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14. Adios (capítulo final)

Había perdido.

Perdió la pelea contra su propio padre, y era algo que se suponía que pasaría. De todos modos el alfa de aquella manada había acabado con miles de vidas solo, su fuerza le llevó a ser el alfa de la manada. Contrario a Adam que tenía en mente a su pareja, temiendo por él, porque podía sentir el aroma de Nick, y no lo quería junto a Luka. Quizá eso le desconcertó logrando que su padre le arañara el rostro y el torso, junto a una mordida en su pata, eso hizo que cayera al suelo y no pudiese levantarse. Ahí conoció su derrota.

Pero no era sencillo, Adam necesitaba a la manada para proteger a su pareja, sin ella entonces se convertirían en blancos de caza de otros lobos. Él era fuerte, pero se negaba a poner en tal riesgo a Luka, no iba a rendirse con tal facilidad.

Adam se levantó una vez más, gruñó cuando el torso le reclamó las heridas, empezó a caminar, cojeando, la pata delantera tenía los huesos rotos y no podía apoyarla adecuadamente en el suelo, debía apañárselas él solo para poder derrotarlo, encontrar una manera.

No duró mucho tiempo de pie, una vez más su padre se lanzó a él mordiéndole la otra pata para asegurarse que no podría con él.

Adam podía verlo, ver la mirada de su propio padre. Él no iba a detenerse, no iba a dudar en matarlo, porque ahora ya no era parte de su manada y mucho menos parte de su familia. No podía, Adam no quería dejar solo a Luka, no debía morir en ese momento.

Se las arregló para alejarse, arrastrando sus patas lastimadas. Necesitaba un plan o su padre lo mataría en ese momento.

Su mirada chocó contra la de Luka. El pequeño hombre lo miraba preocupado, sus ojos contenían la más pura tristeza mientras sus hombros eran sujetos por Nick que ya había llegado a la pelea. No importaba el odio, Adam agradeció aquel gesto, en ese momento no necesitaba a Luka peleando la batalla; no quería que salga lastimado, por eso quizá podía perdonar a Nick. De todos modos el lobo negro siempre había sido su más grande amigo y no podían separarse por algo tan trivial como el amor, algo que ya estaba decidido. Luka tenía su marca, ya nada se podía hacer, nadie podía quitárselo.

Aulló de dolor cuando su padre mordió otra de sus patas, esta vez sus huesos crujieron, rompiéndose en varios pedazos que le resultaban un infierno. Adam quizá estaba considerando su derrota, si se rendía en ese momento tal vez salga con vida y se necesitaba vivo para proteger a Luka.

—Ríndete —Su madre también observaba la pelea. Ella tenía lágrimas en sus ojos, sus manos sujetaban a su pequeña hermana que lloraba incluso más. Se arrepentía de causarles tal sufrimiento—, por favor.

—No —gruñó todavía en su forma de lobo.

Pelearía desde el suelo. Si no podía levantarse entonces esperaría que su padre atacara para así romperle el cuello con sus colmillos.

Su plan no funcionó.

Cuando estaba preparado para atacar, cuando veía que su padre se acercaba a darle el golpe final, entonces el golpe nunca llegó. Luka, en su forma de guepardo, se puso en medio, intentando dar pelea contra un lobo  que le doblaba en tamaño. Para el alfa, Luka no representó ni una miseria de rival.

Los guepardos no eran buenos peleando, eran buenos para huir, pero no para pelear. Luka no era diferente, su cuerpo cayó a la primera mordida que le dió Falk, había clavado sus colmillos en su garganta, si presionaba un poco más entonces Luka moriría. Lo sabía.

Luka estaba a nada de morir en aquel momento, la herida en su garganta no dejaba de sangrar. El guepardo estaba a nada de perder la vida.

Los ojos de Adam se tornaron rojo, su respiración se hizo más pesada y el dolor en dos de sus patas ya no eran tan dolorosas. Adam perdió la consciencia un segundo, solo un segundo. Él dejó de pensar y simplemente atacó sin miedo, sus garras y colmillos brillaron ante el sol de aquella tarde; mordida, tras mordida tras otra tras otra. El odio le estaba cegando lo suficiente como para no pensar que estaba enfrentándose a su propio padre.

Cuando volvió en sí, cuando escuchó la voz de Luka en su cabeza entonces pudo detenerse.

Detente, Adam.

¡No! Él merece morir.

El guepardo se levantó con un gran esfuerzo, el polvo levantándose a cada pisada del felino hasta llegar a Adam. Entonces se dejó caer a su lado.

Adam ya tenía a su padre en el suelo, agonizando de la misma manera que él estaba hace poco. La respiración de Falk era irregular.

¿Por qué quieres tanto a tu manada?

Preguntó Luka.

Porque sin ella no puedo protegerte.

Respondió él.

Tu manada no me quiere, y yo tampoco la quiero, no estoy con tu manada, estoy contigo.

Un lobo sin manada está muerto en menos de una semana.

No estás sin manada, yo seré ella a partir de ahora, no necesitas a nadie más, solo a mí.

Quiero protegerte.

No lo harás si mueres en esta pelea.

Un lobo sin una manada es...

Un lobo sin una manada sigue siendo un lobo.

Luka, sin la manada no podré protegerte adecuadamente, no puedo pelear contra tantos yo solo.

Yo no quiero una manada, eres tú quien la quiere, por eso vine contigo, pero no intentes ponerme como escusa para ponerte como alfa en una manada que no me quiere.

Solo entonces Adam retrocedió, viendo a su padre moribundo en el suelo. Era la primera vez que lo veía derrotado.

