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3. Gran fuerza.

¿Le había dado una orden? ¿Acaso el guepardo tenía el descaro de robarle en la mañana y en la tarde hablarle como a un perro?

No, Adam estaba seguro que en ese momento estaba en su forma humana, no tenía una cola tras él moviéndose por ver a su dueño. Tampoco tenía la lengua hacia afuera por el calor y mucho menos tenía alguna razón para obedecer al pequeño ladrón que le había quitado su billetera con su celular. Iba darse la vuelta para irse y dejar que la pelea entre ambos gatos se solucionase sin él, ya estaba a punto de darse la vuelta e irse, pero antes de siquiera pensarlo ya había obedecido la orden de Luka.

¡Dios! Cuanto había querido partirle la cara a un gato desde la mañana. Adam logró aprender que la mayoría eran ladrones de primera, quizá Luis haya sido diferente, pero su hermano… Luka era un ladrón como la mayoría de su especie, y hubiese vuelto a la casa del felino para recuperar lo que le pertenecía. Sin embargo, la tensión en sus hombros le fue insoportable, el aroma del gato le era empalagoso e insoportable, chicle y chocolate, demasiado dulce para él, aunque ahora no distinguía el aroma entre todo el peste a oso. Al final había desquitado su tensión con otro gato que no conocía.

—¡Toma esa! —gritó Luka, sacándolo de sus pensamientos. Adam evitó reírse cuando vio al castaño patear el cuerpo derribado del de pelo negro— Ya no eres tan intimidante.

Era hora de ponerse serio, ya había desquitado la tensión de sus hombros y era momento de hablar. Porque no le importaba su dinero ni su celular, él sólo quería su identificación. Su madre lo mataría si se enteraba que perdió aquel importante objeto y más cuando se dé cuenta de la forma en la que lo hizo. Llamó la atención de Luka con un carraspeó que funcionó al instante, el castaño lo observó unos segundos antes de empezar a retroceder.

Sabía lo que estaba haciendo.

Debía ser rápido, Adam estaba seguro que Luka correría y si lo hacía no tendría ni una mínima oportunidad; los lobos podían ser rápidos, pero no se comparaban con los guepardos. Si Luka empezaba a correr, estaba seguro que no le vería ni el polvo y enserio necesitaba su identificación. Por eso reaccionó al instante y tomó al gato de la capucha de aquella sudadera excesivamente ancha que traía. No le importó la mirada de los demás. Adam jaló el cuerpo de Luka por el asfalto, ignorando las quejas de este.

—Necesito mi identificación —Empezó a hablar Adam, sin dejar de jalar el cuerpo del castaño—, puedes quedarte con lo demás.

—¿No entiendes lo que es un robo? — escuchó como Luka bufaba y casi podía verlo cruzar los brazos mientras era arrastrado— ¿Qué nadie lo entiende? Cuando alguien te roba no te lo devuelve. Además yo no te robé nada.

Los lobos siempre se habían caracterizado por su olfato, pero una parte importante de ellos era su fuerza, era esa la razón por la que Adam ni siquiera se inmutaba en estar cargando un cuerpo de unos 50 kg. Por eso, tampoco le fue difícil tomar el cuerpo de Luka y ponerlo en su hombro como un costal de papas para así subirlo al colectivo que le dejaba cerca de su departamento. No iba a soltarlo hasta que le diga dónde había puesto su billetera. No le importaba tener que soportar el horrible aroma a oso y a dulce, él necesitaba la identificación.

En unos minutos llegaron al enorme edificio donde vivía Adam, el lugar era enorme y parecía lujoso, quizá esa era la razón por la que Luka no se quejó cuando le ordenó que entre, o tal vez sea porque el castaño sabía que en aquel departamento seguro habían varias otras cosas de valor que tomar. Adam estaba seguro que la tranquilidad del otro era debido a lo segundo.

Cuando entraron al departamento se encontraron con Kaspar quien estaba en el sillón viendo una película vieja. Adam pudo notar con detenimiento cómo su amigo se ponía tenso ante el aroma desconocido que ahora se percibía en el aire. Cuando volteó a verlos su semblante se ensombreció y el miedo fue transparente en su mirada. Kaspar siempre fue alguien miedoso o precavido, no le agradaban los cambios y la presencia de Luka representaba peligro en números rojos.

—Wuo —Luka se acercó a un pequeño juguete de un lobo, lo que había llamado su atención era lo brillante que era, y lo dorado— ¿es de oro?

—Sí —Adam le restó importancia al objeto con un gesto indiferente y se acercó a Luka—, te lo cambio por mi identificación.

