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2. Gran velocidad

Luka era alguien simple, solo necesitaba dormir y comer y con eso era feliz. No le importaba si no tenía dónde descansar, él solo debería velar por él, o eso quería creer porque en realidad su hermano era un peso que estaba dispuesto a cargar. El pequeño Luis había sido la única razón de comprar una casa y de atreverse a salir a las calles.

Luka no era precisamente un hermano protector, tampoco era amable y mucho menos paciente. Él era del tipo que quiere las cosas a su manera y si no lo conseguía entonces alguien pagaría las consecuencias. Esa fue la razón por la que tuvo que salir aquella noche y así enseñarle a su hermano una buena forma de conseguir dinero. No iba a ser el típico mártir que cargaría con los gastos él solo. No. Luka creía que lo justo es necesario.

Su madre los abandonó en cuanto aprendieron a conseguir dinero, algo común entre su especie, y sus hermanas se habían dispersado buscando un macho o varios, de todos modos ellos mayormente eran conocidos por tener más de una pareja y no lo veían mal, definitivamente su ética y moral se había perdido en algún lugar. Las cosas pasaron hasta que solo quedaron él y su pequeño hermano. Luis debía aprender que él no cazaría por ambos, que era necesario ser independientes porque ya le había dado suficiente quedándose con él. Por eso lo arregló como un modelo de revista y le dijo que esperara unos minutos para que él consiga una presa y así enseñarle cómo manejar la situación, ya luego cuando entrara él le daría una señal para que actúe como él.

Luka encontró dos víctimas en cuanto entró al club, un lobo que estaba acompañado por sus amigos y un zorro que empezó a comerlo con la mirada apenas entró. Claramente el lobo era la presa más fácil, en sus ojos se veía la curiosidad por él y creía que sería más sencillo para su hermano atraparlo. Así que, se acercó al zorro y estuvo jugando con él hasta ver cómo su hermano entraba al club y solo entonces sonrió de verdad y movió con cautela su vista hacia el lobo de cabello plata; una señal que Luis captó enseguida y que cumplió pues Luka se sintió satisfecho cuando los vio salir juntos.

Su silueta fina y esbelta siempre le ayudó a conseguir lo que querían, y ni que decir de sus ojos, uno de un café claro y otro celeste, características que solo algunos de los guepardos tenían, porque siempre debían mantenerse en forma para correr cuando les era necesario. Luka nunca dudó de su hermano así que, ya terminada la hora de entretenerse, le quitó todo el dinero que pudo al zorro y volvió a su hogar esperando no hacer mucho ruido para interrumpir a la pareja que tenía una noche entretenida en aquella habitación. Como el departamento era algo pequeño tuvo que ponerse unos audífonos con música para poder dormir, ya que, a pesar de que le haya dicho la forma de trabajar a su hermano, nunca mencionó la parte de llevarlo a su cama. No importaba, pero ya mañana le daría una advertencia porque hay muchos peligros en mantener ese tipo de relaciones con otro cambia formas, y más con los lobos pues eran conocidos por ser demasiado agresivos a la hora de mantener relaciones y su fuerza desmedida podría lastimar a su hermano.

—No somos prostitutas —dijo al entrar a la habitación de su hermano menor. No le importó verlo recién despierto y casi desorientado. Luka lanzó la billetera que hace poco había sacado del bolsillo del lobo—. Ni siquiera sacaste algo de provecho, simplemente le...

—Lo siento —Luis era alguien algo sensible, todavía era un adolescente por lo que cualquier palabra pasaba directo a su estado mental actual. Algo un poco irritante para la manera de actuar del mayor—, quizá me dejé llevar muy pronto.

—Hay una fina línea de lo que hacemos y lo sabes, ofrecemos sonrisas... No lo que hiciste —Luka salió de la habitación y azotó la puerta contra el marco de esta, haciendo notar su enojo y preocupando a su hermano menor.

Luka juraría que le había dicho aquello a su hermano cuando lo llevó a trabajar. Porque fácilmente los confundían con aquellas personas que venden su cuerpo por dinero, pero ellos eran diferentes y eso era lo que les traía más ganancias. Suspiró y siguió avanzando a la cocina. Su casa era pequeña, la sala y cocina solo estaban separadas por una cortina de perlas de colores, sin embargo, el lugar estaba conservado adecuadamente. Ambos se turnaban para hacer una limpieza total a su hogar. De todos modos siempre vivirían en aquel lugar y la limpieza lo haría más llevadero.

Sacó el celular del lobo de su bolsillo y encendió la pantalla, inmediatamente una foto del hombre junto a su novia saltó a la pantalla. Luka nunca negaría que Adam era interesante y con buenos gustos, le agradaba hasta cierta parte, pero su aroma, eso era lo que no quería volver a tolerar. Demasiado fuerte para alguien como él, un aroma a libro nuevo y café recién hecho, intrigante y fascinante, pero demasiado agresivo para su olfato. De alguna manera aquello le ponía tenso.

