7. Mordidas
Cuando Luka despertó en una nueva cama decidió que era hora de empezar a sentar algo de cabeza y al menos ver bien con quién pasa la noche. Debería aprender a guardar rostros incluso cuando estaba en su estado más etílico posible. Porque esa mañana, cuando el sol le dio directo a los ojos, supo que no estaba en su habitación, porque él odiaba despertar por el sol, él prefería hacerlo de una manera artificial, con un despertador o hasta que su espalda reclamase. Pero esta vez, se encontraba absolutamente asustado. Recordaba lo de hace poco con Drake y si esta vez había metido la pata una vez más tenía la seguridad de que estaría colgado boca abajo por su cola por su propio hermano mayor.
Sin embargo, sintió algo de alivio cuando el asqueroso aroma a perro mojado hizo que adivinara en donde se encontraba. Porque aquel aroma a café y madera de árbol de roble era embriagadoramente empalagoso para sus sentidos. Por eso, y más en aquella mañana, el aroma lo inundó de una manera que le causó repulsión. Por eso Luka se levantó de un salto y empezó a buscar su ropa en alguna parte de aquella desordenada habitación.
Sí que la había pasado bien la noche anterior pensó
Apenas encontró sus pantalones, tuvo que desistir de la idea, estaban prácticamente rotos junto a una camiseta. Tomó un zapato que estaba cerca y sin siquiera dudar lo lanzó hasta la cabeza de Adam que seguía durmiendo con un semblante alegre.
El salto del peliplata hizo que Luka sonriera orgulloso antes de volver a su semblante serio. Debía volver a casa. Debía saber si su hermano ya se había enterado de lo ocurrido el día anterior con Drake.
—Qué Mier… —Adam no despertó con el mejor humor posible, el calzado dio justo en su cabeza. Él estaba a punto de levantarse y golpear a la persona que se atrevía a despertarlo tan temprano en un domingo. Pero cuando abrió los ojos y pudo ver aquellos ojos de diferente color de Luka y en su cuello la mordida del día anterior, ya no supo cómo actuar.
Luka ladeó la cabeza a un lado, tal como hacen los gatos cuando sienten curiosidad. Sus ojos se entrecerraron y un escalofrío hizo que se alarmara por un segundo.
—Necesito dinero —Y ahí estaba, el siempre vivaz Luka al que poco le importaba lo demás que no sea el dinero—, escucha, ayer ni siquiera pude pagar un taxi para volver a casa así que quizá vine acá porque estaba cerca. Después de eso no recuerdo mucho así que necesito dinero para volver a casa —No le importó si recibía algún regaño por parte del lobo, él solo se dirigió al armario de Adam y sacó ropa que pueda quedarle.
—Ayer —Ayer, Adam había mordido a Luka, lo marcó como suyo y de eso no podía retractarse. Luka ya no podía irse de su lado, pero ahora, algo más cuerdo con sus acciones, se dio cuenta de la equivocación que cometió. Alguien como Luka nunca estaría listo para lo que era su vida—. Va a dolerte —advirtió. Solo eso porque estiró su mano y sacó un fajo de dinero, y reprimiendo aquel sentimiento de pagar a un trabajador sexual dejó el dinero en la mesa y volvió a dormir.
Luka no escuchó, o al menos no quiso hacerlo. Tomó los billetes de la mesa de noche y, sin despedirse, salió del lugar con las manos en los bolsillos de aquella chaqueta negra de cuero y los billetes en aquel pantalón deportivo.
No pasó ni dos segundos hasta que colapsó en medio de la calle. Sus manos a penas y lograron evitar que su rostro tocara el suelo con fuerza y le temblaban las piernas. Incluso su frente empezó a empaparse por el sudor. Quizá eso era bueno porque entonces Luka recordó lo que la noche anterior había pasado, y el dolor fue tan insoportable que a penas y pudo ponerse de pie, con los pies temblorosos, como un potrillo cuando da sus primeros pasos.
Pero él no iba a irse, no ahora, no cuando quería ir a romperle los colmillos al lobo que había arruinado su futuro de la manera más humillante posible, marcándolo como una propiedad más. Luka subió por el ascensor y tuvo que reprimir el grito de dolor cuando sus manos tocaron el barandal frío. Podía asegurar que su espalda estaba en el mismo estado que su frente y es que al ser el primer día de acoplamiento, era natural la necesidad de permanecer a lado de la pareja.
Mayormente los gatos o felinos no portaban una marca de apareamiento, no mordían a sus parejas así las amaran. Ellos no se enlazaban de esa manera porque veían el mundo de una forma más liberal, estaban seguros que el amor no funcionaba con ese mecanismo y sobrevivían de esa manera. Incluso Cindy carecía de la mordida de su pareja porque para su raza era una vergüenza pertenecer a una sola persona para toda la vida cuando el amor se acabaría en cuanto la pasión y la monotonía se vuelvan una y la relación se marchite.
