9. Conejos
Cuando Nick se levantó a media noche, pudo ver una sombra en su puerta, no le tomó mucho tiempo darse cuenta que se trataba de Luka. Al llegar, fue dejado en la cama mientras él y Kaspar se las arreglaban en el sofá, pero verlo dormir en aquel lugar, con la cabeza apoyada en la puerta hizo que su sangre hirviera. Porque de aquel modo él hubiese podido dormir con comodidad en el colchón y no en el duro sofá de cuero que chillaba cuando hacía fricción con su ropa.
Iba a despertarlo, pero una sombra bajo la puerta hizo que se detuviera y la abriera, con cuidado y tratando de no mover al guepardo. Se sorprendió al ver a Adam del otro lado, igual de dormido que Luka, con la cabeza apoyada en la puerta.
Nick sintió algo de compasión, solo un poco. Él se alejó y tomó una de las mantas y la dejó caer sobre Luka, intentando disimular que hacía algo bueno por el guepardo, solo dejándola caer, intentado que parezca que Luka se levantó y la cama lo siguió. Estaba seguro que no sospecharían de él así que volvió a dormir al sillón, viendo como Luka empezaba a dormir más cómodamente en el suelo, pero abrigado.
Supo que había fallado en ello cuando al despertar Kaspar le dirigía una mirada de picardía, como si le dijera que lo vio en la noche. Un hecho que debió suponer porque el lobo menor tenía el sueño ligero.
La mañana logró despertarlos, los cuatro abrieron los ojos al mismo tiempo cuando la puerta fue tocada con fuerza. Tres golpes y la voz potente del alfa.
—En cinco minutos quiero verlos afuera, listos y desayunados, el que no esté será abandonado y será reclutado por las mujeres para que les ayuden a preparar los biberones de los cachorros —Eso iba especialmente para Luka.
Luka fue el primero en entrar a la ducha. Mientras el agua de la regadera caía sobre él, se cepillaba los dientes. Él no iba a dejar que lo traten como una hembra, ni siquiera iba a estar el tiempo suficiente en aquel lugar como para ser pareja de alguien. Seguía planeando una forma de que Adam eliminara la marca en su cuello. La otra manera era si él se quitaba la vida, pidiera ser marcado por otro o se separaba de su guepardo, pero era demasiado doloroso y él demasiado apegado a su forma felina como para dejar que eso ocurriera. Luka seguía con el plan de mostrarle cada aspecto negativo de su persona a Adam y que este se aburra de él para dejarlo.
Le tomó tres minutos estar listo y bajar hasta la sala donde la hermana menor de Adam le tendió un sándwich de lechuga y pollo, lo comió en dos mordiscos y corrió hasta la puerta encontrándose a Nick, Kaspar y Adam ya listos, firmes y con la mirada en alto, él les siguió aunque su estatura era notoria, se sentía un cachorro. No necesitó ver a Adam para notar aquella sonrisa de orgullo, él no iba a dejarse amilanar por eso, él era un gato duro de tomar.
Cuando vieron al alfa, este ya caminaba al interior del bosque, su cuerpo seguía guardando energía, era una prueba de que la vejez puede ser vencida y embellecida. El hombre ciertamente parecía un empresario sin traje. A Luka le agradó pensar, por un segundo, que Adam podría envejecer de la misma forma, fuerte e imponente.
A varios metros de la cabaña había un campo lleno de tierra y lodo, varios artefactos de entrenamiento se notaban en ese lugar, todos hechos de madera y a mano, pero cada uno parecía más doloroso que el anterior. Luka deseó que su hermano lo hubiese acompañado en aquel entrenamiento, porque parecía como si se encontrara en un cuartel militar. Sabía que mañana le dolería todo el cuerpo.
Habían más personas, cada uno de ellos cambia formas lobos e incluso, aunque algunos sean todavía más bajos, él seguía sintiéndose pequeño. Su naturaleza evitaba que desarrollara músculos con facilidad, debía mantenerse delgado para ser más veloz. Era normal, pero en aquel instante se sentía delgaducho e inferior entre aquella masa de músculos.
—Tenemos a un nuevo hoy —El hombre lo miraba con furia. Luka agradeció a Adam cuando este se paró frente a él, protegiéndolo de la mirada de su padre—, el entrenamiento será menos fuerte, para que nuestro invitado se sienta bienvenido.
No debió sentirse alegre cuando dijo que sería menos fuerte, porque en cuanto el alfa salió del campo, un hombre mucho más grande que Adam se paró frente a ellos, con el ceño fruncido y una sonrisa de los.voy.a.hacer.sufrir en su rostro. Luka deseó haber aceptado la oferta que le dieron el día anterior.