Al ya conocer algunos trucos para formatear el celular por completo y volverlo a un estado de compra, simplemente hizo lo que sabía y en un segundo todo lo relacionado al lobo salió de aquel aparato junto a la contraseña. Lo vendería en unos cuantos billetes, su gran amigo seguro le daría una gran paga por este. Se dio la vuelta cuando escuchó los pasos de su hermano acercarse. Su enojo había pasado por lo que sonrió y señaló la cocina. Hoy le tocaba hacer el desayuno a Luis.

El pan saltó de la tostadora y el aroma a chocolate caliente hizo que sus estómagos rugieran por comida. Faltaban segundos para poder comer y así comenzar un nuevo día en el que debían permanecer en casa durante todo el día y alistarse para la noche, era el único momento en el que se sentían más seguros.

Ambos se sentaron en el sofá color crema de su pequeña sala y encendieron la televisión. No importaba el programa simplemente ellos se dedicarían a disfrutar de la paz de vivir solos y en confianza. En las noticias mostraban las imágenes de algún accidente automovilístico que se había dado en la autopista, pero no les importaba en lo mínimo.

El timbre terminó su paz, la tensión volvió a llenar el ambiente y un poco de miedo se podía distinguir en el menor. Luka frunció el ceño y decidió abrir la puerta porque las personas al otro lado estaban empezando a golpearla tan fuerte que temía que la rompieran en cualquier momento. Ambos reconocían aquella sensación de miedo, si estuvieran en su forma animal estaban seguros que arquearían la espalda y mostrarían sus pequeños colmillos, claro que eso no iba a ser muy útil por lo que era mejor permanecer tranquilos.

Luka fue el que abrió la puerta, no por completo, pero lo suficiente para ver a su hermano mayor y a uno de los amigos de este. De inmediato, bajó la mirada y mordió su labio inferior pensando en alguna manera para que todo aquello termine y botar a su familiar sin ser demasiado grosero.

—Luka, es un gusto verte de nuevo —habló el mejor amigo de su hermano, Drake, era un guepardo igual a él—, lamento no poder evitar que tu hermano vuelva a molestarte.

Drake era todos los adjetivos calificativos buenos, e incluso así nadie entendía el motivo de juntarse con Ross, el hermano mayor de Luka. Ambos eran felinos, sus cuerpos lo demostraban, tenían músculos​, y su silueta fina no se perdía entre lo grotesco de fuerza desarrollada. Eran como aquellos modelos de revistas con el cuerpo perfectamente proporcionado y lo suficientemente fuerte para derribarse uno al otro. El problema estaba en Drake, para Luka siempre le era difícil estar cerca del amigo de su hermano, provocaba que su cabeza se confundiera y las palabras no salgan de su boca, y eso era algo bueno porque el hombre estaba felizmente casado con una mujer de su misma especie.

Maldita heterosexualidad.

—Vinieron otra vez a mí —Su hermano se apresuró a empujarlo y entrar a la casa. Con toda la confianza del mundo, se lanzó al sofá sin siquiera saludar a su hermano menor—. El zorro al que robaste anoche logró localizarme y pedir que respondiera por ti.

—No es mi culpa que haya estado lo suficientemente distraído como para dejar caer su billetera al suelo, yo solo la encontré. No es robo —Luka estaba enojado, pero debía ser cuidadoso, Ross nunca era de fiar—. Supongo que hiciste que se callara.

—No —Drake intervino cuando vio como su amigo estaba a punto de lanzarse contra Luka—. Por eso estamos acá. Necesitamos que le devuelvas el dinero, el hombre tiene ciertos contactos que arruinarían nuestro negocio.

Ross y Drake dirigían un pequeño club a las afueras del país, era algo insignificante, pero generaba mucho dinero. En ese lugar se encontraba la mayor circulación de algunas pastillas que se consideraban prohibidas. Si la policía daba con ellos entonces ambos entrarían a prisión en cuanto pase un segundo. Claramente Drake ya no estaba tan metido en aquel lugar por el bienestar de su esposa, él y unos cuantos más, eran la excepción de toda su especie. Solo pocos buscaban una relación seria donde formar una familia completamente unida. Quizá aquello era lo que más llamaba la atención en Luka.

—No lo tengo —Luka nunca sería la causa de que el amigo de su hermano entre a prisión, era un poco débil en aquel aspecto—, no ahora —aunque podría ser la persona más enamorada del mundo, pero nada, nunca en su vida, nada le importaría más que el dinero, algo de familia—, puedo llevárselo en una hora, mi amigo lo tiene guardado.

En un segundo Luka sintió cómo su hermano lo derribaba en el suelo y presionaba con fuerza su brazo en su cuello para asfixiarlo. Una amenaza que nunca cambiaba con el paso de los años.