Vámonos, Adam.

Adam volvió a su forma humana; sus manos sangraban y sus piernas estaban débiles, pero se había rendido, al transformarse en humano, se rindió y eso todos lo sabían. Adam aceptó la derrota justo antes de poder haber ganado, porque el alfa actual seguía en el suelo, moribundo y con todo el lomo destrozado. Ese tipo de peleas siempre terminaban en muerte, pero quizá y esta era la excepción.

—Me rindo —dijo Adam, con una sonrisa, burlándose de él mismo por haber tenido que llegar hasta ese punto para darse cuenta que su egoísmo por su manada podría haber matado a su pareja. No, Adam ahora renunciaba—. Elijo la expulsión.

Vio como Luka igual volvía a su forma humana y entonces le alzó entre sus manos lastimadas.

—No puedes —Falk igual cambió, su estado empeoró por la transformación—. Como ganador yo decido tu futuro, tú no.

—Pero como padre —Adam siguió avanzando, necesitaba buscar ayuda para Luka—, sé que dejarás que me vaya.

Y eso fue todo, Adam sonreía con tristeza, porque estaba dejando a su manada. Una parte muy importante en su vida, pero que se había vuelto pasado. Su presente era Luka, era el guepardo y sabía que así le ofrecieran diez manadas, él no cambiaría a su pareja.

No sabía si definir aquello como derrota, Adam habría podido ganar, pero simplemente salió de la pelea y levantó a su pareja para buscar un doctor. Él igual estaba herido, la sangre goteando por sus manos lo demostraba, pero no percibía su dolor sino el de su pareja. Podía sentir el ardor de la mordida que Luka tenía cerca de su nuca, un poco más y lo hubiese perdido.

El doctor, un viejo amigo le ayudó con las heridas y le explicó a detalle lo cerca que estuvo su pareja de la muerte. Él solo agradeció no haber perdido a Luka.

Y quizá ya estaba empezando a salir el sol.

Después de aquel suceso ambos se negaron a volver a aquella manada que ya no les pertenecía. Adam aceptó dejarla, decidió poner primero a su pareja, a la comodidad de Luka; porque sabía que los gatos eran engañosos, que cuando algo no les agradaba simplemente dejaban de lado todo. Sabía que Luka no le dejaría, pero tampoco quería correr el riesgo.

Luka comprendió el sacrificio de Adam. Vio el sufrimiento en su pareja cuando dejaban atrás a la manada. Luka solo pudo tomar su mano y sonreírle con sinceridad, intentando transmitir lo que pensaba, lo que sentía.

Yo seré tu manada ahora.

Le agradaba tener aquella intimidad de comunicación con su pareja. Le hacía sentir único y que no podrían vivir sin el otro, ya no había secretos.

Seré tu familia y todo aquello que dejaste atrás, lo prometo.

Sí, quizá Luka había caído finalmente enamorado de Adam, o quizá ya lo estaba y en esos momentos lo aceptaba a mente abierta, porque el lobo le daba una tranquilidad que le hacía sentir cálido. No volvería a dejarlo, ahora solo se tenían ellos. Se necesitaban.

De pronto un auto negro se paró frente a ellos. Adam detuvo su carro de golpe logrando que los neumáticos chillaran ante el asfalto.

—Mantente en el auto —advirtió Adam mientras salía, la preocupación se notaba en sus ojos y en sus manos ya se podían notar garras.

—Que te den, yo igual voy a protegernos —Luka sonrió al salir del auto, él ya tenía sus pequeños colmillos.

Estaban listos para pelear.

Estaban listos para protegerse.

Estaban listos para su vida juntos.

La puerta del auto negro se abrió y ambos bajaron la guardia.

El primero en aparecer fue Kaspar, su rostro tan lindo y pulcro como siempre con facciones frágiles y duras, aunque por dentro mantenía una gran fuerza. Tras él estaba Nick, su cabello negro brillaba ante el sol y sus ojos fijos en la pareja.

—¿Iban a irse sin nosotros? —Kaspar notaba el ambiente tenso que se había formado con la aparición de Nick.

Adam bajó la guardia y avanzó hacia sus amigos. Se dieron abrazos con palmadas en la espalda aunque con Nick aquel gesto fue más seco.

—Nos criamos juntos desde casi niños —Empezó a hablar Nick, su mirada fija en Adam, intentando curar aquella brecha que se había hecho en su amistad—, somos familia —sonrió—, somos manada.

El suave viento hizo eco en aquel silencio durante un corto tiempo. Finalmente Adam sonrió, había extrañado aquella amistad con Nick y no podría esperar menos de su amigo.

Si debía elegir entre el amor de su vida o la amistad, Adam elegiría ambos.

—Somos manada —Luka se acercó a ellos, con una sonrisa. Estaba alegre de que empiecen a sonreír con más sinceridad, contento con el sol saliendo de nuevo para ellos—, vamos a estar juntos.

—¿A donde iremos? —preguntó Kaspar— te seguimos, Alfa —miró a Adam.

—En orillas del lago, a varios metros de la manada de los osos hay un lugar que podrá avastecernos de agua y alimento. Luis ya está allá esperándonos.

—Es un nuevo comienzo, entonces —Nick volvió a entrar al auto, en el asiento del conductor y Kaspar lo siguió— te seguimos, Alfa.

Adam mantuvo la alegría dentro suyo, solo una sonrisa era participe de aquello, él agradecía tener amigos tan leales.

Volteó hacia Luka quien igual estaba contento. Entonces caminó hasta su auto y volvieron a partir. Rumbo a un nuevo comienzo.

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