—¿Perdiste tu identificación? —preguntó Kaspar— ¿él te la robó?

El sonido de su nuevo celular hizo que Adam perdiera de vista a Luka por un segundo.

Sonrió al escuchar la voz de Krista, al parecer su auto había quedado varado a unas cuadras de ahí. Adam perdió el hilo de la conversación cuando escuchó los pasos de Luka acercándose a la puerta. Volteó un segundo a ver la repisa a su lado y, como ya esperaba, el juguete de oro ya no estaba en su lugar.

Espérame un segundo, enseguida voy a ayudartedijo Adam, mientras con una sola mano volvió a tomar el cuerpo de Luka y lo sostuvo contra la pared—.  Tengo unos neumáticos de cara blanca, ¿esos están bien? —Podía sentir como el otro se retorcía en sus manos, algo que le hizo sonreír—. Bien, entonces los comunes —Vio un segundo los ojos de Luka y no pudo evitar perderse en ellos—, en un segundo estoy contigo.

Finalmente, cuando terminó la llamada, guardó su celular nuevo y con una sola mano arrastró a Luka hasta dejarlo en su habitación, para cerrarlo con llave, algo que se cuestionó un segundo porque sospechaba que el gato sepa abrir cerraduras sin llaves y con un alambre, como en las películas. Debía ser precavido.

—¿Sabes abrir cerraduras sin llave? —Hizo la pregunta sintiéndose algo incómodo con la sonrisa del contrario.

—Sí —respondió Luka, confiado y seguro de sus habilidades, algo malo para Adam. No quería perderlo de vista hasta recuperar lo que era suyo.

—Entonces confiscaré tu ropa hasta que vuelva —Porque quizá si estaba desnudo no saldría de su departamento, por la vergüenza.

—¿Y eso qué? No soy de las personas que se avergüenzan de su cuerpo, además si tu novia me encuentra de esa forma cuando lleguen no creo que se haga una buena idea —Tenía un buen punto, según Adam.

—¡Kaspar! —gritó entonces. Sabía que su amigo le temía a Luka pero necesitaba que se armara de valor y no dejara que se escape. Cuando lo vio acercarse sonrió para darle confianza— cuídalo mientras no estoy, no dejes que se escape.

—No puedo, sabes que me da miedo —reclamó el pequeño lobo.

—Sabía que lo harías, gracias, vuelvo enseguida —Y corrió hasta la puerta viendo cómo Luka parecía sonreír de manera macabra para que Kaspar tuviera más miedo.

Su novia estaba a unas cinco cuadras de su casa, su auto azul crema estaba atascado en una pequeña curva, los neumáticos habían estallado por alguna basura del pavimento. Ella estaba enfadada, se notaba en su rostro rojo y sus puños apretados. Además, aquel hombre que parecía reclamarle no ayudaba mucho.

Se acercó a ella y la abrazó de la cintura dejando reposar su mentón en el hombro de la pelirroja. Krista le sonrió y su tensión disminuyó unos segundos hasta que el timbre de su celular empezó a sonar. El hombre que antes reclamaba el raro estacionamiento de la joven desapareció y tras él apareció su gran amigo Nick que cargaba dos cajas de cerveza y el celular en la mano. Cuando los tres cruzaron miradas sonrieron y volvieron a guardar sus celulares.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Nick, viendo la leve inclinación del auto antiguo de Krista.

—Reventó —Krista suspiró y sus hombros se hundieron con pesadez. Le había costado sacar a su pequeño auto del mecánico y ahora debía volver a llevarlo—, quizá deba volver a llevarlo al amigo de mi padre.

—Traje los repuestos —Adam soltó a su novia y abrió la cajuela de su auto blanco, él tenía una ligera obsesión con ese color, de todos modos era algo significativo en su familia.

Fue Nick el que cambió los neumáticos, sin importar las miradas furiosas que los demás conductores le mandaban, pues estaban estacionados en un lugar transitable. Se le hizo fácil, varios años viendo programas en un canal de automóviles le hicieron casi experto. Cambió la llanta reventada en unos minutos y el auto estuvo listo para volver a la autopista.

Krista no esperó ni un segundo y volvió a entrar a su auto mientras les sonreía y les indicaba que dentro de unas horas iría a la casa de Adam para pasar una noche solo de amigos. No se podían negar, por temor a su carácter explosivo y porque el lobo de cabello plata la amaba. Se despidió con una seña de mano y volvió a conducir a una velocidad peligrosa, ninguno de los lobos se sorprendió por ello, la conocían, era demasiado impaciente.