Cuando llegó al departamento de Adam, este lo esperaba con una sonrisa juguetona, como cuando un perro vuelve con el balón que su dueño lanza lo más lejos posible. Sus ojos guardaban travesuras y Luka no supo hacer más que propinarle una patada que aseguraba que el lobo no se atreva a reproducirse, incluso si su guepardo chilló de la misma forma por el dolor, no le importó. Él necesitaba deshacerse de lo que tenía en el cuello, no lo aceptaba.
Luka era temperamental, mayormente los guepardos se caracterizaban por ser precavidos y observar el entorno para dar el próximo paso, pero él no quiso ser de ese modo en ese momento. Por eso tomó cualquier cosa a su alcance, una sombrilla, y entonces empezó a repartir golpes en Adam que seguía sin quitar aquella mirada que un perro ordinario da cuando ha hecho una travesura. Estaba burlándose de él.
—¿Qué pasaba por tu cabeza? —Y no se detuvo siguió solo lanzando ataques.
Adam era fuerte, él podría detener los pequeños golpes de su pareja con una sola mano, pero el estado del felino le daba una ternura cegadora. Con pequeños colmillos afuera, tan pequeños que creía poder romperlos con el pulgar, por eso esperó hasta que Luka se cansara y entonces recién se dispondría a hablar.
—No lo quiero —Luka estaba más enfadado, su guepardo rascaba en su interior para acurrucarse en el pecho del lobo y él aborreció la idea—, no quiero esto, arréglalo.
—Es para siempre —Adam se acercó a Luka, observando cómo este parecía estar menos tenso que antes, incluso sus pequeños colmillos habían vuelto a su estado natural. Aspiró su aroma, le encantaba el toque nuevo que tenía el felino, una parte de su esencia estaba en el guepardo y su lobo aullaba por eso—, ya no hay vuelta atrás —Y quiso regodearse cuando vio al travieso felino gruñir en advertencia de no acercarse más, pero él lo hizo porque no le temía en lo más mínimo—. Ahora somos pareja, amor —lo último lo dijo con burla, fuerte, para intentar que la mente de Luka lo asimilara.
—Pareja mis putos zapatos, no lo quiero —Luka caminó por toda la casa con una sola cosa en mente, una que le avergonzaba, pero que era necesaria, un berrinche.
Sus manos fueron veloces en tomar cualquier cosa que estaba a su alcance y sonrió ante el vaso de vidrio que tenía en los dedos. Y con toda la fuerza que tenía, con todo el enojo que cargaba, lo lanzó hasta la pared, viendo como los pequeños pedazos de cristal se esparcían por el piso alfombrado. Sin embargo, Adam estaba equivocado si pensó que él había acabado, porque Luka siguió lanzando las cosas, si el peliplata lo quería como pareja entonces él le enseñaría a quién había llevado a su casa.
Bastaron dos minutos para que toda la sala estuviera repleta de pedazos de cristal roto, y seguía la cocina, porque solo a Adam se le ocurría tener los platos de cristal, cuando el plástico era más factible, de todos modos estaba seguro que tomaría esa ruta después porque Luka estaba acabando con todo lo que usaba. Ni siquiera los cubiertos se salvaron cuando Luka los tomó y los lanzó por la ventana, sin importarle que en la calle se encontraran personas, él quería dar a conocer su punto. No iba a estar con un lobo.
—Basta —Adam estaba llegando a un punto límite cuando vio cómo Luka se acercaba a su televisor, a su hermosa pantalla plana que le tomó comprar con trabajo duro. Él no iba a dejar que el berrinche de su ahora pareja destruya ese trabajo, no—, suficiente.
—Que te den —Luka estaba enojado. Sus manos estaban a punto de tomar la pantalla plana cuando, sin mucho esfuerzo y con una sola mano, Adam lo tomó de la cintura y lo alzó hasta llevarlo a la habitación—. ¡Suelta! ¡suelta! —incluso en aquel momento lo colmillos de Luka solo servían para perforar un poco de carne en la mano de Adam, algo que al otro no le dolió.
—¡Dije que suficiente! —Adam no era muy paciente, su hermana se lo dijo cuando una vez intentó enseñarle a la pequeña la tabla de multiplicar. Se rindió en segundos y estuvo a punto de gritarle, pero se contuvo y salió de la casa— Escucha, gato, quieras o no ahora somos pareja, no hay vuelta atrás, no puedes eliminar la marca en tu cuello a menos que yo lo quiera y marque a otra persona, pero por el momento no va a pasar así que te recomiendo que te calmes antes de que te lance por la ventana junto a todos los cubiertos de la comida. ¿Entendido?