—Va a ser una carrera larga —habló el enorme hombre—, cuando suene el silbato van a cambiar a su forma animal y correrán hasta el final del riachuelo. Ahí habrá una bandera roja, el primero en traerla podrá librarse del entrenamiento de hoy.
Una carrera, en su forma animal. Luka empezó a sentirse grande en ese instante, era el animal más veloz de todos. Él los haría papilla en cuanto el silbato suene. Ya tenía el entrenamiento de hoy en la bolsa.
—Antes de empezar, en la meta habrá dos lobos, más grande que todos ustedes, ellos cuidarán la bandera con su vida, les aseguró que no temerán lastimarlos.
Mierda.
Luka era pésimo en la pelea, los guepardos eran veloces, pero muy malos en una pelea. Casi se extinguieron en un tiempo por ello, gracias a dios que aprendieron a cazar en las noches, donde no hay tanta competencia y nadie podía quitarles el alimento.
El silbato sonó.
Luka se apresuró a cambiar. Sus manos y piernas se convirtieron en ágiles patas con garras, su cola larga se onduló en el viento y sus pequeños colmillos se dejaron lucir. Su forma animal era realmente hermosa, incluso sus ojos de diferente color parecían esconderse entre aquellas rayas lacrimógenas negras, como si delinearan su vista y nariz, la misma cuya función era protegerlo de la luz del sol.
Se lanzó contra el viento y empezó a correr, sintiendo la adrenalina en su cuerpo y amando la sensación de libertad. Su guepardo definitivamente amaba correr, y aquel campo espacioso se volvió un paraíso en un segundo. Él corrió lento al principio, debía ver la dirección que todos tomaban para así saber a dónde ir. Unos segundos bastaron y entonces él los superó, sus largas patas estirándose e impulsándolo.
En un minuto ya nadie estaba a su lado y podía ver la bandera roja ondulando al final del riachuelo transparente, pero también distinguía a los dos lobos que resguardaban el motín.
Luka debía ser inteligente, si conseguía la bandera entonces se libraría del entrenamiento y podría ir a descansar, o mejor aún, escapar. No lo hacía en aquel momento porque quería demostrarle al padre de Adam que a pesar de ser marcado y ser un gato podía tomar el rol de cualquier otro macho en la manada.
Se escondió entre el pasto seco, su color escondiéndose y él vigilando. Otro aspecto característico de los guepardos era su gran capacidad de observar. Luka se quedó quieto varios segundos, seguro de que los lobos tardarían más que él en llegar así que tenía un poco de tiempo. Rodeó el lugar y decidió que era una buena idea atacar por atrás, ya tenía todo listo, estaba preparado para saltar, sus garras picando por estar sobre la tela roja.
Cuando se acercó, un lobo le tomó por sorpresa. El bastardo sujetó su lomo y lo mordió como en una cacería. Luka maulló con fuerza, y se tendió al suelo, estaba sangrando. Intentó darse la vuelta y rasguñar, pero no podía, el simple movimiento hacía que le doliera como un infierno. Sin embargo, atacó con las patas traseras, el pateó con fuerza y logró rasguñar una pata del lobo que lo estaba atacando.
En el instante en el que el lobo lo soltó, él se dio la vuelta y le rasguñó en el pecho. Sus pequeños y afilados colmillos se aferraron al cuello del lobo, dispuesto a partirlo, pero se olvidó del segundo lobo, recibiendo una mordida en su pierna. Los fuertes y gruesos colmillos lastimando su piel y haciendo que chillara una vez más, soltando al otro lobo. Su último recurso fue gruñir, desde el fondo del pecho, no servía de mucho, pero al menos sentía que estaba dando todo de sí para defenderse.
Iba a rendirse cuando vio a un lobo gris acercarse a ambos lobos y morderles el cuello con fuerza. Luka incluso pudo escuchar el crujido de huesos rompiéndose. El enorme lobo gris atacó a uno y lo dejó respirando con dificultad en el suelo, luego gruñó mostrando sus dientes amenazadoramente hacia el segundo lobo que seguía incrustando sus colmillos en una pata del guepardo.
Era Adam.
Se había tardado mucho. Luka se libró al instante cuando el lobo chilló por la mordida que el lobo gris le dio en la pata. El guepardo arqueó la espalda y mostró los colmillos a Adam cuando este acabó con los otros dos que le atacaron. Luka intentaba parecer más grande con su gruñido ronco desde el fondo de su pecho ante el chucho acercándose a él moviendo la cola y empezando a lamer sus heridas.
El guepardo empezó a ronronear, empujando su cabeza contra el lobo, dejando de estar a la defensiva y cerrando los ojos. Sabía que luego se avergonzaría, pero ahora la sensación de ser protegido le encantaba. Era su forma de agradecimiento.
