lo que tú tienes, estoy seguro.
—¿Cuánto?
—Diez mil.
—¿Que tan pobre eres como para que esa cantidad te parezca inmensa?
—¡Ya me molestaste! ¡Voy a rajarte la puta boca de un golpe! ¡Lobo sin cerebro!
Ross se acercó a Nick, su puño en alto, pero no dió ni un paso hasta que el lobo negro lo tomó del cuello y con solo una mano lo lanzó con fuerza hasta el árbol más cercano. Ross vio las estrellas en aquel momento.
—Eres un buen sacó de boxeo, te pago la cantidad que debes si te quedas como mi saco de diversión durante un mes...
—¿En serio crees que no tengo autoestima?
—Sí.
—Pues tienes razón, trato hecho.
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