—Que te den —Luka tampoco era alguien obediente. Debían saber dónde presionar para que él haga lo que digan, un aspecto que Adam ya creía conocer, pero que le sorprendió cuando se lanzó a él con una cuchara que había salvado entre sus manos, eran de plata así que lo guardó entre sus mangas—. No voy a quedarme a tu lado como una mujer que espera a su esposo. Escogiste al gato equivocado —Pero la cuchara no hacía daño, Luka podría golpear el mango contra el pecho de Adam toda la tarde y no le haría nada.
Con una sola, con un poco de fuerza y una sola mano, Adam inmovilizó a Luka, tomando ambos brazos por la muñeca y simulando que estas eran esposas antes de tumbarlo en la cama, disfrutando un poco más de lo normal la sensación de dominar al gato revoltoso y ladrón. Su sonrisa seguía ahí, una traviesa que indicaba que el gato no se le iba escapar de las manos.
A Luka la situación no le agradaba, porque sabía lo que significaba enlazarse con alguien. Que alguien marque a otro significaba sentir todo lo de la pareja, y estar a su lado incluso cuando el tiempo aburra a ambos. Luka era un felino libre, era una persona que salía en las noches para coquetear con quien pasara frente a él, les quitaba su dinero y si es que el tipo era agradable entonces una noche en un hotel le esperaba, pero con esa mordida en el cuello ya no tendría los mismos placeres que antes.
Otro aspecto eran los demás. Iba a ser la burla de toda su raza cuando vean que fue marcado por un lobo. Los perros y gatos nunca se habían llevado, no se iban a soportar ni siquiera una semana.
La puerta hizo que todo se quedara tranquilo una vez más. El timbre sonó cerca de cinco veces antes de que Adam gruñera y tomara al gato una vez más de la cintura, y como si nada lo cargara hasta encerrarlo en el baño, esperando que el felino no encontrara nada que romper o lanzarle.
Cuando Adam abrió la puerta empezó a comprender un poco a Luka. Krista lo esperaba afuera, recordándole lo que debía hacer aquella mañana, lo que se le avecinaba con una manada que esperaba que él se comprometiera con una hembra y así dar un sucesor. La manada dependería de él, quizá realmente había hecho un lío de su futuro.
—¿Qué pasó? —preguntó Krista, sus maletas en mano y el ceño fruncido, porque se suponía que Adam la recogería hace media hora— Tu madre nos espera, dijo que debíamos estar allí para el almuerzo, ella quiere… —Pero el aroma a felino hizo que ella se asustara, que entrara de golpe y viera el desorden del lugar. Tras una puerta se escuchaba los golpes y las cosas estrellándose contra la pared, el guepardo estaba en casa—. Dijiste que no lo verías.
Ella abrió la puerta del baño de golpe viendo a Luka romper el espejo con la botella de enjuague bucal. Él estaba enfurecido, pero detuvo su acción cuando vio a la pelirroja que se suponía era la pareja de su pareja.
—¿Por qué tiene una marca en el cuello? —Krista ya sabía la respuesta, pero debía preguntar. Quizá había otra explicación— Adam —Y el lobo volvió a cerrar la puerta del baño para hablar a solas con Krista.
—Lo mordí —No fue tan difícil decirlo—. Él vino ayer y mi lobo reaccionó de inmediato, ni siquiera soportó unos minutos antes de morderlo —Era la verdad. De alguna forma el aroma que antes le parecía asquerosamente empalagoso, empezó a serle adictivo, hasta un punto en el que su lobo aullaba de felicidad con solo ver al guepardo.
—Puedes romperlo, si me muerdes entonces lo que hiciste con el gato va a disolverse
—No quiero hacerlo, Krista, puede que el gato sea testarudo y… un gato, pero si lo hago, va a sufrir al igual que yo.
—Bien —Ella no estaba planeando algo bueno, se notaba por su mirada. Krista volvió a abrir la puerta del baño y vio cómo el guepardo ya estaba calmado con la mirada en el suelo y se veía desamparado como si sus esperanzas se hubieran roto—, ambos —Sus perfectas uñas pintadas de rojo señalaron de Luka a Adam—, alístense, en quince minutos salimos.
—¿Qué estás haciendo? —Adam gruñó, un gruñido ronco desde el fondo de su pecho en advertencia para que Krista rebaje su tono cuando hable con Luka.
—Lo quieres —La pelirroja vio a Luka y le sonrió con burla—, ya está hecho, ambos son pareja así que a ambos les toca asumir las consecuencias —Ella sabía lo que estaba haciendo. Creía que era una buena idea para que Adam abriera los ojos—. Entonces ambos irán a ver a los alfas de la manada —Volteó a ver a Adam—, tus padres esperan que te comprometas para ser el nuevo alfa de la manada, si ya tienes pareja entonces hoy es un buen día para presentarlo ante tu familia. Alístense, salimos en quince minutos.
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