Por algún motivo al lobo se le ocurrió la idea de morder una de sus pequeñas orejas, sintiendo el deseo de volver a escuchar el maullido del guepardo, aquel que parecía carecer de la m común que cada chillido tenía. Eso fue suficiente para que Luka despertara de su trance y arañara al chucho en la pata, separándose y tomando la bandera en su hocico y volviendo a la carrera, retornando al punto de partida y regodeándose en su alegría cuando todos vieron que él había ganado.
Lo prometido era deuda. El enorme lobo que dio la tarea se tragó su repulsión y le dio el día libre al guepardo que se quedó en su forma animal sentándose en el sol y afilando sus uñas en la tierra, en un acto que parecía amasar un pan. Su lastimada oreja moviéndose de vez en cuando y con los ojos cerrados.
Era de suponer que el lobo gris se acercara a él y con su hocico una vez más empezar a lamer las heridas del guepardo. Como respuesta el felino ronroneaba mientras se echaba en la tierra, con la cabeza apoyada en su pata delantera derecha, dejándose acicalar por el lobo que lo había salvado.
Cuando el entrenamiento comenzó y el lobo gris tuvo que irse, el guepardo, tan quisquilloso como siempre, empezó a limpiarse. Primero lamiendo sus patas, con lentitud, no debía entrenar así que tenía tiempo. Luego su rostro, lamía una pata y la restregaba desde la oreja hasta el hocico, repetía eso varias veces hasta convencerse de estar limpio. Al final terminó con su cuerpo y cola, la última con cuidado ya que la mordida que hace tiempo Adam le dio seguía como una cicatriz.
Volvió a afilar sus garras y se dispuso a dormir, escuchando a los demás corriendo y persiguiéndose entre sí.
En unos minutos más se aburrió, ya había descansado lo suficiente, ya era tarde. La luz del sol no era tan fuerte en ese instante, el hambre en su estómago se lo dijo. En su forma animal sentía la necesidad de cazar, era probable que buscara un pájaro o un conejo, animales más grandes no podía cazar, lo descubrirían e intentarían quitárselo.
Estaba listo para levantarse y buscar alimento cuando el lobo gris se acercó a él con un pedazo de carne, parecía un conejo. Adam dejó el animal muerto en el suelo y con su hocico lo empujó hacia él. Luka, como el guepardo orgulloso que era, elevó la cabeza, sus bigotes temblando por querer devorarse a aquel conejo muerto, pero su orgullo negándose al hecho de ser alimentado. Él no era un guepardo fácil.
Minutos después el lobo volvió con un pájaro en la boca. Lo dejó junto al conejo muerto y se sentó en sus cuartos traseros, una de sus patas se elevó para rascarse tras la oreja y luego volvió a su posición con la cabeza ladeada y los ojos indicando el alimento que había traído para su pareja.
Luka se rindió ante el aroma y tomó el conejo. Empezó a morderlo y desgarrarlo entre sus patas, sintiéndose dichoso. El lobo moviendo la cola y levantándose con los ojos brillosos estaba orgulloso de demostrar que podía cuidar de su pareja en todos los aspectos posibles. Sí, él sería una pareja que pueda con los caprichos de Luka, lo sabía y se lo demostró.
Después de comer, Luka se levantó, gruñendo al lobo para que no se acercara o le siguiera, de todos modos el chucho debía seguir en el entrenamiento. El corto receso para alimentarse había acabado y todos debían volver a la formación para seguir con el enfrentamiento lobo a lobo.
El guepardo caminó con cuidado por el lugar, jugando con los pequeños conejos que se escapaban. Él no iba a cazarlos, solo iba a entretenerse hasta que el entrenamiento termine y pueda volver a casa para mostrarle al alfa que había cumplido con lo que dijo, quizá tuvo ayuda del lobo gris, pero lo había hecho.
Afiló sus garras en un árbol enorme y se inclinó a beber del arroyo. Su animal estaba tan contento consigo mismo por volver a su estado natural, por recordar lo que significaba sentir el pasto bajo sus patas. No duró mucho, cuando estuvo a punto de cruzar al otro lado del riachuelo el hocico del lobo había agarrado su cola, con suavidad esta vez, pero de todos modos luego le reclamaría.
Es hora de volver a casa.
No quería usar sus lazos con el lobo para hablar telepáticamente, pero le agradó la sensación de confidencialidad cuando el chucho hizo aquello. Por eso Luka no peleó y con orgullo y la cola ondeándose en el aire caminó junto al lobo gris hasta llegar a la cabaña. Seguían en su forma animal, mañana llevarían ropa de repuesto para volver a casa.
Pero las cosas se complicaron más. Porque cuando llegaron, Luka casi escapó al ver los ojos afilados de la única mujer que nunca soportó hasta ese momento. Su madre estaba frente a él, la mujer que le había abandonado estaba esperándole con Ross a su lado y Luis en el contrario. Ella iba a matarlo.
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