—Escucha —dijo Ross, despacio y viendo cómo el rostro de Luka se ponía cada vez más rojo—. Tú me juegas esta y mañana tu cabeza será un adorno en mi club.

—Déjalo, Ross —Drake separó a ambos y con la fuerza suficiente obligó a su amigo a salir de aquella casa.

Luka se quedó quieto incluso cuando la puerta se cerró y vio a Luis correr a ayudarlo. Ni siquiera parpadeó porque estaba pensando seriamente en devolverle el dinero al hombre que robó ayer y así librarse de su hermano. Le encantaría no volver a verle la cara, se sentiría realmente bien ni siquiera saber de él, pero necesitaba el dinero y era inteligente. Ya idearía algo.

Para ellos era peligroso salir de día. Debían disfrazar su aroma porque nunca faltaba alguien que los perseguía, al ser difíciles de encontrar, era una suerte ver a uno en el día. Por eso confundían su aroma con otros. Se vestían con tantas ropas como les fuera posible y salían con la confianza de no ser atacados. Ellos era realmente ágiles para correr, pero un fracaso para pelear. Luka no era diferente, sus golpes eran como una almohada y eso era frustrante, sin embargo, debía adaptarse. Por eso se puso un canguro ancho que le llegaba hasta los muslos y que cubría por completo sus manos, unos pantalones algo apretados y zapatos de goma. Debía mezclarse con todo el mundo.

A lado de su casa vivía una amiga de su infancia, ella era realmente pequeña para su especie pero adorable con sus rulos rubios cayendo por su frente y su silueta esbelta. La pareja de ella era un oso de gran tamaño y gran porte, era otro caso especial de guepardo que le gustaba la vida segura con una pareja estable, ella y Drake eran los únicos que conocía que tenían una familia, la mayoría prefería la soledad e independencia. Cindy fue la primera en darle la bienvenida a su zona. Un día había tocado a su puerta con un gran tazón de comida que disfrutaron y desde ese día fueron unidos y amigos.

Frank, el esposo de Cindy, tenía un aroma peculiarmente fuerte, capaz de sobresalir entre varios más y es por eso que Luka siempre pasaba a la casa de aquella familia antes de salir a cualquier lugar. El olor se confundía con el suyo y era casi imposible percibirlo, de esa manera había sobrevivido hasta ese momento. Claro que todo era con el consentimiento de Cindy, la mujer era muy celosa pero al sentirse identificada con Luka le invitó a pasar a su hogar y así lograr camuflarse entre la multitud.

—Cuídate —dijo Cindy cuando él salió de su casa. Como era de esperar, con tan solo estar cerca de dos minutos a lado de todos los pequeños cachorros de la casa, el aroma de Luka desapareció y eso le aseguraba tranquilidad.

El guepardo de ojos celeste y café cubrió sus ojos con unos lentes de sol. Luka sabía dónde encontrar a su hermano, Ross siempre iba a un pequeño comedor a unas cuadras de su casa, algo común cuando iba a visitarlo.

No le sorprendió en absoluto ver a su hermano con su amigo en una mesa degustando del plato especial del día y con unos refrescos frente a ellos. Ross era alguien imponente, su cabello era negro por completo, se lo teñía cada que podía y Drake por su parte tenía el cabello rubio anaranjado, como la mayoría de ellos, con unas tres líneas negras que parecían partir su cabeza. Drake era un guepardo real o rex, sus ojos eran de un verde olivo y su mirada amable contrastaba a la perfección con él.

Quiso entrar al lugar y devolver la billetera; de verdad que quiso hacerlo, pero otro aroma conocido hizo que abriera los ojos y buscara al conocido. De inmediato su cabeza pensó en un plan que alejaría por un buen tiempo a su hermano de su hogar. Era arriesgado pero si funcionaba entonces estaría tranquilo por varios días.

Retrocedió un poco y volteó a un lado notando a una gran distancia al lobo de cabello platinado que venía muy entretenido en sus pensamientos como para notarlo.

Luka tenía la leve esperanza de que aquel lobo tenga un corazón amable y lo salve de la paliza segura que su hermano le daría. Fue por eso que cuando conectó miradas con Ross corrió tan rápido como podía. Su velocidad era algo de lo que se sentía orgulloso y al ser ligero de peso podía rebasar a su hermano con facilidad, aunque debía replantearse eso al ver como Ross estaba a punto de alcanzarlo.

Corrió durante pocos segundos antes de llegar a Adam y esconderse tras su espalda. Su respiración recuperándose poco a poco e ignorando la mirada de incredulidad que le lanzaba el lobo gris. Porque Luka lo estaba sosteniendo del brazo con fuerza, incluso sus uñas parecían querer clavarse en su piel, pero Luka no se disculparía pues cuando vio a su hermano cerca de ellos levantó la mano señalando con su dedo índice a Ross. Miró a Adam y dando una gran respiración ordenó:

—¡Ataca!

Del mismo modo que una orden de un humano a un perro.

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