—Kaspar me dijo que ya está en tu casa —Nick rompió el silencio mientras entraba al auto de su amigo.

—Lo vi —Adam sonrió al recordar el miedo en los ojos de su amigo. Sintió algo de pena, pero más que todo aquella escena le causaba gracia—, deberíamos apurarnos.

La grandiosa idea fue la correcta, porque cuando llegaron al edificio de Adam se toparon con Luka que salía del lugar con la cabeza en alto y sus bolsillos llenos. Luka parecía estar saliendo de su propia casa; su confianza les parecía abrumadora y el resplandor en sus bolsillos les daba una idea de lo que se llevaba en ellos.

Adam estacionó su auto con violencia, los neumáticos chillaron ante el pavimento y todo el lamborgini blanco cubrió el camino del felino que no pareció sorprendido y que incluso se inclinó a la ventanilla para verlo.

—¿Cómo burlaste a Kaspar? —preguntó Adam. Abrió la puerta de su auto y salió para enfrentar al un Luka que lo miró divertido, con la cabeza inclinada hacia un lado y sus ojos atrayentes fijos en los suyos.

—¿Por qué el gato de ayer estaba en tu casa? —Nick se mostró enojado y el tono de su voz, junto al azote que le dio a la puerta al cerrarla, lo confirmaron— sabes que son engañosos.

—El bastardo tiene mi billetera —respondió Adam—, estoy muerto sin ella y lo sabes.

—¿Dejaste que te la robara? —Sí, Nick estuvo más cabreado— Joder, Adam, sabes que no son de fiar, incluso le abriste las puertas de tu casa ¿acaso estás loco?

—Necesita su identificación —Por fin habló Luka, logrando hacer callar a los dos lobos que los miraron entre furiosos y confundidos— y yo no la tengo.

—¿Cómo pasaste de Kaspar? —Volvió a preguntar Adam.

—¿Lo dejaste con Kaspar? —Nick caminó enojado hasta Luka y lo tomó del cuello. Ejerció gran fuerza para lograr que este empezara a mover las manos y los pies intentando liberarse— Si le hiciste algo voy a matarte.

Nick no soltó el cuello de Luka en todo el trayecto del ascensor, sin importar que Luka haya empezado a perder el color de su rostro, no lo soltó ni aflojó el agarre. Adam se apresuró a correr por el pasillo de su piso hasta llegar a su puerta y entrar a su departamento viendo la sala vacía y silenciosa, eso no era algo bueno. Siguió avanzando hasta su habitación y no supo si reír o correr a ayudar a su amigo.

Kaspar estaba amarrado a la cama como en una película porno, con solo su ropa interior y una corbata negra que le pertenencia; su rostro estaba rojo y parecía avergonzado, pues su mirada no se apartaba del colchón blanco. Nick también lo vio y él sí rio tan fuerte que soltó a Luka para sostener su estómago y caer al suelo, pues creía que pronto le faltaría el aire.

—Venga, chicos, necesito su ayuda no su risa —La voz de Kaspar apenas y pudo oírse.

Cierto, Nick volvió a su rostro serio y se levantó limpiando su ropa. Adam empezó a desatar los cuatro nudos que apresaban a su amigo. Fue divertido en parte, pero en cuanto Nick volvió a su estado naturalmente frío, tomó el cuello de Luka una vez más para arrastrarlo al baño y así darle una reprimenda por dejar a su amigo en un estado tan deplorable y por robar la billetera de Adam.

Nick metió a Luka en la ducha y ajustó el agua para que salga helada. Su mano se aferró a la nuca de este y lo obligó a mantenerse bajo el chorro frío, divirtiéndose un poco más de lo permitido viendo la cara completamente asustada del felino. Era algo gratificante quitarle la boba sonrisa. Supuso que todos los felinos odiaban el agua.

—¿Vas a devolverle la billetera? —preguntó sintiendo algo de pena por Luka quien empezaba a temblar.

—Que no lo tengo  —La voz de Luka salió entrecortada por el castañeo de sus dientes. Pronto sus ojos fueron cubiertos por su cabello castaño.

Adam se acercó a ambos y se apoyó en la pared. Cruzó los brazos y decidió esperar a que Luka se rindiera y le devolviera su billetera; aunque no se esperó la sonrisa burlona que este le dedicó.

—¿Vas a devolverle la billetera? —Volvió a preguntar Nick.

—Lo haré cuando le digas a tu amigo que te gusta su novia —Luka rio bajito.

Entre los temblores que sacudían su cuerpo se dio el privilegio de reír.

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